Violencia es mentir // Lobo Suelto!
I
El mando del poder global tiene su
rostro de “proximidad” amigable. Todo un arte liberal de gobierno que hace
pasar bajo formas aparentemente democráticas, o suaves el contenido histórico
que sostiene el orden: el terrorismo de estado. Según este modo soft, toda situación debe ser
comprendida como una economía política de los flujos: flujo de imágenes, de
votos, de riquezas, de espectadores. Incluso flujos de población y de
propiedad. El héroe del momento es el individuo conectado al consumo, al
interés, a la comunicabilidad: el espectáculo reúne lo separado, pero
lo reúne en tanto que separado. Se trata de un sujeto capaz de comunicar y
consumir crueldad. Macri es la cultura hoy (y Vidal es su versión “evitista”).
II
Pero hay otro rostro, cada vez menos
oculto. Quien cuestiona o simplemente no encaja en este mundo-empresa será
patologizado (primer estadío de la pedagogía de la crueldad). Las voces
“mafia”, “narcos”, “piquetero”, “chorros” van confluyendo hacia una amenaza aún
mayor: el terrorismo. La desaparición forzada de Santiago Maldonado señala este
pasaje. No sabemos exactamente qué ocurrió con él, pero hemos visto al Estado
en su conjunto desinformando. Un nuevo umbral. Los discursos oficiales sobre la
violencia apuntan a la aplicación de la “ley antiterrorista”. Una ley garante
para acompañar el paquete de leyes que se pretenden aprobar luego de las
elecciones (baja de imputabilidad, reforma laboral, jubilatoria y la embestida
contra los sindicatos).
III
El rostro “amable” del neoliberalismo
ya sólo rige para quienes disfrutan la integración, en medio de una violencia
generalizada que viene del estado y un poco de todas partes. La manipulación
oficial de la información es sólo un capítulo más en este campo minado. Aunque
obedece, como todos los demás, a la misma lógica de hierro: crear
expectativas para la inversión de capital. Ese imperativo provee un sentido
equivalente a situaciones aparentemente inconexas tales como la distorsión de
un escrutinio, el ocultamiento de la riqueza no declarada por el presidente o
la desinformación como parte del sistema de la desaparición forzada de Santiago
Maldonado por agencias del propio estado. En todos estos casos se trata de
producir imágenes de orden republicano y paz social sobre el fondo de la
violencia nunca nombrada como tal. Si el gobierno puede mentir en nombre de la
sinceridad se debe a dos fenómenos que no ha inventado: el uso que el
kirchnerismo hizo de la no-verdad (hay apellidos que lo dicen todo: López; Arruga;
Moreno; Milani, y de nuevo López) y la creciente disposición colectiva a
consumir "verdad" como algo que no nos corresponde crear sino que
viene ya envasado.
IV
A falta de mejores comprensiones se echa
la culpa de todo a la capacidad de “manipulación” de los grandes medios. Hay
autocomplacencia en estas ideas. Falta revisar la propensión a satisfacer las
convicciones mediante el consumo de objetos prefigurados que bloquean la
capacidad de hacer experiencia -que consiste en elaborar el sentido de lo que
vivimos- y desnaturaliza toda relación con la verdad como efecto de una
práctica o transformación propia (individual/colectiva). Esta vocación de
consumir el mundo como ya hecho se sostiene en un impulso conservador que
arrasa y favorece situaciones macabras. Es ahora –y sobre todo más allá de lo
electoral- que se precisan nuevas convocatorias, nuevas desobediencias.
V
Estandarización de la vida o guerra.
Se trata de un escenario anímico. Cada vez más se reacciona con tristeza,
angustia, miedo o dolor ante la violencia creciente de los poderes (violencia
racista, sexista, clasista). Esos enojos lamentosos e inofensivos son la
muestra del estado a que lleva lo progresista, una total impotencia, un modo de
la servidumbre voluntaria. Las violencias padecidas merecen una respuesta. Ante
todo deben ser nombradas como lo que son, una por una. Es el camino de una
historicidad, de la recomposición de una cartografía de resistencias. Como lo
hace el movimiento de mujeres con el legado de los organismos de Derechos Humanos. A
falta de una sensibilidad activa que la rechace, la violencia ofensiva –que no
es nueva, pero se intensifica- se hace en nombre de la paz. Sólo una
agresividad anímica e intelectual (una contra-violencia) constituiría una
autentica reacción a la violencia terrorista del liberalismo policial.
Es indispensable exigir aparición con
vida de Santiago Maldonado y castigo a los culpables de lo que le haya
ocurrido. La próxima cita es el Viernes 1 de Septiembre, en Plaza de Mayo.
17hs.
Lobo
Suelto!, Bs-As, agosto de 2017