#DesendeudadasNosQueremos // Colectivo Ni Una Menos
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Imagen: Gonzalo Martinez |
El
10 de mayo, cuando estábamos haciendo cuerpo colectivo en la Plaza de Mayo para
evidenciar nuestro contrapoder frente a la impunidad de los crímenes del
Terrorismo de Estado, el gobierno de la Alianza Cambiemos comprometía la vida
de generaciones futuras tomando miles de millones de deuda. El mismo permiso
que se tomó la última dictadura cívico militar a fuerza de sangre, de tortura,
secuestro, desaparición, exterminio y apropiación de niños y niñas. Los
genocidas y sus cómplices silenciaban las voces disidentes y usurpando el
gobierno tomaban deuda, confiscaban la fuerza de trabajo y de producción al
servicio del capital financiero. Y cuando denunciamos la impunidad del
genocidio amparada por este gobierno, ¿vuelven a endeudarnos?
Esta
simultaneidad de hechos nos obliga a gritar: la deuda es otra forma de
violencia que pone nuestras vidas en riesgo. Desde que el Gobierno de la
Alianza Cambiemos asumió, ingresamos en un nuevo ciclo de endeudamiento, que
ronda la cifra de los 95 mil millones de dólares. Esta descomunal toma de deuda
se estima llegará al 60% del PBI a fin de 2017.
Las
mujeres sabemos, lo aprendemos en nuestra vida cotidiana, lo que significa
estar endeudadas. Sabemos que las deudas no nos dejan decir no cuando queremos
decir no. Y la deuda del Estado siempre termina derramando sujeción sobre
nosotras. Y sobre nuestrxs hijxs. Y sobre nuestrxs nietxs. Nos expone a mayores
niveles de precarización y a nuevas violencias. Para tomar deuda, el Estado
promete planes de flexibilización laboral y reducción del gasto público que
afectan de modo diferencial a las mujeres.
Pero
además, somos usuarias, voluntarias o no, del sistema financiero: en los
últimos años fuimos bancarizadas compulsivamente, al punto que los subsidios
sociales son insumos del sistema financiero. Como jefas de hogar, ocupamos un
lugar central en la organización y autogestión de tramas de cooperación. Las
corporaciones financieras explotan estas economías comunitarias cobrando
comisiones sobre subsidios y salarios y aplicando tasas de interés exorbitantes
para préstamos, tarjetas de crédito y microcréditos.
Sin
embargo, es con la tarjeta de crédito como festejamos un cumpleaños, con el
préstamo hacemos la pieza del fondo, con el microcrédito buscamos emprender ese
negocio que nos dejaría sobrevivir. Y así pasamos las noches, haciendo cuentas,
separando la parte del león. Esa cuenta del día a día es la que se hace
abstracta en las políticas financieras pero que las mujeres le ponemos el
cuerpo en cada lugar donde hacemos malabares para llegar a fin de mes. Sujetas
a pagar la deuda bajo amenaza de perderlo todo, ¿cómo vamos a poder decir basta
a la violencia machista cuando cualquier desequilibrio de la frágil estructura
económica en la que vivimos nos deja a la intemperie absoluta? Si vamos a un
refugio para sobrevivir a la violencia, ¿cómo pagamos las cuentas al día
siguiente?
Las
finanzas, a través de las deudas, constituyen una forma de explotación directa
de la fuerza de trabajo, de la potencia vital y de la capacidad de organización
de las mujeres en las casas, en los barrios, en los territorios. La violencia
machista se hace aun más fuerte con la feminización de la pobreza y la falta de
autonomía económica que implica el endeudamiento.
El
movimiento de mujeres se consolidó como un actor social dinámico y transversal
capaz de poner en escena las diversas formas de la explotación económica.
Dejamos de ser meramente víctimas justamente porque podemos hacer comprensibles
las formas en que nos explotan y accionar colectivamente contra los múltiples
despojos. En los dos Paros de Mujeres que realizamos en menos de un año, en
articulación con mujeres sindicalistas y con organizaciones de todo tipo,
fuimos capaces de poner en agenda y ensamblar demandas del trabajo formal y de
las desocupadas, de las economías populares junto con la histórica
reivindicación del reconocimiento de las tareas no remuneradas que realizamos
las mujeres, y de politizar el cuidado junto al reconocimiento del trabajo
autogestivo. En ese marco, creemos que es necesario avanzar en dar cuenta de
las renovadas formas de explotación que pauperizan nuestras condiciones de vida
y precarizan nuestras existencias, constituyendo el marco en el cual se duplicó
la cifra de femicidios. Son cifras que tienen una íntima relación.
Como
productoras de valor, decimos Ni Una Menos, ¡Vivas y DesendeudadasNosQueremos!