El paro de las que no pueden parar: entrevista a Verónica Gago y Natalia Fontana sobre el 8 de marzo en Argentina
El paro de las que no pueden parar:
entrevista a Verónica Gago y Natalia Fontana sobre el 8 de marzo en Argentina
Se sienten a distancia las vibraciones que está generando el movimiento de mujeres en Argentina. Por eso quisimos acercarnos y saber más. Lo hicimos agarrados de una mano amiga: conocimos a Verónica Gago y Natalia Fontana por las ondas que produjo otra explosión argentina, en este caso la insurrección de diciembre de 2001 que ellas vivieron haciendo parte del Colectivo Situaciones.
En aquel entonces, a este lado del Atlántico, nos preguntábamos con otras mujeres, ¿cuál es nuestra huelga? ¿Cuál es el gesto colectivo en femenino que interrumpe la máquina binaria de la producción y la reproducción? (esta fue la pregunta de arranque del espacio de investigación-acción Precarias a la deriva). Ahora, la pregunta reaparece, con una intensidad y masividad inéditas, en el movimiento argentino de mujeres, ligada al terremoto que grita en todo el continente latinoamericano “¡ni una menos! ¡Vivas nos queremos”
Marta Malo y Amador Fernández-Savater
Se sienten a distancia las vibraciones que está generando el movimiento de mujeres en Argentina. Por eso quisimos acercarnos y saber más. Lo hicimos agarrados de una mano amiga: conocimos a Verónica Gago y Natalia Fontana por las ondas que produjo otra explosión argentina, en este caso la insurrección de diciembre de 2001 que ellas vivieron haciendo parte del Colectivo Situaciones.
En aquel entonces, a este lado del Atlántico, nos preguntábamos con otras mujeres, ¿cuál es nuestra huelga? ¿Cuál es el gesto colectivo en femenino que interrumpe la máquina binaria de la producción y la reproducción? (esta fue la pregunta de arranque del espacio de investigación-acción Precarias a la deriva). Ahora, la pregunta reaparece, con una intensidad y masividad inéditas, en el movimiento argentino de mujeres, ligada al terremoto que grita en todo el continente latinoamericano “¡ni una menos! ¡Vivas nos queremos”
¿Cómo
aparece la idea de paro en el movimiento de mujeres argentino? ¿Qué supone
hacerse con una herramienta que nació y creció en otro mundo (entre fábricas,
hombres y sindicatos)? ¿Cómo se está tejiendo un razonamiento colectivo que vincula
la violencia contra las mujeres a las cuestiones de la precariedad, el
territorio y la comunidad? ¿De qué materiales está hecho el feminismo
latinoamericano, cuál es su mística?
Con la
complicidad de una amistad tramada a través del charco y las décadas,
alimentada por búsquedas compartidas, lanzamos estas preguntas a Vero y Nati
dos días antes del 8 de marzo, del Paro Internacional de Mujeres. Daba
gusto verlas durante la entrevista por skype. El brillo y la vitalidad que
irradiaban hablaban (aún sin palabras) de la potencia de la experiencia que
está haciendo el movimiento de mujeres argentino.
Nati y Vero han estado implicadas
en él a todos los niveles, pensando y haciendo, armando asambleas y momentos de
reflexión, desde una trayectoria previa que las permite estar perfectamente en
onda con lo que sucede. Vero ya nos contó aquí la jornada del 19 de octubre.
Nati participa también en el movimiento de mujeres desde el lugar específico
que es el sindicato de aeronavegantes, del que es secretaria de comunicación.
Todas las fotos de la manifestación del 8 de marzo en Buenos Aires son de
Constanza Niscovolos.
Marta Malo y Amador Fernández-Savater
Nos gustaría pediros en primer lugar que nos
hicieseis un poco de recorrido entre el 19 de octubre [primera convocatoria de
huelga de mujeres en Argentina, tras el asesinato de Lucía Pérez en Mar del
Plata] y este 8 de marzo. ¿Cómo ha sido el proceso? ¿Cómo se llega y madura la
idea del paro, de la huelga de mujeres?
Vero: Veníamos de dos manifestaciones
grandes bajo el lema de “Ni una menos”: el 3 de junio de 2015 y el 3 de junio
de 2016. Habían sido convocadas sobre todo por las redes y en algunos
encuentros, y resultan muy masivas. Y andábamos pensando qué había pasado, qué
había movilizado.
Es entonces cuando, mientras estamos en el
Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, se sabe de la tortura y el asesinato
con empalamiento de Lucía Pérez en Mar de Plata. Era una imagen muy fuerte de
crueldad, con resonancias coloniales. Y el asesinato ocurrió además en las
vísperas del 12 de octubre, cargando aún más la escena. Lo que se sintió
entonces es que justo en el momento en que se estaban movilizando 70.000
mujeres en Rosario aparece ese crimen como respuesta. Y me parece que fue eso
lo que generó una energía de movilización y reacción muy rápida.
El paro del 19 de octubre lo organizamos en
apenas una semana. La convocatoria prendió de modo increíble y lo que disparó
la cosa es que en cierto momento se dijo: “basta de las redes, nos encontramos
en asamblea”. Y se empiezan a convocar asambleas. Al principio se decía que era
imposible lanzar la convocatoria de paro en una semana, porque eso llevaría
mucho más tiempo. Pero era justo incorporar la idea del paro lo que permitía hablar
más allá de la violencia. Ahí está el salto cualitativo. Empezamos a decir:
estas son imágenes que intentan aterrorizarnos, imágenes que repudiamos por la
violencia y el aumento de la crueldad que implican, pero tenemos que responder
más allá del discurso de victimización que nos deja impotentes, que nos
clausura a hablar sólo de violencia específica y nos deja manifestarnos
unilateralmente bajo el luto o el duelo.
El paro nos permitió convocar desde otro lugar,
un lugar de rabia y enojo sin duda, pero politizando también lo que se venía
trabajando ya en muchos lugares, a saber: la cuestión de la producción y
reproducción de la vida. Parar es cuestionar y bloquear la forma de producir y
reproducir la vida en las casas, en los territorios, en los trabajos. Y es
conectar la violencia contra las mujeres con una politicidad específica de las
formas de explotación actuales sobre la producción y reproducción de la vida.
La huelga era la clave que nos permitió unir las dos cosas.
Esto produjo un efecto impresionante. Primero,
porque amplió la idea del paro. Empezamos a convocar a mujeres de todos los
sectores, asalariadas o no, jóvenes y mayores, ocupadas o desocupadas. Eso
prendió muchísimo y activó la imaginación sobre cómo multiplicar la eficacia de
la herramienta del paro. ¿Qué significa parar en tu lugar? Si no estás en un
sindicato o agremiada, pero también si estás en una organización (en la
escuela, en alguna red comunitaria), etc. Es decir, lanzó un nivel de
interrogación sobre lo que significa “cese de actividades” que desbordó
completamente lo sindical, al tiempo que interpelaba con fuerza a ese mundo. El
paro nos dio otra capacidad de lectura, una especie de fuerza de
inteligibilidad muy apropiada que permitía conectar la violencia contra las
mujeres con la trama económica, política y social.
EL DESAFÍO DE LEGITIMIDAD DEL TRABAJO NO RECONOCIDO
¿Cómo removió todo esto al mundo sindical? Hay
sindicatos de mujeres, pero el mundo sindical es muy masculino, muy marcado por
una lógica masculina. ¿Cómo removió ese mundo la llamada a un paro específico
de mujeres?
Nati: Bueno, hubo dos momentos de discusión
sobre el tema del paro: en torno al 19 de octubre primero y ahora en torno al 8
de marzo. El llamado a paro del 19 de octubre fue tan rápido que no les dio
tiempo a las centrales sindicales -ni a los colectivos de mujeres internos a
las centrales sindicales- a elaborar qué significaba. Fue una reacción
instantánea, inmediata, muy corporal, a raíz del empalamiento de Lucía en Mar
de Plata y también del apuñalamiento de dos chicas en San Telmo.
Es ahora, en torno al 8 de marzo, que se han dado
las discusiones más duras y los problemas más jodidos. Por un lado, hay quien
plantea que el paro es una herramienta propia de los sindicatos y sólo la
pueden empuñar las centrales sindicales. Es decir, no consideran que sea una
herramienta que pueda ir más allá de los sindicatos, ni que desborde la idea
del trabajador formal sindicalizado. Por otro lado, creo que a los varones de
las centrales sindicales les cuesta mucho llamar a paro por todo el tipo de
cálculos que realizan a partir de la legitimidad que tiene cualquier gobierno
nuevo, el cálculo sobre los otros conflictos de trabajadores con sus empresas y
el Estado, etc. Les cuesta dar crédito a un llamado a paro desde mujeres, que
además se organizan y son capaces de confluir transversalmente con otras
mujeres de otras centrales sindicales y de organizaciones sociales y políticas.
Hablar con las centrales sindicales, en el caso
de mi sindicato, fue hablar con la CGT, donde nos encontramos sorprendentemente
con que las secretarías de igualdad y género manejadas por mujeres eran a veces
más restrictivas que los mismos varones y no estaban de acuerdo con la idea de
paro internacional. Y no hubo forma de que llamaran a paro. Apenas llamaron a
una movilización. Lo bueno es que cada sector de trabajadores, más allá de las
centrales, han organizado diferentes acciones y actividades. Entonces tampoco
importa tanto que la CGT baje o no una convocatoria de paro, porque la
organización de base sindical se lo ha tomado como una propuesta y las
trabajadoras estaban decididas a realizar seguro acciones durante el día.
Vero: Hay varias cosas que estuvimos
discutiendo en este tiempo y que marcan la diferencia entre lo que ocurrió el
19 de octubre y lo que está pasando ahora, donde sí se está trabajando con la
realidad de los sindicatos. Hubo un montón de reuniones, un montón de
controversias, un montón de polémicas y así se evidenciaron varias cosas.
Por un lado, un corte generacional entre las
chicas más jóvenes de los sindicatos que vienen en muchos casos de experiencias
en movimientos de mujeres, muchas de las cuales han tomado el Encuentro
Nacional de Mujeres como un espacio pedagógico durante años. Ellas no sienten
contraposición entre movimiento sindical y movimiento de mujeres. Mientras que
para algunas de las dirigentes de más años sí que hay claramente una cuestión
de competencia y desautorización de lo sindical por el movimiento de mujeres.
Todo esto se hizo muy evidente por quién vino a la asamblea y quién no, quién
hablaba desde las comisiones internas y quién esperaba la autorización de la
central, etc. El paro hizo así un mapeo de la ebullición y la complejidad que
hay al interior de los sindicatos que ha sido muy interesante.
Por otro lado, otra cosa que ocurrió es que no
nos querían dar legitimidad, nos acusaban de no ser trabajadoras “legítimas”:
es decir, sindicalizadas. Ahí Nati era la más complicada en las reuniones, como
ella sí participa en un sindicato era la “traidora”. La regañaban más que a las
demás (risas).
Por último, otro punto interesante es cómo se
atrincheran los sindicatos para no reconocer a las trabajadoras de la economía
popular (cartoneras, feriantes cuidadoras, mujeres que se ocupan de los
comedores, costureras) que para nosotras fue desde el primer minuto un elemento
clave. Una anécdota: hace una semana se convocó en el Obelisco una asamblea de
las trabajadoras de la economía popular, fuimos con nuestra amiga Neka (Jara,
fundadora del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, durante la
crisis de los 2000) y a ella la saludaban y se reencontraba con muchas mujeres
que vienen del movimiento piquetero. Pero lo más interesante fue, como nos
decía Neka, que la saludaban chicas de 20 años, es decir, chicas que tenían
sólo cinco o seis años en las asambleas del movimiento piquetero en torno a 2001.
Neka decía: “es muy emocionante, son las hijas de las piqueteras”. Ahí hay algo
generacional muy fuerte que pone en la calle un cruce entre el linaje de los
movimientos de desocupados y de la economía popular. Un linaje que por supuesto
no es lineal ni desproblematizado. Pero eso para el mundo del sindicalismo es
intolerable: que todo eso aparezca con un estatuto de trabajo es intolerable.
Porque problematiza la propia idea de trabajo.
Nati: Al sindicalismo se le plantea una
cuestión de legitimidad muy fuerte. ¿Quién es la entidad legítimamente
reconocida para llamar a hacer un paro? Les cuesta reconocer al movimiento de
mujeres como parte de esas entidades legítimas que se constituyen como sujetos
con voz propia y que realiza alianzas insólitas con mujeres sindicalizadas por
trabajo formal e informal, con las mujeres de la economía popular. Hay una
interpelación fuerte sobre esto.
Vero: Y otro punto fuerte que salió en
las discusiones es el siguiente: el 19 de octubre fue el primer paro bajo el
gobierno Macri, que sin duda es un gobierno que impone todo tipo de medidas
contra el salario. Y ese primer paro… ¡se lo hacemos las mujeres! Eso fue algo
muy duro. Ya en octubre se decía: “mientras la CGT toma el té con el gobierno,
nosotras tomamos las calles”. Porque las organizaciones sindicales están
negociando sobre el ajuste, es evidente. Y hay mucho malestar en varios
sectores, en las comisiones internas, entre las mujeres delegadas, muchas de
ellas electas después de octubre incluso o muchas otras para quienes el paro de
octubre fue su primer salida como mujeres sindicalistas a la calle.
DESBORDAR EL PARO: LAS HUELGA DE LAS TRABAJADORAS ATÍPICAS
Decís que la llamada a paro saca al movimiento de
la pura denuncia de la violencia de género ligándolo a otras cosas, pero al
mismo tiempo desborda lo sindical. Me da curiosidad conocer esas otras formas
de huelga, entre las trabajadoras atípicas. ¿Cómo piensan hacer su paro las
domésticas, inmigrantas, feriantas…? ¿Qué imaginación hay para hacer un paro
cuando no se vive un trabajo típico, en un lugar, bajo patrón, etc.?
El paro en el puesto de trabajo se sabe cómo se
hace. Incluso hay un canal legal para convocarlo, los trabajadores se sienten
interpelados cuando hay una convocatoria del sindicato, etc. Pero, ¿cómo se
organiza el paro en lo informal?. ¿Cómo una se siente llamada y sostenida a no
ir al mercadillo o cómo se organiza el paro de los cuidados no remunerados?
Vero: Por un lado, hay una relación
bastante estrecha con una herramienta gremial en formación que se llama
Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que intenta
ser una central de trabajadores de la economía popular y que desde el 19 de
octubre se planteó tener un espacio de género. Nos estamos juntando con ellas y
salen discusiones muy interesantes. Por ejemplo, las pibas cartoneras dicen:
“bueno, si yo paro un día ese día no como”. Lo que venían a plantear es cómo
podemos hacer de eso es una realidad del paro y no una debilidad del
paro. Y se empezó a decir: “hay que juntar guita previa para sostener ese
día de paro”. O laburar un poco más los días anteriores para garantizar ese día
de huelga. Otras mujeres feriantas decían: “llevemos cosas que vender durante
la marcha. Sabemos que vamos a vender y es una manera de estar en la
movilización pero al mismo tiempo sostener materialmente lo que implica un día
de paro para nosotras”.
Fue realmente interesante empezar a pensar e
imaginar estrategias muy concretas de paro en lugares atípicos. Porque si el
paro va en serio, si se está planteando realmente, tiene que cobijar todas
estas preguntas que nosotras tenemos sobre qué significa parar. No puede
forzarnos a dar una imagen de nosotras mismas que no coincide con nuestra
realidad cotidiana. Lo potente es que las mujeres de la economía popular fueron
las primeras que dijeron “nosotras paramos”. Es decir, son preguntas que se
hacen desde una apuesta decidida por el paro, para fortalecer el paro. A ellas
les va mucho en parar y tienen muchas ganas de seguir elaborando todas estas
preguntas de qué significa hacer huelga cuando no tienes patrón, eres
cooperativista, cobras subsidio social, etc. Para incluir todas esas realidades
en el paro hay que desbordarlo y pensar efectivamente el trabajo más allá de la
tarea típica, bajo patrón, en un lugar acotado, etc.
Otra pregunta interesante, que se debatió en
estas últimas semanas también, tiene que ver con cómo conectar el paro respecto
a los cuidados, y al modo en que esos cuidados se realizan en las casas, en
espacios comunitarios o barriales o autogestionados. Por un lado, se trata de
pensar entonces qué significa llevar esos espacios a la movilización, que la
movilización se haga cargo de esa parte de cuidados. Hay una doble medida de
tiempo del paro. Se para unas horas en nuestros espacios de trabajo y a la vez
nos sustraemos todo el día de los roles de género que nos asignan tareas de
cuidado. Paramos y nos hacemos tiempo para nosotras. Esa fue una consigna muy
fuerte: nos organizamos para disponer de nuestro tiempo, caernos de las
obligaciones cotidianas y abrir ese tiempo.
Nati: El 19 de octubre paramos en el
lugar del empleo formal durante dos horas, pero paramos las 24 horas del día en
esas actividades que tienen que ver con los cuidados y la militancia también.
Paramos y sólo nos dispusimos al encuentro entre mujeres para hacer una acción
concreta. Los compañeros militantes no entendían mucho esto de que no estábamos
más para ellos ahí (risas). Eso fue una experiencia que hicimos el 19 y ahora
se replica de modo más consciente.
ESPIRITUALIDAD, INFRAESTRUCTURAS DE CUIDADO Y COMUNIDAD
Nuestra impresión es que lo que está explotando
como feminismo, al menos en América Latina, no es exactamente un feminismo
“liberal”. La situación de las mujeres y la violencia se piensan imbricadas en
una trama viva y cotidiana junto al trabajo, la precariedad, los barrios, la
cuestión comunitaria, etc. No es que se “junten temas”, sino que se teje una
trama muy concreta. Os queríamos preguntar por esto, por estas discusiones, por
estos modos muy concretos de razonar y restituir la trama cotidiana de
explotación y prácticas de vida. ¿Qué imágénes de mundo nos propone este
feminismo latinoamericano que mezcla todas estas cuestiones?
Vero: Aquí está muy fuerte el feminismo
popular, comunitario, villero. Son varios nombres que, como dicen, no son puras
“tematizaciones”, sino un acumulado de experiencia social, política, sensible.
En todo esto, hay una dimensión territorial muy fuerte: un trabajo sostenido de
organizaciones, redes, tramas que le dan un enraizamiento a esta narrativa
feminista. Es una clave potente desde América latina. Por ejemplo, en Honduras
y Guatemala se habla de “feminicidio territorial” porque la violencia contra
las mujeres ataca a aquellas que están protagonizando las luchas contra las
transnacionales extractivistas. El caso más conocido es el de Berta Cáceres,
pero no es el único. Las luchas vinculan prácticamente la violencia contra las
mujeres y las luchas por la defensa de los territorios y los recursos de la
vida común y esto hace que circule el concepto cuerpo-territorio, como una
palabra única.
Se empezó entonces a dibujar una trama, pero no
como discurso general y abstracto, sino como hilado entre asuntos muy
concretos. Por ejemplo, las mujeres que pelean contra el agronegocio en la
frontera sojera de un pueblo de Paraguay decían: “sí, nosotras paramos. Paramos
contra el envenenamiento de nuestras familias por los agrotóxicos”. O la manera
en que la destitución de Dilma en Brasil fue argumentada en favor de la
Iglesia, Dios y la familia. Hay una ofensiva general de las Iglesias en
Latinoamerica contra lo que un teólogo de acá llamó “la ideología de género”.
Quiero decir: el paro fue una especie de conector de realidades y luchas que a
la vez suscitó múltiples interpelaciones. Puso en evidencia un estado de
rebelión muy diverso y muy transversal.
Esta cuestión de la Iglesia es fundamental. Hemos
visto la alianza que el Vaticano promueve con los movimientos sociales como
modo de encarrilar la crítica a los llamados “excesos” del capitalismo. El
movimiento de mujeres radicaliza la agenda y ofrece una alternativa a los modos
caritativos, filantrópicos y paternalistas de responder al despojo y la
explotación del capital. Hay una discusión fuerte sobre esto que tiene sus
anclajes en lo comunitario: ¿cómo se produce “infraestructura de cuidados” sin
reproducir el tipo de espiritualidad de la Iglesia, sea evangélica o católica,
que claramente va en contra de la soberanía del cuerpo de las mujeres? Porque
ahora voy a decir algo intuitivo: me da la impresión de que el movimiento de
mujeres no es exactamente laico. Tiene una mística que es muy fuerte. Entonces
ahí hay una disputa también a nivel espiritual, afectivo.
Por otro lado, aclaro que cuando se habla de lo
comunitario desde el feminismo, no se reduce sólo a lo indígena-campesino, sino
que también tiene que ver con las ciudades, las villas, los asentamientos, etc.
Por tanto, disputa sobre la espiritualidad, disputa sobre las infraestructuras
de cuidado y disputa sobre cómo se hace la conexión entre lo comunitario y lo
popular, si al modo de la Iglesia o al modo de los movimientos de mujeres que
radicalizan la autonomía sobre el cuerpo. Estos son temas centrales en
Latinoamérica.
Y hay también una pregunta muy seria sobre la
violencia en los territorios. Es realmente el tema más jodido. Y están
apareciendo discusiones sobre estrategias posibles. Más allá de pedirle al
Estado tal o cual medida o presupuesto. Más allá de tener una agenda para
pedirle al Estado estos cinco puntos, etc. Está claro que ese no es el problema
del movimiento: un reclamo institucional. Sino que está poniendo todo en
discusión, incluida la complicidad de las instituciones con la violencia. Por
eso esa frase que nos gusta tanto: el tiempo de la revolución es ahora.
Durante la crisis de 2001, el protagonismo de las
mujeres era claro, pero la clave feminista no aparecía como una narrativa
interna, propia, difundida. Si en un barrio te decías feminista te miraban mal
o con desconfianza. Ahora no sucede eso. La cuestión de la violencia se anuda
con la cuestión comunitaria en torno a la pregunta por cómo nos defendemos.
Cómo nos defendemos de las medidas de ajuste, de la crisis que viene, de la
violencia en los barrios que ahora aquí es muy intensa, etc.
Cuando lo femenino y lo comunitario se cruzan a
veces aparece cierto marianismo: la imagen de la madre que todo lo puede y
sostiene a su comunidad con su abnegación. ¿Qué otras imágenes de lo femenino
están apareciendo al hilo del paro, como esa “disponibilidad para nosotras” que
decís, etc.?
Vero: Aquí es muy fuerte la presencia en
el movimiento de las pibas jovencitas y lo suyo no es para nada la abnegación
(risas). Hace dos semanas hubo un femicidio tremendo en el barrio de Florencio
Varela y mataron a cuatro amigas de 16 años. Lo que aparecía ahí más bien es la
criminalización de la manera en que ellas se mostraban, con sus fotos en FB por
ejemplo: muy maquilladas, más mayores de lo que eran, saliendo de la discoteca,
andando solas por la noche, etc. La violencia es más una ofensiva contra estos
gestos de autonomía, contra ciertas imágenes de goce y deseo con que ellas
aparecían. No es sólo una reivindicación de las mujeres como “reserva moral”
abnegada para sobreponerse a la crisis.
Nati: Hay toda una generación de pibes y
pibas muy autónomos. No sé si tiene que ver con que son criados por quienes
vivieron el 2001… A mí me llama mucho la atención entre los pibes más jóvenes,
por ejemplo mi hijo y sus amigos de entre 12 y 14 años, que cuando se quieren
meter con uno que ha dicho o hecho tal o cual, le dicen: “pero qué patriarcal
que sós”, esa es la manera de pararles el carro. ¡Y lo dicen rechicos! Hay una
acumulación de cuestiones que han sucedido estos años y a los pibes y pibas hoy
se les ve diferentes, más autónomos en muchas cuestiones. Criados por madres
que vivieron, se organizaron y armaron diferentes tipos de comunidades a raíz
de 2001, son criados por esas madres que se despegaron del modo abnegado…
CUIDAR EL PROCESO Y LA ASAMBLEA, PARA COMPONER LO COMÚN
Por último, os queríamos preguntar por la
vitalidad de las asambleas. Hay veces en que los movimiento despliegan mucha
potencia en su hacer concreto, pero cuando llega el momento de la palabra se
produce la división, la polarización ideológica, el cierre identitario. ¿Cómo
se ha elaborado ese momento de la palabra para que pase algo distinto?
Nati: Lo que más me llama la atención de
las asambleas es el virtuosismo que se ha desplegado para que convivan mujeres
que vienen de los sectores más humildes, mujeres diputadas, mujeres por el
derecho al aborto, mujeres militantes de organizaciones muy estructuradas,
sindicalizadas, etc. Si se logra convocar un 8 de marzo desde esa asamblea,
coordinándolas a todas, sería de un virtuosismo increíble e inédito. Eso en Argentina
no ha pasado nunca. Hay siempre dos organizaciones para el 8 de marzo.
Siempre está esa tensión. Ves a las militantes
políticas de partidos de izquierda que quieren que prime la posición del
partido, pero a su vez ves en ellas también el deseo de que la asamblea no se
rompa. Y tensionan y aflojan, van probando, hasta dónde se puede y hasta dónde
no. En un mismo cuerpo se dan esas tensiones. Hay una conciencia general de que
esto es una confluencia mayor que implica muchas cosas y que tiene que haber un
cuidado enorme sobre todo el proceso. No sé luego hasta dónde se puede sostener
algo así, ni siquiera sé si sería bueno que permaneciese una asamblea como
lugar de coordinación permanente. Pero lo que sí he visto es que en esta
tensión prima el deseo de llegar a una confluencia entre todas estas voces. En
otros lugares, lo hemos visto mil veces, las posturas tienden a tensionar y
romper. Sin embargo, aquí ha habido algo muy fuerte de querer mostrar a la
sociedad algo más allá de las identidades de pertenencia de cada uno, algo muy
femenino en el cuidado del proceso.
Vero: Las asambleas han sido un laburo
tremendo y por suerte ya terminan (risas). Ha sido muy fuerte el proceso mismo:
tomarse toda esta heterogeneidad radical en serio en un ejercicio práctico de
composición de cuerpos y voces, de trayectorias y expectativas. Desde el
principio se dijo que era imposible hacer un documento común porque en la
asamblea hay más de 60 organizaciones de todo tipo. Sin embargo, el viernes
último cerramos un documento común por aclamación, con un
montón de nosotras llorando y aplaudiendo. Hasta el último momento no pensamos
que se pudiera llegar a ese acuerdo, en medio de una batalla -que por momentos era
virulenta- entre abolicionistas y trabajadoras sexuales, sindicatos que
llamaban despectivamente “artesanas” a las mujeres que vienen de las
organizaciones de la economía popular y trabajadoras de esa economía, etc. Sin
embargo, se tenía la sensación de que era muy fuerte si lográbamos eso y el
viernes fue realmente impresionante. Un quilombo de asamblea, pero en la que
nadie se quería bajar de esa posibilidad de conseguir algo común. Creo que
inundaba la atmósfera una percepción de cierta verdad histórica de la que
estábamos siendo parte. Todo el mundo, gente de mil procedencias, dice que esto
no ha pasado en ningún otro espacio. Asambleas que eran un carnaval de todas
las posiciones y procedencias políticas, bajo el calor del verano, pero con una
disposición general a resignar algo del tono y el lenguaje de cada una para
componer algo juntas.
¿Y de dónde créeis que viene esa legitimidad del
movimiento de mujeres que les permite hacer esa transversalidad?
Nati: Yo creo que había mucha gente que
pensaba que el 19 de octubre no podía ser tan masivo. Diluvió ese día además.
Pero había tal cantidad de gente, mujeres, pibas por todos lados… Entonces
cuidamos del espacio de la asamblea porque sabemos que es algo distinto, que
nos refuerza a cada cual en sus lugares y que legitima todo el trabajo que cada
una anda haciendo.
Vero: La convocatoria del 19 de octubre
realmente conmovió mucho. Cada cual volvió a su lugar con una fuerza muy
poderosa, con una especie de tatuaje. Muchas mujeres se animaron desde entonces
a llevar la discusión a sus sindicatos, a sus barrios, etc. Una piba boliviana
nos decía el otro día: “yo me animo a estar con la mirada más alta porque sé
que formo parte de esta asamblea”.
Cuento una escena. Hace poco se cerró una
maternidad pública que es bastante interesante porque desde hace años labura
contra la violencia obstétrica. Las mujeres despedidas vinieron a contar la
situación en la asamblea y se compuso una escena muy fuerte. La asamblea como
lugar de elaboración colectiva y política del dolor. Hay algo de este momento
del macrismo que te ubica muy rápido o bien en una posición cínica o bien en
una posición impotente. La fuerza de la asamblea es que te puedes desplazar de
las dos posiciones e inventar algo distinto. Sin mucha garantía, eso sí, porque
después del 8 de marzo no sabemos bien qué vamos a hacer. Pero ahí llegan
mujeres con un tipo de angustia y recibían una elaboración política distinta. Y
si no encuentras un lugar así pues te quedas en casa envenenándote con la
televisión o nostálgica de algún momento en que creáis que las cosas estaban
mejor, ambas posiciones muy tristes en el fondo. Y en la asamblea pasa algo, se
abre el espacio de otra cosa, por fuera de la nostalgia y del cinismo.
POSDATA TRAS EL 8 DE MARZO: UN NUEVO INTERNACIONALISMO FEMINISTA
El 8M fue finalmente masivo. Se habla de 500 mil
personas en la calle. La plaza de Mayo estaba llena incluso antes de que
ingresaran las organizaciones y las columnas.
El escenario fue una composición heterogénea de
todas las voces que habíamos cosido en el documento polifónico que se leyó y
que nos queda ahora seguir desplegando, concretando, afilando. Percibimos una
atención inusual a la lectura. Veíamos lágrimas en muchas compañeras. Nosotras
mismas nos emocionamos: estábamos juntas, estábamos diciendo que nos acuerpamos
en un nuevo internacionalismo feminista y explicitábamos cada uno de los
reclamos que hemos construido pero también lanzábamos un grito común más allá
de los reclamos. Porque nos queremos vivas, tuvimos la fuerza de convocarnos,
de conectarnos, de producir esa voz tan potente. Vivimos la fiesta de
movilizarnos juntas después de haber parado y de haber tejido ese paro cuerpo a
cuerpo, palabra a palabra.
El contrapunto con la manifestación de la CGT del
día anterior fue notable. Tres varones dirigentes hablando, sin ningún
contenido en lo que decían, repudiados por sus bases por no animarse a poner
fecha de paro general y, finalmente, un atril que fue desmoronado por las
protestas y los líderes que debieron salir corriendo.
Nosotras
sí le pusimos fecha al paro. Nosotras nos organizamos. Nosotras paramos. Porque
nos mueve el deseo de construir ahora el mundo que queremos vivir.
[fuente: http://revistaalexia.es/]