Entrevista a Bifo: “Las redes sociales, postergación infinita del placer erótico”
por Juan Íñigo Ibáñez
para Confabulario
En esta entrevista el
filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi aborda la exclusión neoliberal y cómo
el ritmo frenético de la comunicación virtual genera frustración juvenil
que se refleja en el suicidio y masacres en centros de estudio
Una de las
metáforas más potentes —y de
mayor resonancia hasta nuestros días— dentro
del imaginario de Pier Paolo Pasolini es la de “mutación antropológica”. Se
trata de un término que el cineasta, escritor y poeta italiano utilizaba para
ilustrar los efectos psicosociales producidos por la transición de una economía
de origen agrario e industrial, a otra de corte capitalista y transnacional.
Así,
durante la década de los 70 del siglo pasado, Pasolini identificaba en sus
libros Escritos Corsarios yCartas Luteranas una verdadera transmutación en las
sensibilidades de vastos sectores de la sociedad italiana como consecuencia del
“nuevo fascismo” que imponía la globalización. Creía que este proceso estaba
creando —fundamentalmente a
través del influjo semiótico de la publicidad y de la televisión— una nueva “especie” de jóvenes
burgueses a los que él llamaba los “sin futuro”: muchachos con una marcada
“tendencia a la infelicidad”, con poco o ningún arraigo cultural o territorial,
y que estaban asimilando, sin demasiada distinción de clases, los valores, la
estética y el estilo de vida que los nuevos “tiempos del consumo” promovían.
40 años
después, otro tábano intelectual oriundo de Bologna —el filósofo y teórico de los medios
de comunicación, Franco “Bifo” Berardi— cree
que el sombrío diagnóstico de Pasolini se ha hecho profético a la luz de la
situación de “precariedad existencial” y aumento de trastornos del ánimo que
las transformaciones neoliberales han provocado.
Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es hoy la segunda causa de muerte en el grupo de
jóvenes y niños —en su gran
mayoría varones— de entre 10 a 24
años. De la misma manera, la depresión—la patología del ánimo más predictiva
del comportamiento suicida— será
para el 2020 la segunda forma de incapacidad más recurrente en el mundo.
Berardi
cree que estos datos —así como la
mayoría de acontecimientos violentos que se han producido en los últimos años,
como los asesinatos de masas o los atentados suicidas radicales— están estrechamente vinculados a las
condiciones de hiper competición, subsalario y exclusión que promueve el ethos neoliberal. Sugiere que, al momento de
analizar los efectos que la economía de mercado tiene en nuestras vidas,
también debemos incorporar un nuevo y trascendental elemento: la forma en que
los acelerados flujos de información a los que nos exponemos a través de las
“nuevas” tecnologías influyen en nuestra sensibilidad y en nuestros procesos
cognitivos.
Aclaración:
Berardi no es un ningún tecnófobo o un romántico de los tiempos del capitalismo
pre industrial. Comprende —y ha
utilizado a su favor— los avances
que la técnica introduce en nuestras vidas.
Desde
finales de los años 60 ha encabezando diversos proyectos de comunicación alternativa, tales
como la revista cultural Atraverso,
Radio Alice (una de las primeras emisoras libres de Europa) o TV Orfeo (la
primera televisión comunitaria de Italia) y ha participado en programas
educativos de la Radio y Televisión Italiana (RAI) vinculados al funcionamiento
y los efectos de las nuevas tecnologías.
Además,
“Bifo” ha sido un atento observador de fenómenos contraculturales como el
ciberpunk, o las posibilidades futuras de gobiernos tecno fascistas.
Su carrera
ha estado fuertemente marcada por el compromiso político: fue miembro activo —desde la Universidad de Bologna,
donde se licenció en Estética— de
los acontecimientos insurreccionales de Mayo del 68 y, a inicios de los 70,
estuvo vinculado al movimiento de izquierda extraparlamentaria “Potere Operaio”. Posteriormente —a principios de los 80, durante su exilio en
Francia— frecuentó a Michel
Foucault y trabajó junto a Félix Guattari en el naciente campo disciplinar del
ezquizoanálisis. Berardi es autor
de más de una veintena de libros,
entre los que destacan El alma
del trabajo: desde la alienación a la autonomía, Generación post-alfa.
Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Héroes: asesinato de masa y
suicidio y Fenomenología del fin.
En tus
últimos trabajos has dicho que el efecto de las tecnologías digitales, la
mediatización de las relaciones comunicativas y las condiciones de vida que
produce el capitalismo financiero, están estrechamente vinculados con el
incremento de patologías en la esfera afectiva emocional, así como de suicidios
a nivel mundial. Incluso has dicho que estamos ante una verdadera “mutación
antropológica” de la sensibilidad. ¿De qué manera estos fenómenos se vinculan
con el aumento de suicidios y de patologías del ánimo?
Se trata
naturalmente de un proceso muy complicado que no puede ser reducido a líneas de
determinación sencillas. La combinación de estas condiciones técnicas,
sociales, comunicacionales puede producir —y
de hecho producen, en un gran número de casos— una condición de individualización
competitiva y de aislamiento psíquico que provoca una fragilidad extrema, que
algunas veces se manifiesta como predisposición al suicidio.
No puede
ser casual el hecho de que en los últimos cuarenta años el suicidio se haya
incrementado enormemente (particularmente entre los jóvenes). Según la Organización Mundial de
la Salud se trata de un aumento
del 60%. Es enorme. Se trata de un dato impresionante que tenemos que explicar
en términos psicológicos, y también en términos sociales. Cuando leí por
primera vez esta información me pregunté: ¿qué ha pasado en los últimos
cuarenta años? La respuesta es clara. Pasaron dos cosas. La primera fue que
Margaret Thatcher declaró que la sociedad no existe, que sólo hay individuos y
empresas en competición permanente —en
guerra permanente—, digo yo. La segunda es que, en las últimas décadas, la
relación entre los cuerpos se ha hecho cada vez más rara, mientras que la
relación entre sujetos sociales ha perdido corporeidad, pero no intercambio
comunicacional. El intercambio se ha hecho puramente funcional, económico,
competitivo. El neoliberalismo ha
sido, en mi opinión, una masiva instigación al suicidio. El neoliberalismo —más la mediatización de la relación social—,
ha producido un efecto de fragilización psíquica y de agresividad económica
claramente peligrosa, y al límite del suicidio.
¿Cuál
crees que fue el sentido profundo de lo que quiso expresar Thatcher?
Cuando
Thatcher dijo que ya nada ni nadie se puede definir como sociedad, que sólo hay
individuos y empresas que luchan para el provecho, para el éxito económico
competitivo, declaró algo de una potencia destructiva enorme. El neoliberismo,
a mi parecer, produce un efecto de radical destrucción de lo humano. La
dictadura financiera de nuestra época es el producto de la desertificación
neoliberal. La financiarización de la economía se funda sobre una abstracción
doble. Siempre el capitalismo se fundó sobre una abstracción del valor de
intercambio (abstracción que olvida y cancela el carácter útil y concreto del
producto). Pero la valorización financiera no necesita pasar a través de una
producción útil. Si quiere acumular capital, el capitalista industrial tiene
que producir objetos, automóviles, petróleo, gafas, edificios. El capital
financiero no necesita producir nada. La acumulación de capital financiero no
pasa a través de un producto concreto, sino que sólo a través de la
manipulación virtual del dinero mismo.
En este
escenario ¿qué peculiaridades observas en las formas en las que nos
relacionamos con nuestros trabajos —a
diferencia por ejemplo, del caso de un obrero industrial de los años 70— que nos deja tan expuestos a la
saturación patológica que expresas en tus libros?
El
movimiento obrero del siglo pasado tenía como meta principal la reducción del
tiempo de trabajo, la emancipación del tiempo de vida. La precarización, y el
empobrecimiento producido por la dictadura neoliberal ha producido un efecto
paradójico. La tecnología reduce el tiempo de trabajo necesario, pero el
capital codifica el tiempo liberado como paro y lo sanciona, reduciendo la vida
de las personas a condiciones de miseria material. Consecuentemente, las
personas jóvenes son obligadas a buscar continuamente un empleo que no puede
encontrarse sino en condiciones de precariedad y de sub-salario. El efecto
afectivo es la ansiedad, la depresión y la parálisis del deseo. La condición
precaria trasforma a los demás en enemigos potenciales, en competidores.
Con
regularidad has analizado las formas en que las tecnologías de la comunicación
y el uso que les damos interactúan con las condiciones de vida instauradas por
el capitalismo. ¿Qué rol crees que cumplen las redes sociales en el marco de
una sociedad con un nivel de capitalismo altamente desregulado? ¿De qué manera
los efectos que este sistema económico produce en nuestras vidas se
complementan o se relacionan con el uso que le damos a este tipo de plataformas
digitales?
La red
social es, al mismo tiempo, una expansión enorme —virtualmente infinita— del campo de la estimulación, una
aceleración del ritmo del deseo y, al mismo tiempo, una frustración continua,
una postergación infinita del placer erótico, aunque en los últimos años se
hayan creado redes sociales que tienen como función directa la convocatoria
sexual. No creo que se puedan considerar las redes (ni la tecnología en
general) como causa de la deserotización del campo social, sino que creo que
las redes funcionan al interior de un campo social deserotizado, de manera tal
que confirman continuamente la frustración mientras que reproducen, amplían y
aceleran el ritmo de la estimulación.
Es
interesante considerar el siguiente dato: en Japón, el 30% de los jóvenes de
entre 18 y 34 años no han tenido ninguna experiencia sexual, y tampoco desean tenerla.
Por su parte, David Spiegelhalter, profesor de la Universidad de Cambridge,
escribió en Sex by Numbers que la frecuencia de los encuentros
sexuales se ha reducido casi a la mitad en los últimos veinte años. ¿Las
causas? Estrés, digitalización del tiempo de atención, ansiedad. Esto ha
producido el surgimiento de lo que para Spiegelhalter es la single society, es decir, una
sociedad asocial, en la cual los individuos están demasiado ocupados en buscar
trabajo y en relacionarse digitalmente como para encontrar cuerpos eróticos con
los que relacionarse.
En esta
misma línea de análisis, también has dicho que las nuevas formas de
relacionarnos con las nuevas tecnologías afectan los paradigmas del humanismo
racionalista clásico, y en particular, nuestra capacidad para pensar
críticamente. Considerando esto, ¿de qué manera las dinámicas multitaskin o la
apertura de ventanas de atención hipertextuales pueden llegar a deformar las
modalidades secuenciales de elaboración mental?
La
comunicación alfabética tiene un ritmo y una escansión que permiten al cerebro
una recepción lenta, secuencial, reversible. Son las condiciones de la crítica,
que la modernidad considera como la condición esencial de la democracia y de la
racionalidad. Pero ¿qué significa “crítica”? En su sentido etimológico, la
crítica es la capacidad de distinción, y particularmente de discriminación
entre verdad y falsedad de los enunciados. Cuando el ritmo de la enunciación se
acelera, la posibilidad de interpretación crítica de los enunciados se reduce
hasta al punto de cancelarse completamente. McLuhan escribió que, cuando la
simultaneidad remplaza la secuencialidad —es
decir, cuando la enunciación se acelera sin límites— la mente pierde su capacidad de
discriminación crítica y pasamos, desde esa condición a una o neo-mitológica.
Pese a las
deficiencias comunicacionales a la que muchos especialistas atribuyeron la
derrota de Hillary Clinton, y concretamente, a su postura frente al estilo
confrontacional y “políticamente incorrecto” con el que Trump encaró temas
vinculados con las cultural
wars, ¿incidió esta “reducción de la capacidad crítica” que tú identificas
en el resultado de las elecciones?
En los
últimos meses se ha hablado mucho de post-truth
communication en el contexto de las
elecciones en Estados Unidos que llevaron a un racista a ganar la presidencia.
Pero yo no creo que el problema verdadero sea en el circuito de la
comunicación. Siempre la mentira ha sido normal dentro de la comunicación
política. El problema verdadero fue que la mente individual y colectiva ha
perdido su capacidad de discriminación crítica, de autonomía psíquica y
política.
Aunque
algunos especialistas le resten importancia al término “nativos digitales” (y
digan que es sólo una metáfora que habla más del poder desproporcionado que le
otorgamos a las nuevas tecnologías que de los efectos reales que tienen en los
individuos), el concepto guarda bastante relación con la “mutación
antropológica” que identificas en los jóvenes de la primera generación
conectiva. ¿Qué valor le otorgas al concepto de “nativos digitales” y cómo
puede relacionarse con la noción acuñada por Marshall McLuhan de
“generaciones post alfabéticas” que tú has retomado en algunos de tus libros?
No creo en
absoluto que la expresión “nativo digital” sea meramente metafórica. Se trata,
al contrario, de una definición apta para nombrar la mutación cognitiva
contemporánea. La primera generación conectiva, la que ha aprendido más
palabras por una máquina que por la voz de la madre, se encuentra en una
condición verdaderamente nueva, sin precedentes en la historia del género
humano. Es una generación que se relaciona con los signos semióticos de manera
puramente funcional, que ha perdido la capacidad de valoración afectiva de la
comunicación, y que está obligada a elaborar los flujos semióticos en
condiciones de aislamiento y de competencia. En su libro L’ordine simbolico della madre —que no se si está traducido en castellano— la filósofa italiana Luisa Muraro
argumenta que la relación entre significante y significado es garantizada por
la presencia física y afectiva de la madre. El sentido de una palabra no es
aprendido de manera funcional, sino que de manera afectiva. Yo sé que una
palabra tiene un sentido (y que el mundo como significante tiene un sentido)
porque la relación afectiva con el cuerpo de mi madre me introduce a la
interpretación como un acto esencialmente afectivo. Cuando la presencia
afectiva de la madre se hace rara, el mundo pierde calor semiótico, y la
interpretación se hace cada vez más funcional, frígida. Naturalmente no estoy
hablando aquí de la madre biológica, no me refiero a la función materna
tradicional, familiar. Estoy hablando del cuerpo que habla, estoy hablando de
la voz. Puede ser la voz del tío, de la abuela o de un amigo. La voz de un ser
humano es la única manera de garantizar afectivamente la consistencia semántica
del mundo. La rarefacción de la voz trasforma la interpretación en un acto
puramente económico, funcional y combinatorio.
En su
libro El lenguaje y la muerte,
Giorgio Agamben dice que la voz es lo que vincula el cuerpo (la boca, la
garganta, los pulmones, el sexo) al sentido. Si remplazamos la voz con una
pantalla, el sentido erótico afectivo y concreto del mundo se desvanece, y
quedamos solos, temblorosos y desprovistos de la garantía de que el mundo sea
algo carnalmente concreto. El mundo se hace puramente fantasmal, matemático,
frío.
En tu
libro Héroes te concentras en el creciente fenómeno
de suicidios a nivel mundial y lo relacionas con los crímenes de masas que
hemos presenciado a finales de los años 90, como las masacres en Columbine o
Virginia Tech, hasta llegar a episodios recientes, como el del piloto suicida
de Germanwings, o lo crímenes de Bataclán. ¿Qué te dice la historia de vida los
perpetradores de estos crímenes acerca de las condiciones existenciales en los
tiempos del capitalismo financiero? ¿De qué manera estos episodios nos hablan
del espíritu de nuestros tiempos?
Yo creo
que la financiarizacion es esencialmente un suicidio de la humanidad. Lo es a
todos los niveles. La devastación del medio ambiente, la devastación psíquica,
el empobrecimiento, la privatización, provocan miedo del futuro y depresión.
Básicamente, la acumulación financiera se alimenta a través de la destrucción
de lo que en el pasado fue la producción industrial. ¿Cómo puede ser
incrementado el capital invertido en la época de capitalismo financiero? Sólo a
través de la destrucción de algo. Destrozando la escuela se incrementa el
capital financiero. Destrozando un hospital se incrementa el capital
financiero. Destrozando Grecia se incrementa el capital de la Deutsche Bank. Es un suicidio en
sentido no metafórico, sino que material.
En ese
marco, no me parece tan incomprensible que los jóvenes se suiciden en una
situación similar. Además, la impotencia política que el capitalismo financiero
produce, la impotencia social y la precariedad, urge a jóvenes desesperados a
actuar en una forma que parece (y es, efectivamente) la única manera de obtener
algo: matando gente casualmente y matándose a sí mismos. Se trata de la única
acción eficaz, porque matando obtenemos venganza, y matando obtenemos la
liberación del infierno que el capitalismo financiero ha producido.
Hace poco,
en junio 2016, un joven palestino llamado Mohammed Nasser Tarayah, de 17 años,
mató a una niña judía de 13 años con un cuchillo y, posteriormente, fue
asesinado de manera previsible por un soldado israelí. Antes de salir de su
casa para ir a matar —y a matarse— escribió en su página de Facebook: “Death is a right, and I
reclaim this right”.
Son
palabras horribles, pero muy significativas. Significan que la muerte le
parecía la única manera de liberarse del infierno de la violencia israelí, y de
la humillación de su condición de oprimido.
A nivel
mundial, la tasa de hombres que se suicida cuadriplica el número de mujeres que
incurre en la misma práctica, aunque según la OMS, ellas lo intenten en más
ocasiones. De la misma manera, no hemos visto casos de asesinatos de masas
perpetrados por mujeres ¿A qué atribuyes que, tanto los suicidios como los
crímenes de masas, sean protagonizados casi exclusivamente por varones? ¿De qué
forma el capitalismo los interpela para generar tales niveles de impotencia,
violencia y autodestrucción?
La
violencia competitiva, la ansiedad que esa violencia implica, es una
translación de una ansiedad sexual que es únicamente masculina. Las mujeres son
las víctimas de la violencia financiera, y son las víctimas también de la
venganza masculina y terrorista contra la violencia financiera. La cultura
feminista puede considerarse como la única forma cultural y existencial que
podría crear lugares psíquicos y físicos de autonomía frente a la agresión
económica y a la agresión terrorista suicida. Sin embargo, cuando hoy hablamos de suicidio,
es importante resaltar que no hablamos del viejo suicidio romántico, que
significaba una desesperación amorosa, un intento de venganza de amor, un
exceso de pulsión erótica. Hablamos de un suicidio frío, de un intento de
escapar la depresión y de la frustración.
Para
finalizar, ¿podrías hablar de posibles prácticas que planteen soluciones, o de
las potencialidades que veas en esta
generación post-alfabética? En tu libro Héroes retomas el interesante concepto de
“chaosmosis”, acuñado por Félix Guattari, el cual supone una suerte de instancia
estético-ética superadora que daría sentido al contexto de sobre estimulación y
precariedad existencial que tú ves en nuestros tiempos…
Félix
Guattari hablaba de espasmo caosmico para entender una condición de sufrimiento
y de caos mental que puede solucionarse sólo a través de la creación de una
nueva condición social, de una nueva relación entre el cuerpo individual, el
cuerpo cósmico, y el cuerpo de los demás. Sólo la liberación de la condición
capitalista, sólo la liberación de la esclavitud laboral precaria, sólo la
liberación de la competencia generalizada podría abrir un horizonte
pos-suicidiario.
Sin
embargo, la afirmación política de los nacionalistas racistas trumpistas en
casi todos los países del mundo me hace pensar que estamos cada vez más lejos
de una posibilidad similar, y que estamos acercándonos poco a poco al suicidio
final de la humanidad. Lo siento, lo siento muchísimo pero, en este momento, no
me parece ver una perspectiva de chaosmosis, sólo una perspectiva de espasmo
final. Pero eso es lo que yo
puedo entender, y está claro que mi entendimiento es muy parcial.