Estados Unidos: Occupy ha cambiado la narrativa sobre la economía y la política // Grupo anónimo de occupiers
“We find
love in a hopeless place” (encontramos el amor en un lugar sin esperanza). El
hit de Rihannah coincidió con la aparición de Occupy Wall Street y algunos de
los ocupantes de Zuccotti Park se lo apropiaron como himno. No podía ser más
adecuado. El movimiento Occupy instaló sus tiendas y la fuerza afectiva de la
cooperación en el centro mismo del distrito financiero, símbolo material de un
país que ha llevado hasta el extremo la competencia como principio de relación
entre los seres. Occupy cambió la narrativa sobre la política y la economía,
hizo a distintos movimientos resonar entre sí, introdujo una duda y un malestar
en las formas clásicas de activismo estadounidense (profesionalizado, blanco y
de clase media) y sus efectos se pueden leer aún tanto en los discursos de
Bernie Sanders como en el reciente movimiento Black Lives Matter (Las Vidas
Negras Importan). Un grupo de diez personas, varias implicadas en el movimiento
desde el principio, se juntó para contestar al cuestionario a partir de una
invitación lanzada en la Free University de Nueva York; finalmente, dos de
ellas redactaron la versión final de las respuestas.
¿Sigue vivo, y cómo, el legado de las plazas?
Sí, aunque el movimiento
Occupy sólo ha sobrevivido en pequeños grupos urbanos, los efectos culturales
del movimiento han sido profundos en EEUU. Es posible ver esto a día de hoy
mismo en el fenómeno Bernie Sanders, en la discusión intensificada sobre la desigualdad
económica en los medios mainstream o en las estrategias de
organización del reciente movimiento Black Lives Matter. Según algunas
encuestas, más de la mitad de la juventud en EEUU confía más en el socialismo
que en el capitalismo. Esto era impensable antes del 2011.
¿Cuáles han sido los efectos, los logros o las
victorias (más o menos visibles) de los movimientos de las plazas?
Muchas de las luchas
políticas que se ha producido después de Occupy no habrían podido tener lugar o
no lo habrían hecho de la misma forma: Strike Debt (huelga de deuda) sacó a la luz
algo que estaba escondido hasta entonces en las casas, la “cárcel de deudas” en
la que viven muchísimas personas en EEUU (estudiantes, gente sin seguro médico,
etc.); Occupy Sandy activó las energías de autoorganización
para dar apoyo a los afectados por el huracán Sandy que fueron abandonados por
la administración; la People’s
Climate March en septiembre de 2014
planteó abiertamente la cuestión del clima como un desafío político central hoy
en día…
Mientras escribimos estas
líneas, se está produciendo el Sacred Stone Camp (Campamento de la Piedra
Sagrada), una experiencia muy interesante. En Dakota del Norte se está
construyendo un oleoducto que atraviesa las tierras de los “nativos americanos”.
Se ha montado una oposición al proyecto que ha proliferado mucho y que ha
tomado cuerpo en un campamento. Ahí se han unido numerosas tribus, pueblos y
naciones indias que estaban distanciadas o directamente que eras enemigas entre
sí. El activismo post-Occupy está muy pendiente, viaja allí, colabora, etc. Hay
algo de Zuccotti en ese campamento en Dakota, conviviendo por supuesto con toda
la tradición de pueblos nómadas acostumbrados a vivir en tipis y con una
relación con la naturaleza y con lo sagrado completamente diferente a la que
propicia el capitalismo y el colonialismo blanco occidental. Es una mezcla muy
interesante, una mezcla de personas y de lógicas.
Occupy ha cambiado la
narrativa sobre la economía y la política. En un país donde los medios de comunicación
y la clase política han hablado tradicionalmente sobre la mejora de las vidas
de la “clase media”, Occupy hizo que la gente se hiciera consciente de otra
forma de hablar sobre la sociedad, el bienestar y la distribución económica.
Los movimientos ayudaron a activar las memorias colectivas sobre los
movimientos sociales de la postguerra (derechos civiles, feminismo,
anti-guerra, etc.), y proveyeron un lenguaje para hablar sobre la justicia
económica como una cuestión social y no sólo como una cuestión de política
gubernamental.
En definitiva, Occupy ha
elevado la potencia de alcance de las luchas y ha hecho que los movimientos
resuenen entre sí, amplificados a veces por el discurso de un tipo con tanta
visibilidad como Bernie Sanders (un fenómeno que en sí mismo no es pensable sin
Occupy).
¿Cuáles dirías que han sido las características
del movimiento que pueden ser más importantes y fecundas para el futuro de la
política de transformación social?
El principio de
auto-organización, la idea de que las plazas permiten a cualquiera tener su voz
en la resolución de problemas colectivos, la práctica hazlo-tú-mismo (o
hazlo-con-otros) de creación de estructuras sin esperar a las instituciones,
Gobierno, ONGs, etc.
Los espacios de Occupy se
caracterizaron por su accesibilidad. La plaza fue un lugar abierto a
cualquiera. Es interesante el hecho de que Zuccotti Park no tuviese una
historia de activismo y protesta (como Union Square o Washington Square). Esto
lo hizo más relevante, empezó una nueva conversación. En la plaza las cosas no
estaban definidas como en nuestros lugares de trabajo o comunidades, las cosas
eran más abiertas.
También hay que mencionar en
este punto la incomodidad con el modelo del activismo profesional y de las
ONG’s que es tan fuerte y presente en EEUU. Hay un deseo de salir de esa
relación de “servicios” que tienen los “organizadores” (sobre todo blancos de
clase media) que trabajan profesionalmente con comunidades de color, etc. ¿Se
debe esto a Occupy? Se podría decir que en parte sí, porque Occupy demostró que
se podía hacer algo distinto de la lógica habitual: “mi” organización, “tu”
organización, etc. Queda una memoria, una presencia de eso. No se puede volver
atrás como si nada. Lo puedes ver en centros sociales nuevos, como el Mayday en
Bushwick, donde se trata de acabar con la supremacía blanca, de que el lugar lo
sostengan quienes participan y no mediante becas de fundaciones, etc.
Los movimientos de las plazas fueron
acontecimientos que activaron una creatividad ilimitada. ¿Qué efectos ha tenido
esta explosión en el campo cultural, en el campo de la creación y la expresión?
Las representaciones de la
crisis financiera y la desigualdad de la renta están por todos los lados en la
esfera cultural de EEUU, desde películas y programas de TV (por ejemplo, The
Big Short) a la poesía (Commune editions). Pero la relación
entre estas representaciones y la transformación actual del día a día no es
clara. De hecho, los trabajos artísticos más visibles sobre Occupy y la crisis
financiera siguen siendo altamente dependientes de las instituciones culturales
y estructuras económicas preexistentes. En los EEUU, con algunas excepciones,
Occupy no fue capaz de crear un sistema cultural alternativo (sostenible).
Un ejemplo actual de todo
esto sería Decolonize This Place. Una galería de arte cede el
espacio durante tres meses, en un lugar céntrico de Manhattan, y se convierte
en un espacio activista donde se desarrollan actividades a diario (charlas,
conciertos, películas), sobre todo en torno a la cuestión de la colonialidad
del poder. Puede verse en este ejemplo el renovado interés del mundo del arte
por las prácticas políticas, que es un fenómeno general y tiene otras muchas
manifestaciones. Pero, al mismo tiempo, también podemos ver ahí la dificultad
que tenemos para construir estructuras sostenibles. ¿Qué pasa después de esos
tres meses?
La politización nueva que se dio en las plazas,
¿cómo se ha encarnado en las conversaciones, los comportamientos y la formas de
vida?
Creemos que hubo un momento
de disonancia, un momento en el cual las personas dejaron de creer en la
narrativa mainstream. Un momento en el que todo colapsa y la gente
siente que necesita hablar… También un momento del tipo “el emperador está
desnudo”, cuando se reveló claramente que el gobierno no está actuando para
nosotros, no está cuidando a su población: recortan la financiación pública
para dársela a las corporaciones, al comercio global, etc.
Hay que decir también que la
relación entre Occupy y la sociedad estadounidense fue distinta a la relación
entre el 15M y la sociedad española. Occupy se percibió aún demasiado como un
movimiento de protesta y de activismo, con una dimensión de fenómeno extraño,
de rareza que se trataba de ir a ver, como si hubiese caído un meteorito en
pleno Manhattan. No se podía ignorar o despreciar desde el mainstream,
pero tampoco se sentía propio del todo. En ese sentido, la capacidad de afectar
las formas de vida a nivel social fue más reducido que en el caso del 15M. No
se logró romper del todo esa relación entre “los que ya están” y “los que van a
mirar”.
¿Cómo se ha “normalizado”, si es que se ha
conseguido. la anomalía que supuso el movimiento?
Muchos de los que estuvieron
involucrados en Occupy han tenido dificultades para sostener las estructuras
del movimiento durante los años siguientes. Sobre todo en el área de Nueva York
(desde donde escribimos), es casi imposible ganar para vivir sin ser parte de
las instituciones académicas altamente demandantes o de la cultura corporativa.
Es caro simplemente vivir en la ciudad, y las fuentes de ingresos de la mayoría
son inestables. Esto es la normalidad aquí. La ciudad de NYC es proclive a que
se experimenten cosas, pero al mismo tiempo se traga mucha de la energía en la
mera supervivencia.
Hay que mencionar también el
activismo profesional como “máquina de normalización”. Aquí es algo fundamental
para leer lo que pasa políticamente. El mundo de las ONG’s y el no-profit es
muy fuerte. Hay mucho dinero en el mundo del activismo. La lógica que se sigue
es esta: si hay un problema social, se activan una serie de entidades que
pueden poner dinero para “solucionarlos”. Por ejemplo, hay malnutrición de los
niños en los barrios pobres. Pues no una, sino tres organizaciones se ocupan de
eso pidiendo dinero a las fundaciones. ¿Qué pasa? Pues que todo se fragmenta y
se compartimenta. Los problemas se clasifican por géneros, los activistas se
definen por temas. Si tú por ejemplo trabajas en Harlem, no te mueves de allí.
Hay que justificar una serie de resultados para que te sigan dando el dinero:
si tu “goal” (objetivo) es la alfabetización de niños, pues es de eso y
no de otra cosa de lo que te tienes que ocupar. Hay muy poca flexibilidad, muy
poca transversalidad. El activismo profesional es un dispositivo que dificulta
que aparezcan movimientos no de un “tema”, no sólo de “activistas”, no sólo de
“organizaciones”, sino de personas cualquiera afectadas por cuestiones comunes.
¿Cómo pensar el problema de la
permanencia-duración de los movimientos?
A pesar de un amplio
reconocimiento de que la desigualdad ha empeorado y de que las políticas
neoliberales de las élites americanas han dañado el país, hay pocas
alternativas visibles en el horizonte. Existen pequeños experimentos en
cooperativas de economías y culturas, pero está por ver si serán sostenibles.
La lógica de las plazas, ¿es
escalable? Es un reto: ¿cómo de efectivo es trasladarse de las plazas a la
sociedad? El 80% de la gente entre 18 y 30 años que están votando a Bernie
Sanders no creen en el capitalismo: esto no es la plaza a una escala mayor,
sino un efecto simbólico en la política electoral. ¿La nueva institución que
debemos crear tiene que ser como la plaza? ¿En qué sentido?
Podemos crear directamente
organizaciones democráticas y ampliarlas, pero la escala no es el problema más
importante: en los presupuestos participativos en NY, la gente votó por más
cámaras de seguridad, hay personas que aman la policía en NY, a pesar de las
protestas de Black Lives Matter. No estamos en el punto en que podamos crear
una nueva sociedad con todo el mundo. Se necesita organización, no de una forma
autoritaria, pero nosotros no somos sociedad, no somos plaza, no todavía.
Al mismo tiempo, una
importante característica del movimiento de las plazas fue que no se replicó la
tendencia activista a la auto-marginación. Las plazas fueron de alguna manera mainstream,
para lo bueno o lo malo. Mucha gente no cree en el capitalismo, piensan que es
una estafa, en este sentido podemos decir que “nosotros somos la gente”. Somos
parte de la sociedad, no podemos pretender que estamos fuera de la sociedad,
estamos enmarañados en ella y necesitamos proveer formas alternativas de hacer.
Por lo tanto, debemos
admitir que, aún teniendo una mayoría de la gente que desconfía del
capitalismo, es muy diferente tener que imaginarse cómo vivir de una manera
no-capitalista, es un problema que tenemos todos nosotros. Los movimientos
tienen que encontrar alternativas, de-mostrarlas: por ejemplo, alternativas a
la cárcel del complejo industrial. En Zucotti teníamos clínicas, formas muy
diferentes de hacer las cosas, alternativas.
Por último, como decíamos
antes, vivir en NYC es muy caro. La vida-para-el-trabajo consume el tiempo
disponible para otras cosas. El activismo profesional se sostiene
económicamente (a través de esas becas de fundaciones), pero tiene los
problemas que hemos señalado. Hay un recurso de infraestructura importante que
son las iglesias. Las iglesias forman parte de ese sector non-profit, pero
muchas de ellas están muy pegadas a las comunidades de los barrios, no son tan
burocráticas y dan un apoyo muy valioso sin el cual algunas luchas y
movimientos (como Occupy Sandy) no hubieran sido posibles. Pero la cultura de
servicios en la que funcionan es problemática políticamente porque reparte los
papeles entre quien da un servicio y quien lo necesita y recibe.
¿Cómo ha sido la relación de las plazas con la
política que aspira a representarla o expresarla o traducirla electoral,
institucionalmente?
La disputa de las elecciones
estadounidenses del 2016 será entre Hillary Clinton y Donald Trump. Es una
lástima. El ascenso de Bernie Sanders galvaniza a millones de personas en EEUU:
se estima que el 80% de los Demócratas de entre 18-30 le votaron a él. Parece
que una insatisfacción general con los candidatos motivará una restructuración
del sistema bipartidista en un futuro próximo. Esto presentará una oportunidad
para los experimentos electorales relacionados con el movimiento de 2011.
Al mismo tiempo, en la
política electoral, las cosas funcionan de manera diferente: tú articulas tu
deseo por la democracia mediante donaciones, siendo voluntario en una campaña…
pero ¿qué ocurre cuando termina la campaña? Incluso si tu candidato o partido
político gana, como Syriza, pero no puede cumplir los deseos de la gente,
¿entonces qué ocurre? El espacio para que cualquiera tenga voz ya no existe, no
en la micropolítica y tampoco en el espacio físico…
Sin embargo, en Occupy
podías crear los grupos de trabajo que querías, no tenías ni que estar en la
asamblea general; la gente creaba espacios para compartir sus propias voces, y
luego se traían las voces al lugar de trabajo, comunidades, barrios…
Otro ejemplo de la relación problemática entre
los movimientos y la representación política: el alcalde Nueva York, Joe Di
Blasio, gestiona un cierto capital simbólico de Occupy. Viene a decir que está
“contra el Nueva York para el 1%” y ha puesto en marcha un programa muy
espectacular de housing (vivienda). Otro ejemplo de la
relación problemática entre los movimientos y la representación política: el
alcalde Nueva York, Bill Di Blasio, gestiona un cierto capital simbólico de
Occupy. Viene a decir que está “contra el Nueva York para el 1%” y ha puesto en
marcha un programa muy espectacular de housing (vivienda). Hay
un problema gravísimo de vivienda en Nueva York.
Pero la estrategia de Di Blasio es muy
problemática: consiste en fomentar que los constructores inmobiliarios
construyan en sitios nuevos, pero dejando un 30% de apartamentos de bajo
alquiler para personas con pocos ingresos (affordable housing).
¿Qué pasa? En Williamsburgh por ejemplo han construido unas torres inmensas en
este régimen. Pero aparecen dos problemas. Por un lado, los apartamentos no son
realmente accesibles para la gente de bajos ingresos. Eso por un lado. Pero hay
algo aún más grave: la construcción de las torres y de apartamentos de lujo
produce gentrificación. Es lo que pasa en muchos barrios de Brooklyn y ya está
pasando también en el Bronx y en East New York. La administración dice que no
puede enfrentarse con las grandes constructoras y que intenta trabajar con
ellas. Pero es contraproducente. Lo dicen incluso muchas de las organizaciones
non-profit que apoyan a Di Blasio. Es darle el golpe de gracia a la ciudad. Eso
sí, todo con una retórica de izquierdas.
¿Qué os sirvió de lo que visteis o supisteis que
ocurría en otras plazas? ¿Qué crees que a otras plazas podría servirle de la
experiencia de la tuya? ¿Tienes algún mensaje para ellas?
En 2011, fuimos testigos del
movimiento de las plazas país por país. Ahora, en EEUU, Black Lives Matter
adopta tácticas del movimiento Occupy, enfatizando más claramente la dimensión
racial de la inequidad social y económica; casi como si Occupy y Black Live
Matters ocurrieran a la vez. En Nuit Debout, en Francia, vemos una
transversal-polinización de las luchas juveniles, de refugiados y laborales.
También en España, vemos fuertes alianzas entre la clase media empobrecida y
aquellos que estaban en una peor situación. El movimiento en EEUU ha sido muy
influenciado por la Primavera Árabe y el 15M español, entre otros, pero al
mismo tiempo, ha tenido sus matices particulares. Sobre todo, tal vez, muchas
dificultades para formar alianzas fuertes entre clase y raza.
[fuente: http://revistaalexia.es/]