Hasta la victoria, siempre! // Diego Sztulwark
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¿Despedir
a Fidel? No es fácil hacerse a la idea. Los nombres más queridos, dignos, lo
lloran. Porque no hubo episodio más importante que su revolución. Joven
jesuita, revolucionario más allá de toda medida, acontecimiento americano,
Fidel fue y seguirá siendo "el gran culpable" (como dijo el Che de
Lenin). O el Loco, como lo llamó León Rozitchner, para decir que su liderazgo
era diferente, que juntaba fuerza a partir de fragmentos de resistencias
inconexas, y abría caminos improbables. A diferencia del otro líder, Perón, el
cuerdo, que se sostenía en las fuerzas del sistema.
¿Habrá
que repetir a coro que la revolución ya no nos concierne, que ahora luchamos
por la democracia? ¿Pero se sabe -de Cuba a la Argentina- a lo que se renuncia
renunciando a esto?
¿Despedir
a Fidel es despedir el legado del comunismo popular latinoamericano y
tercermundista, del más consecuente anticolonialismo y antiimperialismo? ¿Es acaso eso imaginable?
En
cierto modo a Fidel ya lo veníamos despidiendo hace rato. Porque toda revolución es entre otras cosas una traición.
Y
aún así, sabiendo todo esto, no vamos a despedir así nomás al Comandante Fidel
Castro Ruz. Vamos a rendirle honores, tropa dispersa pero no vencida,
sabiéndolo presente en cada victoria, la que sea, siempre.