Entrevista a Raquel Gutiérrez Aguilar // Mariano Pacheco
Actualmente vive en México, aunque durante varios
años su hogar estuvo en Bolivia, donde participó del Ejército Guerrillero Tupac
Katari organización político-militar aymara que al ser golpeada por la represión
terminó con algunos de sus integrantes en la cárcel. Entre ellos, la propia
Gutiérrez Aguilar, y su pareja de entonces, el hoy vice presidente Álvaro
García Linera. Raquel es socióloga, matemática y filósofa. Intelectual crítica
vinculada a distintos movimientos sociales del continente. Su libro “Los ritmos
del Pachakuti”, en el que describe y analiza las luchas en Bolivia entre el año
2000 y el 2005, ha sido fuente de consulta de numerosas experiencias políticas
que pujan en Nuestra América por sostener un pensamiento crítico y una práctica
política de nuevo tipo. De paso por Buenos Aires, “La luna con gatillo: una
crítica política d ella cultura”, la entrevistó telefónicamente el pasado
jueves, para conversar sobre la actual situación política de América Latina.
Nuestra América en Movimiento
--¿Cómo ves la actual situación política en América Latina, sobre todo
desde la perspectiva de la organizaciones que, como sostienen los zapatistas,
apuestan a una construcción política desde abajo y a la izquierda?
--Ahorita veo muy difícil poder hacer un balance general de todo lo que
está pasando en el continente, pero lo primero que quisiera decir es que
resulta fundamental poder una hacer distinción de cuáles son los países en los
que se está abriendo un proceso de rearticulación de la capacidad social de
intervenir en los asuntos públicos y en donde eso no está ocurriendo. Eso fue
lo que se abrió en la temporada de las luchas que abrieron este siglo. Y ese
proceso se da de distintos modos. En México, por ejemplo, pese a vivir aún un
momento oscuro, no es un momento como el que vivimos entre 2007 y 2014.
En 2007, luego del cambio de gobierno, se reconfigura el proceso
político, tras esos doce años de experiencia, de acumulado que va desde el
surgimiento del zapatismo en adelante. Allí se puso en discusión una serie de
asuntos públicos, de discutir desde abajo esa prerrogativa de cómo discutir los
destinos del país. Esa capacidad organizativa y la perspectiva zapatista de ir
construyendo desde los territorios la capacidad de establecer los términos en
que se regulara la existencia cotidiana, todo eso se ve brutalmente confrontado
desde 2007, estableciendo bajo el nombre de “guerra contra el narcotráfico”,
una verdadera guerra contra el pueblo. Toda esa política, con cada vez mayores
territorios militarizados y un creciente número de bajas humanas provocado por
el accionar de bandas armadas, todo ese apuntó a lo que yo llamo generar una
“opacidad estratégica”.
--¿A qué te referis con esto de “opacidad estratégica? Es un concepto
que venís utilizando hace ya algunos años.
--Me refiero sobre todo a una situación en la que no se entendiera lo
que estaba pasando. Empezaban las desapariciones y toda esa barbaridad.
Comenzaba una confiscación brutal del territorio para la minería a cielo
abierto, se aprobaba la Ley minera, una baja terrible de los salarios, en fin,
se comenzaba a producir un proceso acelerado de domesticación del trabajo,
incrementando los índices de explotación, pero también inhibiendo las
posibilidades de resistencia. Y el asunto de la desaparición de los compañeros
de Oyotzinapa y todo el proceso de protesta en México y solidaridad
internacional que se produce, rompe ese velo de opacidad. No es que de ahí para
acá se hayan resulto las preguntas, pero se pudo resignificar esa guerra contra
los pueblos y entender mucho mejor las articulaciones entre las fuerzas de
seguridad y el poder político a niveles locales, y cómo ahí operaban las bandas
narco. Ha sido muy difícil de pensar en otras claves, pero se ha comenzado a
lograr.
El estudio radial del Centro Cultural España-Córdoba está lleno.
Alrededor de la mesa, los locutores y los integrantes del equipo que trabajan
las redes sociales virtuales del programa. A un costado los columnistas de
“Economía Crítica”, integrantes del Colectivo de Pensamiento Crítico en
Economía (CoPenCe), que esperan para ingresar. Afuera, militantes del Frente
Organizado Contra el Código de Faltas (FOCCOF), comienzan a prepararse para su
columna de “Movimientos sociales”. El operador técnico sube el volumen de un
parlante que apunta hacia afuera para que todos escuchen. Sergio Fernando Job,
columnista de “Pensamiento crítico”, toma la palabra para también ingresar en
la conversación con Raquél, a quien le pregunta:
--¿Cómo, desde las organizaciones populares de otros sitios del
continente que pujan por construir desde abajo y a la izquierda, te parece que
se puede operar para no permitir que ese velo de opacidad del que hablabas se
termine de condensar en los niveles en los que ha condensado en México?
--Ymirá, yo hace tres años, cuando vine a la Argentina, me topé con los
compañeros que estaban organizando eso que se llamó el Instituto de
Investigación y Experimentación Política, que se proponían entender la
conflictividad social desde otra clave, no desde la propuesta de intelección
del Estado, de los de arriba, sino más a ras de suelo, de cómo se comenzaban a
imbricar el narco-menudeo, cierto poder policial en las Intendencias,
reconfiguración territorial de la zona peri-urbana de Buenos Aires, y en otras
provincias, para desplazar población en función de las especulaciones de los
negocios inmobiliarios. ¿Pero cómo se hacía todo esto? Bueno, apelando a
ciertas tramas capilares de las fuerzas policiales que condensan un saber
represivo muy fuerte, con nuevos negocios en frontera con la ilegalidad, y que
necesitan establecer términos de contención muy violentos a nivel local. Y si
bien no es una cosa igual a la de México, donde están los grandes empresarios
de la venta de estupefaciente, que llega a ser una tercera gran rama de la
economía, luego de la producción de armas y de petróleo. Eso no es así acá,
está claro, pero sí está presente, cada vez más, esa trama de complicidad que
garantizan impunidad y establecen un orden de mando por fuera de la ley para
administrar la vida y dirimir los conflictos a nivel local de tal modo que no
haya posibilidad de articulación política y se inhiba el protagonismo social.
Todas esas políticas que hoy se nos tornan tan incomprensibles, son en realidad
una gran actualización de los antiguos dispositivos contra-insurgentes. ¿Pero
quienes serían ahora los insurgentes? Bueno, lo que nosotros en México vemos,
al menos desde el grupo de la Universidad de Puebla, donde yo trabajo, es que
ese protagonismo social que se desplegó a principios de siglo, esa capacidad de
politización para disputar el sentido de las cosas, y orientar el término de lo
que tiene que pasar en los distintos país. No solo en relación a su capacidad
de impugnación, sino que en las movilizaciones ya se expresaban los términos de
lo que podía hacerse. En Bolivia, por ejemplo, eso fue muy claro, con la
reapropiación de los hibricarburos y la reorganziación de la vida política, la
asamblea constituyente.
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LA LUNA CON GATILLO: Una Crítica Política de la Cultura
Jueves de 15 a 17 horas por Radio
Eterogenia (www.eterogenia.com.ar)-
Conducción y producción general:
Mariano Pacheco.
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