Pegarle a la Madre // Agustín Valle


¿Por qué el gobierno de Cambiemos incurre en la tan burda y salvaje intentona de detener a Hebe de Bonafini? ¿Qué se pudo ver en ese intento?

El kirchnerismo le hizo el juego a la derecha en Argentina. Más acá de toda ilusión y esperanza. Eligió a Magnetto y a Macri como enemigos; reprodujo formatos de reproducción del poder sin variar un ápice la razón de Estado (con matices discursivos y políticas democratizantes que, casi todas, resultaron de papel para el soplido ceo); y una de las derivas problemáticas de su modelo fue la conversión de la Asociación Madres en una suerte empresa constructora con Sergio Shoklender como hombre clave (¿y por qué las Madres, manantial ético un imposible como consigna básica -la aparición con vida-, tenían que ser “constructoras”?). Esto habilitó la caricaturización conservadora. Y esa caricatura está en el cálculo canalla del macrismo: el núcleo duro del gobierno es eminentemente reactivo (anti todo, militantes de la nada... subproducto del laclauismo kirchnerista al fin). 

El macrismo lee los cuerpos en sus afectos reactivos: los cansancios, los resentimientos, las envidias, los miedos, las codicias. Y la afectividad alegre que propone tiende a lo incorpóreo: no te pide que vayas a ninguna plaza (no hace falta...), su símbolo son globitos ingrávidos; nada de bolsos llenos de pesadísimos fajos de billetes (grasada peronista), nada táctil, todo virtual, toda gravedad subordinada al valor de lo evanescente... Habíamos subestimado al macrismo en su capacidad de leer la afectividad de los cuerpos (y después resultó que “ganó en las villas y fue deseable para muchos laburantes”); pero ahora, en estos días, hemos visto una subestimación macrista de la densidad política de los cuerpos: asumieron que la densidad del cuerpo de Hebe había sido desvanecida por la caricatura, que se había licuado en la antinomia de la famosa grieta. Pero se toparon con un cuerpo más denso que la Guardia de Infantería: la densidad del reservorio moral que las Madres encarnan y concentran. 

Ese reservorio moral es mucho más profundo que sus avatares, ¿por qué?, porque en el peor momento de la historia argentina reciente, en los momentos de mayor sinceramiento de la violencia que constituye la base del orden, las Madres se erigieron como las únicas heroínas en este lío.  Pisando el asfalto una, y otra, y otra vez: pura fuerza de presencia incansable. Cuerpos con una decisión del instinto amoroso; con el instinto amoroso como único saber necesario. Sordos a todo discurso de Ley -porque la Ley amparó el Horror, el Estado se llevó a nuestros hijos: no me hablen más, todo es mentira. Por eso, por la raigambre instintiva y amorosa del saber de las Madres, es que no hace falta entender ni saber nada para entender que a las Madres no se las toca. 

¿Por qué sin embargo el macrismo lo intenta?

Quizá el macrismo, organizado sobre el componente antipolítico de 2001, intentara tantear hasta dónde ha logrado revertir aquella memoria revoltosa. Porque en aquel día decembrista, lo que resultó intolerable fue el Estado de sitio y el atropello a las Madres: ahí el aluvión total. Si ahora, entonces, podían detener a Hebe así nomás, era porque se revirtió por completo aquel arco de valores e intolerancias. Pero el pueblo las abraza. 

Pero el intento -el tanteo- conecta con un pasado aún más distante. La Dictadura desapareció a varias Madres. Pero no pudo con ellas: perseveraron. La Montada en 2001 las reprimió y esa represión fue la última sentencia de muerte de un tipo de gubernamentalidad. ¿Cuán gobernados estamos por el Terror, cuánto aceptan las vidas que se le pegue a la Madre, vidas entre asustadas y cautivadas por el frío brillo mercantil? Cuán consistente y profundo es el secuestro -o desaparición- del estado de ánimo: eso quisieron tantear. Cuánto el chamuyo del orden se impuso por sobre los cuerpos, y borra el testimonio materno de la legitimidad pre-legal (es por esa legitimidad pre estatal, supraPolítica, que, como señala Bruno Nápoli, a las Madres las han convocado decenas de veces para actos de toma de mando presidencial en diversos países: los medios insitucionales quieren irradiarse con la legitimidad inmediata de los cuerpos éticos de las Madres). 

La antipolítica quiso a los militares de modo semejante aa como hoy quiere a los gerentes: un saber técnico de orden, que sabe más sobre la vida que la propia vida. Rendimiento y eficiencia al mando sobre de la incertidumbre elemental de la vida, su fragilidad. Las Madres son lo contrario: todo saber fundado en el núcleo amoroso básico de la vida, y un grito inamovible plantado en el corazón de la incertidumbre: vivos los llevaron, vivos los queremos.

Pero ese núcleo amoroso queda aplastado en el régimen de valores de la vida social. Fogwill, en Pichiciegos, dice que "no hubo pichi en en algún momento no mencionara a la mamá" (y, dicho sea de paso, siempre contaba que escribió ese texto no solo “con doce gramos de merca en cuatro días” sino viviendo en el mismo edificio que la madre, e inspirado por un comentario de ella). Y en la última Copa América, todos pero todos los jugadores que hacían goles, los festejaban puteando, "¡y la puta madre!". ¿Nos acordamos del amor que nos parió cuando tenemos miedo, y renegamos con odio cuando festejamos? Qué triste. O mejor, qué muestra de cuán íntima y fundamentalmente derrotado está el que alcanza el éxito. El éxito en la vida mercantilizada es más una negación que una afirmación. 

La cara-paradigma de ese modelo triste de éxito es la del rubio papa-en-la-boca de Macri. Y es coherente con el cuño de su “núcleo duro” de sustento opinológico: también, deseo reactivo. Por eso los medios oficiales insisten en que Hebe fue protegida por “líderes kirchneristas”. Al gobierno le conviene que toda resistencia sea capitalizada por el kirchnerismo. 

El modelo de felicidad que es patrón está basado en la presunción (la idea) de que no entramos todos, salvo aceptando una radical y naturalizada desigualdad. La felicidad mercantil actual se funda en un cagazo (reproducido en este día y cada día), cagazo que conlleva odio, sobre el que proyecta su danza de alegría y tranquilidad. (Por eso Macri dijo que “obligaría a la gente a ser feliz”: es un imperativo, sería el triunfo máximo del orden de la desigualdad). El modelo de felicidad de Hebe es al revés: no un odio pero sí un desprecio reflejo de una defensa de la vida. El amor de madre, herido de todo dolor, se ejerce como desprecio. 

Madres: un reservorio de amor y ternura que se animó y anima a dar combate. Como pedía Saint Just, “Es siempre por lo que amamos que luchamos, todo lo demás es consecuencia”. 

La igualdad, por la que las Madres pelean, o mejor, la igualdad que las Madres señalan con su presencia, es la igualdad ante el terror: la evidencia de que el aparato de la Ley roba hijos muestra una fraternidad primordial entre los cuerpos. Los cuerpos somos iguales ante la fetichización trascendentalista del poder: ante la máquina superior que se da el poder de matarnos. 

Lo que se vio el otro día, la resistencia que protegió a Hebe (con cuerpos presentes, también con palabras e imágenes circulantes), fue el saber instintivo de que hay una legitimidad vital (es decir, un plano de existencia por derecho inherente del cuerpo) previa a la Palabra de la ley, al chamuyo del orden. Tocan a Hebe y nos tocan a todos, ¿qué nos tocan? El reservorio de legitimidad vital inmediata, reservorio del derecho de existir sin “permiso” (sin acatar la racionalidad de Gestión). Tocan esa dimensión de nuestros cuerpos que no quiere dejarse gobernar. ¿Quiénes gobiernan? Los que ganan, sobre los que pierden. Todos los que en este añito ganaron cosas, están gobernando a todos los que perdimos cosas (y todos los que ganaron en los últimos doce, los últimos cien o mil...). Pero el otro día la densidad colectiva concentrada en el cuerpo de Hebe no nos fue gobernada.  Ojo:

La resistencia triunfante no defendió a Hebe en la causa de Sueños Compartidos. Defendió a Hebe en el plano de la relación existencial entre los cuerpos y el poder. Esta intentona macrista se topó con una fuerza política enlazada en el cuerpo de Hebe, y esa fuerza, además, recuperó a Hebe como cuerpo común de un espectro mucho más amplio que el del mellado universo kirchnerista donde durante una década larga estuvo con dedicación exclusiva.