Operación Francis Bacon // Silvio Lang
Francis Bacon. Lógica de la sensación, de
Gilles Deleuze. puede ser un libro para confundirnos, pero veremos como su modo
de definir la sensación nos recordará nuestra camino de la afección, en Spinoza,
como teoría del diagrama social. Si bien, el texto, discurre sobre la pintura
de Bacon no es para nosotros un libro de crítica artística. Largamos con el
capitulo VI, “Pintura y Sensación”. A Deleuze le interesa ver cómo Bacon piensa
de manera directa la sensación. Para
ello necesita correr de plano la figuración que vendría a ocupar el lugar que en cierto
discursos ocupa la representación, en tanto es un tipo de narración que nos da
ya enlazados los elementos. La figura,
en cambio, es una sensación, no es
una narración dada. Deleuze ve las ideas donde están, entonces, ve ideas por
todos lados, y donde hay una idea hay algo para pensar y trabajar. En la
pintura de Bacon ve la idea de la sensación
como una lógica a pensar que no es la del logos. A la sensación habrá, pues, que sustraerla del régimen de la figuración-representación, porque no
viene con la historia que se cuenta. Para ello, al mismo tiempo, habrá que
pensar a Bacon-artista como un trabajador de la sensación al que le interesa un tipo de operación de captura del movimiento de lo que acontece y no como
una persona que siente una serie de emociones.
La figura es la sensación
Ya en
Cézanne -y luego en Bacon- la figura
es una sensación y no es una
narración. La figura como forma
sensible actúa directamente sobre el sistema nervioso que es carne. Sistema nervioso igual a carne es un tipo de figura del cuerpo que Deleuze distingue. Por la carne, -lo menos
localizado y duro, lo más fluido y blando del cuerpo-, viaja la sensación. Mientras que la forma
abstracta de la figuración actúa por
mediación del cerebro, más cercano al hueso, que es la parte más dura y
organizada del cuerpo. La sensación
no es subjetiva ni objetiva, o bien, es las dos cosas a la vez. Es más bien,
una suerte de pliegue por lo cual, por un lado, hay una fuerza objetiva
operando sobre el sistema nervioso del cuerpo; y por otro lado, éste pone a
trabajar su capacidad de ser afectado. Sin ese poder de ser afectado esa fuerza
no tienen nada que decir, sería una pura subjetividad. Pero sería una pura
objetivad si todo lo dice la fuerza. Lo que hay, en Deleuze con Bacon, es un
objetividad no del objeto a representar, sino una objetividad de la fuerza del
objeto. Es lo que Cézanne llamaba “El ser manzanesco de la manzana”: no es la manzana
lo que afecta, sino su ser manzanesco. Estamos en presencia de lo que Deleuze
llama un pliegue.
La sensación es una lucha.
La sensación es difícil e inacabada. Lo
fácil y acabado es el cliché y lo sensacional.
Cliché, es todo aquello que es ya pensando
y ya visto para nosotros; el conjunto de recursos y representaciones
cristalizadas en nosotros. Deleuze piensa que no hay pintor, ni filósofo que no
viva atrapado en sus chlichés. Por eso hay que trabajar, hacer operaciones
sensibles para salir de ahí. O sea que, la sensación
es una lucha. La sensación no es
obvia. Para que haya sensación tiene
que haber alguna disposición para que los clichés den lugar a otra cosa. Si se
está muy convencido de que el mundo se adecúa a sus clichés es muy difícil que
la violencia de la sensación pueda
trabajar. Lo sensacional es esa imagen a la cual nosotros atribuimos el poder
de toda sensación: ciertas manera de
hablar y de mostrar que absorben inmediatamente la sensación. Hay que vivir la diferencia de la sensación-afección pura. Para experimentar la sensación hay que entrar en el cuadro de lucha de la experiencia
sensible: arriesgar un cuerpo. En el cuadro está el cuerpo; en el cuerpo está
la sensación de las fuerzas del mundo.
Teoría de la carne no
cristiana
La carne del cuerpo trabaja con las fuerzas del mundo de la sensación que actúan en él. La carne es un aparato de registro, de
comprensión, de relación. Se trata de la
carne comprendiendo más que la carne
como objeto de comprensión y descripción. El mundo aparece en la carne. La carne está en el centro del mundo. Deleuze está dialogando, aquí,
con Merleau Ponty (“Lo visible y lo invisible”), sin decirlo. Merleau Ponty
cuando elabora su “filosofía del quiasma” concibe a la carne como un elemento
universal más, una de las grandes dimensiones de todo lo que existe. La carne no es sólo la carne del cuerpo humano, sería de todo lo que es “extenso” en
Spinoza. Es un sentido no teológico de la carne,
no es que el verbo se hace carne como en el cristianismo. No hay ningún logo
que se encarna. El problema, aquí, por el contrario, es ver cómo los cuerpos
piensan, pueden, construyen, significan, se relacionan desde la sensación. Para ello, Deleuze, conecta, también, con “el
cuerpo sin órganos”, de Antonin Artaud. Este cuerpo es un cuerpo que está
pensando, es decir, trabajando o dándole lugar a las fuerzas del mundo. Sin los órganos que el cuerpo forma
provisoriamente para poder relacionarse con lo que lo afecta toda la dimensión
de la sensación no sería inteligente.
Cuando decimos con Spinoza “no se sabe lo que puede un cuerpo”, es porque un
cuerpo esta siempre a abierto a un conjunto y de relaciones, y no sabe lo que
puede antes de ser afectado de diversas maneras. No sabemos lo que somos hasta
que no somos afectados en los múltiples encuentros. Conectando a Cézanne con
Valery, Deleuze, plantea que la sensación es directa, afecta sin el rodeo de
una historia narrada y, a la vez, no cesa de pasar de un nivel a otro. “Por eso
la sensación es agente de
deformaciones del cuerpo”, dice Deleuze. Mientras que lo abstracto y lo
figurativo que apunta al cerebro
mantiene los niveles de percepción del cuerpo. La violencia de la sensación, en cambio, constituye un
nuevo cuerpo.
Cuerpos deformes
Deleuze
hace una distinción entre un cuerpo con y un cuerpo sin órganos. La figuración-representación se dirige al
primero, que consiste en un cuerpo organizado como un conjunto de órganos fijos
y determinados por un organismo; y el segundo, un cuerpo abierto al juego de
las intensidades. Este cuerpo se
convierte en una superficie por la cual circulan las intensidades y los
órganos no operan según un mapa previo, ese mapa que Artaud llamaba “el juicio
de Dios”. Y la sensación, para
Deleuze, constituye niveles que nos constituyen como sujetos sintientes, genera
una multiplicidad de fuerzas en el cuerpo que no estaban. “El cuerpo es
fuerza”, dice Nietzsche. Hay cuerpos-fuerzas. Los niveles que la sensación crea son los órganos
provisorios que el cuerpo arma para recibir la fuerza de esa sensación.
La sensación esta siempre en un pliegue entre la fuerza recibida y la
operación que hace el cuerpo afectado, que se dispone más a trabajar sobre el
deseo de otro dominio que sobre su propia constitución. Son las deformaciones
de las figuras que pinta Bacón. El deforme Artaud dirá: “No quiero obedecer,
quiero probar mi relación con las fuerzas”. El grito de Artaud es un grito-sensación. Es pura intensidad, pura
potencia o violencia de sensación para actuar. La sensación es un juego de traducciones: ¿cómo reconstruyo de manera
intensiva lo que enfrento de manera extensiva?¿Cómo reconstruir un horror sin
quedar capturado en una representación previa al horror para experimentarlo
como un dominio nuevo de potencia?
(Reseña para
el Grupo de estudio “Spinoza y
nosotros”, coordinado por Diego Sztulwark, encuentro del 26 abril de 2016)