Bifo, pánico el pánico // Ignacio Navarro
Filósofo, creador de medios alternativos, profesor y legendario activista de izquierda, el itinerario vital y filosófico de Franco Berardi, alias “Bifo”, comienza en los años 60 y se extiende con vigencia hasta el presente. Junto a Paolo Virno, Maurizio Lazzaratto y Antonio Negri, entre otros, Berardi forma parte de una camada de intelectuales y militantes italianos de raíz marxista que a partir de los setenta comenzaron a delinear una filosa crítica sobre el proceso de globalización en ciernes y el pasaje hacia el capitalismo informacional. Preocupado por las posibilidades de una articulación resistente entre los movimientos sociales y las nuevas tecnologías de la información, las reflexiones de Bifo se centran en torno a la conformación del semiocapitalismo (donde la acción humana se traduce en información) y el ascenso del cognitariado como nueva clase revolucionaria (en lugar del proletariado, propio de la era industrial). Deudor tanto del movimiento autonomista italiano como del posestructuralismo francés, el autor busca desentrañar el funcionamiento del capitalismo global y sus coletazos psíquicos, encarnados en el pánico, la depresión y el suicidio como rasgos crecientes de un sistema de igualación de las subjetividades que parece siempre al borde del colapso.
Durante los años 60 y 70, encolumnado en la tradición marxista de la
izquierda italiana y el autonomismo, en los 80, de la mano del pensamiento
deseante francés de Gilles Deleuze y Felix Guattari, y, a partir de las últimas
décadas extremadamente atento a la cybercultura y los nuevos medios, Bifo fue
actualizando su punto de vista siguiendo el rastro del capitalismo financiero y
sus ramificaciones. La persecución de una felicidad siempre aplazada, el
dominio de las subjetividad bajo el yugo farmacológico y la prozac-economy, el
incierto abismo abierto en torno a la “plasticidad” del cerebro, junto a la
captura del deseo y la temporalidad humana bajo el signo del capital y la
desintegración de los sueños de unificación global, son algunos de los muchos
temas que aborda a lo largo de su obra.
En Argentina acaba de aparecer su libro El trabajo del alma, donde
Bifo repasa críticamente el rol del pensamiento marxista durante los sesenta,
analiza la crisis internacional e introduce algunos de los conceptos centrales
de su propuesta: un pensamiento punzante, cargado de rabiosa afectividad, que
se propone pensar la coyuntura contemporánea. Además, en El trabajo del alma
retoma algunos conceptos introducidos en sus libros anteriores –varios de ellos
editados en español, como Generación Post-Alfa (Tinta Limón), La Sublevación
(Hekht) y La fábrica de la infelicidad (Traficantes de sueños)– y sintetiza un
extenso recorrido teórico para arribar a un diagnóstico del presente que, tan
sombrío como lúcido, señala algunos senderos posibles para la fuga hacia nuevos
territorios.
Del Mayo Francés a Apple
El padre de Bifo, sindicalista
y comunista, lo inició en el PC italiano a los 14 años. Pero a los 17 ya lo
habían expulsado. Era 1965, los marxistas italianos se debatían entre el
maoísmo chino y el leninismo soviético, y durante una acción estudiantil el joven
Bifo no tuvo mejor idea que repartir un panfleto con una frase de Mao Tse-Tung:
Osar pensar, osar hablar, osar hacer la revolución. “Entonces fui expulsado por
maoísta; ¡Aunque nunca en mi vida lo he sido!”, recuerda hoy, desde Bolonia,
Italia, donde vive, escribe y enseña.
Cuando llegaron las revueltas
de mayo de 1968 estaba en primer año de la universidad y ya tenía cierta
experiencia ganada dentro y fuera del partido como dirigente estudiantil. En
ese contexto, agitado, revolucionario, participó en un proceso político que
aceleradamente se propagó por el mundo entero y, de manera insospechada,
marcaba el comienzo de una nueva fase en el desarrollo del capitalismo.
El 68 fue un año que al mismo
tipo albergó un fuerte compromiso político de los estudiantes de todo el mundo
y el inicio de la consolidación del capitalismo en su forma post-industrial.
¿Cómo recuerda o explicaría aquella encrucijada?
–El 68 fue, a nivel global, la
primera manifestación de una fuerza social nueva que llamo el cognitariado, es
decir: el trabajo cognitivo. Esa fuerza, aunque es parte de la historia de la
clase obrera, era una novedad absoluta desde el punto de vista de la potencia
productiva y transformadora que poseía y, también, desde el punto de vista
político. Pero nosotros, los militantes, los organizadores, los intelectuales
que participamos en el movimiento del 68 no entendimos verdaderamente el
sentido de esa nueva fuerza. Como mucha veces pasa, no entendimos lo que
estábamos haciendo porque nuestras categorías de interpretación provenían y
pertenecían a la historia del movimiento obrero precedente: la Revolución
Soviética, el Maoísmo y el campesinado. Las categorías de las cuales
disponíamos no eran las adecuadas para explicar lo que estaba pasando. Después,
durante los años 70 y 80, la fuerza social de inventiva de los movimientos del
68 fue utilizada y transformada productivamente por el capital. Hay un libro
muy interesante de Frederic Turner que se llama From Counterculture to
Cyberculture, de 2006. Es una historia sobre Free Speech Movement, el
Movimiento Libertad de Expresión, FSM americano, californiano, durante los años
60, 70 y 80. Es muy interesante porque muestra cómo el movimiento estudiantil,
libertario, igualitario se convierte en fuerza de desarrollo del cybercapitalismo,
del capitalismo de la alta tecnología. El problema del 68 es que nuestra fuerza
social no se traducía en una conciencia adaptada a la fuerza social misma que
emergía: el cognitariado. Millones de estudiantes en todo el mundo, de México a
China, de los Estados Unidos a Francia, estaban mostrando la fuerza de una
clase social nueva que nacía de la historia del movimiento obrero, que nacía
del proceso de escolarización de masas, de la masificación de la escuela
pública. La fuerza social que emergía, el cognitariado, se entendía mal con la
ideología de la cual éramos portadores.
¿Cuándo se produce el giro en
la discusión y la adquisición de ese nuevo punto de vista más preocupado por el
trabajo cognitivo?
–El año en el cual se comienza
a entender esta nueva posibilidad es 1977. Italia, durante ese año, fue el
escenario de un movimiento autónomo muy radical que, por primera vez, estaba
rompiendo la relación con la tradición leninista. 1977 es revolucionario,
comunista pero no leninista, es el primer momento de una conciencia que se va
adaptando a la potencialidad del trabajo cognitivo. Pero, al mismo tiempo no es
solo un año de autonomía en Italia; es también el año en el cual nace Apple en
California, cuando Steve Jobs crea su nueva empresa de producción tecnológica.
En 1977 se verifican ciertos procesos culturales que consolidan la creación de
la idea de posmodernidad o sociedad post-industrial. El 77 es el año en el que,
también, comienza la contrarrevolución liberal con el ascenso de Margaret Thatcher.
En ese año, Thatcher toma el poder al interior de su partido y dos años después
gana las elecciones. Este año, 1977 es, en mi imaginación histórica, el año en
el cual la revolución comunista o proletaria, como prefieras llamarla, se
transforma en algo nuevo: el combate va del territorio de la lucha política al
territorio de la comunicación, al territorio de la invención
técnico-científica. Es el comienzo de una historia totalmente nueva.
¿Como podría delinear los
rasgos centrales de esta nueva fase del capitalismo que llama semiocapitalismo?
–Es la transformación de cada
acción humana, de cada actividad humana, en términos de información. Todo lo
que hacemos puede ser traducido en algoritmos. Esto significa que el proceso de
producción de mercancías, el proceso de producción de lo que es útil a la vida
cotidiana, puede ser traducido en términos de información. Esta transformación
produce efectos económicos, sociales, organizacionales y políticos enormes.
Primero: el capital se inmaterializa. La acumulación de capital ya no se
verifica a través de la acumulación de cosas físicas sino a través de la
acumulación puramente financiera. Y, al mismo tiempo, el trabajo no necesita
verificarse de manera física, localizada, material. Se puede deslocalizar completamente
porque el trabajo es trabajo de la información.
En la coyuntura internacional
se observa un recrudecimiento de conflictos territoriales, raciales y
religiosos que se expresan tanto en el terrorismo islámico como en la
desintegración de la UE y el ascenso de partidos de derecha en todo el mundo:
¿cómo se articulan esos fenómenos con el semiocapital?
–El Brexit, la guerra que se
está extendiendo en el Norte de África y Oriente Cercano, el ascenso de Donald
Trump en los Estados Unidos, todos estos son los fenómenos que pueden
significar una especie de regreso a la época pre-global. Ese regreso sería una
catástrofe profundísima. Si la globalización fracasa a causa de un regreso de
la materialidad eso significa que verdaderamente vamos hacia una guerra civil
global muy peligrosa. El proceso de globalización tiene una fundación
tecnológica que es la red global, y tiene una fundación ideológica y política
que es el neoliberalismo. Esta combinación ha sido una verdadera catástrofe
porque un proceso progresivo de globalización ha sido transformado en un
proceso de explotación total, violento, guiado por el interés de una pequeña
clase financiera. Pero hoy hay fuerzas cada vez más grandes que se están
rebelando contra este proceso de globalización financiera con la idea de
regresar a la época precedente. El problema es que, después de la derrota y
eliminación en la sociedad del proyecto hacia el socialismo y el comunismo, del
pensamiento obrero, del pensamiento autónomo, después de esta derrota, en el
escenario mundial permanecen vigentes solamente dos actores: un actor es la
dictadura financiera globalista y el otro actor es la reacción material
antiglobalista que tiene una cara de tipo nacionalista y, tal vez, claramente
racista. Esos dos actores estarán combatiendo en Europa, como en los Estados
Unidos. El problema es que deberíamos revitalizar un tercer actor: la fuerza
organizada de la solidaridad de los trabajadores. Este actor permanecía vivo
sólo en Latinoamérica y, ahora, también está desapareciendo. Por eso yo veo el
futuro de manera absolutamente sombría. Porque el actor racional, el actor
progresista que podría desarrollar de manera rica y útil la potencia de la
tecnología, este actor ha sido asesinado por la dictadura financiera.
No tomarás el poder
Durante los años 70 y 80,
consciente de que la nueva manera de combatir la naciente teología neoliberal y
el dominio del capital financiero era en el campo de la subjetividad y la
subversión comunicativa, Bifo se convierte en un pionero de nuevos medios, en un
info-terrorista. Durante esos años, al calor de la corriente autonomista
italiana, participa en el grupo Potere Operaio (Poder Obrero) junto a Antonio
Negri. En 1975 participa en la fundación de la Revista A/traverso, que bajo el
lema “Informaciones falsas producen acontecimientos verdaderos” lanzó una serie
de campañas de sabotaje mediático. Un año más tarde, en 1976, junto a otros
militantes autonomistas, funda Radio Alice, la primera radio libre de Italia,
experiencia que pone en jaque el monopolio estatal de los medios de
comunicación y fue boicoteada tanto por la izquierda tradicional como por el
gobierno italiano.
Luego de ser encarcelado bajo
la acusación de formar parte de las Brigadas Rojas, asediado por la persecución
estatal, Bifo emprende un exilio que tendrá como primer destino París, donde
conoció a Michel Foucault y Felix Guattari. Con este último comienza a trabajar
en el esquizoánalisis. La incorporación del marco teórico construido por la
dupla Deleuze-Guattari pone en marcha una nueva serie de planteos que
consolidan al deseo como un espacio de lucha continua.
En El trabajo del alma usted
plantea la nueva lucha ya no en términos de acción política en el sentido
tradicional sino que desplaza el problema hacia el campo de la subjetividad y
el deseo. ¿Cómo se pueden movilizar esas fuerzas en la subjetividad
contemporánea?
–Quiero corregir, perfeccionar
la pregunta. No se trata de una “movilización de la subjetividad”, porque la
subjetividad siempre está en juego durante todo tipo de proceso social. Se
trata, en realidad, de una movilización de la fuerza cognitiva y del psiquismo
mismo. Es el psiquismo y la fuerza de producción cognitiva de la sociedad lo
que está invertido y siendo explotado por el capitalismo informacional.
Entonces, creo que tenemos que desplazar nuestra atención, nuestro análisis y
nuestra actuación fuera del territorio de la acción política, la toma del
poder, la representación, las elecciones y los partidos. Tenemos que desplazar
esta energía hacia el psiquismo social y las potencias cognitivas. Eso
significa que el problema del futuro, de una emancipación futura, no pertenece
al campo de la toma del poder político. Podemos tomar el poder y después: ¿Qué
hacer? No lo sabemos. Nunca sabemos que hacer. Como SYRIZA, en Grecia: tomó el
poder político pero no cambió nada. Barack Obama tenía muchos proyectos y
prometía yes we can, pero no pudo hacer nada. Porque la política no puede. ¿Qué
puede? La inteligencia colectiva, el cerebro colectivo, los cien millones de
proletarios cognitivos que viven y trabajan al interior de la Silicon Valley
global. Ellos son la fuerza que puede algo ¿Qué puede? Puede sabotear y puede
reprogramar. Son las dos acciones que tenemos que hacer en el futuro. Una
acción es bloquear y subvertir el proceso de producción capitalista. Sabotear
la guerra, sabotear la seguridad imperialista. Pero, además de sabotear,
podemos reprogramar la maquina global, reprogramar la distribución de los
recursos, reprogramar la distribución de la riqueza, el tiempo de trabajo, la
relación entre trabajo y vida cotidiana. Todo eso no es objeto de decisión
política. No lo es. Es objeto de programación cognitiva técnica e informática.
No se trata de decir: “la sociedad tiene que tomar el poder político”. Se trata
de decir: los trabajadores cognitivos, junto a la sociedad entera,
naturalmente, pueden y deben sabotear, bloquear y reprogramar la máquina
global.
En El trabajo del alma,
refiriéndose a la polémica entre Baudrillard y Foucault a fines de los setenta
en torno a los mecanismos del poder en el capitalismo tardío, usted completa el
concepto foucaultiano de biopolítica acuñando una nueva encarnación: la
tanatopolítica ¿En qué consiste?
–Hemos hablado muchísimo de
formas biopolíticas del poder pero si intento verificar las formas concretas de
esta biopolítica ¿qué encontramos? Encontramos Estado Islámico, ISIS, es decir:
el terrorismo de la desesperación. Desempleados que tienen veinte años y se
entregan a ese movimiento porque les pueden pagar un salario y, segundo, porque
puede satisfacer su deseo de vendetta, su deseo de violencia extrema. ¿Qué es
la tanatopolítica? El narcotráfico mexicano no es solo narcotráfico: es la
empresa neoliberal de distribución de la droga y también una forma de control
tanatopolítico sobre la sociedad mexicana. Por otra parte, la OMS (Organización
Mundial de la Salud) señala que durante los últimos cuarenta años el suicido
aumentó en el mundo un 60 por ciento. El incremento es enorme. Es decir: el
suicidio es la primera forma de manifestación de la intolerabilidad y
desesperación que el capitalismo financiero viene produciendo. Eso también
significa tanatopolítica.
¿La contracara de esa expansión
de la muerte como forma política es el creciente desarrollo ciertas industrias
de la felicidad, como el turismo o la industria de los psicofármacos?
–El turismo en el mediterráneo
esta cambiando de manera muy dramática. Es decir, los europeos no pueden ir a
muchísimos lugares del mediterráneo. Solamente podemos ir a las islas y el
problema de las islas es que están rodeadas de cadáveres. Porque en el
mediterráneo ya hay como 50 mil cadáveres flotando alrededor de las islas.
Incluso puede ser que esa cifra sea mayor. Y, cada día, hay nuevas personas que
mueren porque los europeos cierran las puertas. Me parece que la persecución de
la felicidad se verifica sobre todo a través del aumento en el consumo de
píldoras. Es la psicofarmacología. Es la droga, legal o ilegal, que se sigue
vendiendo y produciendo en todos lados.
Quería preguntarle sobre el
aburrimiento ¿Qué lugar ocupa en este mapa del deseo de la contemporaneidad?
–Es interesante. En la historia
de la alienación la época moderna es la época del spleen, la época de la
repetición. Somos obligados a repetir toda la vida la misma operación, la misma
acción. En la época informacional y cognitiva del semiocapital se verifica un
cambio profundo de la alienación porque lo que el capitalismo nos impone es una
movilización constante del deseo, de las energías mentales, psíquicas,
deseantes. Maurizio Lazzarato ha escrito un libro muy interesante sobre el
pasaje del sistema de la repetición industrial al sistema de la diferencia
informacional. Cuando entramos en este régimen de atención a la diferencia, que
es lo especifico de una buena parte del trabajo cognitivo, nuestras energías
psíquicas están continuamente movilizadas. Eso produce un efecto que no es el
aburrimiento, sino el pánico. El pánico puede conducir en muchos casos a la
depresión. Y la depresión no es spleen. No es simplemente la percepción de una
repetición aburrida. Es algo más profundo. La depresión es el desinvestimiento
de las energías psíquicas. El desinvestimiento del deseo. La movilización
semiocapitalista de las energías psíquicas abre la puerta al pánico, a una
velocidad creciente, y abre la puerta a un segundo efecto: la depresión.
¿Piensa que los filósofos de
alguna manera cumplen un papel profético al anunciar los problemas que se
avecinan?
–No creo que el filósofo pueda
ser un profeta, pero seguramente el trabajo filosófico tiene una relación con
el futuro. Deleuze y Guattari, en su último libro juntos, ¿Qué es la
filosofía?, dicen: la filosofía no es el descubrimiento de la verdad final. No
hay ninguna verdad final. No es la afirmación de principios eternos. No es la
profecía de lo que pasará en el futuro. La filosofía es creación de conceptos.
Etimológicamente el concepto es una herramienta que permite captar juntas
muchas cosas ¿Y qué tiene que captar? El concepto tiene que captar el proceso
de devenir. Tiene que captar el pasaje desde hoy hasta mañana. Entonces el
filósofo no es un profeta. Es el creador de un puente que permite caminar hacia
el futuro. Yo no se que va a pasar mañana. Puedo hacer muchas hipótesis. Pero
lo que tengo que hacer es crear las condiciones conceptuales, estéticas,
filosóficas, existenciales para permitirme a mi mismo y a mis amigos caminar
sobre el puente que nos lleva hacia un lugar que no conocemos. Deleuze usa una
expresión magnífica: “cartografiar territorios futuros”.
Al parecer en esa frase suena
el eco de otra cita, pero de Nietzsche: “El desierto crece”
–Sí. El desierto crece y
nuestro trabajo será imaginar y cartografiar aquellos territorios que no están
desiertos.