26J: la materia de la que están hechos los sueños // Juan Domingo Sánchez Estop
We
are such stuff as
dreams are made on, and our little life is rounded with sleep.
(Estamos hechos de lo que están hechos
los sueños... y nuestra pequeña vida se extiende de un sueño al siguiente )
(W.Shakespeare, La Tempestad)
Desde
que nació Podemos, nunca pude evitar que, para bien o para mal, el proceso
iniciado con la movilización del significante que nombra a esta organización,
me recordase una serie de cuentos: El Sastrecillo Valiente, El Gato
con botas y Cenicienta. Podemos se perfilaba, en efecto, como un
imposible que pugnaba por hacerse realidad contra cualquier tipo de
probabilidad racional, esto es calculada desde el pasado y sin tener en cuenta
la propia acción del sujeto. En esto, su traa era la de los cuentos. El
Sastrecillo valiente, con su magia verbal convertía involuntariamente veinte
moscas matadas de un solo golpe en veinte peligrosos enemigos derribados, el
Gato con Botas, presentándose como el agente de un tan poderoso como irreal Marqués
de Carabás, termina haciendo realidad el marquesado y el poder con el que este
iba asociado, la Cenicienta ve realizado su sueño de ir al baile del Príncipe,
en una calabaza que la magia de un hada convierte en carroza tirada por unos
caballos que son ratones y vistiendo un traje que es la transfiguración mágica
de sus harapos.
En
todos estos casos, el poder se muestra como ilusión, como constructo
imaginario, pero depende siempre de determinadas condiciones: el error de
interpretación de las palabras del Sastrecillo por parte de sus oyentes, la fe
en las convincentes palabras del Gato, o las condiciones puestas por el hada
madrina a Cenicienta para la realización de su deseo. Esto nos ilustra a su vez
dos cosas: 1) que el poder es ilusión y, 2) que esa ilusión deriva de que todo
poder toma prestada su potencia de otra cosa que lo determina y lo limita. Toda
ilusión, como toda representación, consiste en tomar una cosa por otra. En
nuestros cuentos, todo se basa en la ilusión. El poder del Sastre y del Gato,
todo el esplendor de la Cenicienta, dependen de un exterior: de quienes por
confusión o error confían en estos personajes y actúan de una manera que
resulta favorable a estos últimos o de la voluntad de un personaje con poderes
mágicos. Todo poder como dice Calderón repitiendo a los teólogos de la
monarquía de derecho divino, “es prestado”, depende por consiguiente de un
exterior que puede coincidir con el exterior absoluto que constituye la
trascendencia divina o con una realidad mundana. Que todo poder implique un
exterior, supone que todo poder es una relación entre potencias en la que una
potencia logra captar en su favor otra potencia superior. Sin embargo, quien
dice relación dice condiciones, de ahí que ningún poder pueda pensarse como
absoluto: desde la ilustración materialista, el absolutismo y el totalitarismo
son siempre necesariamente irreales, pues dependen de la trascedencia de un
Dios que la lógica materialista de la inmanencia radical declara ilusorio.
No
menos ilusoria es la taumaturgia de un poder basado supuestamente en la
palabra, un poder que se ve como creación de hegemonía a partir de la nada
política que, según la hipótesis rectora de la estrategia de Podemos, el
laclausismo-errejonismo, constituyen los movimientos sociales y las
reivindicaciones populares. Para esta hipótesis, inconsciente pero
profundamente hobbesiana, la hegemonía reposa en la obediencia de la multitud a
la palabra de un amo, o líder que se presenta como significante
"vacío". Esta taumaturgia del verbo que se hace carne, ignora las
articulaciones de la multitud, la producción y las relaciones de cooperación
material que unen a cuerpos siempre ya marcados por el lenguaje, así como los
conflictos y desencuentros que oponen también a esos mismos cuerpos, antes de que
se pronuncie en el vacío de un monte Sinaí el verbo atronador de un amo que
llama a cerrar filas. Quien confía en la magia verbal no necesita cuerpo -según
los teólogos, Dios es incopóreo- y puede considerar los cuerpos existentes y
sus relaciones como el tohu bohu bíblico, un caos inicial rayano en la
nada.
Sin
embargo, la política es encuentro de cuerpos traducido en la articulación o el
choque de estos y es insensato entrar en la lid política sin un cuerpo, sin
tener en cuenta las coordenadas muy precisas de espacio y tiempo de los
cuerpos. La hipótesis estratégica de Podemos consideró los cuerpos y sus
espacios como algo superfluo, contrariamente al 15M cuyo mérito principal fue
su fuerte implantación en el terreno, en la materialidad de los cuerpos que se
encuentran. El errejonismo fue un disparatado culto del mando, así como una
teoría y una práctica de la representación y unificación de la multitud por el
mando: su primera tarea fue sustituir la importante red de círculos nacida
inmediatamente después de la fundación de Podemos, como espacio de encuentro
físico, de participación politica de los
cualquiera y de implantación territorial del proyecto, por una telaraña de
órganos burocráticos coronada por una pléyade de "secretarios
generales". Los círculos tomados en una red de mando enteramente
incompatible con la participación democrática de los cualquiera se fueron
extinguiendo, y con ellos la capilaridad social efectiva de Podemos como
organización y fue también extinguiéndose la dinámica expansiva de una
organización que envejecía décadas en meses.
El
cuerpo de un partido se proyecta en un territorio. El precio de la implantación
territorial, para una organización recién nacida como era Podemos, no era como
para los partidos tradicionales la concesión de favores y la formación de
clientelas, sino la conservación dentro de Podemos de una superficie de
contacto con ese exterior que da todo su poder al partido y a sus dirigentes,
que es la participación politica activa de la multitud, esa gran y única
verdadera novedad que supuso el Podemos inicial. Es, según se vea, un precio
muy barato o muy caro: baratísimo y casi gratuito para quien confiara en el
desbordamiento de la potencia que se había expresado en la multiplicación de
los círculos, manifiestamente excesivo para un proyecto que quisiera dar al
liderazgo y la obediencia un carácter algo más que simbólico.
Podemos
ha querido en estas dos últimas elecciones ocupar el lugar del PSOE y lo ha
hecho sin tener un cuerpo propio, un verdadero partido articulado en el
territorio y dotado de redes de poder materiales. Podemos en su versión post
Vistaalegre ha podido ofrecer pequeñas prebendas, cargos a distintos niveles de
representación a una pequeña clientela política, comportándose como un partido
tradicional, pero sin sus medios, sin su cuerpo, sin sus armas, sin su
dinero.... Podemos quería disputarle al PSOE el nombre y el espacio de la
socialdemocracia, pero su disputa por este lugar ha fracasado; no solo no ha
logrado conquistarlo, sino que ha hecho algo mucho peor: cuando la desconfianza
en la socialdemocracia era un hecho ampliamente generalizado, la imprudente
identificación de Podemos con la socialdemocracia ha resucitado cierta fe en
ese proyecto hoy difunto. Una fe que ha permitido dar nueva vida a un PSOE
herido de muerte, al que Podemos convirtió de nuevo en un partido
socialdemócrata “respetable” con el que la nueva socialdemocracia de Podemos
podría aliarse. Naturalmente, la gente que se identifica con la
socialdemocracia prefirió a la copia el original y votó al PSOE, rescatándolo
de entre los muertos, e impidió el adelantamiento del PSOE por Podemos que la
dirección de este partido daba por descontado.
La
suma de dos insensateces como disputar el terreno simbólico de la
socialdemocracia y el terreno material de la red clientelar a una organización
con larga historia y un cuerpo tan fuerte como hondamente corrompido condujo a
la autolimitación de las posibilidades de desbordamiento y de ruptura política
que entrañaba Podemos y a un enorme desaliento. Sin cuerpo no se puede disputar
el terreno a un paquidermo político; con prácticas clientelares liliputienses
no se sustituye el poder material del PSOE. Podemos ni debe ni puede jugar la
carta del clientelismo, sino la de la democracia y la participación activa, la
de la cooperación material contra la crisis, la de la solidaridad efectiva. Si
ignora que el poder de sus ayer tan compungidos dirigentes es prestado y que
está hecho, como todo poder, de la materia de la que están hechos los sueños echará
definitivamente a perder la oportunidad histórica que supuso su fundación. Ayer
vieron que su carroza se convirtió en calabaza y su corceles y lacayos eran
ratones, ayer al Sastrecillo no lo tomaron por alguien más fuerte y valiente de
lo que es, ni se creyeron los cuentos del Gato con botas: mucha gente que había
votado anteriormente a Podemos se abstuvo y la que antes se había abstenido
tampoco les votó. Igual la gente quiere no tener que fiarse de nadie, igual la
gente quiere no obedecer a un mando que dice representarla, igual la gente
quiere democracia y participación efectiva. Estos eran los activos del 15M que
Podemos heredó y dilapidó. La sed democracia, de libertad y de dignidad sigue
existiendo, pero Podemos no ha sido capaz en su actual configuración y con su
estrategia vigente de empezar tan siquiera a saciarla. Esto ha permitido que se
realizara el peor de los sueños: una restauración parcial del bipartidismo de
la segunda restauración, una revitalización de los dos partidos clientelares y
semimafiosos que sirven de pilares al régimen español. De esto no hay que
culpar al “pueblo español” y sus “demonios familiares”. Eso lo hacía Franco.
Desde la democracia radical, solo cabe comprender que la debilidad de las
fuerzas democráticas es la fuerza de las del régimen. Solo cabe hacer todo lo
posible por restablecer una correlación de fuerzas favorable a las mayorías
sociales.