Nueve preguntas a Ariel Suhamy (y nueve extensas respuestas)


Alumno del normal, catedrático y doctor en filosofía, Ariel Suhamy redactó su tesis sobre La Comunicación del bien en Spinoza.

¿Formación? He vagado por las escuelas nacionales, hasta la École Normale Supérieure, pero son lugares que solo tenían de escuela el nombre, al menos en esa época. La única formación que recibí fue musical…

¿Publicaciones? Algunos ensayos spinozistas, en revistas o libros especializados; otros trabajos sobre otros temas –ensayos y traducciones– han quedado sin editores, ya que no eran especializados.

1. ¿Cómo te llegó esta idea de un Spinoza por las bestias?

Sin duda al comienzo, en razón de cierta melancolía que constituye por otra parte el objeto de un capítulo: de un desaliento general ante lo humano, y de una desconfianza, de una impotencia respecto a la palabra, siempre expuesta a la interpretación viciada, incluso de los mejores. Hay un momento en que hay que intentar retomar las cosas por lo más elemental: el animal está ahí para eso, si puedo decirlo así. En fase de afasia, me he dado un método. Tenía ganas de presentar el spinozismo sin enunciar la más mínima tesis, sin decir nada.

Es notorio que la filosofía de Spinoza es de difícil abordaje. Entonces uno se vuelca hacia los comentarios, que uno encuentra incluso más austeros que eliminan todo lo pintoresco, toda puerta de entrada. El sistema (si hay uno) toma el aspecto de un bloque impenetrable, algo más mineral que animal o viviente (ver el dibujo que Alia hizo de la “spinozite”, un mineral incómodo). Uno se asfixiaba. De allí la idea, o más bien la necesidad, para mí, de introducirme ahí por la banda, por el detalle que resiste e intriga.

Y de hecho, lo pintoresco, la ilustración juega en Spinoza un rol importante, quizás tan importante como la demostración.

Spinoza se preocupó por colocar aquí y allá ejemplos sorprendentes, como para despertarnos del sueño dogmático que segrega el ronroneo demostrativo. Con frecuencia, estos ejemplos son muy divertidos: por ejemplo, el de una casa que se vuela en la gallina del vecino, en un escolio que habla de la idea de Dios, es bastante cómico.

La elección de las bestias se impuso por sí misma; hay tantos animales más o menos extraños, que según toda evidencia no tienen nada que ver unos con otros: simples ejemplos, expresiones corrientes, animales reales o fantásticos…

La idea de resumir el spinozismo a partir de las bestias es de inspiración deliberadamente oulipiana: erigir un catálogo completamente arbitrario, y buscar una lógica; mejor, remedar a los comentadores, reconstituir el sistema pero a partir de la sola recensión de los animales, y –manía universitaria obliga– de todos los animales sin excepción (mi obsesión: debí olvidarla al pasar). Es una idea poética, por eso el poeta es la única figura humana que tiene el derecho de entrar en el pequeño zoológico (como el pianista en el Carnaval de los Animales).

2. ¿Qué relación hay con el “bestiario”?

Al comienzo, pensaba vagamente en el bestiario de Apollinaire, en la figura de Orfeo acarreando los animales, con la serie de viñetas discontinuas e ilustradas por Dufy, a fin de romper con la exigencia universitaria y enfermiza de completitud. Luego me informé: un bestiario era en la Edad Media una recopilación imaginada, con adornos de luz maravillosos, que celebra la obra y las enseñanzas de Dios a partir de animales reales o fantásticos, bajo la perspectiva del finalismo (la providencia), que es precisamente la doctrina a la cual se opone Spinoza.

¿No habría concebido sordamente este último une suerte de “contra-bestiario”? Los animales de Spinoza no son portadores de ningún mensaje divino, y en la mayoría de los casos, no están en absoluto al servicio del hombre. Por el contrario ilustran el lugar completamente relativo del hombre en la naturaleza, y también la brutalidad de la concepción spinozista del derecho, identificado a la potencia. Pero al mismo tiempo, en un sentido más antiguo que se remonta a la Antigüedad, el bestiario es el gladiador que enfrenta a las bestias salvajes. Y este término conviene tanto con Spinoza, que –a pesar de su naturalismo– no cesa de luchar contra las tentativas de reducción del hombre a la bestia.

El hombre forma parte de la naturaleza, desde ya; pero no es sin embargo semejante al animal. A tal punto que el pecado de Adán, según Spinoza, fue precisamente el haber imitado a los animales: interpretación que da para pensar.

De allí el segundo aspecto del libro, que viene a atemperar el primero: ¿qué queda del hombre?, en una filosofía que rechaza las especificaciones tradicionales por el alma, el libre arbitrio, el derecho, etc., ¿cuál es la especificidad humana? Los animales también tienen un alma, afectos, derechos… pero no como nosotros. El propio término de bestiario contenía entonces todo el tema, en la pluralidad de sus sentidos. (Hay todavía un tercer sentido, intermediario: el bestiario es el lugar donde se encerraba a esas bestias salvajes. Encontramos este sentido del término en Los leones de Víctor Hugo. Me gusta también este aspecto zoo, donde yo podía amontonar con tiempo, y el lector pasearse sin ser llevado).

En resumen, el término bestiario me gustaba desde el comienzo, y esos tres sentidos que descubrí en el camino me han reconfortado.

3. ¿Tienes una cultura del cómic o del dibujo?

Por mucho tiempo he cultivado el cómic en igual medida que la literatura o más tarde la filosofía, al punto de estar más o menos persuadido, y durante mucho tiempo, de vivir en Patolandia. Pero debo decir que no había ninguna continuidad: pasaba de uno al otro como se pasa de la vigilia al sueño. Las raras tentativas que hice para establecer puntos de confluencia fueron seriamente tomadas en sorna y me había quedado claro… hasta la proposición del maestro Ollendorf.

Reunir y ensamblar nuestros diversos “lados” que la sociedad separa es la actividad de una vida.

4. ¿El dibujo puede ayudar a pensar?

El dibujo, me parece, sirve sobre todo para cristalizar el pensamiento. Y es muy útil para Spinoza, cuyo pensamiento procede por sucesión indefinida de destellos, a tal punto que uno termina por agotarse por ver encadenarse todo a gran velocidad. El dibujo detiene, y produce especial regocijo cuando abre perspectivas inéditas, sin imponer otro pensamiento. Ritma el pensamiento, o le sirve de contrapunto.

5. ¿Hay ejemplos de dibujos de Alia que te hayan hecho modificar tus ideas?

Diría más bien que, cuando el texto que yo proponía era insuficiente, el dibujo lo era también. Alia jamás enunció la menor crítica; y siempre sus dibujos comentaban positivamente las palabras. Pero sus dibujos eran en esos casos críticas inmanentes. Siempre me sentí responsable de los malos dibujos (por malo entiendo insuficientemente sugerentes), y de hecho, debí entonces retomar mi trabajo.

Por otra parte, el dibujo a veces simplemente no estaba en su lugar, o se adelantaba a lo que yo debía decir. Lo más sorprendente fue en el capítulo 26: yo había chapuceado el resumen de la moral y replegado la posición de Spinoza sobre la de los estoicos. El dibujo de Alia me lo mostró de inmediato, y finalmente guardamos el dibujo, pero para ilustrar lo que Spinoza critica.

De una forma más general, la tonalidad del libro fue modificada por el dibujo. Cuando lancé, en el capítulo 8, algunos desafíos a Alia –dibujar una mosca infinita, un elefante pasando por el ojo de una aguja–, ¡yo no sabía lo que hacía! Cuando vi que ella ya los tenía planteados, me desconcertó un poco en mi dogmatismo y me tuve que adaptar.

6. ¿Algunos conflictos, algunos desacuerdos con Alia?

No, puesto que nosotros no trabajamos en el mismo atributo. La relación entre el texto y el dibujo era más o menos semejante a la que Spinoza establece entre el alma y el cuerpo: ninguna relación de causa a efecto, sino dos expresiones de una sola y misma realidad, tomando una el relevo de la otra según las necesidades.

Lo que me ha impresionado, es la facultad de Alia para captar con un dibujo mucho más allá de lo que yo había dicho. Al punto de que pude cortar un montón de pasajes, para evitar la redundancia. Aprecio también su manera de ir siempre en un sentido imprevisto, y de no hacer nunca lo que uno espera, o pide.

7. ¿Es difícil introducir a un filósofo para un público no-filósofo?

Sí, porque los filósofos, y en especial los historiadores de la filosofía, se apoyan por lo general sobre una relación de connivencia con su público: no tienen que justificar su proposición, pueden permitirse comenzar por cualquier cuestión. Eso ya no es posible aquí. Y Spinoza es precisamente un filósofo que se dirige de entrada a un público de filósofos: él mismo lo especifica en repetidas ocasiones. Y sin embargo, es también el filósofo que habla a un público no-filósofo, como lo ha observado Deleuze.

El escollo es tomar la postura del magisterio. El éxito público del spinozismo se debe a menudo a “profetas”, que se dedican a pegar etiquetas o estandartes. Para evitar ese defecto, me obligué a no enunciar la mínima tesis, a no decir: el spinozismo es un “ismo”. Y a dejar la palabra lo más posible al texto, de ser necesario dejando cuestiones en suspenso… Y además, en materia de etiquetas, los dibujos son de todos modos más graciosos.

8. ¿Cómo trabajas?

Partía de los ejemplos de animales, y me esforzaba por concentrar ahí todo el pensamiento que ellos ilustraban. Lo que me ha exigido investigaciones muy precisas, a veces altamente técnicas para volver a captar el desarrollo que sobreviene al animal; luego me preguntaba cómo plegar todo eso sobre el ejemplo, y renunciaba entonces a los tres cuartos de mis notas. Es ahí que interviene la fantasía. Hay que creer posible aquello que, a primera vista, parece totalmente imposible y absurdo. Trabajo de reducción, por tanto, que se acababa con el descubrimiento del dibujo.

Por otra parte, la construcción del libro me ha ocupado mucho. El principio era el de una doble lectura posible: o bien lineal (se sigue grosso modo el orden de la Ética, en diez series de tríadas), o bien arbitraria. Ningún capítulo debe ser indispensable para comprender los otros. Con una filosofía tal como la de Spinoza, no es fácil de hacer. Bueno, me he permitido un poco de misterio…

9. Has hecho tus propias traducciones: cuéntanos un poco tu recorrido de spinozista…

Siempre me ha interesado la letra del texto, más allá de los comentarios que pretenden entregar el sentido de una filosofía haciendo abstracción de su forma. Eso me parecía tan absurdo como querer traducir poesía en otra lengua (es por otra parte una actividad que también practico).

Por eso mis estudios de spinozista eran cuasi estudios literarios, y también por eso siempre he rehecho las traducciones, lo cual permite de entrada liberarse de la influencia de los comentadores. Cuando uno ve que admirables reconstrucciones están fundadas sobre errores de interpretación o contrasentidos, uno se cura rápido de la admiración. El peligro de este procedimiento, sin embargo, si lo hay, es terminar por ya no ver más que formas, y no hacer más que contemplar o recitar el texto con la veneración de un catecúmeno.

La idea del bestiario me obligó a hacer lo que jamás había hecho, y que incluso había rechazado deliberadamente: reconstruir el sistema global por otros medios. Finalmente, hacerlo a través de las bestias hace valer cualquier orden lineal o temático.