“Me pregunto si Podemos no es un contraejemplo, eso que no debemos hacer: volver al marco electoral” // Frédéric Lordon
El economista Frédéric Lordon -quien recientemente publicó en
Argentina Capitalismo,
Deseo y Servidumbre. Marx y Spinoza- cree que el movimiento Nuit Debout no es de corte
reivindicativo. “Si el gobierno se acaba, nosotros permaneceremos porque eso a
lo que aspiramos va mucho más allá”, asegura.
José
Bautista para La Marea
Ya había
pasado la media noche del jueves 31 de marzo y allí seguía Frédéric Lordon
debatiendo con un amplio grupo de ciudadanos que había decidido acampar en la
céntrica plaza de la República de París. Aquel día, tras la manifestación en
París contra la reforma laboral de Hollande y el concierto-proyección
que la siguió, Lordon dio un discurso que pasará a la historia como el punto de
partida de la Noche en pie(Nuit Debout), el recién nacido movimiento
de indignados de Francia.
“Hoy
cambiamos las reglas del juego. Jugábamos con las suyas. A partir de ahora, lo
hacemos con las nuestras”, exclamó Lordon ante los asistentes. Tres días
después, el domingo 34 de marzo, Lordon tomó de nuevo la palabra en la
asamblea ciudadana que se celebraba por tercer día consecutivo enRépublique. “Escribamos la constitución de la
República Social”, pidió ante los cerca de 2.000 indignados que aquella tarde
se congregaron en la plaza de la liberté, egalité et fraternité de la capital francesa.
Lordon, el economista y sociólogo que
dirige las investigaciones del prestigioso Centro Nacional para la
Investigación Científica (CNRS) de Francia, asegura estar cansado de que
intenten endorsarle la etiqueta de líder. Sin embargo, sus ideas alternativas y
su mirada crítica lo convierten en uno de los intelectuales que más admiración
despiertan entre los miles de franceses que desde el pasado 31 de marzo se
reúnen en asamblea –y en algunos casos acampan- en París, Lyon, Tolouse, Rennes
y otras localidades galas inspirándose en el 15M de España.
Seis días
después del nacimiento de la Nuit Debout, Frédéric Lordon concede a La
Marea su primera
entrevista. Contesta las preguntas por correo electrónico.
Hace
poco dijo usted que “es posible que estemos haciendo alguna cosa”. ¿Qué quería
decir exactamente?
¿Dónde
estamos en este momento?
Exactamente,
¡lo dije tal cual! Alguna cosa. Hay una rabia silenciada, exasperaciones
terribles acumuladas desde hace años, incluso décadas, que no tienen por
objetivo real “el gobierno” o “los gobiernos” –que entre paréntesis han
implementado todos políticas rigurosamente idénticas- sino un tipo de sociedad
ampliamente detestable. A raíz de la película Merci patrón! (¡Gracias
patrón!) de François Ruffin y la reforma laboral, dos grandes catalizadores,
algo se produjo en la Plaza de la República el jueves 31 de marzo. Algo y ni
nosotros mismos sabemos qué. Lo sabremos. Cómo se construirá el movimiento, si
adquirirá importancia o si caerá, qué objetivos políticos logrará alcanzar…
Nadie lo sabe.
¿Qué
parecidos y diferencias ve usted entre la gente que está en la Plaza de la
República y los indignados que ocuparon las plazas de España durante el
movimiento del 15-M?
No conozco suficientemente bien lo que
sucedió en el movimiento español del 15-M y no puedo responder con precisión a
la pregunta. Tengo la sensación de que en España vosotros tuvisteis dos
potentes factores catalizadores que no tenemos en Francia: por un lado la deuda
inmobiliaria de los hogares y los desahucios y, por otro, la corrupción de los
políticos a gran escala. En Francia la cuestión social, la cuestión del trabajo
y el empleo siguen siendo muy importantes. Pero precisamente la particularidad
del movimiento actual está en que no se limita a reivindicaciones como la de
asegurar el trabajo o mejorar las condiciones laborales, o cualquier cosa en
este sentido, sino a criticar fundamentalmente la situación del trabajo en sí y
de los propios trabajadores. Es por tanto una crítica al capitalismo.
Habla
a menudo de la importancia del contacto entre los jóvenes y las clases obreras.
¿Por qué este contacto es tan importante?
Porque no hay movimiento social fuerte
que no pase por esta conjunción, a la que además será decisivo sumar a la
juventud marginada de los suburbios. En tiempos normales, toda la sociología se
opone a este encuentro. Y, de hecho, durante mucho tiempo, las clases obreras
fueron masacradas por el capitalismo neoliberal sin que nadie se preocupara.
Sobre todo la pequeña o mediana burguesía urbana educada, los intelectuales
precarios, etc. Lo que sucede con la Nuit Debout tiene como principal finalidad
hacer aparecer de nuevo eso que todas las categorías sociales, normalmente
alejadas unas de otras, tienen fundamentalmente en común: ¡su condición de
asalariados! Podemos incluso añadir otras categorías –como los agricultores por
ejemplo- que, a pesar de no ser asalariados, no sufren menos bajo la dinámica
general del capital. Es esta dinámica general, excluida del debate desde hace
décadas, la que ahora vuelve a ser discutida.
¿Cree
usted que veremos un Podemos a la francesa teniendo en cuenta el contexto
actual?
No lo creo y añado que, por mi parte,
no lo deseo. Para ser claro, me pregunto incluso si Podemos no es una especie
de contraejemplo, el modelo de eso que no debemos hacer: volver al marco
electoral, la renormalización institucional. Volver al juego institucional es
la muerte asegurada de todos los movimientos. Y ahora te preguntarás, ¿cómo
transformar estas reuniones en logros políticos para que no hayan sucedido en
vano? Es una pregunta estratégica de primer orden. Mi respuesta para salir de
esta terrible tenaza es que si volver al juego electoral institucional es la
muerte, entonces no nos queda otra solución que rehacer las instituciones. Es
por eso que creo que el objetivo político que debemos fijarnos, y lo dije en la
Asamblea General del domingo, consiste en reescribir una constitución. Pero sin
que eso se vuelva un ejercicio jurídico formal y alejado de la calle, como
suele ser el caso. Debemos escribir la constitución de la República Social. Y
al contrario que la república actual, que es de hecho la república burguesa,
cuya vocación es sacralizar el derecho a la propiedad, la República Social
debería tener por misión abolir el principio de la propiedad lucrativa de los
medios de producción e instaurar la propiedad de uso: los medios de producción
no pertenecen a los accionarios, a los propietarios, a los capitalistas; deben
pertenecer a quienes se sirven de ellos, más allá de fines lucrativos.
¿Cuál
es su rol en el cambio social que Francia parece estar viviendo?
No hago otra cosa que aportar mi
contribución dentro de la división del trabajo político, con unos medios que
son los míos, los de intervención de un intelectual, ni más ni menos. ¡Este movimiento
no tiene líder y meterme de cabeza es lo último que me apetece! Parece que
algunas de mis intervenciones han podido producir efectos de cristalización, y
es genial. Pero hasta ahí llega lo que me concierne. Por otra parte, los
movimientos como el nuestro, y con razón, atraen intentos de captura individual
y de personificación de las dinámicas colectivas. Si alguien tuviera la absurda
idea de nombrarse “líder”, ¡lo mandarían de vuelta a sus queridos estudios!
Pero los medios son incapaces de entender cosas así y se obsesionan con la
“encarnación”, las “figuras representativas”, los “líderes” y todo ese
repertorio de filosofía individualista y heróica de la historia. Y cuando no
encuentran eso que buscan a toda costa, ¡se lo inventan! Es por esa misma razón
que rechazo sistemáticamente todas las invitaciones de los medios para
expresarme, todas las peticiones de “retrato”. No paro de ver artículos que me
presentan como “figura” eminente, para personalizar lo impersonalizable. Es un
poco agobiante.
Hay
una lucha entre la solidaridad y el miedo en Francia y el resto del mundo.
¿Tiene usted una postura más bien optimista o pesimista a corto y largo plazo
en relación al cambio social en Francia?
Cómo responder a esta pregunta… No
tengo las más mínima idea de cómo van a suceder las cosas. Sin embargo, no
puedo evitar pensar que el capitalismo neoliberal ha maltratado tan
profundamente al cuerpo social que no puede no suceder, de un momento a otro,
una reacción violenta. ¿Ha llegado ese momento? ¿O el movimiento encallará? No
lo sé. De lo que estoy seguro es que incluso si termina en apariencia, en
realidad no habrá fracasado, porque habrá sembrado algo en las mentes. Y ese
algo tarde o temprano volverá.
La
ley El Khomri ha despertado la indignación de una gran parte de la población
francesa. Si el gobierno renuncia a esta norma, ¿cree usted que esa indignación
se desinflará?
Ese es el gran desafío de nuestro
movimiento. No es un movimiento reivindicativo, esa es la gran novedad. No
reivindicamos la retirada de la ley El Khomri. Al fin y al cabo respecto a esta
ley, ¡nos da igual! Esta ley ha sido el detonante de muchas otras cosas mucho
más fundamentales. Incluso si retiran la ley, incluso si el gobierno se acaba,
nosotros permaneceremos, porque eso a lo que aspiramos va mucho más allá: no
queremos reivindicar más, sino afirmar. Afirmar nuevas formas de trabajo y
política.