Alconada Mon llegó a la tele // Lucas Paulinovich
Alconada Mon llegó a la tele, por fin
sucedió. Por consejo de su esposa, cansada de verlo siempre en los mismos programas,
estuvo en Animales Sueltos, por América TV. El héroe de los denuncistas, el
mejor de los investigadores. Sentado mano a mano con Fantino, la Bombonera de
las entrevistas, rating record para el cable. Ya se paseaba por los estudios,
ya era una pluma de peso, pero su ronda televisiva después de la publicación de
los documentos del estudio Mossak Fonseca amplía su alcance y empieza a darle
forma de personaje paradigmático. Furor en las redes, hashtag, nombrado en los
comentarios, títulos, cita de autoridad.
Desde hace años La Nación se presenta como la
referencia local del periodismo de datos, una reconversión de la investigación
periodística en un objetivismo escéptico que concibe el oficio como una jauría
de buscadores de corrupción, perros que huelen mierda y, cuando la encuentran,
ladran alrededor. El periodismo como gran poder fiscal. Tiene un método que le
permite llegar a dónde nadie puede. Forma parte del poder con el que se
interpela.
Alconada es el mejor de los suyos, su hombre
en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. El perfil
lustrado y profesional de La Nación, cultor del oficio, con su joven destacado
a la cabeza de los reveladores de información. Es el gran proveedor, experto de
un área fundamental de la maquinaria mediática que organizan principalmente
Clarín y La Nación. No puede ser entendido por fuera de la industria de
entretenimiento que montan con sus ramificaciones. La información es nada más
que una oficina.
Entre las distintas capas del tratamiento
informativo, el periodismo de datos se afirma sobre la rigurosidad científica.
La Nación lo hizo bandera, regla en la tribuna de doctrina. Es, además, una
forma elegante de desmarcarse y trazar diferencias con Clarín, socio más
indiscreto para el sensacionalismo. Pero comparten negocios, y el multimedios
fue captando algunos de sus referentes para darse un refuerzo de esmero y
sobriedad. Alconada Mon era llamado a los estudios de TN para dar claridad y
aportar datos precisos, cifras, números de cuentas. La investigación de la
corrupción cobró centralidad en el interés periodístico, se coló en todos los
temas, fue editorial responsable, fue humor, fue monólogo, fue mesa de debate,
título, primera causa, cuenta pendiente. Esos intercambios se dieron en
simultaneidad con los reacomodamientos de la derecha que confluyeron en
Cambiemos.
Alconada Mon ahora habla y cuenta anécdotas
con picos de rating. Describe cómo, dónde, durante cuánto tiempo. Delinea el
itinerario de sus pasos, el fraccionamiento en instancias de la investigación.
Es información y eficiencia, con la superioridad de un Sherlock Holmes
empresarial. Alrededor, hay un show. Se invita a participar, intervenir,
comentar, mandar, ida y vuelta. Que estén ahí, presentes, que miren. Ahora se
muestra y hay que mirar, nunca se sabe cuánto hay tapado. Son los deseos que se
ponen en juego.
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La sociedad internacional de la verdad y el
representante local. Periodista y abogado, formado en Europa y Estados Unidos,
dedicado, descreído de todo, que tiene más datos que nadie, puede ser objetivo,
hablar con pruebas, tiene planillas, leyó documentos, almacenó cifras. Esa
posesión crea la base de su cinismo procedimental. Lo sabe, es un instrumento.
Puede creerse que la exposición pública exagerada es un factor en contra de
quien tiene que explorar los rincones más oscuros y alcanzar a conocer el dato
guardado más celosamente. Toda palabra se vuelve sospechosa ante él. Anuncia su
espionaje molecular y rompe cualquier esbozo de simpatías. Ese es su juego, es
respetable aquel que lo asume íntegramente, haciendo totalidad su tiempo.
La imagen de vida en sarcófago, enfrascado en
la inspección, supervisando cada una de las acciones, detectando los pliegues
de todas las palabras, midiendo momentos, calculando hasta la mínima porción de
movimiento para extraer información, es la de alguien que vuelca su energía en
la persecución convencida de un objetivo. Los fines no pueden ser innobles,
porque hay intención. El periodismo de datos reniega de asumirse productor:
todo está ahí, solo hay que tomarlo y mostrarlo.
La exhibición intensifica su amenaza
fiscalizadora, cimienta su credibilidad. Se anima y está, se muestra. Tampoco
tiene nada él, tan despojado como los datos que administra, es su procesador.
Hombre-computadora, que no es político. Es creíble, calcula y muestra. Trabaja
con datos, la recopilación, la selección, la organización y la publicación son
exactas. Es digital en la forma de relación que establece, la concepción misma
de un procesamiento descorporizado, sin pasiones, sin intenciones, neutro, es
una fantasía de computadorización: serio, prolijamente peinado, vestido para la
ocasión, voz gruesa y monocorde, pocos gestos, muchas regularidades, una
computadora que da información.
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En el Estado hay corrupción, el empresario
privado es corrupto, solo nos queda confiar en los hombres-computadora capaz de
decirnos cuánto se llevaron. La corrupción adquiere su acción moralizante
cuanto más precisa es la cifra que se descubra y avasallador el arsenal de
datos lanzados. De lo que se trata es ver quién muestra qué.
Con el derrumbe definitivo de la Ley de
Medios y la consolidación de la expansión monopólica, los medios hegemónicos
tienen una batalla ganada. Es su apuesta profundamente política, persiguen sus
estrategias de negocio. Alconada Mon, gestor empresarial, independiente,
emprendedor, entusiasta, dedicado, aplicado, en definitiva, rendidor, es figura
de ética existencial, modelo de vida, el periodista.
Pero la fantasía del denuncismo tiene un
límite: los negocios propios de quien lo banca. Están en tanto sirvan a las
finalidades de las apuestas empresariales, son una herramienta significativa de
su fuerza de intervención. Un poder capaz de enfrentarse mano a mano con
cualquiera.
Con las revelaciones de los Papeles de
Panamá, Alconada Mon es exaltado como el más insigne del periodismo
independiente, ese que compite por ver quién muestra qué. El periodismo como
poder fiscal, más poderoso que la justicia, tan desgastada, demasiado
politizada. La pericia metodológica es la clave para la demostración del
fraude. Investigar y mostrar, una denuncia arrancada, casi sin enunciación.
Sabe lo que tiene, lo maneja, conoce el alcance de sus daños. Es, ante todo,
poseedor. Por eso la información se da en filtraciones. Ese enigma que lo
potencia en su saber de lo oculto.
En esa fuerza moralizante, desplazada de lo
político, se construye la gobernabilidad, no del gobierno en sí mismo, sino de
los sectores que lo sostienen y condicionan. En esas pujas se produce la
revelación de los papeles secretos. No antes, ni después. Ese deseo de orden
fantaseado como legal y transparente cae encima del gobierno, y también lo
delimita. La mediación representativa no resuelve los efectos concretos sobre
las relaciones productivas. La contundencia extorsionadora de la corrupción
está en manos de las empresas mediáticas, no del poder estatal. La operación
mediática tiene un deber político articulador, y Alconada Mon es un puntero
exquisito.
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Se empiezan a evaluar las respuestas del
gobierno. Tires y aflojes, pactos, acuerdos, rediscusiones. El capital
financiero y el poder mediático, entrelazados, vinculantes, son la malla que
solidifica el perfil republicano de las medidas tomadas. La alianza transitoria
con Cambiemos no debe llevar a pensar que no se estimen tiempos de moderación y
alternancias. El aval y la legitimación de la dureza y brusquedad de la
reorientación institucional puede ser la base para los nuevos pactos de
gobierno. Un peronismo manso y negociador, figuras menos esquivas a la
demostración popular. Al complejo extractivo-financiero-exportador poco le
importan esas beatitudes de no ser necesarias. La propuesta de agudización
represiva y limitación de derechos hasta ahora se respalda en el voto todavía
activado.
El proceso de normalización iniciado conduce
a la búsqueda de la templanza. Cambiemos debe pilotar esa transición. La
discusión de márgenes, tasas de ganancia, porcentajes de beneficio, la presión
devaluatoria, las exigencias de control y sofocación, son las temporalidades en
que se disputan esos intereses. La advertencia fiscalizadora de Alconada Mon en
la tele es un aviso significativo. Las fuerzas se miden, a ver quién es más
poderoso. Alconada se siente tan poderoso o más que la justicia. Lo es, lo dice
con un cinismo muy Pro. Pero no es Pro, lo supera. Porque el Pro no logra
encarnar a todos los que se agrupan detrás. Alconada Mon, sí.