Reencarnaciones en Plaza Miserere // Diego Valeriano.
Un viejo de mil años intenta convencer
a una trava de algo, insiste, está manija, imagino que no tiene plata y
pretende igual algo de cariño; pero solo imagino eso de careta y solitario que
soy. El baile de los evangelistas se vuelve frenético, pagano, solitario. Rodeo
el monumento y me encuentro con dos viejas besándose; ni erotismo, ni amor, tal
vez un poco de belleza por el reflejo del sol. Un chabón a los gritos me
explica que es la reencarnación de Perón, intento no prestarle atención, pero
esgrime un dato certero que hace que me detenga: Perón es la reencarnación de
uno de los tres Reyes Magos.
Chorras, transas, cocineros, turros,
desquiciados, una pintada que nos anuncia que CFK vuelve, una pareja muy
joven con su bebe que lo crían a fuerza de viajes, fiesta, amor y consumo. Dos
chicas comparten una tortilla y un cafecito antes de encarar para Merlo. Es
sábado, casi las cuatro de la tarde y al pisar plaza Miserere se teme la
vitalidad de otras vidas, de otros mundos.
Diego Sztulwark en una de sus
excelentes notas, nos habla de los precursores (Nietzsche) y que estos avanzan
en la pura opacidad, donde aún no hay senderos delimitados. Son oscuros aún si
anticipan una nueva luz, sin la cual no llegaríamos nunca a visibilizar la
materia de los posibles que en ella convergen. Anuncian una luz que aún no les
es propia. Intuyo que Plaza Miserere, Flores, toda la Pueyrredon de Rivadavia a
Corrientes, la Peatonal de José C paz, la calle José León Suarez o cualquier
feria prepotente del conurbano ya no anuncian esa luz, más bien la irradian.
Habla de los precursores insurrectos que a lo largo de las últimas décadas han
creado vasos comunicantes entre las subjetividades de la crisis. ¿O no hay un
clinamen inesperado en el momento en que aquellxs de los que se espera que
actúen como víctimas reclamando derechos (familiares de desaparecidos; los
“sin” trabajo o “sin” techo, los “sin” patrón)
Nadie habla de las vidas runflas y tal
vez no lo hagan por la inmoralidad y promiscuidad política que los sustenta.
Inmoralidad que impide clasificaciones e incómoda análisis. Seguramente
ni se debería hablar de política. Las vidas runflas son el otro
incomprensible e inabarcable. Los militantes y gestores solo los ven como
víctimas o victimarios. Jamás como precursores insurrectos imbuidos de una
potencia de transmutación, insurrección y destrucción de normalidades,
restauraciones y cultura dominante.
Dos chicas cruzan la plaza de la mano,
las dos con el mismo peinado y un piercing un poquito arriba del labio, sin
duda son un homenaje a Amy Winehouse, o su reencarnación, la carga política
viene por detrás. Sin saberlo tejen una telaraña en su andar. O mucho más
runfla, se agarrapatan, “se agarran”, “se prenden”, con mucha prepotencia, al
mundo. En ellas y en todos los demás que componen esta plaza la resistencia no
es una mera táctica “con aguante” que “vamos a volver”, sino que se parece más
a una creación. Me detengo a mirarlas, ellas también se fijan en mí, bajo la
vista. Ellas siguen ahí, en lo importante, en la creación de otros mundos.