Prólogo a "Se han adueñado del proceso de lucha" // Raquel Gutiérrez Aguilar
Hay periodos, a lo largo de los reiterados
ciclos de reproducción de la vida social, cuando anhelos y búsquedas
desplegados colectivamente a partir de enérgicas luchas previas parecen
detenerse y sumergirse en una cotidianidad ajena que, a modo de la “nada” de la
Historia sin fin de Michael Ende
–como dice Amador Fernández Savater- carcome la vitalidad previamente
compartida, atrapando y diluyendo las apuestas más subversivas y filosas para
la transformación de la vida económica y política de las naciones, las cuales
se ponen en movimiento desde las luchas de
abajo. En Bolivia, después de 2009, algo así parece estar ocurriendo.
Evo Morales ocupó el gobierno boliviano en
enero de 2006, como una –y quizá la más visible- de las resultantes de la
agitada y febril ola de movilización y levantamiento protagonizada entre 2000 y
2005 por miles y miles de hombres y mujeres en lucha, que fueron capaces, una y
otra vez, de detener los rasgos más enloquecidos del belicoso afán expropiador
de la riqueza social propugnado por coaliciones de intereses transnacionales
entreveradas con viejas élites ferozmente machistas y racistas. En medio del
estruendo del antagonismo desplegado, de la vorágine de los levantamientos en
marcha y de las exigencias cotidianas, organizativas y estratégicas, que los y
las movilizadas confrontaban, se produjo colectivamente, como decisión común,
la hasta ahora llamada “Agenda de octubre”: auténtico plan general de lucha y
de transformación profunda de las relaciones sociales que se orientaba por un
lado, hacia la tendencial reapropiación colectiva de la riqueza material
anteriormente usurpada por el capital privado y/o la burocracia tecnocrática
(en particular la tierra, el agua y los hidrocarburos) y, por otro, hacia la
reorganización política del país desde sus fundamentos mediante la realización
de una Asamblea constituyente que terminara de hacer colapsar la vieja
estructura política de corte colonial ya muy desgastada tras el incontenible tsunami de movilización y rebeldía.
Huáscar Salazar ha estudiado con rigurosidad
y paciencia los principales acontecimientos políticos ocurridos en Bolivia
después de 2006, rastreando con agudeza, en particular, los diversos esfuerzos
de lucha colectiva por abrir y dar sentido y forma a un horizonte de transformación comunitario-popular que se expresaron
de muy diversos modos, explícita y enérgicamente hasta finales de 2008. El
recuento y análisis de numerosas acciones y discusiones protagonizadas por
fogueados luchadores sociales, el registro de sus argumentos y de los nuevos
conflictos que comenzaron a surgir a la hora de buscar desbordar y subvertir,
en la Asamblea Constituyente y no únicamente en ella, la institucionalidad
heredada –ahora parcialmente ocupada por cuadros del MAS- constituye una parte
notable del esfuerzo de Salazar para contribuir a conservar vivo en el recuerdo
y la memoria histórica -no sólo de bolivianos, sino de los luchadores sociales
del mundo todo- aquello que colectivamente fue hilvanado como deseo común, como
proyección de un presente deseable y un futuro posible en los tiempos finales
del Pachakuti que remeció los Andes
centrales a comienzos de siglo.
A partir de ahí y sin ningún afán de exagerar
el significado del trabajo de Salazar, considero que éste se inscribe en una
fértil tradición de estudiosos e historiadores de las revoluciones, cuyos
trabajos han conservado, como brasas ardientes, conocimientos fértiles para el
camino de la lucha y la auto-emancipación colectiva que, de otra forma,
hubieran tenido el destino triste de las cenizas cuando la hoguera de las luchas
parece extinguirse. Charles Bettelheim y su muy importante Historia de la lucha de clases en la URSS -obra hoy,
lamentablemente, de muy poca circulación- o K.S. Karol y su extraordinario
recuento analítico de La segunda
revolución china –tan rico en experiencias de transformación social
protagonizadas por hombres y mujeres durante el período de la Revolución
cultural, actualmente todavía más negada y oculta- son, sin duda, antecesores
en el tiempo del trabajo de Salazar y su registro exhaustivo de los caminos que
configuraron no sólo el horizonte
interior de los levantamientos sino, también, la posterior expropiación por
unos cuantos del portentoso proceso de lucha protagonizado por muchos, por
muchísimos hombres y mujeres que habitan en el país corazón de América del Sur.
Sin embargo, a diferencia de los
historiadores mencionados, Huáscar Salazar encaró una tarea todavía más ardua,
doblemente difícil. En contraste con aquellos otros que se propusieron
registrar los anhelos de transformación anidados en las entrañas de las
sociedades rusa y china, para volver inteligibles las dificultades que los
luchadores fueron confrontando a lo largo de los años, cuando las
reverberaciones de los momentos más audaces y más creativos de la revolución desplegada
iban perdiéndose en el tiempo, sofocados, eso sí, por la estridencia de los
discursos y argumentos de las estructuras estatales-nacionales reconstituidas
para infundir nuevos bríos a la acumulación del capital; a diferencia de ellos,
que contaban con un marco de intelección más o menos compartido de los sucesos
sociales, que permitía organizar tanto la expresión de las ideas como la
discusión de los conceptos, Salazar debe transitar un camino mucho más
incierto. Documentando y escribiendo sobre sucesos de la historia boliviana
reciente, al tiempo que avanza en el análisis riguroso de acontecimientos y
debates, simultáneamente reflexiona sobre lo que tales acontecimientos alumbran
en relación a las posibilidades mismas de pensar la revolución hoy, se empecina
por desbloquear caminos posibles para la transformación cotidiana de las
relaciones sociales capitalistas, cada vez más asfixiantes. Es, en tal sentido,
un libro esperanzador pese a que describe un momento obscuro.
El camino andado en esta dirección es,
también, fértil y sugerente. Partiendo de una relectura del siglo XX boliviano desde
donde encuentra las claves de la lucha por tierra y autogobierno como ejes
centrales de las históricas disputas protagonizadas por polifónicos y diversos
entramados comunitarios de muy variado origen, enfrenta el análisis del período
de gobierno del MAS con un ojo crítico a la vez sagaz e implacable. Esa es la
densidad que se recoge, como cosecha, del estudio crítico y meticuloso de la
historia. De ahí que sus posteriores análisis de las tensiones y antagonismos
crecientes entre un profundo –aunque frágil y peligroso- horizonte
comunitario-popular en construcción y la decisión explícita del gobierno de
Morales de reconstruir una institucionalidad estatal ceñida al más conservador
esfuerzo nacionalista disfrazado de “pluri-nacionalismo” medianamente
populachero, no quede atrapado en el muy consabido género de la “denuncia”.
Salazar va mucho más allá de ello, elaborando conceptualizaciones sobre sucesos
que ve reiterarse en el transcurrir de la historia, dialogando y aportando a
los argumentos de otros estudiosos de la historia boliviana reciente. Y
contribuyendo, con ello, a refrescar la reflexión sobre los sentidos más
íntimos que conjuga la lucha contemporánea.
“Se
han adueñado del proceso de lucha”. Horizontes comunitarios-populares en
tensión y la reconstitución de la dominación en la Bolivia del MAS,
es un libro destinado, seguramente, a generar polémica y también, que es lo más
importante, a abrir brecha para las nuevas luchas que reinaugurarán, más
temprano que tarde, el camino del Pachakuti,
hoy atrapado en la disputa palaciega por prebendas o en la obscura maniobra por
influencia y dinero. Es para mi una alegría inmensa, que agradezco de corazón,
acompañar con mis palabras en estas breves páginas, el destino de este esfuerzo
que hoy ve la luz en la tierra para la cual fue escrito. Gracias Huáscar y estoy
segura que comienzas a sembrar, otra vez, en buen momento.
Puebla, México, mayo de 2015