Del paradigma del gobierno al paradigma del habitar: por un cambio de cultura política // Amador Fernández-Savater
Para lxs compañerxs de la Escuela de Afuera
Crisis
de representación, crisis económica, crisis ecológica… No basta con cambiar de
políticos. Necesitamos un cambio radical de lógica. Otra cultura política.
Lo
que puedes leer a continuación es un ensayo de teoría-ficción. No
pretende demostrar nada o decir lo verdadero. Juega más bien en el terreno de
la ficción que, como nos enseñan los niños, empieza con algunas palabras
mágicas: “y si…”, “vale que…”. Más que describir la realidad o convencer,
quiere afirmar una perspectiva que (en el mejor de los casos)
puede seducir por su capacidad para barajar de nuevo lo posible y lo visible en
un sentido más intenso, útil o gozoso.
Vale
que hay dos paradigmas: el
"paradigma del gobierno", en el cual se trata de conducir la realidad
desde una Idea o Modelo; y el "paradigma del habitar", en el que se
trata de cuidar y expandir las potencias que ya hay, que ya somos. Estos dos
paradigmas figuran sensibilidades, formas de mirar y modos de
hacer: no tanto “lugares” (instituciones/movimientos, etc.)
como prácticas. En la realidad se entremezclan, entran en conflicto y
contaminación, en esta teoría-ficción se presentan claramente distinguidas.
Esta
teoría-ficción se leyó por primera vez en verano de 2015 en la Universidad Popular
del Campo de Cebada (¡universidad-ficción!) en una charla acotada en 20
minutos. Al texto le ha quedado seguramente por ese origen un carácter algo
esquemático y abstracto. Lo puede completar libremente la imaginación y la
experiencia de cada lector, ese sería su deseo y su afán.
El
paradigma del gobierno
1.
Lo que se ve no es lo que pasa. Si
introducimos un palo en el agua, ¿qué vemos? El palo parece doblarse.
Pero sabemos que no es así. Los sentidos nos engañan, no son
vías seguras de acceso al conocimiento. Para conocer, propone entonces Platón,
“hay que arrancarse los ojos”. Es decir, poner entre paréntesis el mundo
sensible.
En
ese “poner entre paréntesis” consiste la eterna pelea del conocimiento contra
la opinión (la ideología, el mito…). El concepto, si es tal (la
definición-determinación de la cosa), ni se ve, ni se huele, ni se puede
tocar, sólo se puede pensar. “El concepto de perro no ladra”, dice
Spinoza. Pensar es ver con el ojo de la mente pura.
Se
piensa, pues, haciendo el vacío. Construyendo un “contexto cero” en
el que las cosas puedan decirse a sí mismas: un lenguaje como las matemáticas,
un instrumental como un termómetro o un microscopio, etc. Si el contexto cero
no lo es realmente, es decir, si en el vacío se cuela algo de sociedad o de
historia, entonces no escucharemos a las cosas decirse a sí mismas, sino a los
prejuicios sociales de la época (el sentido común) hablando sobre ellas. En ese
caso, el contexto -nuestra ideología, nuestra identidad, nuestra posición
social- pensará por nosotros. Y el resultado no será un concepto o
una definición, sino tan sólo un eco del mundo.
Atrévete
a pensar (sapere aude) significa: atrévete a dejar de ser un eco
pasivo del mundo, una estación repetidora de los prejuicios de la época. La
verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. La razón teórica es
este “discurso de nadie” en y por el cual no habla nadie en concreto, no habla
nadie en particular, sino que la cosa se dice a sí misma. Una demostración
matemática es así, independientemente del sujeto que la enuncie. Se dice sola,
desinteresadamente. Es independiente del tiempo, de los lugares y de las
circunstancias: eternamente verdadera o eternamente falsa.
Por
último, conocer no es engendrar o crear realidad. El conocimiento no añade
ningún pedazo más al patchwork infinito de culturas y
costumbres que es el mundo.
2.
Leo que Diógenes (el cínico) fue
capturado en el curso de un viaje por mar cerca de la isla de Creta y ofrecido
en un mercado de esclavos. “¿Y tú para qué sirves?”, le preguntó su subastador.
“Para gobernar”, le respondió Diógenes desafiante. ¿En qué sentido un filósofo
-o más bien la filosofía- sirve para gobernar?
La
filosofía es un “aprendizaje de la muerte” dice Platón en el Fedón (el
diálogo platónico sobre el alma): muerte del cuerpo para que pueda pensar la
mente pura. Silencio mortal de las opiniones y los sentidos
para volvernos capaces de abstracción. Esto es, de pensamiento.
No
hay diferencia esencial entre conocer y gobernar. La razón teórica conoce. La
razón práctica hace o gobierna. Decidir libremente es decidir
independientemente de lo que opine o desee cada cual. Actuar libremente es
“actuar por deber”, explica Kant, es decir “actuar necesariamente”. Hacer lo
que debe-ser, lo justo. Ser libres es querer que nuestros actos sean leyes:
actos de nadie, es decir necesarios.
Libertad
es esta independencia del contexto. Lo
que ha de hacerse en cada situación no depende de la situación misma. Sólo
tomando distancia con respecto a ella –abstrayendo- podemos hacer lo que debe hacerse.
De otro modo, no hay acción libre, sino repetición de alguna costumbre
interiorizada, obediencia a algún mandato oculto (de nuestra familia, de
nuestra clase social, de nuestra identidad sexual). Ecos del mundo.0
Se
gobierna, pues, desde un lugar vacío (que ha tenido diversos nombres en la
historia de la filosofía: “cielo de las ideas”, “ahí del ser”, “grieta”,
“nada”). No se trata exactamente de un lugar físico, aunque se ha buscado
instituir (el centro de la asamblea griega o meson, el Parlamento
en la modernidad). Es el lugar de las leyes, el lugar de lo universal y
necesario.
Gobernar
–exactamente como conocer y por las mismas razones- no engendra o crea
realidad, no añade ningún jirón más al patchwork infinito de
posibilidades humanas, sino que encaja lo que es con las exigencias del
deber-ser.
En
resumen, gobernar es 1) arrancarse los ojos o aprender a morir (porque lo
sensible induce a error), 2) deducir y proyectar lo que debe hacerse (lo justo)
y 3) finalmente, aplicarlo sobre la realidad, doblegando el ser a lo que
debe-ser. Enderezar la realidad, ponerla derecha (en estado de Derecho, en
estado de Ley).
3.
El paradigma del gobierno ha
modelado de cabo a rabo nuestro imaginario occidental: para lo mejor (por
ejemplo, la declaración de los Derechos Humanos) y para lo peor (esa voluntad
de convertirnos en “amos y dueños de la naturaleza” enunciada por Descartes y
que hoy esquilma el mundo).
También
la transformación revolucionaria, la construcción de una nueva sociedad, se ha
pensado (y practicado) desde este paradigma. Y es en este aspecto concreto en
el que quiero detenerme ahora aquí.
Desde
el paradigma del gobierno, la acción revolucionaria consistía en:
-uno,
abstraer y modelizar. Deducir teórica o especulativamente lo que debe hacerse
(el Plan, el Programa, la Hipótesis), “arrancándose los ojos” para ello, es
decir poniendo entre paréntesis lo que hay (el mundo tal y como es, las
prácticas ya existentes) porque induce a error (nunca está a la altura del
deber-ser, siempre le falta algo).
-dos,
aplicar y forzar. Llevar a cabo, pensar estratégicamente y disponer los medios
según los fines, empujar lo que es hacia lo que debe-ser, combatiendo para ello
sin tregua contra los mil obstáculos que siempre aparecen en este camino: la
realidad y su tozuda tendencia a desviarse de la línea correcta, los rivales
que tienen otra idea de lo que debe-ser, la plebe que se obstina en seguir
mirando con sus propios ojos, etc.
4.
El Partido de masas ha sido
seguramente el dispositivo por excelencia del paradigma del gobierno en el
siglo XX: el lugar vacío, el contexto cero, el ojo de la mente pura desde donde
gobernar la realidad. A la cabeza, los teóricos y los intelectuales capaces de
arrancarse los ojos y separarse de sí mismos para pensar, los estrategas y los
planificadores que “ven más amplio y más lejos”. Más abajo, las masas
encargadas de aplicar y de forzar, los cuadros y los militantes responsables de
aterrizar las ideas y empujar la realidad.
Sólo
juntos, en el Partido, somos libres: capaces de pensar, hacer y decidir por
necesidad, independientemente del tiempo, los lugares y las circunstancias.
Sólo juntos, en el Partido, nos sustraemos al contexto e imponemos una voluntad
al mundo: hacemos Historia. Sólo juntos, en el Partido, nos volvemos capaces de
un verdadero desinterés y actuamos como instrumentos puros de lo que debe-ser,
de lo justo. La idea-fuerza del Partido, a la vez magnífica y terrible, ha
marcado a fuego el siglo XX.
Hoy
en día, los partidos ya no tienen seguramente la importancia política, cultural
y existencial que tuvieron en su día, convertidos en máquinas puramente
electoralistas y subordinadas a las exigencias de la sociedad del espectáculo.
Pero su sombra es alargada: la acción política se sigue pensando generalmente
como un tipo de intervención que viene desde el exterior; la estrategia, como
un ajuste fino entre los fines y los medios; el activismo, como aquella fuerza
del voluntad que empuja lo que es hacia lo que debe-ser; la temporalidad
política, como un tiempo siempre en diferido: un perpetuo aplazamiento, nunca
una plenitud presente, etc. Se puede tener un partido incrustado en la cabeza y
en el corazón aunque no se milite en ninguno.
Fugarse
del paradigma del gobierno es abrir una bifurcación urgente y deseable. No
simplemente por razones de “eficacia” (habría que pensar bien en qué consiste
la eficacia en este paradigma). La necesidad viene de otro lado: actuar en el
paradigma del gobierno consiste en poner entre paréntesis los mundos sensibles,pero
es justamente ahí donde laten las potencias capaces de modificar el estado
de cosas. El paradigma del gobierno es un tipo de mirada que quema y
desertifica las situaciones donde germinan los posibles que pueden cambiar el mundo.
Al partir del vacío, es el vacío lo que siembra en el mundo; al partir de una
carencia y de una falta, es carencia y falta lo que extiende por todos lados.
Nos insensibiliza hacia lo que tendríamos que aprender a sentir y nos presenta
como objeto de control (donde se aplica la línea correcta) lo que tendríamos
que aprender a habitar.
El
paradigma del habitar
5.
Vamos a llamar “paradigma del
habitar” a otra sensibilidad, otra mirada sobre la realidad y otro modo de
hacer que:
-en
lugar de hacer el vacío (o arrancarse los ojos), consiste primero en percibir y
“creer en el mundo” como pedía Deleuze;
-en
lugar de proyectar lo que debe-ser, consiste en detectar y entrar en contacto
con los puntos de potencia (energías, fuerzas, intensidades) que ya están ahí;
-en
lugar de aplicar leyes y forzar-doblegar la realidad, consiste en cuidar,
acompañar y favorecer los distintos puntos de potencia.
6.
Creer en el mundo. Descubrimos
lo real poblado de líneas de fuerza. Ni vacío, ni “lleno” (saturado, ordenado, completo).
Nos descubrimos a nosotros mismos afectados por algunas de ellas. Nos dejamos
afectar por otras nuevas, educando una disponibilidad, una apertura…
Partimos
de lo que hay, no de lo que debiera haber. Lo que hay puede ser una inquietud,
una pregunta, una intensidad, un dolor o un sufrimiento (no asociemos
demasiado deprisa la potencia con la “alegría” y “lo bueno”). En cualquier
caso, se trata de una fuerza que da lugar, nos pone en movimiento y nos
hace hacer.
Partir
de lo que hay es, en cierto sentido, una decisión no-libre. Es partir de algo
no elegido, ni conquistado, sino de algo que nos pasa (en
primer lugar por el cuerpo, como vibración o afecto). Algo tal vez
involuntario, incluso “sufrido” o “pasivo”, una presión.
La
libertad en el paradigma del habitar no consistiría en la independencia del
contexto, como esa libertad que alabamos en un juez neutral, un periodista
imparcial o un hombre autosuficiente. Tampoco en el gesto heroico o audaz
gracias al cual le damos la vuelta a la situación y le imponemos nuestra
voluntad, sino más bien en un cierto saber-hacer con lo que nos hace.
(Hay quien propone pensar esa imbricación profunda de dependencia y potencia
como el principio de una política en femenino, mientras que la relación
estrecha entre independencia y poder sería la marca mayor de una política
masculina, viril).
Ni
arrancarse los ojos, ni aprendizaje de la muerte, sino volver a “creer en el
mundo” como lo que tenemos precisamente a la vista (o en la yema de los
dedos...). Hacer de eso que pasa y nos pasa un principio de
vida y acción.
7.
Detectar las potencias.
En lo que vivimos, hay intuiciones que se pueden desarrollar, pequeños detalles
que permiten ver todo distinto, encuentros cuyos efectos es posible prolongar.
Son como olas capaces de transportarnos, sistemas de madrigueras, energías
conmutables. Quiero decir: en cada situación hay un principio de
movilidad (o muchos). No es verdad que partir de las situaciones
-depender de ellas- nos vuelva ecos pasivos del mundo. En la materialidad de
cada situación hay un potencial capaz de llevarnos más lejos. Podemos
detectarlo, escucharlo, atenderlo, entrar en contacto y dejarnos llevar.
¿Cómo?
Dos indicaciones. Por un lado, hay que darse tiempo. Darse tiempo
para ver, sentir, pensar o impregnarnos de la potencia desconocida de una
situación. Librarse de la impaciencia, de la insatisfacción constante hacia
todo que es el afecto que domina nuestra relación con las cosas en el paradigma
del gobierno. Darnos tiempo para aprehender los posibles que nacen o se abren.
Por
otro lado, se trata de inventar dispositivos de intensificación para
ver-sentir más y mejor lo que hay. “Filmar para ver” es el sugestivo título de
un libro del director Jean-Louis Comolli sobre cine. La sensibilidad no es un
dato natural, no se trata aquí de ninguna oposición entre naturaleza y
artificio. Necesitamos toda clase de artificios y disciplinas que recreen
nuestra mirada, refinen nuestra sensibilidad, afilen nuestra atención hacia lo
existente. La transformación social es indisociablemente política y cultural.
8.
Acompañar las situaciones. La potencia no crece sola, hay que
elaborarla y expandirla. Elaborar significa dar vía y
continuidad (con imágenes, con gestos, con palabras, con consignas de acción) a
una determinada intensidad que nos atravesó. Expandir significa
acompañar la potencia e incrementarla, llevarla hasta donde podamos,
compartirla o generalizarla, reconvertirla o transformarla. Porque lo que
simplemente se conserva, se extingue y muere.
Aquí
también es una cuestión de dispositivos concretos. Sabemos que hay dispositivos
malos conductores de la energía: la bloquean al canalizarla muy rígidamente
suponiéndole un autor, un origen, un propietario, un patrón, unos cauces o
caminos obligatorios, etc. Son las instituciones del paradigma del gobierno,
empeñadas en "enderezar" la realidad. En cambio, los dispositivos
buenos conductores de la energía son aquellos que la dejan pasar:
regiones de tránsito y no acumuladores. Y la relanzan, prolongan
sus efectos e inducen nuevas metamorfosis: transformadores y no
estabilizadores.
9.
El paradigma del habitar parte de
la pluralidad y autonomía de las situaciones(precisamente el "tiempo, los
lugares y las circunstancias” que sobrevuela el paradigma del gobierno).
En
y desde el paradigma del gobierno, las situaciones concretas no tienen sentido
o valor en sí mismas, sólo en referencia al Plan Estratégico que les da unidad,
sentido y dirección. La diversidad infinita de las situaciones se percibe como
un obstáculo: “fragmentación”, “dispersión”. Su potencia intrínseca (lo que
cada una puede generar, crear, dar lugar) se desdeña y desatiende: su razón de
ser está fuera de ellas mismas (son partes de un todo, medios para fines). Es
lo que se llama “lógica transitiva” por la cual A no tiene más sentido y valor
que el de llevarnos a B. Sentido siempre diferido, exterior, in
absentia.
El
Partido de masas arraiga en las distintas situaciones (“frentes” o “sectores”),
pero no deduce de ellas lo que debe hacerse (¡sería un error óptico!), sino
desde una estrategia global y de conjunto. Los militantes de partido aplican,
en las situaciones concretas, las respuestas generales. El militante es de
hecho este ser siempre escindido dolorosamente: inmerso en los distintos
contextos (el barrio, la fábrica), pero sin pensar desde ellos (creer, detectar
y acompañar), sino desde Otro Sitio.
Se
gobierna desde el cielo, homogéneo y vacío. Se habita en la tierra, poblada y
múltiple. En y desde el paradigma del habitar, no hay nada más que el
infinito de las situaciones concretas. Cada una de ellas tiene el centro de
gravedad en sí misma. No sirven o remiten a otra cosa, ni son personajes en una
obra que Otro escribió. Crean sentido, no lo reciben. Y no les falta nada,
salvo tal vez atención, tiempo, cuidado y deseo.
10.
¿Estamos condenados, al asumir la
multiplicidad y la autonomía de las situaciones como potencias y no obstáculos,
a la “fragmentación” y la “dispersión”?
Es
la alternativa que se nos propone desde el paradigma del gobierno: “o yo o el
caos”. O el Partido –el cerebro de un cuerpo- o la babelización y la entropía.
En y desde el paradigma del habitar, podemos reimaginar el problema de la
“organización” (y todos los demás: la estrategia, la temporalidad, la
disciplina, el compromiso, etc.) desde otro sitio, fuera de esa alternativa: en
este caso, como tejido artesanal de potencias situadas.
Hay
que afirmar primero lo siguiente: en la piel del habitar (en el conjunto
infinito de las situaciones) existen ya mil articulaciones. La piel
es eso. Pero cuando sobre la realidad se superponen las ideas de organización
del paradigma del gobierno (la “acumulación de fuerzas”, el “frente de masas”),
esas articulaciones quedan invisibilizadas, negadas, desatendidas. De nuevo: lo
que se ve no es lo que pasa, lo que pasa es lo que debería pasar.
En
la tienda de campaña o el búnker (los “lugares vacíos” de la estrategia y la
guerra) los generales alucinan sobre un mapa los movimientos de sus tropas.
Perono hay tropas, no hay mapa, no hay generales, no hay tienda de campaña.
Existe sólo una maraña de relaciones sin centro, un ensamble nunca fijo de
miles de articulaciones de piezas singulares.
Mil
articulaciones singulares que se tejen artesanalmente (una a una) y desde
dentro, es decir, a partir de corrientes de simpatía.
Mil
articulaciones que no remiten a un centro ordenador o a un relato unificador,
sino en todo caso a ficciones comunes que funcionan como
lentes de aumento y amplificadores de lo que hay.
Mil
articulaciones entre las que no se puede reconocer el polo activo y el pasivo
(intelectuales/masas, núcleo irradiador/pueblo). Los agitadores de la
piel son parte de la piel misma, polarizaciones provisionales de su
fuerza, liderazgos situados, concretos e internos.
Si
el Partido es un dispositivo de filtramiento y exclusión (qué trozos
seccionados de la realidad son "verdaderos", es decir, "sirven
al Plan"), desde el paradigma del habitar se trata sobre todo de engendrar
y crear realidad, añadir más y más pedazos al patchwork infinito
de posibilidades que es el mundo común, multiplicar las relaciones y las
conexiones.
Dicho
más concretamente: extender y hacer más densa, más rica y más compleja la
telaraña de la autoorganización. Habitar plenamente. Poblarlo todo.
(Fuente: www.eldiario.es)
** Como
todos mis textos, esto que has leído es un patchwork de
intuiciones, citas y autores tejido amorosamente. Las influencias más fuertes
aquí son:
Para
todo lo que tiene que ver con el paradigma del gobierno, mi referencia absoluta
es la obra entera (y las clases que tanto disfruté) de Carlos Fernández Liria.
Quizá puede señalarse en concreto: “¿Para qué
sirven los filósofos?”
Sobre
el paradigma del habitar, las cinco aportaciones más importantes que se
encuentran zurcidas aquí son:
-Diego
Sztulwark y Miguel Benasayag: Política y situación. De la
potencia al contrapoder.
Y
por supuesto las conversaciones con los amigos: Raquel, Susana, Pepe, Jacobo,
Manuel, Juan, Marta, Diego...