El día de las pibas // Diego Valeriano
No es una mujer palestina,
pero sufre la ocupación territorial de la policía y de los pibitos que como roban
se creen grandes y machos. Ambos con sus fierros y sus pijas desenfundadas. No es
una estudiante heroica, jamás podría tomar el Nacional, quiere terminar la
secundaria con el FinES en una Unidad Básica que está a dos cuadras. Y en una
de esas puede conseguir laburo en algún lugar
mejor.
Es perseguida
desde antes de tener tetas. Sufrió el abuso del padrastro, la complicidad de la
madre, el silencio de las hermanas mayores, la risa traidora de los hermanos. El
vecino le muestra la pija desde que ella recuerda, el vecino envejece a fuerza
de falopa y escabio, pero sigue ahí con su pija en la mano.
Nada heroico se
asoma en ella. No hay lucha política en pintarse para ir a bailar, en clavarse
el shorcito en acomodarse el escote, tomarse el tren y juntarse con sus amigos en el obelisco a escabiar,
siempre con el cuidado suficiente de no ser violada por alguien si queda hecha
un despojo. No es una comandante del EZLN, no es Ramona, no es reivindicada por
nadie un 8 de marzo. En la jungla está sola, ella y su cuerpo.
A sus 14 tiene
más vida sexual que la psicóloga que da el taller de sexualidad en el centro
comunitario. Más conocimiento real de la justicia que el trabajador social que
la citó al servicio social de la municipalidad. Más saber sobre política que la
piquetera con el pañuelo palestino que anda dando vueltas en algunas fotos.
Y ahí va con su
cuerpo, con su deseo, con su placer. Con la certeza de lo que un cuerpo puede a
pesar de lo sufrido. Fiesta, viaje y consumo. Es permeable a cada mirada, crece
con ellas, se fortalece, su poder interior se expande. Tiene el poder de la
esponja. Camina y va acomodando su cuerpo a los horrendos gestos de aprobación
que recibe de los otros. Con las miradas deja las frustraciones y tristezas
bien atrás. Lejos de cualquier aplanamiento de su vida en un fetiche amoroso,
este tipo de curiosidad expande su práctica hacia una multiplicidad de figuras
corpóreas, para encontrar allí su tránsito hacia una pequeña trascendencia.
Ninguna piba nace heroína, es solo un transitar.