Pase Libre: el regreso // Spensy Pimentel
(Traducción:
Ernenek Mejía)
Después de
un año en que las manifestaciones en las calles de Brasil fueron marcadas por
la derecha – con los movimiento de los llamados “Coxinhas” –, 2016 comenzó con
la protestas del Movimiento Pase Libre (MPL) en la ciudad de São Paulo contra
el aumento de la tarifa del metro, decretado por el gobierno del estado (del
Partido de la Social Democracia Brasileña) y de los camiones, autorizado por el
gobierno municipal de la ciudad (del Partido de los Trabajadores).
Las
movilizaciones no han alcanzado, hasta el momento, el tamaño de 2013, cuando –
literalmente – una increíble serie de manifestaciones convocadas por el MPL
consiguió revertir el aumento del trasporte público, abriendo la caja de
pandora brasileña y movilizando a cientos de miles en todo el país.
A partir de
aquel momento, se comenzaron a ver en las calles todo tipo de demandas, desde
aquellas emanadas del centro desinformado y despolitizado, hasta las de una
derecha fascista y francamente golpista. El apoyo y solidaridad llegaron al
explicitar la irracional brutalidad de la represión policíaca contra las
manifestaciones del MPL en lugares como São Paulo y Rio de Janeiro. Como la
violencia fue dirigida incluso contra los periodistas, los cuales comenzaron a
ser sistemáticamente atacados por la policía, fue imposible para las grandes
empresas de comunicación ignorar los hechos. Ir a las calles dejo de ser algo
“feo”, o “cosas de vándalos”, y comenzó a ser socialmente aceptado e incluso de
moda, criándose la figura del “manifestante pacificó”, en oposición a los
“transgresores” o adeptos a las tácticas del “black block”.
Mucho se
dijo en las redes sociales, en los medios de comunicación y en el medio
académico para explicar lo que cambió en el país desde junio de 2013. Sin
embargo las manifestaciones de enero de 2016 muestran que, en su esencia, el
debate que busca el MPL continua vigente, y olvidado.
En primer
lugar, las protestas permanecen atrayendo público por los mismos motivos de
2013. El establishment en São Paulo muestra sus nociones inauditas de
ciudadanía y de política al reprimir con bombas lacrimógenas, macanazos y balas
de goma a estas manifestaciones, alegando que el MPL debería discutir con la
policía los trayectos a seguir antes de iniciar las marchas. En los medios
locales, incluso hay comentaristas que defienden que el gobierno debería criar
una especie de “marchodromo”, un lugar para las protestas no interrumpir el
tráfico.
No es tan
sorprendente, si consideramos que algunos meses atrás los grupos de derecha,
llamados de “coxinhas”, salieron a la calle en domingo para evitar ser
confundidos con las movilizaciones de los “vándalos” de izquierda que sucedían
unas semanas antes. Verdad que el PT, hoy, está muy lejos de un Allende, pero
las manifestaciones recuerdan a las protestas de 1973 de la clase media en
Santiago, como se ve en el documental “La Batalla de Chile”: no eran pocos los
“buenos ciudadanos”, vestidos con los colores de la bandera nacional, que
abrazaban a los policías para tomar selfies. La policía y los medios de São
Paulo saben muy bien a quien deben golpear y a quien deben respetar. El rojo en
la ropa, o el negro en la piel, son ambos un pase libre para los macanazos, las
balas y el lacrimógeno.
Paradojicamente,
la ciudad de São Paulo, con sus más de 8 millones de automóviles (1 para cada 2
habitantes, el doble de la media nacional), vive grandes embotellamientos hace
años. Sin embargo, se niegan a detenerse para discutir y cambiar esta realidad
con restricciones a los carros y el incentivo al trasporte público. La paranoia
es de tal magnitud que hasta la recientes ciclovías implantadas por el
municipio, al ser pintadas de rojo, llevaron a algunos a la hipótesis de
tratarse de propaganda comunista.
Y, en cuanto
ese debate púbico de alto nivel continua, las propuestas del MPL para el
trasporte público permanecen fuera de la agenda de los gobiernos y de los
medios de comunicación. La principal idea es la de Tarifa Cero – el trasporte
público no sería pagado por el usuario final, sino que por los impuestos (como
sucede con la salud y la educación pública en Brasil). Tanto la derecha como la
izquierda partidaria simplemente se alejan de esta hipótesis como algo absurdo
y prefieren continuar pagando subsidios a las empresas, así como concediéndoles
aumentos periódicamente.
El gobierno
de São Paulo no da lugar a dudas: hace dos décadas en el poder, el Partido de
la Social Democracia Brasileña (PSDB) hizo del estado el principal bastión del
llamado Tucanistán (el símbolo del PSDB es un Tucán), una nación imaginaria que
reuniría a los estados gobernados por este partido en el centro-sur de Brasil.
Las marcas de este país son inconfundibles: privatizaciones, detenciones
masivas y una policía que mata a jóvenes negros de forma común.
Por su lado,
el Partido de los Trabajadores, que gobierna el municipio de la capital del
estado de São Paulo desde 2013, ya tuvo días mejores. Por ejemplo, Lucio
Gregori, el autor de la propuesta de Tarifa Cero adoptada por el MPL, fue
secretario de trasportes en el primero gobierno del PT en la ciudad, entre 1989
y 1992.
El Pase
Libre (o pase gratuito) propone acabar con el nudo gordiano del trasporte
público en São Paulo. Sin embargo, como en prácticamente todo Brasil los
partidos políticos son mantenidos por las amplias donaciones de empresas–
legales e ilegales, no importa –, es poco probable que ellos endosen este tipo
de propuestas, ya que sería como si en Estados Unidos se adoptaran medidas por
los partidos contra la industria bélica o petrolera. La política autonómica
practicada por movimientos como el MPL rompe no únicamente con los partidos
políticos, como también con toda una red de intereses que impiden cambios
efectivos en la sociedad.
Como algunos
productos industrializados, los partidos políticos, exhiben ya hace algún
tiempo una especie de “marca fantasía” – sus siglas ya tienen poco o nada que
ver con el contenido de sus propuestas y prácticas. El MPL, hoy, vuelve a
movilizarse alrededor de una agenda simple y objetiva: ¡pase libre, pues!
Ya era hora
de que la política volviera a ser tan simple.
Les guste o
no la propuesta, ella está aquí para ser debatida. El enorme incómodo y
desconcierto de los políticos tradicionales, así como de los medios de
comunicación frente a esta idea es una señal de que hay algo importante que
pensar…
La forma
como los partidos en Brasil han conducido debates como éste no convence a una
parte creciente de la población. La derecha simplemente ignora grupos como el
MPL, por juzgarlo enemigo: el gobernador de São Paulo recientemente dijo que el
movimiento debería protestar contra el aumento de las tarifas eléctricas,
promulgada por el gobierno federal (PT), y no en contra del aumento del
trasporte . Mientras tanto el PT, ante los reclamos del MPL, prefirió… ¡crear
su propia agenda! Ciclovías y carriles de bus, entre otras medidas.
Es como si
no hubiera ninguna posibilidad de comunicación con el público para medir la
aceptación de la propuesta. No se considera la posibilidad de convocar un
plebiscito o referéndum. Los partidos prefieren trabajar con herramientas de
marketing político, la evaluación de la “aprobación” de las medidas que
practican desde encuestas localizadas. Y así, expresiones como “reforma
política”, panacea de los males de la democracia representativa, siguen como mera
retórica vacía en el Brasil contemporáneo.