La Tablada: “A la izquierda le faltó voluntad de sentarse a discutir lo que nos llevó al asalto del cuartel” // Verónica Gago y Diego Sztulwark
Con motivo del 25 aniversario
de la acción de la toma del cuartel de La Tablada aparecieron varias notas
periodísticas, y se acumulan ya algunos libros e investigaciones. Más
allá del juicio de valor que nos pueda merecer tal o cual reflexión, lo cierto
es que siempre se privilegia la reflexión sobre los años setentas y sus
protagonistas (sobre todo la figura de Enrique Haroldo Gorriarán Merlo); o bien
se intenta comprender las cosas desde la óptica de la ideología de la
democracia y del papel del gobierno de Alfonsín, asuntos estos sobre los que ya
iremos conversando. Pero lo que realmente nos interesa es comprender -y por
donde quisiéramos comenzar esta entrevista- es cómo se fue dando la trayectoria
-tuya y de tus compañeros de entonces-. ¿Podes contarnos algo de las
discusiones militantes que tenían entonces quienes compartían con vos las
derivas militante de tu generación, digamos, tus compañeros que estaban en
torno a los veinte años y que se proponían la cuestión de la revolución en
aquel enloquecido (y enloquecedor) año 89? ¿Cómo recodas tus lecturas
militantes de aquellos años? ¿Cómo fue que decidiste entrar al MTP?
Joaquín Ramos: Me incorporé a la militancia
en el centro de estudiantes de la secundaria donde caí a la vuelta del exilio.
En mi caso, a pesar de venir de una familia peronista y militante, empecé a
militar como reacción al autoritarismo de la escuela de aquella época, más
concretamente porque me hicieron cortar el pelo. En los últimos años de la
dictadura ya había grupos de jóvenes que militaban y que una vez que volvió la
democracia se volcaron a la lucha por profundizarla, por generar espacios de
mayor participación popular y por expulsar al fascismo que habitaba (y aun
habita en muchos ámbitos) en nuestra sociedad.
Fue una época muy confusa, la postura
oficial sobre los 70 era la teoría de los dos demonios que promovían los
radicales. Los peronistas estaban entre los mariscales de la derrota (los
viejos políticos del PJ y la burocracia sindical más dura) y la Renovación, que
no era ni chicha, ni limonada. En el medio miles de jóvenes buscando cómo
participar, buscando explicaciones a lo que había pasado en el país, buscando
cambiar de alguna manera un poco difusa, el país que nos había tocado.
La información era mucho menor, la
sensación era de soledad en un punto pero era soledad de muchísimos buscadores,
de muchísima participación. De hecho ni siquiera hoy se producen las
manifestaciones que hacíamos nosotros y los centros de estudiantes tan
numerosos.
Muchas actividades de esa época estaban
orientadas a conseguir información tanto de lo que pasaba afuera como de
nuestro pasado. No había desde ningún lado un discurso distinto al oficial (o
el alternativo era aún peor que la teoría de los dos demonios, todavía había
gente que decía que los desaparecidos estaban en Europa etc.). Hay que pensar
que en esa época los que rescataban a los desaparecidos mayormente lo hacían
como víctimas (incluso se hablaba de víctimas inocentes) y no como militantes.
Nosotros tomábamos las escuelas,
cortábamos las calles y no había un sector del periodismo que nos apoyara o nos
diera espacio para expresarnos, o nos ignoraban o se tiraban en contra. Las
redes sociales no existían y había unos pocos programas progres que fueron desapareciendo rápidamente hasta solo sobrevivir
el de Aliverti.
En los primeros tiempos la discusión
siempre fue por profundizar la democracia, incluso dentro de los partidos.
Recuerdo los compañeros de la Fede entusiasmados con el 16 congreso de PCA que
supuestamente democratizaría el partido.
La realidad era que, en lugar de avanzar, la democracia se achicaba.
La militancia social o gremial tenía un
techo en mi opinión y después de mucha búsqueda (recuerdo reuniones en muchas unidades básicas, con grupúsculos en
formación, con gente grande que armaba sus propias orgas) caí en la revista Entre todos. Y fue un proceso natural
terminar fundando el MTP. Fue la sensación de haber encontrado EL lugar que
había estado buscando. La revista, primero, fue un espacio de reflexión y luego
un movimiento político en el que militar que respondía preguntas fundamentales
para mi hacia adelante y hacia atrás, hacia la reflexión sobre los 70.
Las discusiones entre los militantes eran
variadas pero giraban mucho en torno al tema de la deuda externa, los derechos
humanos, la propia organización, la violencia política de los 70 etc.
Con algunos compañeros discutíamos el tema
de la revolución, sobre todo a raíz del triunfo sandinista pocos años atrás y
sobre cómo sería en Argentina. No existía aun la sensación de que la revolución
podría tomar una forma distinta a la armada, o de que era imposible. Había
muchas interpretaciones sobre cómo sería o cuánto faltaba para eso y cuáles
habían sido los errores de las organizaciones armadas. Ya hacia el interior del
MTP hablábamos de una revolución más insurreccional que guerrillera, de los
parecidos que iba a tener con la nicaragüense (el tema de mantener la
democracia y cierto tipo de propiedad privada etc.). También se hablaba del
proceso que había iniciado la URSS y hacia dónde iban o cuáles habían sido sus
errores. Las discusiones de hacia dónde iba el campo socialista eran muy
interesantes. Se había realizado un festival de la juventud en Moscú y encuentros
por la deuda externa en La Habana y todos traían algo que contar, algún
detalle. Por supuesto nos sentíamos más cerca de las revoluciones
latinoamericanas que del bloque oriental. Pero hablábamos muy en abstracto, no
mucho más allá del momento del triunfo.
La toma del cuartel de La
Tablada por parte del MTP ha sido un fenómeno tan impactante, en su momento,
como inexplicable (entonces y ahora) para la izquierda y para la sociedad. A 25
años de la ocupación del cuartel, y desde el punto de vista del sentido de
aquella acción, por parte de un grupo de militantes políticos que formaban
parte de la tradición revolucionaria argentina y latinoamericana, ¿qué es lo
que te parece que falta decir, narrar, desarrollar, explicar, clarificar en
relación a las versiones y relatos que han circulado?
JR: Por un lado creo que faltó voluntad de escuchar lo que teníamos que
decir al respecto. Están quienes pensaban que habíamos sido engañados y solo
querían escuchar eso: conspiraciones increíbles con el Coti Nosiglia, carne
podrida etc. Esta versión era la mas amable pues nos consideraba compañeros
engañados (y un poco tontos también). Hay otro sector que solo quería escuchar
una autocritica sanguinaria en la que nos cortáramos las venas y renunciáramos
a todo lo que pensábamos. Así que me parece que desde la izquierda ha faltado
voluntad de sentarse a discutir, con la mente abierta, lo que nos llevo al
asalto del cuartel. Negar la posibilidad de discutir la acción a militantes
populares como nosotros nos dejaba en una situación de cierta “indefensión” y
nos aísla del resto del campo popular (por llamarlo de alguna manera).
Por nuestro lado, faltó la voluntad de hacer una autocrítica
(que no es lo mismo que arrepentirse y es una tradición muy loable de la
izquierda revolucionaria) y de contar, de una vez por todas, la verdad de lo
que nos llevó a La Tablada. Gorriarán dio un cierre unilateral en el que no
decía demasiado (pudimos habernos equivocado, pero fue con buena voluntad) y
muchos compañeros han descansado en eso evitando, lo que yo creo que es una
responsabilidad militante, dar más explicaciones sobre lo que hicimos.
Entonces, es una situación en la que unos no escuchan y
otros prefieren no hablar. La versión dada por el Pelado no se sostiene y era
cuestión de analizarla para darse cuenta qué faltaba y cómo rellenar los huecos
que no se mencionaban. Ese fue el caso de Claudia Hilb que elaboró un documento
y es la primera persona que se hizo preguntas políticas sobre la acción como: ¿qué
significaba ganar para los militantes del MTP? Claudia saca algunas
conclusiones con las que no estoy de acuerdo, pero rescato esa voluntad de
discutir.
En mi caso particular hace años que he decidido decir la
verdad y hacer una valoración política del hecho (véase
acá)
Con la recuperación del
cuartel por parte de las fuerzas armadas, ¿cuál fue el papel jugado por el
gobierno y por el presidente Alfonsín? ¿Y cuál el de las FFAA? ¿Qué ha pasado
con las denuncias por torturas y desapariciones?
JR: Si la pregunta se refiere a la teoría ridícula de que
los radicales, o por lo menos una parte, tuvo que ver con el asalto, la
respuesta es nada.
El gobierno de Alfonsín, cuando ocurrió La Tablada,
estaba en franca retirada. Llevaba cediendo a los militares desde la
sublevación de Semana Santa. Alfonsín fue a la Tablada cuando terminaron los
combates, con lo que quizás ayudo a que no nos mataran a todos, pero eso no
impidió que ese mismo día los militares hicieran desaparecer a dos compañeros
(el lunes habían desaparecido otros dos y habían rematado a todos los
compañeros que se rindieron).
Alfonsín nos vio en el lugar donde estábamos siendo
interrogados (no nos torturaron en su presencia) desnudos y tirados en el suelo,
y luego declaro que nos vio bien, sentados en sillas y que estábamos un tanto
nerviosos como era natural… (podemos decir que fue el mismo comportamiento que
durante casi todo su gobierno. Hizo cosas que no alcanzaban y que terminaban dejando
disconforme a todo el mundo).
En cuanto a las causas por violaciones de DDHH, no ha
avanzado ninguna y nos costó muchos años descubrir qué compañeros permanecían
desaparecidos, ya que nos faltaban compañeros, pero había cuerpos sin
identificar. Nos pusieron todas las trabas imaginables para llegar a esa
información y al esclarecimiento de cualquiera de las muchas violaciones a los
derechos humanos ocurridas en el cuartel.
Hoy hay algunos compañeros que están impulsando las
causas por los desaparecidos que son: Carlos Samojedni, Francisco Provenzano,
Iván Ruiz y José Díaz
¿Te animás a hacer un
retrato de Gorriarán? Seguro no se te escapa que hay visiones opuestas sobre él
en el país: quienes lo acusan de servicio y quienes los mitifican como una
suerte de Guevara en la Argentina. ¿Cómo evalúas su responsabilidad durante y
después de La Tablada?
JR: Primero, una aclaración que debería ser innecesaria: no
era servicio, ni agente doble, ni nada que se le parezca. Para mí, el Pelado
tiene varios momentos. Como dirigente revolucionario, internacionalista, autocrítico
con la experiencia de los 70, pero no
arrepentido y con voluntad para seguir luchando adaptando la idea de la
revolución a las nuevas épocas que se habrían en el ‘83 (de ahí el surgimiento
de MTP) y otro, post Tablada, en el que me parece que no estuvo a la altura.
El Pelado fue un militante revolucionario con sus
aciertos y sus errores, con una vida dedicada a la revolución en Latinoamérica.
Y es la misma persona que, luego, no quiso hacer una revisión crítica de La
Tablada, ni asumir su responsabilidad como máximo dirigente del ataque. Como a
la mayoría de las personas, no se la puede juzgar por solo una de sus facetas o
momentos. Hay cierta reivindicación acrítica que me parece que no aporta
demasiado (la otra opinión no merece la pena ni comentarla).
Pero me parece que debió asumir su responsabilidad en lo
que, para mí, fue el error del ataque a La Tablada, haciendo una autocritica
desde el lado de los revolucionarios. Es una pena que un episodio de nuestra
historia, que podía tener una suerte de cierre colectivo (teniendo en cuenta
que tenemos tantos que no) de todos sus protagonistas del lado del pueblo, no
lo haya tenido y eso es, en parte, su responsabilidad.
¿Crees que los principales
trazos del MTP conducían a una acción militar del tipo de La Tablada? Si
te parece que sí, ¿por qué? Si te parece que no, ¿cómo explicás la irrupción de
esa idea y el modo en que pudo concretarse?
JR: Sí y no. Como ya dije, Gorriarán había hecho una
autocritica sobre la violencia en los 70, había evaluado que el tiempo de la
guerrilla en Argentina había pasado. En democracia una acción armada se veía
como un error.
Por otro lado, yo me metí a militar en el MTP pensando en
hacer la revolución, en cambiar el país, y eso siempre estuvo en el espíritu de
una buena parte del movimiento. Se pensaba que las formas habían cambiado, pero
no el objetivo. Por lo que una acción armada como La Tablada era impensable
cuando iniciamos nuestro movimiento.
Después vinieron los levantamientos militares, la
inestabilidad política del gobierno de Alfonsín y la sensación de que se venía
un golpe de estado, que hacen que la Tablada tome un cierto sentido para, por
lo menos, una parte del MTP. No digo que obligatoriamente teníamos que terminar
en la Tablada y tampoco éramos los únicos que veíamos la posibilidad de un
golpe de estado, ni una inestabilidad que pudiera favorecer un cambio revolucionario
en el país.
La acción en sí no se parecía a la imagen que teníamos de
lo que iba a pasar, pues hasta el ultimo momento se hablaba de resistir a una
tentativa de golpe e iniciar en ese momento una especie de movimiento
insurreccional que iniciara un proceso revolucionario.
En su momento, la acción de
La Tablada sacudió a la izquierda. Después de la revolución cubana se consolidó
la idea de que el socialismo dependía de una revolución, y esa revolución, de
la lucha armada. Ha pasado mucha agua bajo el puente. ¿Cómo entender La Tablada
en este proceso? ¿Fue una acción revolucionaria en contexto
equivocado, una torpeza o un anacronismo liso y llano, una apelación a la
violencia revolucionaria que se corresponde integralmente con otra época?
JR: Me parece a mí, y es en estos momentos que lamento no
haber podido hacer un cierre colectivo, que fue una acción armada que correspondía a criterios que eran
obsoletos en el momento que ocurrió. En el 89, sin que nosotros, ni la mayoría
de los militantes revolucionarios, populares etc. nos diéramos cuenta, se
estaban operando cambios que llevarían a plantearnos nuevos paradigmas, nuevas
reglas de juego, nuevas cosas que discutir.
Creo que ante una situación de inestabilidad (que,
creíamos, podía derivar en la apertura de un proceso revolucionario) y la nueva
irrupción en la vida política argentina del ejercito (o de una parte) como
factor de poder o como partido militar, hizo que los compañeros que venían de
otras experiencias se refugiaran en lo que ya conocían y plantearan una
respuesta que ya estaba mal en los 70 y que en el 89 estaba completamente
desfasada. Eso es fácil verlo ahora con el diario del lunes (que, por cierto,
es la única manera de aprender cosas de la historia, analizarlas a posteriori)
pero en ese momento no eran tan claras.
De cualquier manera, además de responder con unos
conceptos de los 70 en lo que fue el inicio de los 90, hay factores que no se
respetaron de la propia dinámica o reglas de este tipo de respuesta. Así como
en el 75, contradiciendo cualquier lógica de la conspiración y el accionar
guerrillero, el ERP decide tomar Monte Chingolo sabiendo que era una operación
cantada, nosotros dejamos de lado varias cuestiones que se demostrarían
fundamentales. De ellas, las más importantes en mi opinión son: 1) que las
acciones armadas se deben explicar solas y, si no es así, estás cometiendo un
error. 2) que no se puede iniciar una revolución con una mentira como la de que
fuimos a parar un golpe que se gestaba en La Tablada. No me refiero al engaño
al enemigo para obtener alguna ventaja militar momentánea, sino a justificar
políticamente la acción con algo que no era verdad. Las dos cosas son parte de
la misma y hacen a la primera regla. Si no se entiende lo que haces o no lo
podes explicar legítimamente, estás cometiendo un error.
De cualquier manera, creo que equivocarnos no nos hace ni
más, ni menos revolucionarios. Si no se cometen errores, no se avanza. La lucha
del pueblo no es lineal. Nosotros somos parte de este pueblo y de sus luchas.
Creo que decir la verdad de lo que pasó y transmitir nuestra experiencia es un
deber militante para con las futuras generaciones.