Política partisana contra política de partido
Entrevista al historiador Valerio
Romitelli
Amador Fernández-Savater
¿Podemos ir más allá del modelo de
los partidos políticos? ¿Salir de las pretensiones de hegemonismo de las que
toda organización con forma de partido está inevitablemente poseída? El
historiador Valerio Romitelli encuentra en la lucha de las bandas partisanas
italianas la historia inspiradora de una experimentación política alternativa.
Es la tesis fundamental de su último libro, La felicidad de los
partisanos y la nuestra. Organizarse en bandas (publicado en Italia
por la editorial napolitana Cronopio).
Es
un libro precioso, que se acerca a la historia partisana como si fuera un
depósito de energía que se tratase de liberar para agitar con ella el presente.
Por un lado, mediante un trabajo minucioso de desmontaje de todos los
estereotipos que codifican la memoria y sepultan su energía. Por otro,
enlazando la experiencia partisana con las búsquedas actuales de una política
de emancipación que escape de las lógicas de centralización y representación de
los partidos, que ya han mostrado suficientemente sus límites para transformar
la realidad.
La felicidad de los
partisanos es la felicidad de los pioneros, de los inventores, de
quienes crean modos propios de reapropiarse de su destino, incluso en medio de
las peores condiciones. Si queremos salir hoy de la tristeza política, es
decir de la impotencia para cambiar la realidad y a nosotros mismos con
herramientas obsoletas, necesitamos encontrar empuje, aliento e inspiración en
otro imaginario de referencia. En una historia hecha de intensidades y no de
puros signos. Aquí se inscribe la historia de los partisanos de Romitelli.
Valerio Romitelli (Bolonia, 1948) es
profesor de historia de los movimientos sociales y los partidos políticos en la
Universidad de Bolonia. Ha fundado el Grupo de Investigación de Etnografía
del Pensamiento (GREP) que desarrolla trabajos de investigación en lugares
cruciales de la sociedad como fábricas, escuelas o servicios sociales,
recogiendo y dando valor a las propias palabras y pensamientos de quienes los
habitan. Entre sus últimas publicaciones, señalamos Storie di politica
e di potere (2004) y L'amore della politica. Pensieri,
passioni e corpi nel disordine mondiale (2014). Sobre la experiencia
de los partisanos italianos, ha publicado también L'odio per i
partigiani. Come e perché contrastarlo, en 2008.
Memoria
viva y memoria muerta
1- Lo que te pediría en primer lugar
son algunas coordenadas generales de la experiencia partisana, para situar al
lector español menos informado.
Valerio Romitelli. Cuando se habla de los
partisanos italianos, estamos hablando de cerca de 200.000 jóvenes, en su
momento de máxima expansión, que por iniciativa propia, durante unos 20 meses,
entre septiembre de 1943 y abril de 1945, se constituyeron en bandas armadas (más
o menos coordinadas pero también con fracturas entre ellas, o bien aisladas)
con el objetivo de combatir al ocupante nazi y a los colaboracionistas de la
República de Salò.
Fue un fenómeno que afectó sobre todo
al norte y al centro-norte de Italia, en la medida en que a partir del verano
del 43 los aliados angloamericanos, después de desembarcar en Sicilia,
comenzaron a ascender por la península, si bien de una forma tan discontinua y
dificultosa que Roma, por ejemplo, sólo fue liberada en la primavera del año
siguiente. Todo terminará alrededor del 25 de abril de 1945, con la victoria
política de los partisanos, que lograron salvar la imagen de Italia, antes
fascista, ante los ojos del mundo.
Sin embargo, los partisanos serán
derrotados en el proceso de reconstrucción del nuevo Estado republicano, que
los excluirá de la vida pública. La construcción de la República, que sucedió a
una monarquía que se había comprometido con el fascismo, será de hecho
gestionada por los pactos entre los nuevos partidos y las superpotencias
vencedoras, todos de acuerdo en asignar al Vaticano una importancia que nunca
había tenido en la historia de nuestro país.
2- Lo primero que sorprende al leer
tu libro es descubrir la cantidad de estereotipos que conforman nuestra imagen
de la experiencia partisana: ni se autodenominaba “resistencia”, ni era un
fenómeno puramente militar y ¡ni siquiera tenía como himno la famosa Bella
Ciao! Te quería preguntar qué tipo de percepción fabrican estos estereotipos de
la experiencia partisana, a qué relatos obedecen, de dónde vienen.
Valerio Romitelli. Los partisanos italianos
nacen en el vacío de poder abierto tras el 8 de septiembre de 1943, cuando se
disuelve el gobierno Badoglio, que trataba de firmar un armisticio con los
aliados, y se constituye el régimen colaboracionista de la República de Salò,
con Mussolini al frente pero bajo el control absoluto de los nazis. Los
partisanos no tenían, pues, nada que defender y lo tenían todo por reinventar.
Si se estudian las “fuentes de abajo”
(periódicos, manifiestos, diarios, cartas, etc.), vemos muy claramente que no
emplearon nunca la palabra “resistencia”, a no ser que fuera para aludir a una
simple táctica bélica. Los partisanos se definían más bien como “rebeldes”,
“revolucionarios” y, sí, también como “patriotas”, pero en un sentido
totalmente nuevo, radicalmente antifascista, contra el resurgir de cualquier
residuo del fascismo. Y el reclamo a la patria implicaba también no esperar a
que fuera la invasión aliada la que decidiera los destinos de nuestro país.
Razón por la cual se produjeron importantes desencuentros entre partisanos y
aliados (cuyos bombardeos provocaron, en la Italia de entonces, ¡más muertos
que los de la propia Wehrmacht!).
Para entender situaciones políticas
tan singulares como la de los partisanos italianos, considero este aspecto
metodológico de crucial importancia: hay que partir siempre de las
palabras empleadas por los propios protagonistas. En caso contrario,
se termina por anular la singularidad de estas situaciones de ruptura,
decisivamente innovadoras, reduciéndolas a acontecimientos equivalentes e
intercambiables. Y esto es lo que se ha querido hacer al homologar el fenómeno
de los partisanos italianos a simples variantes de la resistencia europea al
nazi-fascismo.
Es justo lo mismo que, con la guerra
ya terminada, querían los aliados y los partidos renacientes bajo su vencedora
ala protectora. Para ello se ocultó la gran diferencia que existía entre la
Italia completamente renovada por la que habían luchado los partisanos y la
Italia que efectivamente surgió del final de la guerra: una Italia que, si bien
ya no era monárquica, reciclaba a muchos ex-fascistas en todas las
instituciones del Estado, asumía un Vaticano más fuerte que nunca, mostraba una
sumisión extrema a la influencia norteamericana, crecía económicamente pero al
precio de una subordinación política completa, etc. La guerra partisana no fue
simplemente militar, sino que también fue una guerrapolítica para
la renovación del país.
Hoy en día, todo esto queda cancelado
cada vez que se entona la famosa “Bella ciao!”, que ningún
partisano cantó ni siquiera en sueños, pues el tema se compuso después de que
su experiencia hubiera terminado.
3- Otro de los clichés o “ideas
recibidas” que tenemos sobre la experiencia partisana es que se trataba de un
movimiento organizado y dirigido por los partidos políticos, en particular por
el Partido Comunista Italiano.
Valerio Romitelli. Allá por 1943 en Italia
los partidos antifascistas, que habían sobrevivido a veinte años de fascismo,
se demuestran políticamente incapaces tanto de destruir el régimen (que se
deshace solo) como de emprender cualquier cosa en el vacío político que el 8 de
septiembre trae consigo. Lo único que consiguen hacer es participar en parte en
el gran movimiento de formación de bandas de partisanos, un movimiento que,
cierto, es en un primer momento espontáneo, pero que inmediatamente se
estructura y se organiza de un modo completamente singular y diverso. De hecho,
muchas bandas son muy pronto del todo o en parte apartidistas -o lo serán
después-, o bien incluyen a partisanos de distinta orientación política.
Este aspecto se borra en los
homenajes a los partisanos que en realidad sólo pretenden celebrar a los
partidos en tanto que verdaderos protagonistas del renacimiento republicano y
post-fascista del país. Y de ese modo nace la fábula según la cual los partisanos
no habrían sido otra cosa que el brazo armado de los partidos, mientras que
estos últimos habrían sido siempre los mismos, antes, durante y después del
fascismo, y también hoy: siempre los únicos custodios de los italianos buenos,
celosos de la democracia. ¡Se comprende qué beneficio consensual sacan de esta
fábula también los politicastros actuales!
Nada de esto es cierto: los partidos
antes del fascismo eran algo completamente distinto a los partidos después del
fascismo. Los primeros eran autóctonos, mientras que los segundos estaban
condicionados del todo por los juegos diplomáticos de las superpotencias
vencedoras, y se convirtieron luego, a partir de 1992 más o menos, en meras
marionetas movidas por los medios de comunicación y los sondeos de opinión,
completamente al servicio del “mercado”.
En cambio, si partimos de que los que
cambiaron el destino de nuestro país durante la Segunda Guerra Mundial fueron
las bandas partisanas, podremos repensar de manera distinta toda nuestra
historia más reciente.
4- Rescatar la singularidad de la
experiencia partisana es uno de los objetivos más valiosos y preciosos de tu
trabajo. Tal y como explicas, esta singularidad corre el riesgo de verse
anulada por dos tipos de miradas. En primer lugar, está la mirada que
minusvalora la experiencia partisana calificándola de explosión espontánea,
puramente emocional, necesariamente pasajera, pre-política o políticamente
inmadura, etc. En segundo lugar, está la mirada “evolutivo-lineal” que encaja a
los partisanos en una historia política (la del Partido Comunista Italiano) que
nos impide captar la discontinuidad que introducen, la novedad que aportan. En
los dos casos, la experiencia partisana resulta devaluada: sólo tiene valor en
función de -o subordinada a- la experiencia de los partidos. Perdemos así el
contacto con su potencial singular: lo que nos puede decir, lo que podemos
aprender de ella, lo que puede aún inspirarnos.
Valerio Romitelli. En un libro anterior (El
amor de la política. Pensamiento, pasiones y cuerpos en el desorden mundial, 2014)
propuse tratar de entender cuándo y cómo la política funciona de forma experimental, es
decir, de manera completamente distinta al modo conservador y al modo
reaccionario. Para ello, resulta esencial entender cuáles son los “cuerpos
organizados” que se ponen a prueba haciendo política. Los partidos modernos
(nacidos a partir del modelo socialdemócrata entre los siglos XIX y XX,
primero, y del bolchevique vencedor del Octubre de 1917 en Rusia, después)
aparecen entonces como grandes figuras de la época, alternativas a la Iglesia,
a los ejércitos, a los Estados, a la empresas, a los bancos, etc. Para bien o
para mal, los partidos son las figuras protagonistas del siglo pasado: los
laboratorios políticos de masas.
Pero al igual que sucede con toda
experimentación científica o artística, tampoco la política es constante, sino
cíclica: funciona por secuencias. Las figuras que protagonizarán la secuencia
política 1943-45 en Italia son las bandas partisanas y no los partidos. La
experiencia que hicieron los partisanos no era pre-política con respecto a la
de los partidos, sino la experiencia de otra política. Profundamente
innovadora. Lo que yo propongo entonces es pensar la experiencia partisana en
interioridad. ¿Qué significa esto? Trabajar por rescatar la
materialidad de la experiencia (lo que dijeron e hicieron los partisanos, cómo
se organizaron y combatieron), en lugar de considerarla simplemente como un espíritu a
homenajear. Es decir, construir un recuerdo materialista, no
retórico ni mitológico, de la lucha partisana. Sólo de ese modo podemos tener
una memoria vivo en el presente.
La
felicidad de los partisanos
5- Para ti, la experiencia partisana
no es una “reacción automática” a la situación de guerra, ni los partisanos
eran simplemente mártires de una causa que se sacrificaron por un deber moral.
Por el contrario, describes la experiencia partisana como una experiencia de
felicidad colectiva. Ni obligación ni necesidad, sino deseo y felicidad. Se
trata de algo muy sorprendente, dadas las circunstancias en las que actuaron.
¿En qué consiste esa felicidad del partisano, de dónde viene?
Valerio Romitelli. Para celebrar a los partisanos
como figuras sin un legado singular siempre se los ha presentado como muertos
heroicos, como víctimas, como personajes tristes de una historia trágica y
cerrada para siempre. Y es cierto que los partisanos, como guerrilleros que fueron,
sufrieron de un modo hoy impensable. Actualmente, gozamos todavía (aunque cada
vez menos) del bienestarque nos trajeron los “treinta años
gloriosos” de la larga posguerra. Durante la Segunda Guerra Mundial, un
bienestar semejante no era ni tan siquiera imaginable. Sin embargo, hoy en día somos
políticamente infelices: no logramos, en tanto que gente común,
decidir nada de cuanto condiciona nuestros destinos. En cambio, los partisanos,
aun sufriendo todas las penalidades, aun inmolándose a menudo en acciones al
límite del suicidio, eran políticamente del todo felices. Su
dicha consistía en decidir el propio destino, y con él el de
todo el país. No es ninguna fantasía mía. Lo dicen sus memorias. Lo dicen los
grandes escritores que fueron partisanos, tales como Meneghello o Fenoglio. Lo
decían sus escritos en los muros, sus pasquines, sus documentos.
Eran felices y llevaron a cabo una
experimentación política feliz, es decir, lograda. Sus modos de organizarse y
de combatir fueron un éxito completo, si tenemos en cuenta lo que por encima de
todo se proponían: echar a los nazis, vencer a los colaboracionistas de Salò,
dejar un ejemplo difícilmente igualable sobre cómo se puede renovar
políticamente un país entero, aun siendo una minoría, aun siendo sólo un puñado
de jóvenes.
El que lo que siguiera a su
experiencia no haya sido una historia tan feliz no quita nada al hecho de que
al releer hoy su gesta como se debe, en interioridad,podamos vernos
empujados a intentar análogas experiencias.
6- Le das mucha importancia en el
libro a una frase muy bella de Ada Gobetti, periodista y partisana ella misma:
“la amistad era la clave de la batalla partisana”. ¿Puedes explicarnos la
razón?
Valerio Romitelli. Existe toda una tradición de
pensamiento, a la que los mismos marxistas le hacen a veces demasiadas
concesiones, que sitúa el odio y el conflicto como prioridad de la política. Yo
cuestiono ese primado. Lo que sostengo al contrario es, por decirlo brevemente,
que para hacer cualquier guerra, primero se necesita dotarse de un ejército: es
decir, que antes de entrar en cualquier tipo de conflicto, si no se quiere
sucumbir inmediatamente, hay que prepararse y, por tanto, hacer amigos, unirse
y organizarse en un cuerpo colectivo, capaz también de hacer frente a las
derrotas. El caso de los partisanos italianos es particularmente instructivo.
El que pretendía combatir a los nazis aisladamente o mal organizado estaba
abocado a desaparecer rápidamente y sin dejar rastro. De donde se deduce que la
amistad, el amor estrechamente compartido por la misma causa, es la condición
prioritaria de cualquier experiencia política (que implica también, por
supuesto, el odio y el conflicto).
Política
partisana y política de partido
7- Afirmas que los microcuerpos de
las bandas partisanas hicieron una experimentación alternativa a la del
partido. ¿En qué consiste esta distinción entre la “política de partido” y la
“política partisana”?
Valerio Romitelli. La “política partisana” fue una
política experimental: excluía la discusión en términos
ideológicos (regímenes, sistemas o modelos buenos o malos) para pensar
exclusivamente en cómo organizarse en el presente, en las
condiciones existentes en la situación presente.
Se trataba pues de una política
completamente interna a la situación, al territorio y a la población. Es
decir, no derivaba su acción de los cálculos politiqueros o de los juegos
diplomáticos, ni tampoco estaba subordinada a las potencias extranjeras (como
era el caso del PCI con respecto a la URSS), sino que desarrollaba una
estrategia autodeterminada, que se fundaba solamente sobre las propias fuerzas,
y se pensaba y decidía sobre el terreno.
Diversidad, adecuación a
circunstancias cambiantes, movilidad espacial y cultural, flexibilidad y
adecuación a objetivos, apoyo de la población local, coraje para inventar un
modo propio de estar... son otras claves fundamentales de la política
partisana, heterogéneas a la política de partido.
Al acabar la guerra, se construyeron
partidos a partir de las bandas partisanas. El PCI no sólo
instrumentalizó la experiencia partisana, sino que lo hizo sin acoger casi
ninguna de las expectativas de renovación radical de Italia que habían motivado
a los propios partisanos. En la posguerra, el PCI será el mayor partido
comunista dentro de un país capitalista, pero su acción, casi siempre
burocrática, equívoca y a fin de cuentas dimisionaria, no se recuperará ya de
este pecado original de haberse apropiado indebidamente de la herencia
partisana.
8- Según explicas en el libro, los
partidos han cambiado radicalmente, pero la experiencia partisana podría tener
hoy una actualidad para vivificar nuestra idea y práctica de la política. Es
decir, para salir de la infelicidad presente. ¿En qué sentido, cómo lo piensas?
Valerio Romitelli. Dada la complejidad de la
pregunta, responderé en estilo telegráfico. Tanto los gobiernos como los
partidos mayoritarios o de oposición, a día de hoy, no experimentan ya nada que
no sea aquello que les impone el “mercado”, es decir, los bancos y los lobbys
que los sostienen. Derecha e izquierda convergen cada vez más hacia aquel
centro cuyo corazón late al ritmo de las reformas prescritas por el
neoliberalismo. Más a la derecha y más a la izquierda queda muy poco, aparte de
los sentimientos anacrónicos, el oscuro y ancestral odio racial o el mucho más
respetable, pero en todo caso ineficaz, llanto por los viejos temas de los
partidos de los tiempos del Estado del bienestar. Por lo tanto, vivimos en una
situación en la que la política ya no tiene organizaciones propias.
El problema de cómo reorganizarse
políticamente para dar cuerpo a políticas universalistas —las únicas dignas de
ser calificadas, precisamente, como políticas— está, por lo tanto, abierto.
¿Cómo afrontarlo? Cada solución posible hay que buscarla, pienso yo, a
distancia del Estado. El Estado de bienestar ha sido suplantado hoy
casi en todas partes por el “Estado securitario” (que es el único que les gusta
a los “mercados”, siempre al acecho de lugares donde hacer inversiones
“seguras”): implicarse con los poderes de semejantes Estados con la idea de que
así mejoramos sus políticas sólo puede llevar al perfeccionamiento de las
medidas de seguridad. Medidas que son siempre exactamente lo contrario de
aquello que habían sido las medidas universalistas del Estado del bienestar.
Tratar de hacer política a distancia
del Estado significa intentar hacer política sin partido, prescindir de los
ritos electorales, pero también de la idea de corregir las injusticias a través
del derecho y sus tribunales, etc. Una vez que el horizonte político ha sido
despejado de Estado y de los partidos no queda ya nada más que lo social,
siempre ambivalente, impuro, sucio, incierto, bastardo. Pero es aquí donde
debemos sumergirnos para tratar de construir alternativas a las actuales
políticas neoliberales. Y, sobre todo, debemos sumergirnos en el nuevo entorno
social que se está formando en Europa pero también en otros lugares: allí donde
los ciudadanos son sólo un componente al lado de aquellas poblaciones de
extranjeros que, aunque siempre minoritarias, están destinadas a cambiar
radicalmente el rostro de muchos países.
Por esta razón, una experiencia como
la de los partisanos italianos puede tener todavía algo que enseñarnos. Porque
sus bandas se constituyeron, duraron e hicieron una política capaz de
transformar los destinos de nuestro país, una política distinta de la de los
partidos y experimentada en completa ausencia de cualquier Estado al que hacer
referencia.
La
experiencia partisana y el presente
9- ¿Persiste como recuerdo vivo,
inspirador, la experiencia partisana en Italia? ¿Podrías darnos ejemplos de
“reactualizaciones” de su memoria y ejemplo que te parezcan interesantes?
Valerio Romitelli. A partir de la posguerra y en
adelante, los grupos que en Italia más se han inspirado de forma declarada en
la experiencia partisana han sido las Brigadas Rojas, cuyo terrorismo entre los
años 70 y 80 fue políticamente desastroso. Aquello que más les gustaba a los
brigadistas de los partisanos era el hecho de que la suya era una lucha armada.
El gran error de los brigadistas fue no entender la profunda diferencia que hay
entre hacer política en tiempo de guerra, como era el caso entre el 43 y el 45,
y hacer política en tiempo de paz, como entre los años 70 y los 80, o como hoy
en Europa, por lo menos. Todavía hoy, muchos militantes “antagonistas”,
lectores de Michel Foucault, en particular de su seminario de 1976, insisten en
considerar esta distinción paz/guerra como ficticia, pero para mí sigue siendo
fundamental.
Aquello que a mí me interesa de la
experiencia de los partisanos es que estos, sin tener ningún apoyo
institucional o mediático, no siendo más que una minoría ínfima, padeciendo
condiciones tremendas, lograban ganarse la simpatía y el apoyo activo
de las poblaciones allí donde operaban. Por mucho que este sea un dato
siempre disputado por la literatura de derechas, me parece evidente que sin
estos apoyos la experiencia de los partisanos no habría nunca podido crecer,
durar ni extenderse de la forma en que lo hizo.
10- En este sentido de entrar en
contacto con las poblaciones, y no de representarlas como pretende cualquier
vanguardia, dices que la experiencia partisana podría inspirar “nuevos cuerpos
colectivos” capaces de “pensar un pensamiento”. ¿Podrías desarrollar esto?
Valerio Romitelli. Hoy en día, para tratar
de organizar nuevas políticas alternativas, sostengo que es imprescindible
hacer investigaciones entre las poblaciones que más sufren las políticas capitalistas.
Sólo así se puede saber cuáles podrían ser los objetivos, las reivindicaciones
más adecuadas para unir a estas poblaciones, que actualmente se encuentran muy
divididas y dispersas, también por culpa del colapso de la credibilidad sufrida
por las organizaciones tradicionales comunistas o, más en general, “de clase”.
Es decir, se trata de “pensar el
pensamiento” de las poblaciones explotadas y oprimidas. Sin presuponer ningún
“sujeto político” ni “antagonismo esencial” alguno (como ocurre en las teoría
de las “multitudes” de Toni Negri y los post-obreristas), sino sólo el hecho de
que tales poblaciones piensan una realidad, la suya, que le resulta extraña
también a quien hace la investigación, al menos hasta el momento de hacerla.
Por lo tanto, se trata de entender, con los métodos adecuados, sus palabras y
de usar las fuentes indispensables para la elaboración de cualquier política
alternativa. Hoy en día, entre los movimientos alternativos y antagonistas en
Italia no faltan tentativas de este tipo investigación: existen grupos de
jóvenes antropólogos comprometidos que hacen investigaciones muy interesantes,
por ejemplo.
Por mucho que los partisanos no
hubieran estudiado para adquirir esta capacidad etnográfica, por así decirlo,
está claro que fueron las singulares circunstancias de aquel momento las que
los instruyeron rápidamente. Por este motivo he sostenido que los partisanos
fueron capaces de “pensar un pensamiento” -que es una fórmula que surge del
trabajo que llevo a cabo con el Grupo de Investigaciones Etnografía del
Pensamiento, GREP.
11- Fuerzas oscuras del presente
(narco, mafia, redes terroristas como Al-Qaeda) se organizan de alguna manera
hoy también “en bandas” (de forma autónoma, descentralizada, flexible, móvil,
sin referencia a partidos o Estados). ¿Cuál sería ahí el valor específico que
podría tener la inspiración de la experiencia partisana?
Valerio Romitelli. Ciertamente, hablar bien hoy en
día del concepto de bandas puede resultar escandaloso. Pero incluso dejando a
un lado los casos del Daesh o de Al-Quaeda, a cuya existencia parece que ya no
hay duda de que han contribuido más o menos directamente los servicios secretos
occidentales, se puede decir que muchas de las bandas criminales que hay
dispersas por el mundo se ven favorecidas, más que obstaculizadas, por la
conversión del Estado de bienestar en “Estado securitario”. De hecho, tal
conversión ha creado en el interior de lo social “tierras de nadie” donde la
lucha por la supervivencia es siempre dura y violenta. No creo, sin embargo,
que para hacer frente a este fenómeno tenga sentido reivindicar intervenciones
por parte de Estados que funcionan más como parte del problema que como
solución.
Por lo demás, cada política tiene sus
propios riesgos. Algunas bandas criminales, como por ejemplo en Centroamérica,
pero también en África y en otros lugares, no son sino la degeneración de
bandas que en su día fueron políticas, como lo fueron en su día los partisanos
italianos. El peligro de que estas últimas, una vez alcanzada la paz, degenerasen
en simple bandidismo (cosa que sucedió en algunos casos muy esporádicos) fue
una de las razones por las cuales los partidos, con el comunista a la cabeza,
consideraron imprescindible su disolución después de la primavera del 45.
Por lo tanto, organizarse en bandas
puede tener las consecuencias más diversas. Lo que más me interesa a mí de esta
categoría es que nos permite pensar en una multiplicidad de micro-cuerpos
políticos, alejados de las pretensiones de hegemonismo de las que toda
organización con forma de partido está inevitablemente poseída. Y dado el nivel
de corrupción que afecta hoy a casi cualquier partido y Estado en el mundo
entero, se puede decir que el peligro de degenerar en la criminalidad debería
obsesionar también al que considera posible hacer políticas alternativas dentro
de marcos totalmente legales.
(Fuente: www.eldiario.es)
Traducción del italiano: Álvaro
García-Ormaechea. Y la ayuda de Steven Forti. ¡Gracias a los dos!