Repensar el neoliberalismo y las tramas populares en América Latina
Conversaciones con Verónica Gago
por Mariano Pacheco
(para Resumen
Latinoamericano)
Si es cierto eso de
que la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar nuevos
conceptos, La razón neoliberal. Economías
barrocas y pragmática popular, de Verónica Gago (integrante del Colectivo
Situaciones), claramente es un libro de filosofía política. Publicado por Tinta Limón, el libro tiene la
inteligencia de saber situarse entre la producción teórico-académica y la
reflexión político-militante. Es que su autora es tanto una
docente/investigadora universitaria, como una activista.
El doble pliegue neoliberal
El libro parte de una
doble hipótesis. Por un lado, el neoliberalismo no es un proceso que pueda
quedarse fijado en el pasado. Por otro lado, no puede pensarse sólo como una
dinámica “por arriba”. Así, uno de los primeros lugares comunes que se ponen en
cuestión en el texto es la idea actual de que estamos ante un
“post-neoliberalismo latinoamericano”, por más que la “secuencia continental”
de “gobiernos progresistas” haya producido un giro respecto de las gestiones
anteriores, que ejecutaron en el continente, con punto y coma, la gran ofensiva
conservadora que se produjo a nivel mundial durante los últimos años del siglo
XX y los primeros del XXI.
Gago plantea que el
neoliberalismo “no se deja comprender si
no se tiene en cuenta cómo ha captado, suscitado e interpretado las
formas de vida, las artes de hacer, las tácticas de resistencia y los modos de
habitar populares que lo han combatido, lo han transformado, lo han aprovechado
y lo han sufrido”. Como fase del capitalismo (y no mero matiz), el
“neoliberalismo por arriba” da cuenta de una modificación del régimen global de
acumulación. Pero también, “por abajo”, el neoliberalismo ha reorganizado los
modos de vida populares, instalando una nueva racionalidad y afectividad
colectiva, que Gago se plantea analizar detalladamente, combatiendo la mirada
moralizadora y moralizante que suele tenerse sobre las “tramas populares” que,
según la autora, se enfrentan a lógicas desposesivas, extractivas y expulsivas
cada vez más veloces y violentas.
De este modo, el libro
es a la vez un “estudio de caso” –como suele decirse en la jerga académica– de
una serie de fenómenos que se produjeron en Argentina, en la ciudad de Buenos
Aires y sus bordes: la villa 1-11-14, la feria La Salada, los talleres clandestinos
de producción textil (integrados mayoritariamente por migrantes de países
vecinos) y también una serie de reflexiones en torno a los cambios producidos
en la fisonomía y la subjetividad de los sectores populares latinoamericanos.
La investigación recorre entonces un camino que entrecruza un andamiaje
centrado en las perspectivas de Karl Marx y Michel Foucault, con los saldos que
han dejado las rebeliones contra el neoliberalismo que se expandieron por la
región hace apenas unos años.
Para pensar el
“neoliberalismo por arriba”, la autora se centra en desarmar las explicaciones corrientes al respecto: que es un
fenómeno macropolítico diseñado por los centros de poder imperialistas y que las
políticas macro-estatales nacionales de Sudamérica lo han superado. Para pensar el
“neoliberalismo desde abajo”, Gago parte de lo que denomina una “pragmática
vitalista”, que busca escapar de las miradas victimistas para reponer un
contexto en el que autonomía y obediencia (invención resistente y democrática
versus explotación y subordinación) se disputan, palmo a palmo, la
interpretación y la apropiación de las condiciones
neoliberales.
¿Cómo ves esta especie de “mundos paralelos” en los que se
desarrollan los movimientos sociales y las dinámicas populares de lo que llamás
una “microeconomía proletaria” y el proletariado más tradicional?
Creo que la
perspectiva marxiana aparece desde un punto muy concreto: ¿cómo se organiza la
explotación hoy? Y esa pregunta atraviesa espacios donde lo formal e informal
se combinan como segmentos que –y este es nuestro desafío– nos exigen trazar
los vínculos, mapear sus discontinuidades pero también sus problemas comunes.
Hoy la división entre legal e ilegal, formal e informal, se constituye como una
cuestión de fronteras regulada, en muchos casos, por fuerzas policiales y
parapoliciales que son parte fundamental del armado de negocios en los
territorios y de disputa por quién manda, lo cual se articula con empresas
transnacionales y espacios de trabajo extremadamente intensos y precarios. Uso
el término “microeconomías proletarias” para enfatizar que hablamos de trabajadores
y no de víctimas y excluidos. La cuestión es que estas microeconomías
proletarias, creo, son un prisma privilegiado para ver cómo en concreto el
trabajo se ve fuertemente cuestionado algunos de sus pilares clásicos –salario,
estabilidad, sindicatos, etc.– y, al mismo tiempo, cómo la relación
capital-trabajo sigue siendo eficaz para apropiarse e incorporar las
innovaciones sociales. El punto interesante, en particular desde América
latina, es que el ritmo político de estas innovaciones viene de abajo. Lo cual
implica una dinámica de resistencias, disrupciones y conflictividades que ponen
permanentemente en tensión, disputa y antagonismo la apropiación de la riqueza
social.
Tengo la sensación de que, así como hubo un ciclo político
que en América Latina tuvo su eje en los movimiento sociales y luego otro de
los gobiernos progresista o populares, estamos a las puertas de un nuevo ciclo,
donde las experiencias de Estado muestran sus límites, así como los mostraron
las dinámicas más de “resistencia” (destituyentes de los “malos gobiernos” e
instituyentes de otras lógicas políticas).
Con varias compañeras
y compañeros del Instituto de Investigación y Experimentación Política tenemos
la misma intuición. Por un lado, porque vemos el despliegue de lo que llamamos
una “nueva conflictividad social” que suma actores, dinámicas y niveles de
enfrentamiento que marcan otro umbral de violencia y disputa respecto al
momento de auge de los movimientos sociales, tal como los conocimos hace una
larga década. Esto tiene que ver con los modos en que se articulan el
agronegocio, el narcomenudeo, la especulación inmobiliaria y las variadas
formas de neo-extractivismo que atraviesan la región. Este conjunto de formas
muy violentas de valorización capitalista obliga a enfrentar de modos inéditos
la naturaleza extractiva de los procesos de acumulación. Estas tramas, a su
vez, desbordan tanto el imaginario y la retórica “neo-desarrollista”, al mismo
tiempo que la sumergen en conexiones mucho más complejas con la persistencia
del neoliberalismo y con los modos en que la presencia misma de lo popular
sigue siendo una fuerza en la escena política. El desafío es cómo pensar y
enfrentar esta conflictividad sin una perspectiva abstracta o moralista, qué
inteligencia política colectiva puede crear intervenciones, nuevas formas
organizativas e incluso derechos a la altura de este presente.