París, el duelo se convierte en ley
Judith Butler
Estoy en París. Ayer
por la noche pasé cerca del sitio de la matanza, en la calle de Beaumarchais.
Cené en un lugar que está a diez minutos de otra de las dianas de los ataques.
Todos los que conozco están bien, pero muchos que no conozco están muertos,
traumatizados o de luto. Es indignante y terrible. Hoy las calles estaban
concurridas por la tarde pero vacías por la noche. La mañana se despertó
inerte. Los debates televisivos que tuvieron lugar inmediatamente después de
los acontecimientos parecen dejar claro que el “estado de emergencia”, aunque
temporal, en realidad crea el precedente para la intensificación del estado de
seguridad. Los temas tratados en la televisión incluyen la militarización de la
policía (de qué modo “completar” el proceso), el espacio de la libertad y la
lucha contra el “Islam”, este último entendido como una entidad amorfa.
Hollande al hablar de “guerra” trató de parecer masculino, pero lo que más
llamó la atención fue el aspecto imitativo de su actuación -volviéndose difícil
tomar en serio su discurso. Y, sin embargo, este bufón ahora asume el papel de
jefe del ejército.
La distinción entre
el Estado y el ejército se disuelve en un estado de emergencia. La gente quiere
ver a la policía, quieren una policía militarizada para protegerlos. Un deseo
peligroso, aunque comprensible. Muchos se sienten atraídos por los aspectos
benéficos de los poderes especiales otorgados al soberano en un estado de
emergencia, tales como las carreras de taxi gratis para cualquier persona que
tuviera que volver a casa anoche y la apertura de los hospitales para todos los
afectados. No se ha instaurado un toque de queda, pero los servicios públicos
se redujeron y las manifestaciones se han prohibido – incluyendo las reuniones
para lamentar los muertos fueron consideradas ilegales. Asistí a una de esas
reuniones en la plaza de la República, donde la policía ordenó que todo el
mundo debía dispersarse, y pocos obedecieron. Vi un breve momento de esperanza.
A los que comentan
los eventos tratando de distinguir las diferentes comunidades musulmanas, con
su diversidad de posiciones políticas, se les acusa de buscar “matices”: el
enemigo debe ser completa y totalmente aniquilado, y las diferencias entre los
musulmanes, yihadistas y el Estado Islámico son cada vez más difíciles de
discernir en los discursos públicos. Incluso antes de que ISIS asumiera la
responsabilidad de los ataques, muchos han señalado con el dedo, con total
certeza, al Estado Islámico. Personalmente me pareció interesante que Hollande
haya declarado tres días de luto oficial, mientras que se han intensificado los
controles de seguridad, algo que trae un nuevo significado para interpretar el
título del libro de Gillian Rose, “Mourning becomes the law” (El duelo se
convierte en ley). ¿Estamos viviendo un momento de duelo o una sumisión a un
poder del Estado cada vez más militarizado, de suspensión de la democracia? ¿De
qué manera se instaura ese modelo de estado con mayor facilidad cuando se vende
en nombre del luto? Habrá tres días de duelo público, pero el estado de
emergencia puede ser prorrogado hasta por 12 días antes de que se necesite su
aprobación en la Asamblea Nacional. Y, sin embargo, la explicación de la situación
es que necesitamos restringir las libertades con el fin de defender la libertad
– una paradoja que no perturba a los doctos comentaristas de la televisión. De
hecho, los ataques fueron dirigidos con claridad a lugares emblemáticos de la
circulación libre y cotidiana en Francia: un café, una sala de conciertos, un
estadio de fútbol. En la sala de conciertos, al parecer, uno de los asesinos
responsables de 89 muertes violentas acusó a Francia de no intervención en
Siria (contra el régimen de Assad) y a Occidente de la intervención en Irak
(contra el régimen baazista). No es, por tanto, un posicionamiento (si podemos
llamarlo así) totalmente contrario a la intervención occidental en sí.
También hay una
política de nombres: ISIS, ISIL, Daesh. Francia se niega a decir “Estado
Islámico” para no reconocer su existencia como Estado. Quieren mantener el
término “Daesh”, palabra árabe que no es aceptada por la lengua francesa.
Mientras tanto, esta fue la organización que se atribuyó la responsabilidad por
el ataque, diciendo que era en represalia por los bombardeos que matan a los
musulmanes en el territorio del califato. La elección de un concierto de rock
como el objetivo de uno de los ataques – como escenario de los asesinatos, en
realidad – se justificó por ser un lugar para la “idolatría”, un “festival de
la perversión”. Me pregunto donde encontraron el término “perversión” –
parecería que han estado leyendo la bibliografía de otra área.
Los candidatos
presidenciales han llegado con sus opiniones: Sarkozy propone ahora campos de
detención, diciendo que son necesarios para detener a cualquier sospechoso de
tener vínculos con los yihadistas. Y Le Pen aboga por la “expulsión”, ella
llamó hace poco “bacterias” a los nuevos inmigrantes. Es muy posible que
Francia consolide su guerra nacionalista contra los inmigrantes por el hecho de
que uno de los asesinos entró claramente al país por Grecia. Mi apuesta es que
será importante seguir el discurso sobre la libertad en los próximos días y
semanas, tendrá implicaciones para el estado de la seguridad y el allanamiento
de las versiones de la democracia que tenemos ante nosotros. Una libertad es
atacada por el enemigo; otra es restringida por el Estado, que defiende el
discurso del “ataque a la libertad” por el enemigo como un ataque a la esencia
de lo que es Francia, pero suspende la libertad de reunirse (el “derecho a la
manifestación”) en medio del luto, y prepara una mayor militarización de la
policía.
La cuestión principal
parece ser: ¿qué vertiente de la extrema derecha se impondrá en las próximas
elecciones? ¿Y cuál será la “derecha tolerable” cuando Marine Le Pen sea
considerada “centro”? Son tiempos de miedo, tristes y preocupantes, pero existe
la esperanza de que todavía somos capaces de pensar, hablar y actuar en medio
de todo esto. El proceso de duelo parece haber sido totalmente limitado en el
territorio nacional. Apenas se habla de los casi 50 muertos en Beirut el día
anterior, tampoco de los 111 muertos en Palestina sólo estas últimas semanas.
La mayoría de personas que conozco dicen que están en un “punto muerto”,
incapaces de pensar en profundidad acerca de la situación. Una forma de pensar
en ello tal vez llegue con la invención de un concepto de duelo transversal –
considerar cómo se produce la métrica del lamento, cómo y por qué los
asesinatos en el café me conmueven con mayor intensidad que los ataques en
otros lugares. Parece que el miedo y la rabia pueden convertirse en un feroz
apoyo al estado policial. Tal vez por eso prefiero a los que dicen que están en
un “punto muerto”: significa que tomará algún tiempo pensar en la situación. Es
difícil pensar en el espanto. Se necesita tiempo, y tener compañía con la que
pasar por ese momento – hay, tal vez, espacio para que esto suceda en una
“reunión” no autorizada.