Palabras previas a Ser Judío
Diego Sztulwark y Cristian Sucksdorf
Hace
ya casi cincuenta años se publicó Ser
judío. Las primeras ediciones estuvieron a cargo de Ediciones de la Flor.
Escrito entre los meses de agosto y octubre de 1967, bajo la doble coyuntura
del violento conflicto Árabe-Israelí y de la expansión de la influencia de la
Revolución Cubana en la izquierda latinoamericana, León Rozitchner se propuso
en él cuestionar la censura que desde el campo revolucionario caía sobre el
judío de izquierda tras la declaración de apoyo de la Tricontinental (África, América, Asia), reunida en La Habana,
tomando partido por el socialismo Árabe.
“El
militante de izquierda es aquel que está, puesto que inserto en el proceso de
cambio, dispuesto él mismo a cambiar”: ¿puede excluirse, entonces, primero al
judío y luego al israelí de participar en un sentido revolucionario de la lucha
de clases de sus respectivos países? ¿Plantea Israel una excepción respecto de
las consideraciones políticas generales del maxismo? ¿No vale para el caso de Israel la comprensión según
la cual una nación precisa de un territorio concreto para constituir su destino
histórico que incluye, como todas las demás, la
lucha de clases? ¿Qué
clase de prejuicios bloquea el tránsito a la izquierda del judío que se sigue
considerando judío? ¿Y qué pasa cuando el judío se apresura a desconocer lo que
tiene de judío para fluir hacia la izquierda sin peso muerto que lo entorpezca?
En todo caso: ¿qué es eso de ser “judío”?
Estas preguntas –perdurables sino candentes– se despliegan
en un doble nivel: en primer lugar, en el de la coyuntura histórica, que es la
del pasaje del judío israelí del cielo de la religión –territorio imaginario, y
único posible en tanto que enteramente judío–, durante un largo exilio a una
tierra finita, material y concreta; y el fin del dualismo de todo judío que,
israelí o no, carecía de una tierra propia en la que organizarse –si fuera su
deseo– como nación. Ese pasaje del cielo a la tierra, que pone término al
dualismo judío, comporta el arribo transformador a los asuntos terrenales,
históricos que no cabe eludir: la guerra y la lucha de clases. En el otro
nivel, Rozitchner se pregunta qué quiere decir para él, que no elige a Israel,
ser un “judío-argentino”.
¿Cómo comprender esta “forma” judía que adquiere su
“contenido” argentino? Judío –dice– es el nombre abarcativo para una comunidad
lejana en la historia cuya actualidad se refuerza cada vez que, por el sólo
hecho de heredar ese pasado, se le hace objeto de persecución y muerte.
Ser
judío no es sino hacer de esa marca –ya presente en la propia “anatomía
cultural”– un punto de partida para la vida y un sitio de inserción en la
existencia común e histórica con los demás, donde lo judío existe como un índice vivido de la
“inhumanidad de lo humano”; porque el antisemita que lo niega no le impugna un
modo particular de ser, sino su ser mismo, su origen. Será este índice, que todo judío
–incluso el burgués– conoce, el que presida, si no se lo niega, el odio a todo
aquello que niega la humanidad (en el negro, en el obrero...). Este índice es
lo que le da densidad a la “forma” (judía) de ser argentino y anima su
“tránsito a la izquierda”, su deseo de “destruir la inhumanidad en sus formas
de relación”.
Ambos
niveles, el de la conquista de un suelo nacional y el del origen que conlleva
la posibilidad de una radicalización, se conectan para comprender un
desplazamiento posible del judío hacia la izquierda, un devenir revolucionario
que reencontraremos a lo largo de toda la obra posterior de Rozitchner y que se
realiza sin negar su origen a partir de tres nociones: la de “índice”, que
remite a una marca vivida, afectiva que al ser descifrada habilita una
comprensión de la propia inscripción histórica y a la vez de las tomas de
posición que deseamos tomar en las luchas históricas de nuestro tiempo; la de
“forma”, que permite articular el sentido elaborado a partir del índice –en el
caso del judío, la inhumanidad de lo humano– al plano histórico nacional
concreto; y la de “tránsito”, en que se abandona el ser burgués común a quienes
vivimos bajo relaciones de producción de lo humano sometido a los dictados del
capital, en pos de una radicalización subjetiva y política, en un campo
nacional concreto, en el asentamiento sobre una tierra en la cual la existencia
individual se prolonga y a la cual el hombre de izquierda no concibe bajo la
forma burguesa de lo privado.
A
partir de 1988 se agrega a Ser judío
un amargo epílogo en el cual Rozitchner se pregunta si el camino elegido por
Israel para perseverar en su ser, el uso de las armas, la negación a instaurar
un estado mixto Israelí-Palestino, su constitución en un estado capitalista
mas, que hace a otro pueblo lo que sufrió antes en carne propia no pone en
serio riesgo los fundamentos mismos de su existencia.
La
presente publicación, Ser judío y otros
ensayos afines, retoma la edición que se realizó en la editorial Losada en
2011, en la que se incorpora una serie de reflexiones posteriores en las cuales
Rozitchner actualiza las tesis principales de su texto original, fija
posiciones –cada vez mas amargas y dolidas– sobre las políticas del estado de
Israel (como ocurre de manera ejemplar en su texto “‘Plomo fundido’ sobre la
conciencia judía”, en donde se concluye que Israel se ha insertado,
trágicamente, en el mismo tipo de racionalidad europea, cristiana y neoliberal
que ejecutó la shoa), sobre lo judío
burgués en la Argentina (“Judíos de la DAIA”), e incluye nuevos desarrollos
fundados en el papel de lo materno y en una reevaluación de lo sensible como
punto de partida para el despliegue de una racionalidad alternativa, resistente
y opuesta a la del racionalismo patriarcal que, preparada por lo que Rozitchner
llamará el mito cristiano, abrió el campo a los fundamentos de la actual
globalización del capital.
La
edición de Ser judío en el contexto
de la publicación de sus Obras
permite advertir la sistematicidad de las posiciones políticas y teóricas
asumidas por Rozitchner en diferentes coyunturas, o referentes a campos de
pensamiento aparentemente diferentes. Es lo que sucede, por ejemplo, al conectar
los textos aquí reunidos con sus reflexiones sobre Freud, Marx o San Agustín.