Es el momento, el futuro está entre nosotros

Raúl Cerdeiras
(grupo acontecimiento)

                                
En diciembre del 2001 una revuelta popular destituyó por primera vez en la historia política de nuestro país a un presidente sin necesidad de que intervengan las fuerzas armadas. El 10 de diciembre del 2015 asumirá por primera vez un presidente genuinamente conservador ungido por el voto popular sin necesidad de un golpe de estado. En el medio se despliega la experiencia política del Kirchnerismo.

Es imposible desconocer que hemos ido de un proceso confuso, novedoso, tenso, lleno de nuevos interrogantes y experiencias que cuestionaban al orden político existente (¡qué se vayan todos!), hasta arribar a un final con todo el andamiaje institucional-político recompuesto que deposita nuevamente en el poder a los que fueron echados, ahora comandados por un joven ingeniero que representa lo más oscuro del proyecto neoliberal contra el cual el pueblo luchó desde Cutral Có hasta la masacre del Puente Pueyrredón.

Ahora es el kirchnerismo, en especial la juventud camporísta, la que tiene que realizar un  balance hasta lo más profundo del significado de la era del peronismo, compuesta por una primera etapa conducida por Perón, una segunda signada por el proyecto de su vuelta ligada al socialismo nacional y, finalmente la tercera, conducida por Néstor y Cristina. Sin olvidar el catastrófico período de Menem en donde nacieron todos los personajes que se trenzaron en las últimas elecciones.

Quizás haya llegado el momento de decretar el fin de esa era, que es el fin del populismo, que implica todo un entramado de ideas, conceptos, prácticas, modos de organizarse y afectos. Lo peor que se puede hacer, después de 70 años de protagonismo que infaliblemente terminaron en tres grandes fracasos, cuya constante común fue trabajar para que crezca el enemigo y luego no poder derrotarlo cuando este aspiró a desplazarlo, es no abrir interrogantes a fondo, no cuestionarse abierta y libremente sobre el significado de esta última etapa.

Sabemos en que termina ese miedo a romper con lo conocido, con lo que nos cobija y da sentido a nuestra vida militante. El ejemplo patético lo da la vieja izquierda dogmática encerrada en sus iglesias que se reunieron bajo la inscripción FIT. Frente al colapso del comunismo, cuya magnitud y trascendencia liberadora sacudió a toda la humanidad, y al regreso triunfal del capitalismo dominando todo el planeta,  estos “marxistas-leninistas” siguen adelante como si nada esencial los hubiera conmovido y, para colmo, integrándose dócilmente en el aparato democrático-burgués que tanto dicen combatir. ¿Querrá la juventud kirchnerista repetir esa mediocre conducta buscando en cuestiones secundarias o de procedimiento la causa de este nuevo fracaso?

Afortunadamente hay muchos, pero aún somos muy poquitos, que intentan romper con la estructura teórica y práctica de las políticas llamadas revolucionarias que con sus epopeyas y sus horrores atravesaron al siglo pasado. Es que estamos convencidos que hay que refundar desde sus cimientos una nueva experiencia política emancipatoria, y tratamos de pensar-hacer cosas nuevas, aún precarias, junto con otras luchas que han nacido en nuestra América, como el Zapatismo, los Sin Tierra, los que lucharon por el Agua, la herencia dispersa e inorgánica del 2001, etc.

Tenemos un horizonte en común, quizás no claramente explicitado, pero que pareciera ligarnos de manera casi invisible, y es que queremos volver a ligar la política con la emancipación y arrancarla del lugar al que ha sido secuestrada como simple gestión estatal del orden existente. Quiero pensar que en el fondo la juventud a la que dio vida Néstor Kirchner también comparte ese horizonte. De ser así, entonces la emancipación, si es un principio que guía nuestra acción, está ahora entre nosotros. Dejemos de pensar como antaño que la emancipación era como un objetivo que se congelaba en una imagen que se transportaba a un lejano futuro. Si repetimos esa misma actitud entonces nunca tendremos un presente vivo, será siempre una eterna espera llena de pasivas confusiones, porque no nos damos cuenta que ese futuro estaba dependiendo de nuestra acción, aquí y ahora. ¡Adelante!, es el momento.

Buenos Aires, 23 de noviembre de 2015