El país banal
Lobo Suelto!
De tan banal, la escena que comienza a
desplegarse ya no acepta siquiera tolerar al hecho maldito. Da vergüenza tanta
estupidez, propia y ajena. No es cuestión de echar culpas, sino de encontrar
los modos de combatirla. La estupidez no es un fenómeno personal, sino un
fenómeno de las sociedades de mercado, que a todos alcanza. La impotencia que
hoy sentimos es eso. Estupidez neoliberal. Lo cual demuestra, entre otras
cosas, que estos años no lograron superar al neoliberalismo sino que los
alimentaron, tal vez de un modo heterodoxo. Y por eso no alcanza ya con mirar a
los modos de vida, como si abajo hubiera una verdad inaccesible desde las
alturas. Ni a la militancia. No. Ya no hay astutos, se acabaron los piolas.
Decir que el sistema político en su conjunto se blindó en un giro impúdico y
monolítico a la derecha es una obviedad. Alcanza con verles las caras a los
principales candidatos para convencerse. Sobre todo al ahora presidente electo.
¿Esto es lo que nos dejan estos los últimos 12 años, 15 años? ¡Estamos podridos
de análisis inteligentes que no mueven nada! Cuando decimos “derecha” nos vemos
obligados a precisar: un tipo de insensibilización que confía las cuestiones
del lazo social a nociones como "empresa", "fe" o
"policía". En eso está hoy el país. Aunque seguramente no todo. Pero
¿cómo hacemos para que este No-Todo exista? En principio, se nos ocurre ahora,
encontrando los modos de resistir. Aunque de inmediato debemos aclarar que
cuando decimos “resistencia” no nos referimos a la mitología con la que sueñan
de tanto en tanto las militancias oficialistas Estamos saturados de ese
pseudo-heroísmo retórico tejido de impotencia. Nos referimos más bien a las
resistencias concretas dentro del cuadro general de una convalidación extrema
de los más peligrosos (los más vulgares) impulsos colectivos. ¿Es capaz esta
derecha ultra-banal (y por eso mismo ultra-peligrosa) siquiera de concebir la
idea de una tregua, noción que roza la esencia de la política en tanto que
prolonga por otros medios una guerra -en la medida en que está definida por
relaciones de dominación? En otras palabras: habrá que volver a trazar una
línea de demarcación. El 2001 ha muerto: ¡viva 2001! (que, como sabemos, nunca
existió). No hablemos de futuro: carecemos de expectativas, no creemos en
promesas. Hablemos de dignidad, solo eso. Y la dignidad es no dejarse. Y es hoy
o no es. Ninguna de las llamadas “micropolíticas” quedará a salvo de este
descalabro político si se desentiende de la necesidad urgente de trazar con
toda claridad esta demarcación, esta resistencia.