El consumo libera (y resiste)
Diego Valeriano
En
estos últimos años la guita en los barrios circulo de manera obscena para
algunos. Nunca pero nuca, hubo tanta guita viva saltando de mano en mano:
tecnología, falopa, ladrillos y chapas, goce, motos, Coca chorras y desborde
son la cara plebeya de la década ganada.
El
consumo en su cruda desnudez libera. Y libera en tanto fuerza que da y recibe
movimiento, en tanto devela otras fuerzas al intensificarse, en tanto desborda.
De allí el temor al runfla con plata, de allí el temor a los territorios
desbordados, de allí el temor a los pibes insolentes.
El
cristinismo y las vidas runflas se entendieron, se alimentaron, se respetaron y
financiaron. Nadie busco ser síntesis de nadie. Un vínculo virtuoso que en los
territorios se hizo fiesta. La irrupción de otras formas de vida: distintas,
desordenadas, ásperas y gozosas fue la cara más visible e incómoda de la
década. Los que siempre consumieron, reniegan sistemáticamente de lo que
produce el consumo en los nuevos consumidores. Votaron por el cambio, votaron
contra estas formas de vida.
El
consumo libera. Desata formas de vida inauditas. Rebeliones y resistencias
permanentes, empodera. Descalifica ideas muy asentadas. Las vidas runflas no
van a retroceder, no los van a ordenar.
Un
fantasma recorre la ciudad y es iletrado, inabarcable e inexplicable. La guerra
por el consumo de tan promiscua confunde y mete miedo.
El
problema para esta nueva derecha es cuánto van a entender estas formas de vida
que mutan desde las periferiarias. En su ADN ideológico esta ordenarlos y
controlarlos; aman los pobres buenos, trabajadores y dignos. Los negros y las
rochas son indómitos. Acá está el primer conflicto real por venir.