El blanco es el bo-bo
Jeremy Rubenstein
En la rue Jean-Pierre Timbaud, entre
dos café-bar a la moda, Le Canibale y l’Assassin, se encuentran dos librerías,
Al-Azhar y Qibla, que venden tantos libros como vestidos tradicionales árabes,
por lo que en esa calle a menudo se cruzan dos tipos muy distintos de parisinos
con barba: hypsters y salafistas. A parte de esos barbudos, hay latinos que gustan
la salsoteca a la vuelta, caribeños que venden ron un poco mas abajo, artistas
que presentan una obra en la Maison des Métallo (centro cultural de la CGT)… en
fin, un condensado del Paris muy distinto del que se encuentra del otro lado de
la orilla de la Sena esencialmente blanco y burgués. No es una casualidad que
esa calle se encuentre a pocas cuadras de varios focos de ataques del viernes
pasado: ISIS quiere acabar con ese tipo de calles donde nadie se preocupa por
el color de la piel y lo que puedan decir los libros sagrados o si lees uno de
esos.
El
comunicado de ISIS revindicando los masacres del 13 de noviembre apunta a París
como "capital de las abominaciones y de la perversión" y "el
Bataclan donde estaban reunidos cienes de idolatras en una fiesta de la
perversidad". Así que la organización del "Estado Islámico",
como religiosos supuestamente rigurosos, atacó lugares de lujuria.
Lo que no
dice el comunicado es que no se lanzó sobre cualquier "lugar de
lujuria", ni los mas lógicos. Pues, simbólicamente, hubiera sido mas
evidente atacar algún "templo de la pornografía" (por ejemplos los
mundialmente famosos Moulin Rouge o Creazy Horse o cualquier boliche de los
Champs-Elysées). Tampoco escogieron lugares especialmente turísticos y se sabe
que París es una de la ciudad mas turística del mundo, de manera que Montmartre
o Saint-Michel hubieran sido blancos más indicados si se trata de espantar un
recurso económico de la ciudad de las perversiones. Si hubieran querido
castigar la perversidad homosexual, Le Marais hubiera sido el lugar
simbólicamente indicado. Si fuera el capitalismo francés, cualquier barrio de
la Rive Gauche (oeste de París) hubiera significado algo (no tanto como el
World Trade Center, pero en fin).
Los
barrios escogidos indican a la vez un muy buen conocimiento de la sociedad
francesa y parisina (lo que no es de extrañar ya que todo indica que la mayoría
de los asesinos son franceses o belgas y es más que probable que el coordinador
de esos ataques lo sea también) y una estrategia muy sutil para provocar el
“choque de civilizaciones” -piedra angular de la ideología neoconservador,
tanto en su vertiente "occidental" como "oriental".
Para
entenderlo hay que evaluar el peso social y político de los “bo-bos” (de
bourgeois bohème - burgués bohemio - como se empezó a describirlo a principio
de los 2000) y la percepción muy ambigua de esa “clase”. Si los bo-bos forman
una clase social, esa es una clase bastarda. Lejos de ser burgueses y bohemios
son, al contrario, ni burgueses asumidos como tal ni aceptan todas las
consecuencias de una vida bohemia.
En
realidad, en su principio la palabra “bo-bo” aparece como una suerte de insulto
en contra de todas esas personas que son a la vez críticos de la sociedad de
consumo y grandes consumidores, que piensan a la izquierda y comen a la
derecha, en fin por su inconsecuencia. Esas críticas no son nuevas y no
provienen de “yihadistas”, sino más bien del mismo seno de los bo-bos, ¿o cómo
se pueden ubicar a los intelectuales más o menos de izquierda que viven en esos
barrios?.
Desde la
izquierda, se les culpa, entre otras, de ser la principal arma de
gentrificación de los barrios (y consecuente expulsión de los sectores
populares); desde la derecha, de ser los blandos que pervierten la sociedad
occidental (en Francia no se habla tanto de “cristiana” que de “republicana” o
“laica” pero el sentido es el mismo), pues serian demasiado abiertos a los
árabes, negros, chinos, putos o cualquier minoría que atenta en contra al ser
occidental (se puede escuchar a Alain Finkielkraut, nuevamente nominado a la
Academia, para tener una idea de lo rancio que puede llegar a ser la ideología
conservadora actualmente dominante en Francia).
Estudiantes,
empleados de las industrias culturales, intelectuales (la lista de las víctimas
de los atentados es elocuente), conforman esa clase peculiar, híbrida o
bastarda. Pero esa clase se caracteriza menos en una escala socio-económica que
por ciertos gustos comunes, una frivolidad compartida y un extendido culto al
hedonismo individual que se manifiesta, entre otros lugares, en bares y
boliches.
Ya que la
palabra “bo-bo” se usa esencialmente para designar o denigrar al otro, quizás
sus miembros no sean conscientes de formar una clase pero son conscientes,
individualmente, de sus contradicciones. Esas contradicciones me parecen, a fin
de cuentas, el rasgo más sobresaliente de esa clase incierta. Lo que los
convierte, según los casos, en divertidos auto-burlones o en tristes y culposos
esquizofrénicos.
Ahora
bien, ¿porque precisamente atacarse a esa clase? Es probablemente la que menos
tiene ganas y intereses en llevar a cabo una guerra, ni en el exterior por
pacifismo –algo inconsistente por cierto- ni en el interior porque acabaría con
sus modos de vivir. Forma una especie de frágil muro de contención frente a los
dirigentes franceses y, con más razón, frente a la ultra-derecha que avanza
poderosamente en el país. ISIS quiere acabar con esa opción, minoritaria pero
aún poderosa. Esa clase es poderosa porque sus miembros ocupan lugares de poder
en el complejo entramados de poderes culturales, financieros y políticos
franceses, por lo que es mucho más potente, mediáticamente y políticamente, que
las clases populares.
Debilitar
esa clase, con su posición critica –aunque por lo general poco consistente-
acerca de las “intervenciones militares” de Hollande o su rechazo tajante de la
ultra-derecha y de Sarkozy, es reforzar esos últimos. Así, ISIS logra escoger
su enemigo, fortalecerlo para fortalecerse a sí mismo: el alineamiento
irrestricto de Francia sobre las posiciones más bélicas, permitirá a ISIS
presentarse como el único enemigo (de Bachar el Asad en Siria, de los corruptos
dirigentes chiitas de Irak, de los policías franceses
discriminatorios y, más generalmente, de Estados Unidos en el mundo).
El mejor
aliado de ISIS es el estado francés si se lo deja desplegar toda su lógica
represiva de estado, por lo cual se necesita acabar con esos granos de arena
que son las oposiciones críticas de parte de la sociedad. Esas críticas
internas provienen precisamente de este sector de la población que hoy se ve
más debilitado que antes de los atentados.
Bombardeo
masivo en Siria y medidas ultra-represivas en Francia –que incluyen una reforma
constitucional-: tan solo tres días después de los atentados, el estado
francés responde con entusiasmo al llamado de ISIS.
El blanco
escogido por ISIS es probablemente la mejor manera de polarizar los conflictos,
reducirlos a tan solo dos opciones, acabar con los matices de la complejidad,
representada por esa clase híbrida que rehúsa escoger entre dos opciones (un
supuesto “occidente” versus un supuesto “oriente”), aborreciendo las dos y
amando a lo que no cuadra en el esquema maniqueo.
Por eso,
la reacción de los parisinos, después del abatimiento, es combatir a ISIS
sentándose en las terrazas de los cafés y pidiendo otra cerveza.
Salud
París, me la voy a tomar bien fresca con amigas tortas y putos de todos los
colores y confesiones.