Efecto-manada: el poder de veto
Lobo Suelto!
Difícil dimensionar
el nuevo panorama político que se abre tras el resultado de las elecciones de
octubre. La situación ya era completamente sombría antes de conocer los resultados
y hoy lo es más. Demasiado temprano es aún para aventurar análisis y carece de sentido adelantarse al desenlace. Además, todxs quienes pretenden
detentar el saber político han equivocado sus pronósticos. No se trata sólo de
errores de cálculo, sino de las categorías mismas con que construyen y
comunican sus saberes. Aún así, algunas impresiones parecen confirmarse:
1. La primera, que no
es para nada nueva solo que ahora aparece con total nitidez y acentuada al
extremo, es que lo político-tradicional se instala casi sin resistencia
efectiva alguna. La intrascendencia personal de los principales candidatos
presidenciales Daniel Scioli, de Mauricio Macri y Sergio Massa evidencia una
común docilidad ante los designios del capital global y al discurso de la crisis.
¿Esto implica el fin de mandato vigente –aunque no siempre cumplido– de frenar
el ajuste y la represión elaborado durante las luchas del 2001? Sólo la
ebullición colectiva como expresión de poder de veto puede recrear este mandato
estratégico, abriendo nuevamente expectativas genuinas en el proceso
político.
2. ¿Nueva derecha?
¿Fin del populismo? ¿Desorientación de las fuerzas populares y de izquierda?
Estos interrogantes sólo cobran valor en la medida en que permitan evaluar el
estado de las fuerzas sociales: las que se constituyen, las que se
desorganizan. Nada está escrito, todo está por verse. A condición de abandonar
los simplismos de la hora:
a) el simplismo positivista, que todo lo explica a partir de la premisa de un funcionamiento autoconsistente del sistema político.
b) el simplismo moralista, que narra las cosas en términos de bien/mal (“el mal menor”, el voto en blanco como cuestión de principios);
c) el simplismo historicista, que supone que el pasado contiene el sentido de los hechos que se constituyen ante nuestros ojos;
d) el simplismo anti-progresista, que empuja contra una puerta que hace tiempo ya está abierta.
e) el simplismo voluntarista, que todo lo reduce al “qué hacer” (como si siempre hubiese algo que hacer, pulsión que acaba mayormente canalizándose vía Facebook);
f) el simplismo de la mala fe, que parte de considerar como premisas obvias lo que en realidad son procesos conflictivos (como en el cinismo: "es la economía”, o el folkorismo: “es el peronismo”).
Para salir de esta
pereza del pensamiento el colectivo Juguetes Perdidos señala en una nota
reciente (“Apuntes rápidos sobre el voto mulo”) uno de los caminos posibles:
hundir la comprensión de lo electoral –hasta donde sea posible– en la
producción de modos de vida; es decir, el abanico de estrategias efectivas
puestas en juego para pilotear la “década ganada”. Porque sólo la estrategia
permite ir más allá de la moral. O dicho de otro modo: sólo volviendo sobre el
problema de la creación de modos de vida (y estrategias siempre mutantes) se reabre desde
abajo la comprensión de lo que lo político cierra por arriba.
3. ¿Qué opción
tomaremos entonces? La del “mal menor” (la “derecha buena”) o la de la
"prescindencia" (todos son iguales/ las elecciones no importan/ no
ceder al chantaje que nos obliga a todxs a pronunciarnos). Ni uno ni otro.
Puesto que este dilema no tiene solución. Se muestra tan endeble el llamado a
confiar en Scioli como freno a la derecha “mala” como imperdonable sería
ignorar o subestimar el significado material y espiritual de un triunfo del
Proyecto-Macri, la expresión más pura de los propietarios. En momentos en donde
todo se cierra en el nivel de la macro política, resulta reaccionario apostar a
que las micropolíticas constituyen una realidad "aparte" en lugar de
situarlas en el lugar que les cabe: precisamente, como fuerzas capaces de
agujerear y re-abrir la macro.
4. Entre quienes
piensan que hay que “resistir” (bajo la idea de que hay períodos para resistir
y otros para delegar) para conservar ciertas políticas de estos últimos años
(los avances conseguidos) no se
termina de aceptar que esa posición conservadora es ya signo de un agotamiento
histórico. Le falta el impulso de la innovación. Y ese agotamiento se ha vuelto
debilidad electoral para "frenar a la derecha”. Esa derecha que desde el
2013 no deja de vencer. No desconocemos la
importancia de la utopía nacional-popular (de la que la actual proyección
estatal-desarrollista no es sino una versión maltrecha). Aún hoy los poderes
globales se esmeran en destruir muchas de las conquistas de los llamados
populismos sudamericanos. No puede sernos para nada indiferente lo que ocurra
de aquí en más con los impulsos destinados al bienestar social y la proyección
regional de los últimos años.
5. No es posible
desanudar los límites de lo político-convencional y de la “mala fe”
desentendiéndose de lo que se juega, en concreto, en esta coyuntura. De allí
que nos sumemos a todas las iniciativas que de modo autónomo y desde abajo se
esfuerzan en organizar el bloqueo al Proyecto-Macri: sólo luchando contra las
fuerzas que tienden a vencer se actualiza el poder de veto. La situación tal y
como se nos presenta ahora parece imponernos a todos la necesidad de un nuevo
modo de afrontar el tiempo que viene sin medias tintas. Ahora, decimos, que las
"derechas” (una palabra hueca que bien haríamos en revisar y sustituir por
alguna otra más precisa) parecen haberlo tomado todo bajo su mando y su
estética –todos los partidos, todas las instituciones–, incluyendo la gestión
de "afectos". Resulta bastante ineficaz infantilizar a lxs votantes
de la derecha, cuando se los imagina como frías máquinas racionales del juego
de elegir, finalmente desafectadxs y desatendidos de que toda política de poder
es una captación de afectos.
6. Ahora que el
gobierno de las derechas –revanchista- desafía es cuando más se hace necesario
llevar a fondo el enfrentamiento con nosotrxs mismxs (con nuestras perezas) y con
el enemigo político en el plano social: ¿cómo, dónde, con quiénes comenzar a
forjar la fuerza (las posiciones, las acciones, el lenguaje, las alianzas) para
combatir a fondo en un tiempo que ya ha comenzado? Y que a decir verdad ya
había comenzado.
7. La filosofía de
Spinoza enseña hace siglos que el derecho es igual a la potencia. El
sistema político no garantiza de por sí el bloqueo de las políticas de
despojo. Todo el discurso de los
derechos deberá ser reescrito, retejido, ahora, a partir de la potencia
concreta de la fuerza colectiva que se activa ante el peligro que supone la
victoria de Macri.
1 de noviembre de 2015