¿Foucault neoliberal?
por Verónica Gago
Seguramente los últimos cursos de Michel Foucault dictados
en el Collège de France seguirán siendo una cantera de interpretaciones, citas,
apropiaciones y controversias. La última lección de Foucault. Sobre el
neoliberalismo, la teoría y la política, del filósofo francés Geoffroy
de Lagasnerie (FCE, 2015), a pesar de su título pretencioso, es lo que podría
llamarse un texto neumático: intenta ser provocador pero no tiene nada de
revulsivo, ansía ser liviano y apenas logra no ser banal. Sin embargo, brilla
por su conservadurismo.
De Lagasnerie empieza ironizando a quienes sostienen que
Foucault se habría fascinado con el neoliberalismo a punto de –especialmente
con su curso “más polémico” El nacimiento de la biopolítica–
generar la siguiente pregunta: “¿no estaba Foucault, al final de su vida,
convirtiéndose en liberal? (…) ¿no habría que rendirse a la evidencia de que el
autor de Vigilar y castigar, ese personaje central, no
obstante, de la izquierda radical posterior a mayo del 68, estaba, en vísperas
de su muerte, a punto de acabar mal y derechizarse, como pasaría, por otra
parte, con muchos de sus discípulos de la época?”.
Por suerte de Lagasnerie dice que no. Nos tranquiliza
advirtiendo que Foucault no derrapó. Argumenta que lo que hace Foucault
–incluso como modo de explicar estas sospechas que se ciernen sobre él- es una
pirueta más audaz: consiste en “haber hecho volar en pedazos la barrera
simbólica levantada por la izquierda intelectual, en especial la que se
presenta como radical, contra la tradición neoliberal”. De este modo, el libro
–unos catorce capítulos de títulos atractivos y de no más de cuatro páginas
cada uno– va mostrando su verdadera argumentación: un uso de Foucault para
cincelar un elogio sin dobleces a la teoría de Friedrich Hayek en primer lugar,
y al economista Gary Becker siguiendo. En este sentido, como escribió Guillaume
Boccara en una crítica para la revista “Nuevo Mundo. Nuevos Mundos”: “De hecho,
Geoffroy de Lagasnerie se transforma en lector no de la última lección de
Michel Foucault, sino de la primer lección de Friedrich Hayek”.
Foucault es presentado como un escéptico: la crítica de
los “universales” se traduce para este filósofo en no adherir, como sostienen
“los neoliberales”, a la “actitud consistente en otorgar un poder desmesurado
al pensamiento”. De Lagasnerie cree así acabar con el “mito” del filósofo
activista y de izquierda que circula en Francia y Estados Unidos. Pero claro
que resalta que hay una ética neoliberal: es una que se opone al orden y “propone
liberar a la teoría y a la filosofía políticas de las pulsiones autoritarias
que las atraviesan y que son una visión unificadora y monista de la sociedad
construida por ellas”. La filosofía neoliberal, afín naturalmente a las
categorías de “heterogeneidad”, “inmanencia” y “pluralidad”, desemboca en una
frase de Lagasnerie que deja mucho que desear: “No me parece falso decir que
Foucault percibió el neoliberalismo como una de las encarnaciones
contemporáneas de la tradición crítica”.
Aprovechando el carácter corrosivo de la invectiva
foucaultiana, su exigencia anti-moralizadora a la hora de detectar la
“singularidad” del neoliberalismo y su complejización de nociones como estado y
mercado, este filósofo no hace más que elogiarlo como un deconstruccionismo
sencillo (de la totalidad, de la homogeneidad, del derecho) y de naturalizarlo
como un “programa de percepción”. El modo en que toda la dimensión
problemática, genealógica y subversiva vinculada a las contra-conductas y a los
modos del poder que Foucault involucra para hablar del nacimiento del
neoliberalismo es desconocida y desconectada de su funcionamiento axiomático.
Bajo este movimiento es que concluye hablando del neoliberalismo de modo
risueño como un “dispositivo experimental” y como “el arte de no ser tan
gobernado”. La fórmula remata de modo antropológico, con igual sencillez:
el homo oeconomicus se revela como el verdadero “ser
ingobernable”. Leyendo a de Lagasnerie se puede llegar a creer que la palabra
emancipación se la debemos al neoliberalismo.