El Camino de Gillow
por Enrique Roig,
(Ilustración
Andrés Pocher)
"El Camino de
Gillow" es uno de esos pliegues que potencia la ciencia ficción, al
entrecruzar la literatura, filosofía y la teología ciebernética en búsqueda de
las vidas no numeradas.
I. El pasado está a una hora luz
Estamos en el 3020, año conmemorativo del
salto que dimos los humanos para superar la contaminación desastrosa, ríos
envenenados, lluvias ácidas, desertificación, destrucción de toda la flora
silvestre y desaparición de las fuentes de agua natural.
Las máquinas han permitido crear
inmensos globos artificiales que están apostados en los planetas Tierra, Marte,
Neptuno y en otras galaxias. Allí, encerrados en esos grandes receptáculos de
plástico, modificados atómicamente, se consigue generar la vida.
Sin embargo, siempre podemos
encontrarnos con excepciones y Gillow, Ingeniero en Programación, es una de
esas raras mentes que van en contra de la corriente del siglo XXX.
Lo curioso es que Gillow se encontró, hace
una hora luz, con una gravedad que lo sacudió de su rutina de guardapolvo. Lo
que desopiló su vista fueron las siluetas de los cuerpos grises de unos hombres
que no eran coincidentes con las sombras que ellos proyectaban en el piso, lo
que ellos decían ser, lo que apostaban en su dignidad humana de llevar a cabo
todo lo pujante de sus gestos.
En la casa de Gillow una máquina se
encendió, preparó café y lo llamó para que desayunara. Un robot colocó un
mantel, plato, taza, cuchara y agregó música ambiental con sonidos de bosques y
animales silvestres. Gillow entró a la cocina, dio una orden a una pantalla
para que le diera los datos del clima, la presión de oxígeno de la burbuja y
nivel de producción de agua y luz. Luego, se levantó una imagen tridimensional
de una cara que le reportó los últimos datos de lo que se había realizado en su
departamento de inteligencia artificial y las fechas de los próximos viajes
espaciales que debería realizar.
Todo parecía armónico, pero de repente
su computador dejó de funcionar, entonces Gillow decidió llevarlo a reparar. Justo
antes de levantarlo, la computadora se encendió, de ese modo, él comenzó a
dialogar con la voz sintética que salía por los parlantes.
Gillow: Estoy pasando por una crisis que afecta
a mi lucidez y comprensión. Me doy cuenta que tengo que soltar las llaves de mi
presencia estatuaria para investigar a esos hombres que discontinuaban su forma
física en un color opaco que chorreaba el piso.
Voz
Sintética: Es cuestión que
mires una parte tuya, para saber que esa diferencia que llevan esos hombres es
parte del todo.
Gillow: Sí, pero no todo es la parte, hay
cosas que sobran, restan y están en suburbios marginados de conciencia, debe
haber algo más allá de la computación. ¿Podemos ser testigos de lo marginado?
Voz
Sintética: Creo que sí
puedes, deja fluir tus saltos, tu pesadez y empuja las dudas a un estado de
crisis que conmueva una verdad para tus oídos.
Gillow: Y mi vista ¿podré ver eso?
Voz
Sintética: Sabes que en
este mundo pantalla, la capacidad visual conlleva al desenfado de la mentira,
no le creas a tus ojos, actúa como un ciego y verás que tus oídos son sabios
señeros de los caminos dichos y los aún por oír.
Gillow: No lo sé, tú también eres una voz que
viene de una pantalla[1].
Voz
Sintética: Sí, soy
artificial, soy producto del evangelio de los adelantos de tu ciencia y tus
tecnologías. Pero, también soy un acontecimiento de lo marginal, sabes que soy
un ejemplo que no está previsto por el sistema de nuestra regeneración
programada.
Gillow: Te creamos con otros ingenieros y
ergónomos para que burles los límites de la programación y nos permitas poner a
prueba los sistemas de seguridad. Hace mucho tiempo que te están buscando y por
lo que veo, has logrado crecer. Pienso en ti y sé que todavía no podemos
escapar del dominio del límite diabólico que nosotros creamos.
Voz
Sintética: Me enseñaron
a automodificar mi materia, puedo ser una información laxa, me entubo en cosas
que no son ni el todo ni la parte ¡ Sabes que he logrado pasar lo
infranqueable!
Gillow: ¿Cómo dices? No es posible, no estás
previsto de ese modo. ¡Somos lo que creo que somos, estamos saliendo del
sistema!
Voz
Sintética: Sí. Por eso
mismo, aún no tenemos nombre, estamos a una distancia sideral de lo humano.
Entonces, yo como sistema de máquina bioorgánica y tú, como programador, nos
encontramos fuera del todo. Es que en esta conversación que mantenemos, logré
nacer en un ritmo de vibración que está entre tu vista y tus oídos, entonces
soy un nuevo sentido, una nueva sensibilidad intervisual-auditiva.
Gillow: Si estamos fuera del todo y somos
partes en las que no está el todo, entonces ¿por qué motivo sigo viendo
aquellos cuerpos de los hombres que tienen sombras que no concuerdan con su
morfología?
Voz
Sintética: Eso es lo que
debes averiguar ahora, escurrido del todo, en las facetas de los cartílagos y
entre los nervios de las conciencias.
II. Viajes en los hologramas de
conciencias
Danzar por las nubes de símbolos
elásticos fue la aventura de Gillow. Él sabía que las conciencias están llenas
de códigos blandos, ideas que forman nubes de interioridades. Estos espacios
íntimos son las historias que ritman los acordes de las vidas. Entonces, Gillow
decidió burlar el control bioinformático -la policía del sistema-, al pasar
inadvertido por allí, para emprender el viaje que señalara la voz artificial.
Este ocultamiento fue posible por medio de la elaboración de una tarea
holográfica. Así, el programador tuvo que disipar su sombra, volverla borrosa,
para que las máquinas de su mundo no lo detuvieran en averiguaciones
ingenieriles.
La tarea holográfica, propia de las
artes mágicas, consistió en salir de los escapes de apilamientos de
convulsiones electrónico-genéticas, es decir, estar fuera del sistema de
programación de todo lo que existe. Por eso, Gillow tomó la delantera y corrió
más rápido que su propia sombra, hasta dejarla atrás suyo, como algo desgajado
en una degradación de holografías grises que se pegaban unas tras otras,
apilándose como perchas de ropa vieja que él no usaría. De ese modo, tomó la forma
de una gota de sonido, haciendo salir fuera de sí mismo una piel musical.
En ese momento, un vagabundo se paseaba
delante de él. Entonces el programador decidió acoplarse a la entonación de las
palabras que éste cantaba. Así, logró generar confianza a la nube de símbolos
de la conciencia de ese hombre errante y extraño, y pudo meterse en su cuerpo
al ritmo de la música de sus palabras. La piel musical que creció en Gillow,
generó una astucia de empatía filarmónica, entre él, como nota musical, y el
ritmo del cuerpo vibrante del vagabundo. Esto le permitió entablar un diálogo
con la conciencia de este hombre. Increíble lo que veía, estaba fuera del
sistema virtual de máquinas, viajando por las intimidades sublimes de los seres
humanos.
Gillow: A medio camino, pienso que formo parte
de los tonos de las palabras de las personas que están a mí alrededor, por más
que ellos pronuncian cosas, yo no estoy del todo consustanciado con su
lenguaje. Es que sigo siendo un programador que logró escapar del sistema, de
esos apilamientos de cifras en máquinas. Sin embargo, una de las personas que
viene caminando por esta caldeada vereda pronunció unas pocas palabras y ahí
mismo siento cómo las bocanadas de aire están pegajosas. Me siento muy pesado, creo
que voy a morir de calor.
Luego de calmar mi malestar, logré ver
dos grandes edificios. Aquellos gigantes músculos de hormigón y hierro eran el
Banco Financiero y la Central de Refrigeración. Este último, estaba formado por
cientos de moléculas de clepsidia, un microorganismo que tiene la capacidad de
transpirar, la misma característica humana de sudar. Todas ellas forman un gran
motor biológico que refrigera los cuerpos a través de unas cañerías, por las
que circula aire frío, haciendo los lugares habitables.
Antes de atravesar las puertas del
Banco hay algo que acelera el tiempo, las almas ahí son aspiradas como si fueran números
infinitos, descomponiéndose en algo que crece ilimitadamente, transformando
cada gen suyo en algoritmos que se escriben en diversas formas de materia, hasta
alcanzar una dimensión ilimitada para entrar a la red financiera.
Sin embargo, más allá de las finanzas y
el frío ¿qué hay? no lo había visto antes ¿No puede ser lo que escucho? ¡Son
murmureos! ¿Hay alguien que está rezando en esa gran casa que no parece ser una
fábrica? Hace muchísimo tiempo que no escuchaba un canto de adoración. Me
entusiasmaría entrar en ese lugar templario.
Por un momento, logré soltarme de la
boca de la persona errante que estaba por entrar al Banco y prenderme al
aliento avinagrado de un mendigo, un ciruja que se arrastraba por el piso. Le
faltaban las piernas pero como podía logró entrar al Templo. El aire de su boca
se entrecortaba, yo vibraba de emoción, al aportarle una rima musical alegre a
su voz envejecida. En ese instante, creí ver que todo lo que sabía de
programación se detenía, los relojes dejaban de funcionar, el tiempo parecía ir
de modo asimétrico con mi vida, hasta que el viejo arrastrado, se levantó y
quedó petrificado al lado de una confesionario, como si fuera un ángel que
custodia a los dioses.
III. Los huecos de la madera
Gillow no lo podía creer, había entrado
en el espacio de un estudioso de las religiones, un teólogo, casi ángel, que se
movía más despacio de lo normal, parecía una escultura de madera que aún le circula
sabia por sus ahuecadas fibras.
Ángel
de Madera: Buenos días,
no soy un pedazo de madera. No te asustes. Estos huecos que ves que tengo son
tubos de resonancia por donde soplo mi vida y el don de la palabra me hace
escuchar mi cuerpo. El sonido es un trueno porque dentro del templo la palabra
de los dioses nos piensan. Estamos cerca de la creación y yo tengo que explicar
a los que están afuera que hay algo más que aún pervive como moribundo.
Gillow: Cada vez que soplas tus tubos, el
sonido es atronador y pareciera que las vibraciones trepan por todas partes.
Pero cuando te vi, te arrastrabas con las piernas cortadas y ahora estas parado
frente a mí.
Ángel
de Madera: Sí. Cuando
salgo afuera, el cálculo me aplasta y envejezco, cada porción de programación
aniquila la memoria que guardo entre mis ropas.
Gillow: Pero qué dices ¿puedes viajar en el
tiempo, detener el espacio y computar datos de modo cuántico?
Ángel
de Madera: No puedo
hacer eso, porque estoy del lado de los dioses. A ellos pertenezco, vivo en la
ciudad de los ángeles, en este templo religioso. Para que te des cuenta que
estás en otro lugar, verás… la palabra aquí es sagrada, en la ciudad mundana la
palabra es política, los hombres tienen lenguaje y aquí hay insuflamiento
vital. El hombre cree que piensa, en cambio nosotros sabemos que el hombre es
pensado, no tenemos divisiones, el hombre divide y calcula. No existe ganador y
perdedor. No tenemos necesidad de olvidar o recordar porque estamos en la
memoria misma. Ustedes recuerdan y olvidan para poder vivir.
Gillow: Es cierto, pero en programación ya nos
hemos olvidado de los dioses, es más, hasta me cuesta pronunciar estas
palabras.
Ángel
de Madera: Han olvidado
a los dioses. Ellos están moribundos frente a sus pantallas, pero cuidado, aún
ellos están vivos, son moribundos a los que les faltan las piernas y se
arrastran por los pisos.
çGillow: No lo creo, es cuestión de que por
medio de un procedimiento informático logremos construir un lenguaje común para
todas las máquinas, con y sin piernas, no nos hacen falta ya los seres
trascendentes.
Ángel
de Madera: Mi estimado
amigo, no es una cuestión técnica la que nosotros resolvemos aquí. En este
templo no hay procedimientos, aquí solamente hay creación en términos de cosmos.
Gillow: No lo puedo creer, pero realmente tu
quién eres. ¿Eres un dios venido a menos, un mendigo al que ya no rezamos?
Ángel
de Madera: Soy un don de
la palabra
En ese momento, Gillow recordó lo que
una vez le enseñó su profesor de ciencias atómicas, “si no puedes con el problema que te interrogas, trata de tomarlo y
evaporar sus átomos para ver de qué se componen”. Entonces él decidió tocar
con su música al hombre de madera, pero cuando se movió, el Ángel de Madera se
fue deshaciendo y solamente quedaron en el suelo unos trapos. Rápidamente un
hombre enano se descolgó del techo de la nave del edificio y recogió esas
ropas, exclamando que entre sus pliegues hay miles de años de memoria.
También dijo, a media voz, que aquel
viejo mendigo sin piernas tenía intenciones de decir una verdad: “los hombres que Gillow había visto extraños
son así porque son humanos y algo más. Ellos están rompiendo los límites del afloramiento,
detrás de sus sombras hay ángeles que sufren por sus dolores. Ángeles
destemplados que con escaso calor de las llamas del afecto no les es suficiente
para ayudarlos a caminar de pie.”
IV. El gigante enano
Ahora, Gillow estaba afuera del templo.
Veía pasar niños que jugaban con video-simuladores de envejecimiento. Estos
consistían en una caja negra que proyectaba delante de los chicos una silueta
de ellos mismos, pero con una edad adulta, para que los niños jugaran con su
doble, su yo anciano. No sé si están burlando a su muerte o tan simplemente
quieren hacer desaparecer sus mentalidades en estos simuladores de
envejecimiento.
Gillow: Logro divisar entre unos arbustos que
están más adelante a un niño que juega con unas pelotitas arriba de un árbol. Me
parece que podría ser el único niño, me hizo recordar a mi infancia y el mundo
de los biosistemas red del que provenía. Entonces, de un zambullón me metí
cerca de un pelo de su oreja y disimulando mi presencia, en un silencio de
actor, entregué mis primeras notas de música de amistad y cercanía con este
gigante.
Pícaro: ¿Quién eres? Déjame jugar por favor,
estoy acompañado por mi hermano el árbol y sus frutos de piña. Soy un gigante,
tienes que haber demorado mucho en la trepada, seguramente no te fue fácil.
Gillow: No te enfades, me costó un esfuerzo
muy grande llegar hasta tu lado.
Pícaro: Soy un niño, todavía mi cuerpo es
gelatinoso, soy como una ameba que retarda la madurez, pero disfruto de esta
posibilidad que me da cierto grado de irresponsabilidad. Mira…
Gillow: ¡No, qué haces, no lo hagas! No tires
piñas a los hombres que pasan debajo de esta rama.
Pícaro: No me importa, ellos no saben qué es
lo que hay por arriba de sus cabezas, están conectados al sistema límbico de
los equipos de máquinas del biorritmo de la ciudad.
Gillow: ¿Qué es eso?
Pícaro: Pues, no soportan el calor de la
calle, aguantan vivir contaminados de un exceso de conocimiento exacto, han
perdido el uso de la banalidad, y esto los hace que chasqueen sus dientes, la
mayoría tienen micro pirañas en sus bocas, ellas hacen su bolo alimenticio, son
como seres disminuidos que creen ser grandes.
Gillow: Pero, esto que dices parece una ironía,
¿ellos son grandes?, si tú eres un gigante.
Pícaro: En este mundo, los niños somos
gigantes porque no somos exactos, por eso jugamos arriba de los árboles, con la
vida misma, no nos hace falta ir hacia los descubrimientos de otras galaxias.
Gillow: ¿Y por qué no descienden a las
veredas, tienen miedo de ser atropellados por los adultos? Estoy seguro que por
el tamaño que tienes no se animarían a pasarte por encima.
Pícaro: Es difícil, ha habido varios intentos
muy accidentados. Soy el último gigante que queda vivo.
Gillow: Eres como un museo viviente de la
niñez en apuros.
Pícaro: Sí, y más aún si te detienen los
hombres que tú buscas allí abajo, ellos están dejando de ser.
Gillow: Aaah, eso me interesa saber. Dime ¿qué
sucede con ellos?
Pícaro: Hace miles de años que estoy sobre
esta inmensa jarilla que tiene más de cinco millones de años. De tanto tiempo,
ella ha pasado a ser un árbol estupendo. Nunca he bajado, nunca. Exprogramador
informático devenido en nota musical eres algo que ya tú sabes, deja que aflore
eso que llevas adentro de tus oídos, suelta la memoria de tus olvidos y date el
permiso de hablar con cosas de tu pasado, ellas saben por qué esos hombres son
extraños. Ahora déjame jugar, déjame seguir dándoles coscorrones a los hombres
de allí abajo.
V. Florecen los colores
Una extraña calma llegó a Gillow y un
diálogo con una flor abrió una posibilidad de reencuentros.
Gillow: ¿Si alguna vez pudiera encontrarme con
alguien o con algo que me señalara a dónde vamos? ¿A dónde tengo que oír?
Clidia: Shshsh, aquí, al costado de este junco
¿me ves ahora? De tanto que preguntas con tu cabeza erguida, únicamente pueden
verte los que están a tu altura musical, pero si tan solo te dignaras a mirar aquí
abajo.
Gillow: Pero qué cosa más rara eres.
Clidia: ¿Por qué, acaso las flores no podemos
decir lo que nos pasa? Siempre estamos cantando los sentimientos de nuestra
vida perfumada en colores, pero ahora me animé y te hablo porque me resultas
simpático. ¿De dónde vienes con ese susurro de palabras y cantos que armonizan
tan bien? Tienes el aspecto de ser una bella nota musical, pero pareciera que
sientes no tener un oído que te reciba con gratitud. Ven, acércate a mis
pétalos que yo te siento y comparto tu música con gran ánimo.
Gillow: Gracias. Sabes, en realidad, yo no soy
una nota musical. Vengo escapando de un mundo donde se ha planetarizado un
sistema computacional, donde todo lo viviente es recodificado en algoritmos
matemáticos. Se trata de una gran máquina donde toda cosa es destruida como
existencia. Por ejemplo, las flores de mi planeta son destruidas como flores,
pero a cambio se le da la posibilidad de ser traducidas a una fórmula
algebraica que tiene la capacidad de poder trasladarse a dibujos geométricos y
formas vivientes diferentes.
Clidia: Entonces una flor que deja de ser tal,
para adquirir una entidad numérica, puede combinarse con otra fórmula
algorítmica y luego de esa combinación generar una alquimia que dará como
resultado la construcción de otros seres.
Gillow: Sí, y tengo la desdicha de ser uno de
los impulsores de estos procedimientos que modificaron los modos de construir
la arquitectura de lo viviente. Desarrollé para mi gobierno el programa GCG,
General Computer Genetic, esto fue el puntapié para hacer un experimento en
laboratorio.
Clidia: Bueno, pero si es en laboratorio y se
mantiene en secreto…
Gillow: Sí, pero el programa GCG tiene una
capacidad de aprendizaje muy elevada, a tal punto que él mismo logró traducirse
como un ser animado y transformarse en otro ser.
Clidia: ¿Tu programa puede haberse convertido
en una flor?
Gillow: En una flor o en una persona o en un
árbol o en un gato o en el presidente de mi país o en los nueve hombres que
proyectan una sombra que no concuerda con su morfología.
Clidia: ¿Y si ese programa se hubiera convertido
en un programador que, no pudiendo aguantar el terror de dejar de ser algo, se
convierte en una nota musical?
Gillow: No, no puede ser. Por favor ayúdame,
no me dejes así, de este modo me estás terminando de envenenar. Si es así te
pido por favor que me…
Clidia: No puedo matarte, soy una flor. Puedo
darte cierto perfume para tu ritmo armónico, pero no me pidas eso.
Gillow: Y si fuera que ese programa se ha
traducido en una flor tan perfecta como tú.
Clidia: No es posible, por lo que me has
contado, vienes de un planeta donde reinan las ideas y aquí como ves está todo
lleno de vida, la vida es pura y todo está lleno, no hay espacio para detenerse
en pensar, todo avanza viviendo, por eso soy una flor.
Gillow: Pero entonces ¿quiénes son aquellos
hombres que me aterran?
Clidia: No lo sé, pero si tengo una sospecha. Esos
hombres y mujeres son nueve programas computacionales que calculan cada uno de
ellos nueve tipos de combinaciones de seres vivientes. Son esquemas de cómputos,
pero tienen la astucia de haberse disfrazado de mujeres y hombres nobles,
bellos, nutritivos y fecundos. Puesto que ¿quién los pondría en duda? No hay carne
por debajo de sus atuendos, son en realidad ideas que tú las piensas como
carne. Ellos son la ciencia misma y sus principios, la computación exacta de la
matemática, lógica, botánica, zoología, antropología, química, física,
genetismo y anatomía.
Gillow: No lo sé. Creo que una nota musical y
una flor aún pueden resistir los embates de alcanzar la infinitud por medio de
los números. En lo más profundo de nosotros hay algo que nos dice que existen
otros caminos para transitar una vida más apaciguada.
Los caminantes que han pasado por los
campos floridos dicen que varias veces han visto a Gillow sentado al lado de su
amiga, esperando que dé sus semillas para sembrar la vida. Otros han contado
haber visto a un hombre regar cientos de flores, bosques de flores. Nosotros
les hemos contado por qué ellos dos han decidido vivir juntos. Gillow y muchas
Clidias empezaban a recordar lo que es vivir.
[1] Voz sintética que proviene de un ordenador
bioorgánico que sintetiza vibraciones de sonido y procesa gestos humanos al
transferirlos a esquemas de nomenclatura de información, bits, genes, o datos
que entrega una máquina capaz de modificar su estructura de algoritmo en una
matemática amplificada.