A 1 año de la desaparición y asesinato de Franco Casco
Hace un año los integrantes de la comisaría 7ma de Rosario
desaparecieron, torturaron, asesinaron y tiraron al río Paraná a Franco Casco.
Franco había llegado a
Rosario desde Florencio Varela sobre finales del mes de septiembre para visitar
a unos familiares que viven en Empalme Graneros, un barrio humilde de la
periferia noroeste. El 6 de octubre quiso emprender su regreso a Buenos Aires
pero fue detenido arbitrariamente por la policía. Desde que sus familiares
perdieron contacto con él, emprendieron una búsqueda desesperada. Los primeros
días en forma solitaria y prontamente en compañía de múltiples organizaciones
sociales que se fueron sumando a la lucha.
Los funcionarios políticos y
judiciales del gobierno provincial plantaron todo tipo de sospechas para
culpabilizar a la propia víctima. Se dijo frente a los micrófonos y en los
propios estrados judiciales que se lo había visto deambular pidiendo alimentos
y ropa en una iglesia. Lo mismo en el caso de la policía cuando afirmó que lo
habían levantado en la calle porque se lo notaba “perdido en tiempo y espacio”.
La primera acción colectiva
que organizó la Multisectorial en Pedido de Justicia por Franco fue una
conferencia de prensa y, días más tarde, una marcha que culminó en la puerta de
la comisaría en la que se lo había visto por última vez. Esa misma tarde,
cuando estábamos en plena desconcentración, Franco aparecía flotando en el río
a la altura del céntrico Parque de España.
En agosto de este 2015,
prácticamente cuando se estaba por cumplir un año de lo ocurrido, los patovicas
y policías que trabajaban en un boliche céntrico mataron, desaparecieron y
tiraron al río al joven Gerardo Escobar. Durante una semana no hubo datos de su
paradero. Apareció flotando a escasos metros de donde encontraron el cuerpo de
Franco, Nuevamente se repitieron los métodos represivos pero también las
operaciones de funcionarios, fiscales y medios de comunicación. Se insistió con
que el joven salió del boliche “con un comportamiento errante”, “producto del
consumo de alcohol”, también que “tuvo un mínimo altercado con un taxista
mientras caminaba algo mareado por Tucumán hacia el este” y que “se lo había
visto correr con desenfreno hacia el río”. La primera autopsia, al igual que en
el caso de Franco, arrojó que el cuerpo no tenía marcas de violencia. Así se
intentó cerrar la causa abonando la hipótesis del suicidio.
Semanas más tarde, las imágenes
tomadas por cámaras de seguridad de un edificio revelaron que Gerardo Escobar
había sido golpeado salvajemente por patovicas y policías que cumplían
funciones en el boliche. Las nuevas autopsias evidenciaron golpes y no se
encontró agua en los pulmones, demostrando que había muerto antes de caer en el
agua. Gabriel Ganón, defensor general de la provincia de Santa Fe, denunció que
el médico forense que dirigió la autopsia de Franco y la de Gerardo era un
policía retirado que cumplió servicios durante 30 años en la fuerza.
Las figuras de cuerpos jóvenes
apareciendo sin vida en las aguas del río sacan a la luz un inconsciente de
desapariciones y asesinatos muy caro para la historia reciente de nuestro país.
Rosario se ha transformado en una ciudad oscura y siniestra, teñida de sangre
joven. El lenguaje de la violencia se ha extendido a todos los rincones
sociales, con las fuerzas de seguridad ocupando un rol protagónico bajo el
amparo del poder político. La impunidad se ha naturalizado. Desde el 2014 una
pedagogía del terror encuentra en el Paraná su peor escenario.
Así lo analiza el Bodegón Cultural Casa de Pocho: “Los métodos y las formas mas oscuras nunca se fueron, siempre estuvieron ahí. Velando por los intereses de los poderosos que siguen funcionando como administradores de la vida que siguen llenando sus bolsillos y construyendo sus imperios a costillas de la sangre de nuestrxs hijxs. Esto una vez más nos obliga a reaccionar con dignidad, con lucha, con organización. Porque nuestros cuerpos son nuestros territorios. Porque la vida es nuestra, porque nos siguen quitando tanto que nos quitaron el miedo. Porque no aceptamos el silencio, la impunidad. Porque no son ni serán nunca nuestro idioma. Porque en donde hay movimiento hay vida, hay amor”.
Así lo analiza el Bodegón Cultural Casa de Pocho: “Los métodos y las formas mas oscuras nunca se fueron, siempre estuvieron ahí. Velando por los intereses de los poderosos que siguen funcionando como administradores de la vida que siguen llenando sus bolsillos y construyendo sus imperios a costillas de la sangre de nuestrxs hijxs. Esto una vez más nos obliga a reaccionar con dignidad, con lucha, con organización. Porque nuestros cuerpos son nuestros territorios. Porque la vida es nuestra, porque nos siguen quitando tanto que nos quitaron el miedo. Porque no aceptamos el silencio, la impunidad. Porque no son ni serán nunca nuestro idioma. Porque en donde hay movimiento hay vida, hay amor”.
Ayer las organizaciones sociales, los
partidos, los sindicatos estuvimos nuevamente en las calles de Rosario,
exigiendo y construyendo justicia en forma colectiva. Por Franco y por tantos
pibes y pibas, porque siempre vamos a seguir afirmando la vida.
Rosario, 7 de octubre de 2015
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