El huevo de la serpiente
por
Isidro Herrera *
En
enero de este mismo año 2015, se publicó en Gallimard, precisamente la
editorial en donde se ha publicado prácticamente toda la obra de Maurice
Blanchot, un libro titulado L’autre Blanchot. L’écriture de jour, l’écriture de
nuit. Su autor, Michel Surya, pide que se lean sin miramientos los artículos de
contenido político publicados por Blanchot en los años 30. No tanto con el
objeto de juzgar ese contenido (descalificado de antemano como pensamiento de
extrema derecha), sino con la intención de preguntarse qué «consecuencias»
tienen esos artículos en la obra y el pensamiento posteriores de Blanchot y por
qué Blanchot, que llegó a defender justamente todo lo contrario, nunca creyó
conveniente explicar ese cambio, esa «conversión» de su pensamiento.
El
trabajo que sigue a estas líneas quiere aprovechar una oportunidad inaudita
para su autor —que nunca imaginó que tuviera la ocasión para ello—, no tanto de
defender la obra o el pensamiento de Blanchot frente a malentendidos o falsas
interpretaciones, sino de defender al propio Blanchot de lo que a él le parece
una infamia que no debe quedar sin ser denunciada (es decir, hacer algo
parecido a no permitir que se denigre a un amigo). Ahora bien, en lugar de
entrar en el fondo de las acusaciones más o menos veladas de Michel Surya
(¿fue Blanchot «fascista»?, ¿fue «antisemita»?, ¿«colaboró» con el régimen de
Vichy?, ¿«mintió» a todos sus amigos acerca del alcance de su compromiso político?,
¿no se le deben aplicar a él mismo los mismos términos que él utiliza para
hablar de Heidegger?...), antes habrá que valorar la falta de rigor
textual con que se plantean esas acusaciones. Rigor sin el que verdaderamente
no será posible ni siquiera comenzar la discusión. Ahora bien, si los textos
utilizados han sido alterados —es decir, no dicen lo que Michel Surya dice que
dicen—, eso demostraría desde el principio que la argumentación no tiene ningún
recorrido, que la reflexión encalla desde su inicio y que ninguna de esas
acusaciones puede sostenerse.
***
En el momento de lanzar una grave acusación
sobre Blanchot, Michel Surya no puede decir algo más oportuno:
Il faut être précis bien sûr, ou les procès
recommenceraient. Et entrer dans les textes. Autrement dit les lire dans le
détail[1].
Hay que leer, leer con detalle. No otro ha de ser nuestro imperativo. Únicamente
añadiremos que, dado que esta recomendación se transmite dentro de un texto,
éste, el texto que la contiene, debe ser leído también con el mismo detalle,
con la misma precisión, con el mismo rigor. Debe ser sometido también a la
misma exigencia — la exigencia de pensar consecuentemente lo que él dice, lo
que en él hay. Leerlo escrupulosamente — esto es exactamente lo que estamos
obligados a hacer con el libro de Michel Surya. Leer lo que él quiere leer. Empezando
por su título: L’autre
Blanchot. L’écriture de jour, l’écriture de nuit,. Titulo enojoso,
degradante incluso, en el que, por muy inocentemente que quisiéramos
entenderlo, percibimos de inmediato una censura moral. Título que no se presta
a equívocos, tanto en lo que se refiere a su sentido como a su intención: está
visiblemente encaminado a sugerir una doblez, no sólo de la escritura, sino del
propio Blanchot, contumaz en el «disimulo», todo el tiempo frente a todos sus
amigos:
Parce qu'il n'y a pas jusqu'à ses «amis» (et
on sait en quelle estime il tenait pourtant l'amitié) à qui Blanchot n'ait
réussi à dissimuler «l'autre» qu'il avait longtemps été.[2]
Que tal sugerencia de doblez le pueda parecer
a alguien una infamia sería irrelevante frente al hecho notorio de que las
palabras del título de ese libro estarían repitiendo literalmente palabras del
propio Blanchot. No siendo por lo demás difícil saber de dónde han sido
tomadas, porque Michel Surya en numerosas ocasiones cita su lugar de procedencia:
la carta de Maurice Blanchot a Roger Laporte del 22 de diciembre de 1984,
publicada por Jean-Luc Nancy en Maurice
Blanchot. Passion politique[3].
Una parte importante de la argumentación de Michel Surya se apoya en lo
que esa carta dice («cette lettre a été pour moi déterminante»[4]).
Así, pues, leamos esa carta y el modo en que
Michel Surya emplea sus términos con la atención que él mismo nos solicita,
para que no nos pase, según se dice en España, lo que al Maestro Ciruela, «que
no sabía leer y puso escuela». Ya sabemos que de ella procedería la expresión
que contiene el título de su libro («l’écriture de jour, l’écriture de nuit»),
la cual en su interior aparece mencionada abundantísimamente, muchas veces con
mordacidad, casi siempre con la intención de señalar una duplicidad que no se
quedaría en la escritura, sino que alcanzaría al propio Blanchot: Blanchot de
día, Blanchot de noche, uno y otro opuestos en todo, decente uno, vergonzante
el otro. Pero, atención, ¿son exactamente ésas las palabras de Blanchot?
Ciertamente, no: ni en esa carta ni en ningún otro lugar en ninguno de sus
libros publicados Blanchot nunca dice l’écriture de jour o l’écriture de nuit, sino l’écriture du jour y l’écriture de la nuit.[5]
La diferencia entre las dos expresiones no es
menor ni es irrelevante. En cuanto a saber si se trata de una errata, de un
error, de un lapsus, de un descuido u de una modificación intencionada, no hay
manera de comprobarlo y no añade nada al fondo del asunto. Únicamente tenemos
que las palabras más citadas del libro de Michel Surya (empezando por su
título), y que constantemente se le atribuyen a Blanchot, no son palabras de
Blanchot. De modo que muy mal podremos, como se nos pide, pensar lo dicho, desde el
momento en que nunca leemos
verdaderamente eso que ha sido dicho. Porque cualquiera que tome en serio
la gramática se dará cuenta de que no dice lo mismo la locución adverbial (de
día, de noche) que el sintagma en genitivo (del día, de la noche), del que es
bien sabido que aporta una riqueza admirable por su capacidad de ser
alternativamente leído como genitivo objetivo o genitivo subjetivo. No dice lo
mismo «la escritura de día, la escritura de noche», que «la escritura del día,
la escritura de la noche»: «de día», «de noche» serían apenas marcas
temporales, sujetas sin duda a interpretación, pero muy lejos de todo lo que el
original puede y quiere decir, que afecta a la génesis de la cosa misma:
J’ai laissé de côté ce qui durant ce temps
(sans doute depuis 1930) avait été ma vraie vie, c’est-à-dire l’écriture, le
mouvement de l’écriture, son obscure recherche, son aventure essentiellement
nocturne (d’autant plus que, comme Kafka, il ne me restait que la nuit pour
écrire). En ce sens, j’ai été exposé à une véritable dichotomie :
l’écriture du jour au service de tel ou tel (ne pas oublier que j’écrivais
alors aussi pour un archéologue renommé qui avait besoin de l’aide d’un
écrivant) et l’écriture de la nuit qui me rendait étranger à toute autre
exigence qu’elle-même, tout en changeant mon identité ou en l’orientant vers un
inconnu insaisissable et angoissant. S’il y a eu faute de ma part, c’est sans
doute dans ce partage.[6]
Para el adicto a la sospecha aquí no habría
más que un subterfugio o la vía de escape de la responsabilidad adquirida por
una elección política desastrosa. Pero lo cierto es que Blanchot nunca ha dicho
otra cosa acerca de la escritura: el día no escribe, el día no es el
elemento de la escritura. Ésta es esencialmente nocturna, se alimenta de
oscuridad y no busca o exige otra cosa que esa misma oscuridad. La escritura
merecedora de ese nombre es siempre escritura
de la noche: escribe la noche de la que ella está formada al tiempo que la
noche misma busca expresarse en la escritura. La noche es tanto el verdadero objeto como el verdadero sujeto de la escritura. Elegir entregarse a
esa escritura exige vivir de acuerdo con aquello que la escritura inquiere, es decir,
la noche misma: vivir de y para «la escritura de la noche».
Por eso se le falta gravemente (a la escritura) si se la comparte, porque se la
destituye — y se la traiciona. La falta nunca estaría en el contenido de «la
escritura del día» (sea el que fuere), sino en dejar que el día penetre en lo
que es exclusivo dominio de la noche, en dejar que a la escritura le falte la
noche[7].
En pocas palabras: la distinción
—correctamente leída— entre «escritura del día» y «escritura de la noche» no
sólo permite entender lo que Blanchot ha dejado escrito, sino leerlo y pensarlo
a partir del lenguaje del propio Blanchot. Mientras que la distinción
—falseada— entre «escritura de día» y «escritura de noche» no lo permite,
sacándonos de la problemática de su pensamiento, arrastrándonos a un conjunto
de especulaciones que en primer lugar conciernen al responsable de esa cita
errada y a los valores en que él quiere insistir. Es cuestión de la fidelidad
exigible no tanto al autor, a quien tanto se puede adorar como despreciar
por fidelidad, sino al texto mismo y lo que él propiamente dice. Cita errada,
nacida de no se sabe qué demonio, que desnaturaliza de un modo revelador
el pensamiento y la palabra de Blanchot. No será la única que encontremos.
¿Qué le ha llevado a Blanchot a distinguir
entre escritura del día y escritura de la noche? Parece que se olvida: esa
«dicotomía» explica, según leemos a continuación del texto anteriormente
citado, el significado de la llamada «conversión» de Blanchot:
Mais en même temps elle [la
mencionada dicotomía entre ambas escrituras] a
hâté une sorte de conversion de moi-même en m’ouvrant à l’attente et à la compréhension
des changements bouleversants qui se préparaient.[8]
Habría que preguntarse por qué no se quiere
entender al pie de la letra lo que dice Blanchot. La «conversión» que tanto
preocupa a quienes mejor o peor intencionados inquieren por el pensamiento
político de Blanchot, cuestionando su causa y buscando elucidarla únicamente a
partir de categorías políticas o morales, se explica en primer lugar por lo que
es cuestión en la escritura, es decir, por la irrupción de la noche en ella y
con ella, y por el trastorno que esa clase de escritura —la escritura de la
noche y sólo ella— exige a quien la elige: la extrañeza de todo, que lleva
consigo la necesidad de convertirse en un extraño para uno mismo, que
requiere un «abandono» que repercute en todo, que lo trastorna todo —
cambiando, entre otras cosas, la propia identidad personal, pero que alcanza a
todos los «los actos del día», eso a lo que «il faillait confusément nommer
la vie»[9].
Exigencia de la escritura —nueva fórmula en
genitivo—, es decir, exigencia que viene de la propia escritura con la
escritura, que significa una auténtica «revolución», sin medida posible, frente
a la cual la revolución política no es sino un sucedáneo encomendado a
subsumirse en aquélla.
Por amor al detalle y fidelidad a la
expresión, hay que decir también que la palabra «conversión», que es la
utilizada por Blanchot —pero mucho más por sus inquisidores—, es en primer
lugar una palabra de Lacoue-Labarthe, no una palabra que Blanchot utilice motu proprio. Lo sabemos porque
la carta que Dionys Mascolo le remite a éste el 27 de julio de 1984 lo dice
expresamente («Vous parlez de la ‘’conversion’’ qui aurait été celle de M. B., du
fascisme à un certain communisme»[10]).
Con toda seguridad, Blanchot al escribir su carta de diciembre de 1984 conoce
los términos de Lacoue-Labarthe y de Mascolo, y los utiliza, aunque
distanciándose de ellos («… une
sorte de conversion»).
No obstante, la lectura del número 43 de Lignes, y del libro al que ha
dado lugar el primer artículo de Michel Surya, nos deja, formulada expresamente
por el propio Michel Surya en la entrevista aparecida en Le Nouvel Observateur[11],
pero que se desprende la lectura de todo su libro, una interrogación apremiante
que debe ser despejada y que alimenta de principio a fin el juicio acerca de
Blanchot emitido por Michel Surya:
je m’efforce de penser son rapport au passé,
jamais admis, encore moins articulé, où il entre au contraire de la
dissimulation, et parfois de la mensonge.[12]
¿Puede mantenerse que ha sido voluntad de
Blanchot ocultar su pasado, disimulándolo e incluso mintiendo acerca de él? ¿Es posible formular
este sintagma: «la mentira de Blanchot»? Lo cierto es que si la carta que
Blanchot le escribe a Roger Laporte a finales de 1984, publicada en 2012 por
Jean-Luc Nancy en su Maurice
Blanchot. Passion politique, contuviera una mentira flagrante referida al
verdadero sentimiento que Blanchot albergó en 1940 acerca de Pétain y de Vichy,
si Blanchot ha mentido deliberadamente en 1984 ocultando algo vergonzoso justo
en el momento en que su obra, tras la publicación de La escritura del desastre (1980) y de La comunidad inconfesable (1983), está llegando a su fin, si ha
habido una falta que, después de tantos años (y de tantos libros) todavía
estuviera luchando por no hacerse pública, en ese caso todo el pensamiento de
Blanchot quedaría irremediablemente en entredicho. No por sus antiguas tomas de
partido, no por su supuesta falta de arrepentimiento, no por la ausencia de
explicaciones, sino por una acción realizada con toda intención consistente en
cubrir con palabras esa falta cometida, donde, para lo que importa del
pensamiento de Blanchot (su obra de escritura que sólo existe porque quien la
ha producido se ha borrado previamente), el lenguaje encubridor, que tendría
como objeto disimular determinadas acciones del propio Blanchot, se habría
convertido en una falta aún más grave que la propia falta disimulada.
La interrogación, para un lector de Blanchot,
es por tanto acuciante: ¿admite el lenguaje de Blanchot compartir de un párrafo
a otro su alta concepción de la escritura y que ésta contenga una mentira
deliberada acerca de una acción culpable en un momento preciso de su vida?
¿Puede «la exigencia de la escritura» dejar de ser aquello a lo que
soberanamente ha de obedecer el escritor, lo que manda sobre su vida, para ser
la tapadera por la que se oculta o disimula una falta vergonzosa? Porque la
interrogación que nos planteamos no alcanza sólo a resolver si ha mentido
Blanchot, sino a saber si puede hacerlo sin que su lenguaje quede por completo
desautorizado. No se trata por tanto simplemente de defender a Blanchot de
acusaciones injustas (cuya injusticia no se discutirá aquí, pero que tampoco
hay que dejar de mencionar), tampoco de postular una especie de ética de la
escritura (que subordinaría automáticamente la escritura, es decir, que
la pone por debajo de la ética), sino de establecer un principio de coherencia
dentro de la propia escritura de Blanchot.
En este sentido se advertirá que el libro de
Michel Surya da libre cauce a ciertos calificativos que hasta ahora un «amigo»
no se había atrevido ni a exponer ni a asumir:
— Fascista: porque, aunque
Blanchot nunca lo asumiera, sería, por su rechazo de la democracia y su
nacionalismo exacerbado, un fascista[13].
— Antisemita: porque, aunque
Blanchot no haya escrito una sola línea que pueda calificarse seriamente de
antisemita, excepción hecha de una retórica de la época cargada de lugares
comunes, lo sería sin ninguna duda por el ambiente en que se movió, por las
amistades que frecuentó[14].
— Mariscalista: porque, aunque
Blanchot nunca se mostró públicamente a su favor, sería, como editorialista de
una revista que lo apoyaba, un «ferviente partidario de Pétain»[15] y, dado que se deriva de ello, en un
primer momento un colaboracionista que aprobaba esperanzado el régimen de Vichy[16].
Nada de esto, por innoble que nos parezca la
actitud de Michel Surya, se va a poner aquí en cuestión. Como en aquella misma
carta tan acertadamente dice Blanchot acerca de Todorov: «ce jugement le
juge aussi». Reconocemos aquí el habla característica de Blanchot.
Del mismo modo que en otra ocasión Blanchot ha dicho que nadie testifica por el testigo (porque eso
sencillamente genera un nuevo testigo, que precisa otro testigo, etc.), y sólo
su testimonio atestiguaría por él, podría decirse ahora que nadie juzga al juez (que generaría un nuevo
juez, etc.), que si el juez es juzgado sólo lo puede ser por su propio juicio: su juicio lo juzga. Los
términos de su juicio, el rigor con que se emite, su veracidad, todo lo que hay
en su juicio han de juzgar al juez puesto por completo en su juicio, expuesto
en él, obligado como está a responder de él (del mismo modo que en último
término es la mentira misma la que desmiente al mentiroso).
Por otro lado, puesto que lo imperativo es responder, algo debe ser dicho
desde el primer momento: para nosotros,
levantar este signo de interrogación sería responder
a la amistad de Blanchot y a
lo que ésta, desde el lenguaje que la soporta —es decir, el pensamiento de su
escritura—, exige. Algo que debe decirse rotundamente y con toda claridad para
marcar las distancias. Porque no nos parece que el nº 43 de la revista Lignes dedicado a Les politiques de Maurice Blanchot,
que está en el origen del libro de Michel Surya y que desde su presentación
invoca la necesidad de emprender una tarea desagradable reservada a «los
amigos» de Blanchot, haga honor a esa amistad y se proponga responder a ella.
No se es amigo sólo por decir que se es amigo, que se está de su lado o a favor
suyo, para tener a continuación el paso franco para decir cualquier cosa del
amigo — por amistad. La amistad en el caso que nos ocupa no vendría de quien la
esgrime, sea yo o sean Lignes,
su director, su comité de redacción o sus colaboradores, la amistad vendrá del
propio Blanchot, que en su obra nos ha entregado con notable constancia tanto
el pensamiento como la
escritura de la amistad.
Seguimos así dándole la máxima importancia
al sintagma en genitivo (la escritura de la amistad). Por lo demás, ni siquiera
la apelación a la amistad que hacen Lignes y Michel Surya nos parece sincera,
sino más bien una estrategia discursiva encaminada a fortalecer el propio
argumento, dotándole de una nobleza y de una superioridad moral
incuestionables. «Amicus Plato sed magis amica veritas», se dice que
decía Aristóteles con una intención semejante. Apelación incluso inadecuada y
alteradora, en cuanto que introduce una dinámica detestable, no sólo en cuanto
a la obra o el pensamiento de Blanchot, sino con respecto a cualquier obra o
pensamiento de cualquier autor, obligados a moverse en el nocivo espacio de la
dialéctica amigo/enemigo[17]. Escritura de la amistad, donde
se trataría de dar la amistad por escrito, en la escritura, como objeto de la
escritura; al tiempo que sería la propia amistad quien se pone en la escritura,
hace o produce la escritura como su verdadera generadora (de ahí la importancia del genitivo).
Dejando sin opción a que se exprese su exacto contrario: la escritura del resentimiento.
Como un veneno, el resentimiento impide la respuesta de la escritura de la
amistad.
¿Qué justificaría estas graves palabras —«la
mentira de Blanchot»—? Se nos responde tajantemente: «los hechos». Sin embargo,
en el caso que nos ocupa, apelar a «hechos» significa señalar textos,
seleccionarlos, leerlos, fijarlos en su contexto y enfrentarlos entre sí, para
comprobar si lo que dicen los pone de acuerdo o si al cotejarlos se despeja tal
contradicción que de ella se pueda desprender la voluntad de ocultar la verdad.
El objeto del engaño nunca habría sido el ocultamiento de unos textos de
carácter ultranacionalista cuya existencia Blanchot nunca negó y cuyo
contenido, dada la radical transformación que a partir de los primeros años 40
va a producirse en su pensamiento, se verá sustituido por casi exactamente lo
contrario de lo que postulaban, sino que, concretamente, el engaño se habría
producido por dos afirmaciones que se habrían revelado falsas: 1.— que Blanchot
habría cesado de publicar artículos de contenido político a finales de 1937;
2.— que en el preciso momento en que se proclama el régimen de Vichy Blanchot
lo habría rechazado sin ninguna vacilación. Ambas quedarían desautorizadas por
el conocimiento de la publicación de tres de artículos aparecidos en Aux écoutes en julio de 1940[18],
que demostrarían, por un lado, que tres años después del último artículo
estrictamente político firmado por Blanchot su posicionamiento político
seguiría incambiado y, por otro lado, que Blanchot se habría manifestado
públicamente a favor de Pétain. Algo que entraría en flagrante contradicción
con lo que Blanchot declara en la carta de 1984 a Roger Laporte:
Ma décision fut alors immédiatement prise.
C’était le refus. Refus naturellement face à l’occupant, mais refus non moins
obstiné à l’égard de Vichy qui représentait à mes yeux ce qu’il y avait de plus
dégradant.[19]
«Au sujet de quoi Blanchot trompe
délibérément Laporte»[20],
dice Michel Surya, porque en aquellos artículos en 1940 habría dejado escrito:
On n'estimera jamais assez haut le service
que rendit le maréchal en se plaçant à un point de vue supérieur, en prenant
sur lui une décision dont le seul fait qu'il l'acceptât en écartait toute idée
avilissante.[21]
Ahora sí es el momento de reflejar los
hechos. Cualquiera que se acerca a estos tres textos se percata de que no están
firmados. Todos de acuerdo. Aunque inmediatamente se argumenta: no es necesario
que lo estén para atribuírselos a Blanchot, porque el nombre de Blanchot
aparece en la cabecera del periódico como su director. Indiscutible, excepto
por una circunstancia, por el «hecho» de que Blanchot, propiamente hablando no
era inicialmente el director de la revista, sino Paul Lévy, amigo, judío, que
en esos momentos intentaba salir de Francia hacia Marruecos. Por eso, durante
tres semanas, Blanchot ocupa su puesto[22].
Sólo tres semanas y por compromiso, aunque el
«hecho» seguiría siendo el mismo, puesto que los artículos que se le reprochan
a Blanchot se publicaron en el momento en que ejercía como director y en
principio podrían haber sido redactados por Blanchot. Sin embargo, hay dos
pormenores que hay que valorar: 1.— Que, sin ninguna duda, el control de la
censura sobre todo lo que se publicase en ese momento tenía que ser brutal (de
modo que, si se quería mantener la revista habría que hacer unas concesiones
también brutales, como, por ejemplo, escribir para la censura antes que para
los lectores); 2.— Que, más allá de lo que Blanchot pensara acerca de Pétain,
su papel de director de circunstancias le obligaba a mantener la línea
editorial del periódico y publicar aquello que el propio Paul Lévy, con su
nombre o no, hubiera publicado (incluso cabe pensar que Blanchot hubiera
escrito lo que hipotéticamente su amigo hubiera escrito). Amén de que se debe
dar por descontado que el Blanchot de 1937 que deja el periodismo político no
puede ser el mismo que el Blanchot de 1940 en la Francia ocupada, el cual,
suponiendo que siguiera defendiendo la idea de una «revolución nacional», no
podía ver seriamente en Pétain y en su acto de claudicación el punto de partida
de dicha revolución. El «hecho» es que si Blanchot hubiera querido dar su apoyo
nominal al nuevo régimen, nada se lo hubiera impedido; el «hecho» es que no lo
hizo. El «hecho» es que más tarde, sin la presión de los acontecimientos,
Blanchot ha explicado más de una vez por qué no lo hizo[23],
quedándonos a nosotros la tarea (y la responsabilidad) de valorar si lo que
dice es cierto o no.
Pero nada podría ser suficientemente
contundente para mantener lejos la sospecha una vez que se ha abierto la veda y
la caza ha comenzado. En virtud de la lectura, que no sabría ser neutral,
comienza el reparto de papeles: éste, devoto de Blanchot, cegado por la
admiración, no tiene ojos para los defectos; este otro, adepto de la escuela de
la sospecha, no puede dejar en pie ningún ídolo; aquél —el peor—, rencoroso sin
solución, lo baña todo con su mala fe. No importa, «Sur lui pèsera dorénavant un soupçon» [Sobre él pesará de ahora en adelante una sospecha]. Es el juicio
tajante que Blanchot habría expresado sobre Heidegger. ¿Cómo no exigir
aplicárselo a él mismo? ¿No vale para Blanchot lo que sí vale para Heidegger?
¿No se deberá, incluso con más razón, sospechar de Blanchot que se permite
sospechar de Heidegger sin acordarse de él mismo?
Aquí, la severidad de Michel
Surya no encuentra suficientes palabras para afear la conducta de Blanchot,
mostrando bien a las claras los pies de barro del ídolo, su segunda naturaleza,
su capital inconsecuencia[24].
Aquí, Blanchot sería indefendible. Excepto por un detalle en absoluto
intrascendente: las palabras anteriormente citadas no son las palabras de Blanchot.
Es tal vez digno de tomar en
consideración que nadie haya sentido la necesidad de denunciar públicamente que
la cita más repetida del libro de Michel Surya, la que contiene la mayor fuerza
acusatoria, es una cita tergiversada. ¿Qué ha nublado la vista de tantos
—amigos y enemigos— como han dado por buena esa cita de Blanchot[25]?
Leamos la contraportada del
libro de Michel Surya, repetida a su vez, como es costumbre en internet,
incansablemente en la web de Gallimard y en las webs de todas las librerías que
ponen a la venta el libro, con una difusión como hasta hace poco no se podía
sospechar (circunstancia que agrava aún más la transmisión —y la
responsabilidad— del error):
Cette réflexion prend au mot
Blanchot lui-même, qui écrivait, à propos de l'engagement nazi de Heidegger :
«Il y a eu corruption d'écriture, abus, travestissement et détournement du
langage. Sur lui pèsera dorénavant un
soupçon.»[26]
Esas palabras que se le
atribuyen a Blanchot se encontrarían en una nota de Les Intellectuels en question,
nota íntegramente referida a Heidegger, donde, atención, leemos:
Il y a eu corruption
d'écriture, abus, travestissement et détournement du langage. Sur celui-ci pèsera dorénavant un soupçon.[27]
Se habrá observado que
Blanchot no dice, como machaconamente repiten Michel Surya y todos sus
comentadores, «sur lui», sobre «él», sino «sur celui-ci», sobre
«esto». Es decir, la sospecha no
pesará sobre Heidegger (sur lui), sino sobre algo que ha hecho Heidegger, y que es
precisamente lo que hay que cuestionar. Ahora bien, ¿qué es «celui-ci»
[esto] que ha hecho Heidegger que lo hace merecedor de la mayor de las
sospechas? ¿Afiliarse al partido nazi? ¿Votarlo y por tanto compartir la
responsabilidad de todos sus crímenes incluidas las muertes de los campos de
concentración? ¿Ser nazi? No, Blanchot nunca hace, como parece desprenderse de
cada línea en que se toma la falsa cita como referencia, un juicio político de Heidegger (como si el hombre de
extrema izquierda que Blanchot llegó a ser juzgara reprochable la ideología de
extrema derecha que Heidegger llegó a encarnar). Tampoco un juicio moral (como si se tratara de distinguir
entre un lado bueno, ejemplar, y un lado malo, condenable). Menos aún un juicio personal (como si se expresara la enorme
decepción de Blanchot por haber conocido la filiación política de heidegger) .
Blanchot hace, estrictamente (porque ése es el título de su artículo), un
juicio intelectual, porque
la cuestión es determinar a qué imperativo deben obedecer los intelectuales por
el hecho de serlo. La falta, el pecado, que Blanchot le atribuye a Heidegger
consiste en hacer lo que nunca debe hacer un intelectual. ¿Qué exactamente? La
mejor respuesta viene de la lectura íntegra de la citada nota de Blanchot:
Plus on accorde d'importance à la pensée de
Heidegger, plus il est nécessaire de chercher à élucider le sens de
l'engagement politique de 1933-1934. On peut, à la rigueur, comprendre que
Heidegger, pour rendre service à l’Université, ait accepté de devenir recteur.
On peut même aller plus loin et ne pas attacher trop d'importance à son
adhésion au parti de Hitler, adhésion de pure forme et destinée à faciliter les
obligations administratives de sa nouvelle fonction. Mais inexplicables et
indéfendables sont les proclamations politiques de Heidegger par lesquelles il
s’accorde avec Hitler, soit pour exalter le national-socialisme et ses mythes
en exaltant le «héros» Schlageter,
soit en appelant à voter pour le Führer et pour son référendum (en vue de
quitter la S.D.N.), soit en encourageant ses étudiants à répondre favorablement
au Service du Travail — et cela dans son langage
philosophique propre qu’il met, sans gêne, au service des pires causes et qui
se trouve ainsi discrédité par l’usage qu'il en fait. Voilà, pour moi, la
responsabilité la plus grave : il y a eu corruption d’écriture, abus,
travestissement et détournement du langage. Sur celui-ci pèsera dorénavant un soupçon.[28]
Dicho brevemente : el
problema no es haberse adherido al partido de Hitler o haber votado a Hitler,
el problema es haber pedido el voto para Hitler, puesto que, para
hacerlo, no ha utilizado cualquier lenguaje, sino el lenguaje que él mismo ha
creado con otra finalidad muy distinta, a todas luces admirable desde el punto
de vista de la historia del pensamiento. Heidegger, en su texto de
1933,
destiné à recommander un
vote décisif en faveur du national-socialisme, il a mis au service de Hitler le
langage même, et l’écriture même par lesquels, en un grand
moment de l’histoire de la pensée, nous avions été invités à l’interrogation désignée
comme la plus haute, celle qui pouvait nous venir de l’Etre et du Temps.[29]
Poner su lenguaje, que en su
origen invitaba a la más alta interrogación, al servicio de una causa política
infame, sobre esto («sur celui-ci») —y por
consiguiente sobre ese lenguaje— es sobre lo que pesará siempre una sospecha.
¿Es de algún modo, tal como se pregunta Michel Surya, Heidegger el espejo
«deformante» en que puede mirarse Blanchot? No. Por dos razones: 1.— porque,
habiendo determinado que la distorsión del lenguaje que ha operado Heidegger
consiste en haberlo puesto al servicio del nazismo, y de Hitler en particular,
parece claro que, al contrario de lo que pretende demostrar Michel Surya[30],
Blanchot ni apoyaba ni pedía el apoyo a Pétain (porque, repitámoslo, en ese
caso debería quedar constancia en alguna parte del nombre de Blanchot dando o
pidiendo ese apoyo[31],
como palmariamente sucede con los textos de Heidegger); 2.— porque, para poner
un lenguaje al servicio de cualquier causa, es necesario en primer lugar que
ese lenguaje exista, algo que no sucede en el caso de Blanchot, que en el
momento en que se entrega a la redacción definitiva de Thomas l’obscur, deja
definitivamente la «escritura del día» —«la escritura sin pensamiento» como muy
justamente la denomina Mascolo— y se deja ganar por la «oscura exigencia» de la
escritura que le abre a su «verdadera vida», de modo que, si acaso, se debe
afirmar lo contrario: que es su lenguaje naciente el que le impedirá asumir la
causa de Pétain[32].
No hay, sin embargo, que esperar a 1983
(fecha en que se publica Les
intellectuels en question), para que Blanchot exprese su opinión sobre la
responsabilidad de Heidegger —ya hemos recordado la nota de 1969, que aparece
en L’entretien infini—,
sino que su opinión era exactamente la misma veinte años antes, según se
desprende de un fragmento publicado en los Écrits
politiques:
C’est vraiment ce langage qu’il [Heidegger] a
compromis et peut-être perverti. S’il s’était fait platement le propagandiste
du nazisme dans le langage vulgaire des nazis, ce serait à mon sens bien moins
grave, sa responsabilité ne dépasserait pas celle d’une défaillance de
caractère, d’une aberration d’esprit. Cela du moins, rappelle à quel niveau
d’abord se situe notre responsabilité de «philosophe» : au niveau de son
langage.[33]
El único ámbito en que se puede situar la
responsabilidad del filósofo (en cuanto filósofo, no como individuo, como
ciudadano, como hombre, etc.) es el lenguaje, su lenguaje. Se trata de decir
—es decir, que el «filósofo» lo diga— cómo se integran los acontecimiento
dentro de ese lenguaje. Se trata del mismo malentendido en que se está con
respecto a Paul Celan y su desencuentro con Heidegger. Es bien sabido que Celan
le solicita a Heidegger una palabra que él espera y que no llega. ¿Qué palabra
puede ser ésa? Muchos opinan que sería una palabra de reconocimiento del error
cometido, de la denuncia del mal realizado por el nazismo, una manifestación de
arrepentimiento o incluso una petición de perdón. Nada de esto me parece que
espera Celan, sino, más acorde con la comprensión que Blanchot tiene de la
responsabilidad del filósofo y de su lenguaje, lo que Celan solicita —y no
recibe— es la palabra que encamine el lenguaje de Heidegger fuera del odio
racial y del exterminio de los campos de concentración, que saque a ese
pensamiento del nazismo y lo abra al auténtico decir poético del ser. La
negativa del filósofo a hacerlo tiene que haber sido entendida por Celan como
un reconocimiento de que Heidegger no creía en ese encaminamiento, dejando
paradójicamente a ambos frente a un auténtico callejón sin salida — del que
sólo Celan es consciente.
Así, pues, sin el cacareado apoyo a Pétain y
sin la descalificación personal a Heidegger («sur lui…») muy pocas
posibilidades quedan para ver un espejo de Blanchot en Heidegger, excepto en un
aspecto lamentable desde cualquier punto de vista, que es la necesidad que se
siente y se tiene de crear un «caso», el «caso Blanchot», ahora a imagen y
semejanza del «caso Heidegger», que tantos réditos (según las oscuras
intenciones que intervienen en estos casos) les han producido a algunos. Todo
ello sin mencionar el condimento imprescindible en todos ellos y entrar en la
cuestión siempre espinosa —por confusamente expuesta y por pobre y ambiguamente
documentada— del antisemitismo de Blanchot en los años 30. De ella, para no
entrar en el debate y no añadir más ruido al ruido, cabe recordar unas palabras
de Jean-Luc Nancy calificándola como controversia «políticamente irrisoria»:
Politiquement dérisoire: les quelques
formules antisémites de Blanchot dans les années Trente (prononcées à côté
d’autres formules, elles catégoriques dans l’opposition au nazisme et à sa
persécution des juifs) relèvent d’une concession, condamnable sans aucun doute,
à une vulgarité d’époque qui en dit long sur l’antisémitisme lui-même, mais qui
n’en dit pas plus sur Blanchot que n’en disent sur Flaubert, sur Baudelaire ou
sur Kant, leurs propos antisémites.[34]
Todo ello aparece bañado en una
intransigencia difícil de entender, donde a lo imperdonable de mantener ciertas
opiniones descalificadas en virtud de no se sabe qué superioridad moral y
política se suma lo inaceptable de pretender cambiarlas sin que quede sobre
quien lo hace la sombra imborrable de una sospecha. Pero eso —el hecho de
cuestionar haber cambiado de opinión— también le debe ser aplicado al propio
Michel Surya, que no escribe por primera vez sobre Blanchot y que haciendo
ciertas modificaciones sobre sus textos ha matizado e incluso transformado
completamente su valoración del autor. Unas veces confesándolo, como cuando muy
gallardamente recuerda que ciertos párrafos de su Georges Bataille, la mort à l’œuvre han sido eliminados en su segunda
edición de Gallimard a la espera de un tratamiento más amplio, mientras que al
menos en otra ocasión el cambio, que sí es sustancial, se mantiene en silencio
y sin advertencias. Eso sucede en unas líneas realmente reveladoras de sus
intenciones, en el capítulo de su libro que describe la «comunidad de los
amigos» entre Bataille y Blanchot, cuya primera edición terminaba con estas
palabras inequívocas:
L’impossible communion de deux ou de
plusieurs hommes, par paradoxe, est la seule qui leur soit communicable: c’est
ce que vingt ans après la mort de Bataille, Blanchot dit en des termes
—admirables— fidèles à ceux de son ami […] [sigue una larga cita de La Communauté inavouable][35].
Mientras que en su edición de Gallimard han
desaparecido la admiración y la mención de su fidelidad:
L’impossible communion de deux ou de
plusieurs hommes, par paradoxe, est la seule qui leur soit communicable; c’est
ce que vingt ans après la mort de Bataille, Blanchot dit en des termes
admirables du point de vue des motifs qui animent tardivement l’œuvre de
Blanchot ; aussi peu batailliens que possible, quoi qu’il semble —
quoiqu’ils s’autorisent de lui.[36]
Aquellos términos admirables sin cortapisas
ya lo son sólo desde el punto de vista de los motivos que animan tardíamente la
obra de Blanchot —es decir, cuando la influencia de Bataille ha sido sustituida
por la de Levinas—, y pasan a ser «lo menos batailleanos posible», aunque se
escuden en Bataille y extraigan de él su autoridad, habiéndose llevado consigo
la presunción de fidelidad que antes se le había concedido. Todas las
conversiones se parecen, todas las inconsecuencias apuntan a proscribir lo que
con posterioridad (aprés coup) uno no querría haber escrito —
borrándolo, negándose tanto a declararlo como a pensarlo.
Habida cuenta la dimensión que en el mundo de
la telecomunicación actual adquiere la transmisión de una palabra errónea, muy
semejante en esto a lo que hizo aquel Maestro Ciruela (que no sabía leer y puso
escuela), habría que pedirle al propio Michel Surya, cuya reflexión «toma al
pie de la letra al propio Blanchot», que reconociera que la supuesta afirmación literal en que se basa (sobre él pesará…),
la cual sólo hay que saber
leer, es una cita errónea de Blanchot (una cita que cambia el objeto de la
crítica —que ya no serían Heidegger y su compromiso político, sino el uso
corruptor que Heidegger ha hecho de su lenguaje para legitimar el nazismo—). «Corruption
d’écriture, abus, travestissement et détournement du langage» que anulan,
con la misma fuerza y la misma claridad con las que quiere expresarse, toda la
reflexión.
* Isidro Herrera,
traductor y editor. Dirige la editorial Arena Libros con sede en Madrid. Traductor
de Maurice Blanchot, su notable traducción de La conversación infinitanos
ha restituido uno de los textos fundamentales de la literatura. Ha traducido
también la Comunidad inconfesable, La parte del fuego, Una
voz venida de otra parte y El último hombre. Y está en
curso su traducción de la biografía que Christophe Bident le consagró al
escritor francés: Maurice Blanchot: partenaire invisible.
[1] Michel Surya, L’autre Blanchot, L’écriture de jour,
l’écriture de nuit, Gallimard, París, 2015, p. 16. A partir de ahora LAB. [«Hay que ser precisos,
naturalmente, o los juicios volverían a comenzar. Y entrar en los textos. Dicho
de otro modo, leerlos con detalle.»]
[2] LAB, p. 17. [«Porque hasta a sus ‘’amigos’’ (y sabemos en
qué estima tenía la amistad) a los que Blanchot ha logrado disimular al ‘’otro’’
que durante mucho tiempo fue.»]
[3] Jean-Luc Nancy, Maurice Blanchot. Passion politique, Galilée, París, 2011, pp. 45-62.
[4] «Esta carta ha sido para mí determinante». Entrevista a Michel Surya,
«Quand Blanchot soutenait Pétain», in Le
Nouvel Observateur, París, 30 de marzo de 2014.
[5] Jean-Luc Nancy, op. cit., p. 58. No cabe además ninguna duda, puesto que el libro
de Nancy reproduce en facsímil la carta dactilografiada por el propio Blanchot.
[6] Jean-Luc Nancy, op. cit., p. 61. [«He dejado de lado lo que
durante este tiempo (sin duda desde 1930) había sido mi verdadera vida, es
decir, la escritura, el movimiento de la escritura, su oscura busca, su
aventura esencialmente nocturna (sobre todo teniendo en cuenta que, como a
Kafka, sólo me quedaba la noche para escribir). En este sentido, he estado
expuesto a una verdadera dicotomía: la escritura del día al servicio de tal o
cual (no hay que olvidar que entonces escribía también para un arqueólogo
famoso que necesitaba la ayuda de un escritor) y la escritura de la noche que
me volvía extraño a cualquier otra exigencia que no fuera ella misma, cambiando
al mismo tiempo mi identidad u orientándola hacia algo desconocido inaprensible
y angustioso. Si hubo falta por mi parte, está sin duda en este compartimiento.»]
Llama la atención que en un programa de France
Culture, titulado Politiques de
Maurice Blanchot y emitido el 23 de mayo de 2015, Alain Finkielkraut, se
supone que con el libro en la mano, comience leyendo este fragmento y diciendo
con toda claridad «escritura de día» y «escritura de noche», obviamente
repetido por Michel Surya. Pero es absolutamente sorprendente que Jean-Luc
Nancy, el editor de ese texto, no sólo
no los corrija, sino que él mismo utilice en varias ocasiones las mismas expresiones.
[7] En uno de los primeros fragmentos de Le pas au-delà (p. 9), se dice
esencialmente lo mismo acerca del papel del día y de la noche con respecto a la
escritura — pero en 1973.
[8] Jean-Luc Nancy, op. cit., p. 61. [«Pero al mismo tiempo ella
aceleró una especie de conversión de mí mismo abriéndome a la espera y a la
comprensión de los cambios perturbadores que se preparaban.»]
[9] Maurice Blanchot, Le pas au-delà, Éditions Gallimard,
París, 1973, p. 9. [«Lo que
confusamente habría que llamar la vida».]
[10] Jean-Luc Nancy, op. cit., p. 65. [«Usted habla de la ‘’conversión’’, que habría sido la
de M. B., del fascismo a cierto comunismo.»]
[11] Michel Surya, « Quand
Blanchot soutenait Pétain », in Le Nouvel
Observateur, París, 30 de marzo de 2014.
[12] «Me esfuerzo en pensar su relación con el
pasado, nunca admitida, aún menos articulada, donde por el contrario se trata
del disimulo y a veces de la mentira.»
[13] Michel Surya juzga: «La question de savoir si Blanchot fut ou non ‘’fasciste’’, ou s'il fut
‘’seulement’’ d'extrême droite, semble du coup superflue. Une telle phrase est
incontestablement fasciste.» LAB, p. 46.
[14] La acusación de Michel
Surya no se dirige solamente a Blanchot: « On s'accorda alors, bon an mal
an, sur le fait qu'il n'était certes pas contestable que Blanchot avait, hélas,
été d'extrême droite, mais ce fut pour mieux contester encore qu'il avait été,
aussi, comme si cela n'était pas inévitable, comme si cela n'allait pas
ensemble ou de soi, antisémite. » LAB, p. 19.
[15] Es lo que se lee en la entrada de la citada
entrevista realizada a Michel Surya, que hemos de suponer que de la primera a
la última línea tiene el visto bueno del entrevistado.
[16] «Inevitable», según
Michel Surya : «Au moins, ne pas donner raison
à Pétain, à son ‘’haut service’’ rendu à la France, et, avec lui, à Vichy, à la révolution nationale, à
la politique de collaboration, à la discrimination raciale à venir, inévitable.» LAB, p. 64.
[17] Michel Surya no sólo asume por entero esta
dicotomía que distingue al amigo y al enemigo, sino que la utiliza para
justificarse, e incluso para apoyar sus propias conclusiones. De hecho, parece sugerir que la devoción y el respeto de sus
amigos han sido los instrumentos más eficaces para encubrir, junto a él mismo,
aquello que Blanchot habría querido dejar en la sombra: «Ils [los amigos de Blanchot] étaient
de bonne foi […] Pour cette raison d’abord que Lignes n’aurait voulu tomber d’accord avec les ‘’ ennemis ‘’ de
Blanchot, quand bien même ceux-ci eussent-ils en cela eu raison». LAB, pp. 16-17 [«Ellos eran de buena fe. Por este
primer motivo Lignes no habría
querido estar de acuerdo con los ‘’enemigos’’ de Blanchot, cuando incluso éstos
hubieran tenido razón»]. En su afán por perdonarles la vida a los amigos de
Blanchot, Michel Surya olvida que no fueron los «enemigos» de Blanchot quienes
en primer lugar publicaron, no sólo una lista muy completa de los artículos de
Blanchot publicados en los años treinta, sino cuatro de ellos muy
representativos de su pensamiento de esos años. Esto fue en la revista Gramma, nº 5, en 1976 (con el acuerdo de
Blanchot), es decir, seis años antes que el artículo de Jeffrey Melhman,
publicado en Tel Quel en 1982. En el
mismo número de Gramma, los artículos
de los años 30 de Blanchot iban acompañados por un notable trabajo de Mike
Holland y Patrick Rousseau: «Topographie-parcours d’une (contre-)révolution»,
el primero que se ocupa específicamente y en su contexto del pensamiento de
Blanchot en esos años, sin ninguna referencia a su evolución posterior, es
decir, sin enfrentar a Blanchot consigo mismo.
[18] Según se desprende de la entrevista de Le Nouvel Observateur, Michel Surya los
tiene por recientemente conocidos. No es así. Aparecen citados y comentados in extenso por Michel Holland en «D’un
retour au tournant», dentro de las actas del Coloquio de Cerisy, celebrado del
2 al 9 de julio de 2007, publicadas por Éditions Parangon, Lyon, en 2009 con el
título de Blanchot dans son siècle.
Michel Holland profundiza de una manera muy convincente en las motivaciones
intelectuales que pueden haber guiado a Blanchot en la redacción de esos
editoriales.
[19] Jean-Luc Nancy, op.
cit. [«Mi decisión fue tomada
entonces inmediatamente. Era el rechazo. Rechazo naturalmente frente al
ocupante, pero rechazo no menos obstinado con respecto a Vichy que a mi parecer
representaba lo más degradante que había.»]
[20] LAB, p. 53. [«Al respecto de lo cual Blanchot
engaña deliberadamente a Laporte».]
[21] LAB, p. 53. [«Nunca se estimará lo suficiente
el servicio que rinde el mariscal situándose en un punto de vista superior,
tomando sobre sí una decisión de la que el solo hecho de haberla aceptado apartaría
toda idea envilecedora.»]
[22] Hay que añadir que, pasadas esas tres semanas,
Paul Lévy regresa para seguir al frente de la revista. Sin embargo, por su
condición de judío, es obligado a cerrarla al mes siguiente. Michel Surya
parece olvidar que, dado que Paul Lévy obviamente se sentía en peligro,
Blanchot, al aceptar sustituirlo en la dirección de la revista, se vería
igualmente amenazado. De hecho, un año después, tras la publicación de Thomas l’obscur, su amistad con el judío
Paul Lévy fue invocada en las críticas negativas que recibió el libro.
[23] Curiosamente, Michel Surya incluye en su libro
un testimonio que no aparecía en su artículo publicado en Lignes, citando una carta «inédita» de Blanchot, del 22 de mayo de
1982 (es decir, dos años y medio antes que la enviada a Roger Laporte),
dirigida a un «destinatario» que no es nombrado nunca, cuya procedencia tampoco
se cita (?), donde se expresa aún más tajantemente al respecto: «Lorsque je sortis de là [de la Sesión
del Parlamento de Vichy], je savais qu’en
dehors du nazisme, il n’y aurait rien de pire que le pétainisme», LAB, pp.
54-55. [«Cuando salí de allí, sabía que, aparte del nazismo, no habría nada
peor que el pétainismo»].Esto significa que desde la fecha de esta carta
Blanchot habría declarado expresamente al menos en seis ocasiones que su rechazo del régimen de Pétain fue inmediato.
[24] Como si se tratara del huevo de la serpiente,
mucho nos tememos que la insistencia de Michel Surya en que el verdadero
problema radica en «la consecuencia del pensamiento» quiere llegar hasta el
nacionalismo francés del presente. Desde luego, a un lector poco informado, si
no se le advierte, no le costará nada hacer una identificación entre el
nacionalismo de «extrema derecha» de Blanchot en los años 30 y el Front
National de nuestros días.
[25] En la última página de su libro, Michel Surya
da los nombres de aquéllos a los que les ha solicitado comentarios u objeciones
sobre el contenido de su libro. Responsabilidad compartida.
[26] «Esta reflexión le toma la palabra al propio
Blanchot, que escribía, a propósito del compromiso nazi de Heidegger: ‘’Ha
habido corrupción de escritura, abuso, distorsión y retorcimiento del lenguaje.
Sobre él pesara de ahora en adelante una sospecha’’.»
[27] «Les intellectuels en question» se publicó como
artículo en 1983, en Le Débat, apareció en forma de libro en las Éditions
Fourbies en 1996, y ahora es posible leerlo en La condition critique, Éd. Gallimard, Paris, 2010, pp. 390-416.
[28] Ibidem,
p. 392. [«Cuanta más importancia se concede al pensamiento de Heidegger, más
necesario es intentar aclarar el sentido del compromiso político de 1933-1934.
Se puede, por hablar rigurosamente, comprender que Heidegger, para hacer un
favor a la Universidad, haya aceptado convertirse en rector. Hasta se puede ir
más lejos y no conceder demasiada importancia a su adhesión al partido de
Hitler, adhesión de pura forma y destinada a facilitar las obligaciones
administrativas de su nueva función. Pero inexplicables e indefendibles son las
proclamas políticas de Heidegger por las cuales se pone de acuerdo con Hitler,
ya sea para exaltar el nacionalsocialismo y sus mitos exaltando al «héroe»
Schlageter, ya sea llamando a votar por el Führer y por su referéndum (con el
fin de dejar la S.D.N.), ya sea animando a sus estudiantes a responder
favorablemente al Servicio del Trabajo — y eso en su lenguaje filosófico propio
que pone, descaradamente, al servicio de las peores causas y que se encuentra
así desacreditado por el uso que hace de él. He aquí, para mí, la
responsabilidad más grave: hay corrupción de escritura, abuso, distorsión y retorcimiento
del lenguaje. Sobre esto pesará de ahora en adelante una sospecha.»]
[29] Maurice Blanchot, L’entretien infini, Ed. Gallimard, París, 1969, 210. [«Destinado a
recomendar un voto decisivo a favor del nacional-socialismo, ha puesto al
servicio de Hitler el mismo lenguaje
y la misma escritura mediante los
cuales, en un gran momento de la historia del pensamiento, habíamos sido invitados
a la interrogación designada como la más alta, la que podía venirnos del Ser y
del Tiempo.»]
[30] Recuérdese a este respecto que la citada
entrevista de Le Nouvel Observateur
se titulaba Quand Blanchot soutenait
Pétain [Cuando Blanchot apoyaba a Pétain] y que desde sus primeras líneas
se alude a las «mentiras» de Blanchot, así como de él se dice que «ha sido
también en su tiempo un ferviente partidario de Pétain». Es de suponer que
todas estas afirmaciones, que no se presentan como literales de Michel Surya,
fácilmente atribuibles a la canalla periodística, se publican, sin embargo, con
su acuerdo.
[31] Lo que podría haber hecho sin dificultad y sin
incoherencia, puesto que la mayor parte de sus antiguos camaradas maurrasianos
se había alineado con Pétain.
[32] Del mismo modo que es su mismo lenguaje el que
le obligaría a volver a manifestarse políticamente, expresando su rechazo
«absoluto, categórico», en 1958, poniendo, esta vez sí, su lenguaje al servicio
de una causa política. Por primera vez,
puesto que su rechazo anterior —a Pétain, en 1940—, a falta de lenguaje para
hacerlo, se había expresado en silencio.
[33] Maurice Blanchot, Écrits politiques. 1953-1993, Ed. Gallimard, París, 2008, p. 123. [«Es
verdaderamente ese lenguaje lo que él ha comprometido y quizás pervertido. Si
se hubiera hecho lisa y llanamente propagandista del nazismo en el lenguaje
vulgar de los nazis, a mi parecer sería mucho menos grave, su responsabilidad
no superaría la de un desfallecimiento de carácter o una aberración del
entendimiento. Por lo menos esto recuerda en qué ámbito se sitúa nuestra
responsabilidad como ‘’filósofo’’: en el ámbito de su lenguaje.»]
[34] Jean-Luc Nancy, «À propos
de Blanchot», L’ŒIL de BŒUF, nº
14/15, Bourg la Reine, 1998, p. 55. [«Políticamente
irrisoria : algunas fórmulas antisemitas de Blanchot en los años 30
(pronunciadas al lado de otras fórmulas, categóricas, en oposición al nazismo y
a su persecución de los judíos) caen dentro de una concesión, condenable sin
ninguna duda, a una vulgaridad de la época que dice mucho del mismo
antisemitismo, pero que no dicen más sobre Blanchot que lo que dicen sobre
Flaubert, sobre Baudelaire o sobre Kant sus declaraciones antisemitas.»]
[35] Michel Surya, Georges Bataille, la mort à l’œuvre. Librairie Séguier, París, 1987, p. 320. [«La
imposible comunión de dos o de varios hombres, paradójicamente, es la única
comunicable, es lo que, veinte años después de la muerte de Bataille, Blanchot
dice en términos —admirables— fieles a los de su amigo.»]
[36] Michel Surya, Georges Bataille, la mort à l’œuvre. Éditions Gallimard,
Tel, París, 2012, p. 363. [«La
imposible comunión de dos o de varios hombres, paradójicamente, es la única
comunicable, es lo que, veinte años después de la muerte de Bataille, Blanchot
dice en términos admirables desde el punto de vista de los motivos que animan
tardíamente la obra de Blanchot; lo menos batailleanos posible — pese a que toman su autoridad de él.»]