Cantes de ida y vuelta: entre primavera y otoño

Reflexiones entre el 15M en España y Junio de 2013 en Brasil

por Giuseppe Cocco y Raúl Sánchez
Traducción: Sandra Arencón Beltrán // Revisión: Salvador Schavelzon



“Las experimentaciones democráticas dejaron de existir y predomina una visión estatal y centralizadora: todavía no se ha hecho el luto por el socialismo y el autoritarismo estatal. La crítica del mercado y de los mecanismos de la democracia representativa no sirve sino para mitificar prácticas de explotación del trabajo y, peor aún , prácticas arcaicas! (…) En Europa y en América Latina la izquierda nos muestra que es incapaz de pensar más allá del Estado: sea socialista o neo-keynesiana en el régimen discursivo, lo cierto es que solo sirve para contener las luchas en el régimen de facto. Entre los dos continentes, la urgencia consiste en salir de esa doble trampa, en emprender el éxodo de la invención de nuevas institucionalidades”, advierten Giuseppe Cocco, sociólogo y profesor en la Universidad Federal de Rio de Janeiro –URFJ, y Raúl Sánchez Cedillo, traductor, filósofo y miembro de la Fundación de los Comunes en España.
 “No queremos cadenas, queremos conexiones”
Celio Gari

1.     Siempre hemos sido antropofágicos, nunca fuimos modernos.

Una de las razones que explica la densidad del diálogo entre el tropicalismo antropofágico (brasileño) y la antropología simétrica (europea) es, sin duda, la convergencia de las críticas que les anima: siempre hemos sido antropofágicos; nunca fuimos modernos. El animismo es un sincretismo que mezcla bárbaros y salvajes: la otra modernidad con lo no moderno.

Afirmando que siempre hemos sido antropofágicos, el tropicalismo rechazó y rechaza los atajos nacional-populares por los cuales continuaba la izquierda socialista y antiimperialista y, más en general, el tercermundismo, en búsqueda de raíces de identidad y autenticidad; afirmando que nunca fuimos modernos, la antropología simétrica atacó las raíces de la razón instrumental occidental, esto es, los procedimientos de purificación que imponen un sinnúmero de asimetrías entre ciencia y vida, entre mente y mano, alma y cuerpo, cultura y naturaleza. El tropicalismo antropofágico nos muestra que las raíces de lo nacional-popular son, en realidad, las del colonialismo europeo y que este se reproduce como colonización interna, produciendo imaginarios reflejados en la dialéctica del amo y el esclavo, de las pieles y las máscaras. La antropología simétrica explica que el contenido del proceso colonizador es su razón (la ciencia) y que este se afirma como biopoder: poder sobre la vida de los colonizados mediante los mecanismos de su purificación instrumental, que acaban atribuyendo la potencia práctica y constituyente de la invención científica a los tribunales constituidos en la instrumentalidad de los laboratorios de experimentación y formalización. Como decían los jóvenes “operaístas” italianos: no nos interesa la ciencia, sino el principio de su desarrollo y, por lo tanto, la técnica no será el premio para quien gana la lucha de clases, sino el terreno de esa lucha y al mismo tiempo de su redefinición.    

Lo nacional-popular (el socialismo) y la tecnociencia son – ambos – intrínsecos al capitalismo y organizan su poder en los laboratorios, mediante la imposición de la separación e incluso la oposición entre ciencia “pura” y ciencia “humana”, entre objeto y sujeto, entre pensamiento racional y pensamiento salvaje, entre el norte racional y el sur salvaje.

Los laboratorios, en su calidad de mecanismos de purificación del pensamiento, son los dispositivos centrales de reproducción del eurocentrismo en el Sur y también en el Norte, como colonización al mismo tiempo externa e interna. En el “no lugar sin afuera” que define el espacio-tiempo de la globalización imperial, el Occidente no es más el laboratorio del mundo, esto es, ya no constituye más el porvenir radiante (capitalista o socialista) de un progreso positivo y lineal. La noción misma de futuro está en crisis y con ella la del progreso, aun cuando se presente como “epistemologías del Sur”. Los huérfanos del antiimperialismo y de los muros totalitarios dicen que la noción de Imperio es eurocéntrica, sin embargo, no pueden aceptarla únicamente por no ser suficientemente occidental y así procuran un “afuera” paranoico en la nostalgia por “nuevas guerras frías”, en la falsa oposición entre, por un lado, el capitalismo “liberal” de la UE y los Estados Unidos y, por otro lado, el capitalismo “social” de China, Rusia y Brasil (BRICS).

Ya no hay cobayas en los laboratorios. Tanto si se trata de ratas como de arañas, están  ejerciendo su derecho de fuga de las alternativas binarias que el pensamiento postcolonial produce en el Norte y en el Sur [1]. Si hoy sigue habiendo un “afuera” es el que se constituye en el éxodo, entre redes y calles.
2.     “Los cantos de ida y vuelta”: de mayo a junio.

Nunca fuimos modernos, pero los laboratorios de poder no cesan de capturar y jerarquizar la potencia del saber producido por la cooperación social, por las relaciones constitutivas de democracia real. Incluso aquellos que dicen preocuparse por su “desarrollo”, precisamente porque procuran construir los “laboratorios” de ese futuro, terminan queriendo colocar de nuevo a arañas y ratas en las jaulas de un saber purificado, impotente e… insensato. Siempre hemos sido antropofágicos, pero la izquierda nacional desarrollista y soberanista continúa falsificando las pautas de la “reforma”, soñando con el “socialismo en un único país” y funcionando como abre-alas autoritario de la derecha y de su globalización neoliberal: entre megarepresas y megaeventos, los indios son transformados en miserables y los pobres en trabajadores subcontratados; los inmigrantes no dejan de ser subalternosy la ciudadanía es reducida a una operación de inmunización del cuerpo de la nación productiva, tal y como la piensan Dilma y Serra en Brasil, Chevènement y Le Pen en Francia, Renzi y Salvini en Italia o Thilo Sarrazin y Merkel en Alemania. 

Si la antropología simétrica nos dice que nunca hemos sido modernos y, por lo tanto, que ningún laboratorio nunca reproduce ciencia del mismo modo que ninguna tribunal jamás hizo justicia, el perspectivismo amerindio coloca la producción del saber en las mil mesetas diseñadas por los intercambios de cambios de puntos de vista. El ser humano es un nudo de relaciones: la impureza del mestizaje universal, sujeto y objeto, cultura y naturaleza. Así, pues, no se trata de pensar el Norte desde el Sur, ni el Sur desde el Norte, sino pensar entre, en el éxodo: el agenciamiento, el devenir-Sur del Norte y el devenir-Norte del Sur, los “cantos de ida y vuelta”: la situación postcolonial no es solo la de las ex-colonias, sino también la de la metrópolis. El pensamiento es salvaje y civilizado.

El perspectivismo amerindio, la filosofía de la percepción así como el esquizoanálisis son las múltiples caras de un mismo proceso de producción de saber: discursos y actos políticos que constituyen las sociedades, los grupos, las “clases”. La justicia es lucha y no un tribunal y ello precisamente en la medida que la verdad no está en un laboratorio, sino en el coraje de destruirlo: el atreverse a saber precisa lo que acontece entre Norte y Sur, entre España y Brasil, o sea, entre las situaciones más dinámicas de Europa y de América del Sur, por más que esa “dinámica” tenga sentidos opuestos.

De los levantamientos que siguieron la ola de las primaveras árabes, el 15 de Mayo de 2011 en España (15M) fue el único que, en Europa, consiguió generalizarse y mantenerse en el tiempo. El de Junio de 2013, en Brasil, fue aquel que en América Latina más se masificó, radicalizó y – a pesar de todo – continua durando. En los dos casos, entraron en el escenario nuevos personajes: las multitudes del trabajo metropolitano.

El 15M nació inmediatamente como un levantamiento contra una representación secuestrada por un doble dispositivo de poder de mando: el del sistema financiero y el del sistema de  partidos; se afirmó como movimiento emergente y distribuido a través de las redes sociales, siguiendo el ejemplo de las primaveras árabes y de la Geração à Rasca portuguesa y se tradujo rápidamente en una ocupación generalizada del espacio público (las acampadas). El 15M es una especie de “criticalidad autoorganizada”: no un “movimiento único”, sino un acontecimiento aumentado donde apareció el país del otro lado del espejo: “Now, here, you see, it takes all the running you can do, to keep in the same place”. Estar en el mismo lugar significa estas en una situación abierta al acontecimiento donde la energía potencial distribuida transforma el statu quo en proceso constituyente. La excepción aquí es la persistencia inédita de esa “criticicalidad autoorganizada” del sistema de luchas sociales. Criticalidad es el hecho de una evolución no-lineal con variaciones que expresan tensiones éticas, políticas, eróticas, biopolíticas. El 15M pasó al menos por 3 bifurcaciones: la conexión con plataformas de lucha oriundas de los movimientos que decían “No pagaremos vuestra crisis”, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH); la emergencia de un sindicalismo social (con las Mareas de educación y salud); los movimientos de ocupaciones en las ciudades (los Centros Sociales) y la creación de un sistema de red emergente, multicapa, entre las redes y las calles, entre las personas y los colectivos (la tecnopolítica).

Con esa capacidad de durar (y con su resiliencia), el 15M comenzó a ser atravesado por la cuestión de la representación electoral en dos momentos: ya en 2011, cuando rechazó escoger entre lo peor y lo menos malo y dejó que el PSOE fuera derrotado por el PP; en las elecciones europeas de mayo de 2014, cuando se presentaron dos formaciones políticas nuevas: el Partido X, Partido del Futuro y Podemos. A pesar de que el Partido X era oriundo de las redes tecnopoliticas pertenecientes al 15M, fue Podemos el que tuvo un éxito rotundo y consiguió controlar el debate de la transformación electoral e institucional abierto por la persistencia del 15M y que, hoy en día, pese a las inevitables dificultades –derivadas de su hipótesis organizativa y estratégica-, puede convertirse en el epónimo de un cambio político constituyente en España y en la Unión Europea. Podemos no es el único proyecto de asalto institucional, sino el que más éxito ha cosechado hasta la fecha de hoy, en clara competencia (que tiene que ser un ejercicio saludable de democracia) con procesos como el de Guanyem y Ganemos en Barcelona, Madrid, Zaragoza y, en menor medida, en A Corunha, Málaga, entre otros.

El Junio brasileño de 2013 estalló como una huelga metropolitana contra el aumento de las tarifas de transporte (convocada por el Movimento Passe Livre – MPL) y se convirtió en el mayor levantamiento de la historia de Brasil, generalizándose a todo el país y a todas las reivindicaciones de democratización, más allá del régimen postdictatorial cristalizado en la “constitución de 1988”. Por un lado, fue haciendo converger en una revuelta general un sinnúmero de luchas de resistencia contra el modelo de ciudad legado por la hibridación neo-desarrollista y la construcción de la “ciudad global”; por otro, se desdobló con la multiplicación de las acampadas directamente dentro de los parlamentos: las tentativas de ocupación del Congreso en Brasilia se reprodujeron después con las ocupaciones de al menos 12 Consejos municipales y de Asambleas Legislativas (en Porto Alegre, Belo Horizonte, Campinas, Rio de Janeiro…). La forma de la huelga metropolitana sirvió de referencia de un sinnúmero de movimientos autónomos de huelga: en Rio de Janeiro, con los profesores, en octubre del mismo año, que volvían a ocupar la Cámara desafiando la violencia policial en 3 días de batallas campales y con la lucha victoriosa de los Garis (trabajadores de la limpieza urbana), en febrero de 2014. Esas huelgas indicaron el terreno de la constitución de coaliciones sociales. Pero junio de 2013 fue deconstruido: la resistencia a la violencia policial, que inicialmente masificó el levantamiento, se tornó en el terreno de una represión feroz que paralizó las movilizaciones de los pobres; a no más tardar, el marketing multimillonario del gobierno y sus defensores (del PT en particular) consiguió –después de destruir la posibilidad de un “lulismo sin Lula” (con Marina Silva) y, mintiendo descaradamente, polarizar y mistificar la contienda electoral de octubre de 2014. La irresponsabilidad de una política totalmente corrupta fue tan grande que terminó llevando a la movilización de una derecha que se había quedado completamente paralizada y que hoy está en las calles atravesando la justa indignación popular.

3.     ¿Qué Podemos entre España y Brasil?

En España, el 15M fue una movilización general contra toda la “representación” monopolizada por el sistema de partidos nacido con el régimen constitucional postfranquista de 1978, incapaz de bloquear, o por lo menos frenar, el proceso de destrucción del sistema de protección social. En Brasil, junio de 2013 fue un levantamiento metropolitano contra una “representación” que se convirtió en un obstáculo para la aplicación de un verdadero Welfare. En el norte, el trabajo se está volviendo precario y pobre, sometido a una brasilianización. En el sur, el pobre ha sido puesto a trabajar de manera precaria, sometido a una “europeización” que en realidad es una brasilianización, pero ya no por causa del atraso y del subdesarrollo, sino de la modernización y de la globalización. En el 15M se produjo un rechazo de la austeridad neoliberal, pero también la afirmación de la nueva potencia del devenir-pobre del trabajo, entendido como la producción de una nueva generación de derechos, la producción de otra ciudad. En junio de 2013, el trabajo de los pobres reivindicaba un nuevo tipo de derechos, anticipaba la crisis de la aventura neoliberal en el terreno de la transformación de los valores. El devenir-pobre del trabajo, intercambiando los puntos de vista con el devenir-trabajo de los pobres, indica un devenir-Brasil (un devenir-Sur) de la multitud del trabajo en España y un devenir-España (un devenir-Norte) de la multitud de los pobres en Brasil. Los levantamientos plebeyos del 15 de mayo de 2011 y de junio de 2013 perduraron en el hacerse de las multitudes, tanto en España como en Brasil.

La autonomía de las luchas se afirmó inicialmente como base de una crítica sistémática de la representación y de la “autonomía de lo político”, que apuntaba a desarticular las dimensiones productivas de las luchas en el terreno de la composición orgánica del Estado, de los partidos y de las corporaciones. No obstante, las multitudes españolas y brasileñas necesitan lidiar hoy con el desafío de saber qué pueden para que su potencia se afirme como brecha democrática, como “democracia real ya”. ¿Cómo atravesar la representación sin dejar que la autonomía constituyente del movimiento sea reducida nuevamente a autonomía de lo político?

Una de las especificidades de Podemos en España ha consistido en hacer referencia explícita, además del 15M, al virtuosismo de los “gobiernos progresistas” de América del Sur. Por un lado, se desmarca de experiencias electorales parecidas por su combinación entre la potencia del ciberactivismo y, en particular, de la politización de las redes sociales y un hiperliderazgo promovido mediante el uso de los medios tradicionales –con rasgos similares al italiano Movimiento 5 Estrellas-; por otro lado, es precisamente ahí, en ese viaje de ida y vuelta al Sur, donde las referencias pueden convertirse en una tremenda trampa. El ciclo de los gobiernos llamados “progresistas” ha acabado y, peor aún, no deja entrever ningún “virtuosismo”, ni siquiera residual o inercial. El chavismo, convirtiéndose en un socialismo del siglo XXI, ya ha producido en menos tiempo todas las desgracias del capitalismo de Estado y sobrevive hoy como un régimen fallido, apoyado prácticamente en la capacidad represiva del Ejército y, más en general, del Estado. No se trata solo de la Venezuela agonizante. Argentina también llega extenuada al fin del kirchnerismo cuando el régimen tiene que apoyar a un candidato oriundo del “menemismo”. En Ecuador también hay señales de agotamiento frente a amplias manifestaciones sociales, particularmente de los indígenas. En todos los casos, y esto incluye a la Bolivia de Evo, las experimentaciones democráticas dejaron de existir y lo que predomina es una visión estatal y centralizadora: aún no se ha superado el luto del socialismo y del autoritarismo estatal. La crítica del mercado y de los mecanismos de la democracia representativa tan solo sirve para mistificar prácticas de explotación y, lo que es peor aún, ¡prácticas arcaicas!

Pero en el caso de Brasil, baricentro geoeconómico del subcontinente y fiador que estabilizaba el conjunto del ciclo, el agotamiento se presenta de la forma más radical y devastadora. La crisis brasileña estalló definitivamente en el momento en que varios observadores internacionales pretendían vislumbrar su vitalidad: en las elecciones de octubre de 2014. De la complejidad de la situación brasileña interesa extraer tres grandes rasgos: (1) en primer lugar, su dimensión subjetiva, (2) en segundo lugar, el determinante objetivo, y, finalmente (3), el desdoblamiento político-teórico.

(1) En el plano subjetivo del acontecimiento, a diferencia de otros países de América del Sur, el movimiento de junio de 2013 anticipó la crisis objetiva (económica y política) abriendo una gigantesca brecha para un giro en términos de radicalización democrática. Frente a ello, el lulismo (desde el gobierno, pasando por el PT y por el propio Lula) movilizó todos los recursos que el poder político y económico le daba para cerrar la brecha con arreglo a tres líneas de intervención: la descalificación del levantamiento, amalgamado como un todo con  un resurgimiento “fascista”; la vergonzosa promoción de algunas redes de jóvenes patrocinados por el propio PT como si fueran “el” movimiento; la planificación y coordinación federal de un fortísimo plan de represión aplicado en todos los niveles federales. Además de esto, el oficialismo (“gobernista”) utilizó su poderosísima máquina de marketing para elaborar la propaganda de una supuesta “ola conservadora” en la sociedad y de una “campaña de odio” en las redes sociales. El PT y el “lulismo” utilizaron todo su poder (estatal) para cerrar la brecha democrática sencillamente porque ellos no cabían en ella. Efectivamente, la “brecha” se caracterizaba por permitir dos dislocamientos virtuosos: el primero era inmanente a la propia dinámica del levantamiento como posibilidad para los pobres de poder luchar sin ser asesinados (y fue precisamente eso lo que se expresó en la campaña por Amarildo – el albañil torturado, asesinado y desaparecido por la policía “pacificadora” de la favela de la Rocinha en Rio de Janeiro); el segundo remite al rechazo del dispositivo binario que regía toda la comunicación del lulismo y que consistía en alimentar una lucha “ideológica” (el PT contra la elite blanca) violenta, vacía y totalmente falsa, desde el momento en que ellos gobiernan con las grandes empresas constructoras, los bancos, mientras que cuando hablan de reducción de la desigualdad la piensan como emergencia de una nueva “clase media”.  Junio de 2013 era insoportable para el PT y para Lula porque impedía continuar surfeando cínicamente sobre los atrasos de la sociedad y la economía brasileña para justificar su corrupción política y moral, es decir, el hecho de gobernar para  y con los ricos.

(2) El determinante objetivo tiene dos dimensiones, incluidas una en la otra: la crisis en Brasil no llega –como en Europa- por el hecho de que el gobierno haya rechazado hacer políticas anticíclicas, sino porque las hizo; a continuación, a diferencia de otros países de América del Sur, el gobierno Lula-Dilma –una vez reelecto- dio un giro de 180 grados a sus prioridades y pasó a aplicar una dura política económica de austeridad. Independientemente de lo que eso significa desde el punto de vista del fraude electoral, lo cierto es que Brasil se encuentra hoy sumergido en una grave crisis económica, gobernada por un violentísimo dispositivo de recortes presupuestarios, recortes de derechos laborales, aumentos de los tipos de interés y, al mismo tiempo, aumentos generalizados de las tarifas (de los servicios públicos: particularmente de los transportes, los combustibles y la electricidad). Dicho de otra manera, los pobres en Brasil tendrán que aguantar un largo período de recesión con alta inflación: el gobierno Dilma está realizando un verdadero decomiso de la renta de los trabajadores y de las capas intermedias del empresariado.

El largo período de los gobiernos Lula-Dilma puede ser dividido en dos fases. Entre 2003 y 2008, el PT siguió a rajatabla las recetas neoliberales, pero se dejó atravesar por pequeñas innovaciones que constituirían algunas brechas. Todo ello se resume en tres dimensiones: la masificación de las políticas neoliberales de distribución de renta (el Programa Bolsa Familia); las políticas de acceso (en particular en la educación superior con Prouni, Reuni y las cuotas raciales); la valorización del salario mínimo que, además de mejorar el nivel de renta de los trabajadores pobres permitió un upgrade general de un sistema de protección social.

A partir de 2009, después de la gran crisis financiera, el gobierno Lula-Dilma pasó a políticas de crecimiento teóricamente inspiradas en el viejo nacional-desarrollismo y, en la práctica, planificadas y aplicadas a partir de la traducción en términos de política económica del juego electoral, esto es, de la corrupción sistémica de la cual el PT pasó a ser no solo “uno más” de los actores, sino “el” principal articulador. De esta suerte, la pequeña reducción de la desigualdad producida en la primera fase era procesada como emergencia de una “nueva clase media” destinada a ser –en el plano subjetivo-, la base del nuevo consenso y al mismo tiempo –en el plano objetivo-, la destinataria de políticas de reindustrialización, de megaobras  y megaeventos y de construcción de un Brasil Mayor. Fue un festival de subvenciones públicas a los global players: desde las grandes empresas automovilísticas multinacionales hasta las grandes constructoras, pasando por el gran agronegocio.

Todo ello alimentado por la completa participación de la empresa Petrobras en la explotación “nacional” de los yacimientos de petróleo en aguas muy profundas (el presal), por las grandes obras (oriundas de los proyectos megalomaníacos de la dictadura), así como por las mega-represas hidroeléctricas en la Amazonia, el submarino y las centrales nucleares, los mega-eventos (la Copa de la FIFA y las Olimpiadas como paradigma). No hubo ninguna reindustrialización y las inversiones en las megaobras y mega-ventos tan solo saturaron las metrópolis de todo el país. La “factura” llegó antes de que Brasil fuera Mayor y la llamada “nueva clase media” ya se fue para el espacio.

(3) Tenemos aquí una implicación teórica importante sobre la razón de esa convergencia del Brasil Mayor neodesarrollista en dirección a las mismísimas e incluso más violentas políticas de austeridad. Lo que caracteriza los “límites” de los gobiernos progresistas de América Latina no son los compromisos con el “extractivismo”. Desde luego, el extractivismo es una de las características fundamentales del capitalismo en todo el subcontinente y los gobiernos, que eran “nuevos”, tuvieron que negociar y aliarse precisamente con esos viejos intereses. Pero no es esto lo que define la especificidad de los ensayos de políticas económicas. Por el contrario, el agotamiento de los nuevos gobiernos y la crisis vinieron de resultas de los intentos de  salir del extractivismo. En el caso brasileño esto aparece claramente: en vez de apostar por la radicalización democrática y por los procesos, el PT y Lula solo creen –como la propia elección de la figura de Dilma lo demuestra- en el Estado y en el Gran Capital (los Global Players). Así, pues, no hubo ninguna ruptura del extractivismo ni ninguna aceleración del cambio, antes bien, hubo una profundización de la inserción en las dimensiones mafiosas del capitalismo contemporáneo y de sus formas de control de territorios y del Estado. Los yacimientos de acumulación del capitalismo cognitivo en Brasil están en las metrópolis y se refieren a la movilización de los pobres como pobres: un trabajo del pobre que ya no pasa, previamente, por la relación salarial. Lejos de pensar en reconocer –por la radicalización democrática- la potencia productiva de nuevos valores, el PT de Lula y Dilma tan solo se juntaron con las viejas y nuevas mafias mediante las cuales el capitalismo cognitivo captura la excedencia producida en los territorios. La mafia neodesarrollista (de los grandes contratistas de obras públicas) se fue juntando con la mafia oligárquica del agronegocio y con las mafias difusas que controlan los territorios productivos de las metrópolis, en una orgía improductiva que solo crea segregaciones urbanas, profundiza las desigualdades y dispara la inflación. 

4 – Coaliciones sociales y Municipalismos constituyentes

La gran victoria de Junio de 2013 reside en las luchas y en las prácticas de coaliciones que, en Brasil, miran hacia el Municipalismo Constituyente expresado en los éxitos electorales del 24M de 2015 en España.

Las coaliciones sociales ya están en un devenir-municipalista, toda vez que los jóvenes gobiernos municipales necesitan seguir siendo atravesados por los agenciamientos de las coaliciones sociales. Los Ganemos nacieron como oportunidades de ensayar, en las elecciones municipales, el asalto institucional propuesto por Podemos, pero también como inflexión significativa, más allá de Podemos. El proceso de construcción de Podemos, con la Asamblea constituyente de Vista Alegre (en noviembre de 2014), ha cobrado un precio demasiado alto porque limita severamente la polifonía y un estilo de hacer política que presupone una cooperación de tipo distribuido. En ciudades como Barcelona, Madrid o Zaragoza, el “efecto Podemos” estuvo compuesto desde el inicio por iniciativas ciudadanas que funcionan como puntos de atracción y bifurcación del sistema red creado en el 15M. El municipalismo, como en el caso de Ahora Madrid demuestra, suma más que Podemos: sin el tesón de la iniciativa Municipalia antes y más tarde de Ganemos Madrid, la victoria habría sido imposible, pues la radicalidad democrática que constituye el “código 15M” se habría visto dominada por relaciones de fuerza entre entidades cerradas y atrincheradas.

En Rio de Janeiro, el punto de vista de la lucha de los garis de Rio de Janeiro es el que nos introduce directamente en el contexto de ese devenir. La lucha de los barrenderos estalló en febrero de 2014 y fue  tal vez la mayor victoria del movimiento de Junio. Los garis se inspiraron directamente en las dinámicas autónomas y horizontales de Junio y sus reivindicaciones retumbaron con potencia en las redes y las calles. La lucha fue rápida y victoriosa (con un aumento salarial del 37%) y contó con un amplio apoyo social, convirtiéndose en la referencia de todo activismo. Pero a medida que el activismo se fue extenuando en una espiral sin fin de actos de represión, los garis decidieron emprender el éxodo  fuera de la esclavitud de sus condiciones de trabajo y, en febrero de 2015, se presentaron de nuevo para reanudar la lucha salarial (que consiguió arrancar un 8% de aumento ya en el periodo de la política de austeridad) y presentar un sindicato alternativo al sindicato mafioso. La respuesta del Ayuntamiento de Rio (donde cogobiernan el PT y el PMDB) se produjo con arreglo a dos hechos complementarios: por un lado, una represión feroz; por otro, automatización y subcontratación. En lo que atañe a la represión, se trata de centenares de despidos, incluidos los de los miembros del sindicato autónomo que disputaban la dirección del sindicato mafioso; más de 30 garis bajo investigación policial por pertenencia a una “organización criminal” y todo tipo de amenazas. En lo que atañe a la automatización, el Municipio de Rio procedió a introducir contenedores de recogida de basuras que permiten a los camiones operar automáticamente (sin los garis colgados en la parte trasera teniendo que correr como locos para mantener las metas de producción) y a subcontratar el trabajo de los motoristas así como la gestión de los propios camiones. Dicho de otra manera, la lucha de los garis ya ha conseguido  –en poco menos de un año- llevar a cabo el proceso de innovación que la condición neoesclavista en la cual eran mantenidos permitía retrasar. Al mismo tiempo, con todas las dificultades que ello puede implicar, la práctica de los garis, con los Círculos de cidadania, el trabajo en las favelas, las conexiones con los demás intentos de construcción de un “sindicato social”, ponen a los garis en condiciones de profundizar sus luchas directamente en el terreno en el que se decide quién sacará provecho de esa modernización que ellos mismos determinaron: ¿el capital y sus mafias o los garis como agentes ambientales de una nueva ciudadanía? Aquí, la “coalición social” no aparece únicamente como el terreno necesario y urgente para que la lucha autónoma esté en condiciones de entrar en el terreno constituyente, de la gestión de la empresa de limpieza urbana, de la cuestión medioambiental y de la salud en las comunidades y favelas. La lucha es metropolitana e implica la construcción de coaliciones de trabajadores y residentes, para que la modernización de la recogida de basuras se traduzca en mejoras de las condiciones de trabajo de los garis que podrán, además de conservar el empleo, ser agentes de protección medioambiental en los territorios donde ello es más urgente. El  común es ya el terreno de la lucha autónoma de los garis que, no por casualidad, se constituyeron como un círculo de cidadania, el Círculo Naranja, que remite al color de sus uniformes de trabajo.

En el caso de España, un buen resultado de las confluencias basadas en la transversalidad y en la radicalidad democrática en las próximas elecciones generales, siguiendo el ejemplo de Ahora Madrid, Barcelona en Comù, etc., significaría una mutación histórica del sistema red 15M en un sistema de orden superior, capaz de integrar el sistema político y representativo. Esa sería una ruptura constituyente, algo que es, en todos los casos, la clave de una situación frente a la cual toda “autonomía de lo político” es un obstáculo para que se realice la promesa del 15M: Democracia Real Ya.

El desprecio por la relación entre singularidad y estructura, entre dinámicas nacionales y contextos continentales o entre excepción y ciclo, podría llevarnos a privilegiar de manera narcisista o voluntarista las experiencias más cercanas a nosotros, o a pensar en una estrategia de proliferación lineal. Si la situación brasileña constituye una perspectiva sobre la fase transitoria que vive todo el continente sudamericano, el caso español es inseparable de la descomposición-mutación del subsistema europeo centrado en la Unión Europea (UE) como consecuencia de las políticas de austeridad y de las opciones políticas y geoestratégicas subyacentes. La “germanofobia” no constituye una clave seria de esclarecimiento del enigma democrático europeo.

En efecto, la lógica supuestamente internacionalista de los opositores de izquierda al proyecto de la UE no se sustrae a la ontología de las naciones como clave de existencia política del capital y de su contrario: el pueblo-nación-soberano sometido a un derecho político extranjero. Aquí, la narrativa nacional-popular se muestra, tanto en Europa como en América Latina, como una gigantesca trampa. La obsesión por la soberanía nacional tan solo nos recuerda aquello de das andere Mal als Farce de Marx: las subvenciones del gobierno del PT a las multinacionales automovilísticas son emblemáticas: cuanto más neodesarrollista es el discurso, mayor es la ampliación de toda forma de dependencia por la política real.

Las luchas son tan globales como los procesos de acumulación y precisan de espacios adecuados: como la Unión europea o Mercosur: en Europa se trata de conectar la defensa del sistema de protección social con las luchas de los subalternos y de los inmigrantes y apátridas; en América del Sur la conquista de un sistema de protección social necesita ya –desde el inicio- inventar una nueva esfera, juntando las luchas de los indígenas con el éxodo de los refugiados, pasando por las multitudes de pobres que viven y producen en las metrópolis.

En Europa y en América Latina, la izquierda nos muestra que es incapaz de pensar más allá del Estado: socialista o neokeynesiano en el régimen discursivo, tan solo sirve para contener las luchas en el régimen de facto. Entre los dos continentes la urgencia consiste en salir de esa doble trampa, en emprender el éxodo de la invención de nuevas institucionalidades.

El sistema mundo se está autodestruyendo. En esta situación, solo el terreno europeo y el terreno sudamericano permiten continuar la lucha por la democracia real. La oposición entre guerra y democracia se coloca como principal antagonismo en el sistema mundial. La UE está hoy rodeada de zonas de guerra. En América del Sur, la guerra está dentro de las fronteras, en el corazón de las grandes metrópolis. En las fronteras de la UE, la guerra es contra los migrantes y refugiados, tratados como animales enloquecidos y peligrosos. En las metrópolis y en las selvas sudamericanas la guerra es contra pobres y contra indígenas, pero también contra los refugiados y los inmigrantes.

Debe haber un modo de nombrar al enemigo y al adversario sin convocarlo y realizarlo como en una profecía autocumplida. Debe haber un partido de los sin-partido. Ni el supuesto realismo decisionista del populismo, ni las dialécticas negativas o progresistas que acompañan a la izquierda contienen clave alguna para evitar la catástrofe del sistema mundial. Es necesario pasar del (inter)nacionalismo a la democracia real de los subalternos, del resistencialismo cínico al poder constituyente, de la comunidad a la constitución del común. Tenemos que ser prudentes, pero poderosamente altermodernos y no-modernos.

Nota:

[1] Huyeron en la Selva Lacandona, en las calles de Seattle y Génova, gritando “Que se vayan todos” en las calles de Buenos Aires, acampando en la Plaza Tahrir y en la Puerta del Sol, defendiendo la vida en Gezi Park y levantándose contra las tarifas de transportes, los megaeventos y megaobras en las selvas y en las metrópolis brasileñas.