Podemos y Latinoamérica: historia de un desacuerdo
por Bruno Cava y Salvador Schavelzon
PODEMOS trae en su código genético la
experimentación política de los gobiernos progresistas de América del Sur.
Fundado a inicios de 2014, el partido de Pablo Iglesias tiene como núcleo promotor
un grupo de profesores que transitaron especialmente por Bolivia, Ecuador y
Venezuela como investigadores, asesores, y responsables de campañas políticas. Tanto
iglesias como el número dos y secretario político de la organización, Íñigo
Errejón, realizaron investigación académica de post-grado y también trabajos
para el think thank español CEPS (Centro
de Estudios Políticos y Sociales), con fuerte presencia en los procesos
constituyentes de Ecuador y Bolivia, en ministerios venezolanos y procesos
electorales de otros países. A partir de esa experiencia, Errejón escribía en
la revista Viento Sur[i]
que “América del Sur se convirtió en el principal y casi único espacio
geopolítico de experimentación en sentido emancipador”.
Juan Carlos Monedero, otro de los fundadores, fue
asesor directo de Hugo Chávez entre 2005 y 2010. En entrevista al programa televisivo de Pablo
Iglesias, después de alejarse de la dirección política de Podemos, explicaría
las diferencias que lo llevaron a su salida en términos que pasan por
Sudamérica y plantean un contraste entre el teórico post-marxista del populismo,
Ernesto Laclau, asociado a la visión política defendida por Errejón, y
Boaventura de Sousa Santos, referente intelectual del propio Monedero. Mientras
Laclau escribía cómodo desde Inglaterra, Boaventura de Sousa Santos, identificado
con una Epistemología del Sur, era citado por Monedero desde su cercanía con saberes
de indígenas, campesinos y de comunidades pobres en Sudamérica
.
El aprendizaje en los procesos progresistas
sudamericanos fue valorado en medios internacionales de izquierda como lecciones
que ayudaron a corregir lentes eurocéntricas[ii].
Pero le valió también a Podemos una dura campaña de prensa empeñada en asociar
el nuevo partido con la deteriorada imagen del chavismo en la opinión pública
de España. Por un lado, la experiencia en América Latina de los fundadores de
Podemos debe verse como lugar donde era posible encontrar un ámbito de
participación política estatal, cerrado en España más allá del espacio
parlamentario en que tanto Monedero como Iglesias y Errejón participaron,
asesorando cuadros de Izquierda Unida. El peso de América Latina para Podemos,
sin embargo, debe medirse también más allá de papel crucial en la formación
biográfica de sus líderes. Lo que Podemos hereda de los gobiernos progresistas
sudamericanos es un punto de vista y una narrativa política exitosa, que
sorpresivamente muestra su potencial en el momento de quiebre histórico del
bipartidismo y la cultura política de la Transición.
En el citado texto de Viento Sur, un semestre antes de la aparición de Podemos, Errejón
sintetiza el proceso de llegada al poder de los gobiernos progresistas, en una
lectura que se muestra inspiradora para la estrategia que en ese momento se
discutía para la coyuntura española. La toma del poder se dio allí a partir de
dos momentos articulados: un ciclo insurgente y destituyente seguido de un
ciclo institucional y constituyente. En Venezuela, el primero alcanzó su punto
más alto con el Caracazo, en 1989; en Ecuador, con los levantamientos populares
y urbanos de 1997, 2000, 2001, hasta la “rebelión de los forajidos”, de 2005;
en Bolivia, con las guerras del agua (2000) y del gas (2003), en medio de una
secuencia más larga de marchas, bloqueos y movilizaciones que también se
encausaba en la demanda indígena por Asamblea Constituyente y descolonización.
En los tres casos, la crisis destituyente provocada por las presiones populares
llevó a la descomposición de los consensos en la base de las instituciones
políticas, sociales y culturales, agravando la crisis económica. El descontento
social horizontal se manifestó en la percepción de desgobierno irremediable,
partidos corruptos y entreguismo de la nación, arruinando la legitimidad del
sistema político como un todo.
Errejón escribe que la crisis destituyente no es
suficiente por sí sola para llevar a cambios duraderos. Es necesario un segundo
momento, autónomo en relación al primero, de ocupación efectiva del Estado, a
fin de transformar las instituciones. Hay en este movimiento la diferenciación
de una esfera que se entiende como autonomizada de otras posibles dimensiones
de la política donde se ubicarían las luchas y movimientos. En un sentido que
remite a la formulación post-gramsciana de reminiscencia althusseriana presente
en Laclau, se establece entonces una cisión entre estrategia y táctica que
corresponde al diagnóstico de que el ciclo insurgente debe necesariamente
encontrar su momento destituyente, para dar lugar a otro constituyente, en una
esfera “propiamente política”, que se encuentra en las tareas de la política
institucional y electoral.
En la lectura de los procesos sudamericanos que poco
después encontrarían eco en el marco discursivo de la irrupción de Podemos, se
muestra necesario responder a la crisis con una alternativa de poder, una
recomposición de los discursos de legitimidad, que reivindiquen nuevas
identidades políticas y nuevas universalidades, siempre según la pluma de
Errejón. La apertura de una cuña gubernamental que capitalice el agotamiento
del régimen del 1978, se lee en la “hipótesis Podemos” de forma análoga a lo
que en Sudamérica se concretiza con la Revolución Bolivariana en Venezuela, la
Revolución Ciudadana de Ecuador, y la Revolución Democrática Cultural, en
Bolivia, tal los nombres con los que estos procesos se autoidentifican. En los
tres casos, se trató de una ruptura con el orden de partidos anteriormente
existente, con triunfos electorales de la mano de mayorías electorales
considerables y la abertura de procesos constituyentes.
En los tres casos recién citados, que no dejan de
conectarse con los gobiernos progresistas de otros países de la región, pese a
conformar quizás una unidad “bolivariana” más fuerte, es fácil reconocer como
rasgo clave el avance del Estado. El Estado recupera protagonismo económico,
político y social en todos los procesos citados que describen su lugar trazando
una línea fuerte de demarcación con el neoliberalismo, al menos retóricamente. Y
debemos agregar otro trazo fundamental en este lugar político progresista y
estatal, y es el que Errejón menciona como: la centralidad de un liderazgo robusto,
con Morales, Chávez y Correa, capaz de soportar la difícil unidad en la
composición interna de las nuevas fuerzas políticas. Sería el lugar a ocupar
por Pablo Iglesias en la apuesta de la nueva formación.
Trasladado al escenario español, la analogía que Podemos
hace en términos de ruptura destituyente y nuevo campo de posibilidades remite
al movimiento del 15M. Así, el movimiento de indignados y de ocupación de
plazas que proliferan en 2011, es concebido desde esta concepción política con
un rendimiento no-constituyente, esto es, como difusión de contrapoderes
sociales que no implica, por si sola, un cambio de la esfera política autónoma.
El quiebre del consenso institucional del Régimen
del ’78; dado por el carácter cada vez más indistinguible entre Partido
Popular (PP) y Partido Socialista Español (PSOE), sumado a un fondo monárquico
y la hegemonía política y financiera de la Troika.
Frente al régimen en decadencia, los indignados y
acampadas del 15M hicieron el trabajo de desbancar el imperativo de que “no hay
alternativa” a las medidas de austeridad, las cuales eran aseguradas poco antes
por el PP y el PSOE, sellándolas con peso constitucional. El paso siguiente, continuando
con el paralelismo, sería dar lugar a una fuerza que entra al juego partidario
para ocupar el vacío de representación dejado por la crisis,
institucionalizando así un nuevo sentido común al que Podemos se refiere, en
términos de sistema político, como “Nueva centralidad” establecía junto al
reacomodamiento del “tablero político” de la Transición, y donde junto con el
desplazamiento de los viejos partidos, la lucha contra la desigualdad y el
afianzamiento de derechos sociales se establecerían como nuevo pacto.
Como narra el relato del proceso boliviano en la
versión canónica interpretada por García Linera, vicepresidente del país, las
mayorías sociales se constituyen en mayorías políticas con la conquista del
poder estatal por medio de triunfo electoral. Las mayorías indígenas votando
masivamente por Evo Morales reiteradas veces, como por los gobiernos de
Venezuela, Brasil o Argentina, muestran en España un camino que emerge como
posible no aun en el 15M, sino cuando el liderazgo mediático de Pablo Iglesias
alcanzó el primer lugar en la intensión directa de votos para presidente
(aunque aún con número elevado de indecisos), manteniendo un crecimiento
sostenido en el segundo semestre de 2014, revertido desde inicios de 2015,
reubicándose en el tercer puesto. La dinámica parlamentarista, sin embargo,
permite mantener el objetivo de obtener la presidencia o ser determinante en la
investidura del nuevo gobierno.
Mientras la batalla electoral se plantea como
posible llave para abrir una fase constituyente, el 15M y otras luchas sociales
se mitologizan y distancian como antecedente que abre una brecha después de
décadas, pero que necesariamente se concibe como incompleto en su potencial
alcance. En esta transformación vivida como cambio de momento, las tareas
políticas no se vinculan más a la conflictividad de calles, ni a la creatividad
social que busca alternativas creativas o autónomas para la crisis habitacional
o de contra-cultura. La disputa táctica se lleva adelante en los medios de
comunicación, escenario principal donde se despliegan “significantes vacíos”
que puedan conectarse con la mayoría social. Algo de esto expresaría otro
miembro de la dirección y grupo fundador, Carolina Bescanza, cuando en la
disputa bien ajustada por el control del partido en Madrid planteó la oposición
entre un Podemos para la protesta y otro para ganar elecciones[iii].
Las elecciones de noviembre o diciembre de 2015, se
establecen así como objetivo que permitiría consolidar el ciclo insurgente del
15M por medio de una nueva administración estatal, no más al servicio de “la
casta”, sino de “la gente”, en un marco de un proyecto político de tipo
“nacional-popular”. La “casta” se volvería lenguaje común en los grandes medios
de comunicación, haciendo las veces de un carro de asalto que Podemos logra
introducir en el debate luego de su irrupción electoral de mayo de 2014 para el
parlamento europeo. La misma sitúa la dimensión discursiva como espacio
privilegiado, y se implementa como aparato dicotomizador entre pueblo y elites
aliadas a los intereses extranjeros o, en las tertulias televisivas de España, la
casta de Cataluña y de Madrid, junto a la Troika y la banca alemana.
Contrastando la situación española y
latinoamericana, por otro lado, Errejón es cuidadoso al reconocer el marco de
ciudadanía obtenido en Europa con políticas históricamente realizadas por la
socialdemocracia en materia fiscal, de servicios públicos y bienestar. Al mismo
tiempo, el espejo con América Latina vuelve a funcionar en el papel que Podemos
encuentra para si, impulsando un cambio político que impida el ciclo vicioso de
endeudamiento-recortes-pobreza, fragmentación social y colapso institucional
que se vivió durante la “década perdida” neoliberal de los ’90 en el nuevo continente[iv].
La referencia de Podemos a los gobiernos
sudamericanos pasa en primer lugar por la cuestión económica, en una especie de
archivo de medidas posibles inspiradas por gobiernos que repactuaron deuda
pública y redefinieron la parcela estatal de ganancias en la exportación de commodities, avanzaron con el control
estatal de la distribución o propiedad de empresas de petróleo y gas,
obteniendo herramientas para luchas contra la pobreza y de inclusión. Algunos
de estos países avanzaron con reformas constitucionales que determinaron nuevos pactos de competencias regionales y
son referencia también como catálogo de derechos. Contrariando el dogma
macroeconómico, las inversiones se tornaron por un tiempo en el motor de
consumo interno, haciendo eco de antiguos modelos de la CEPAL, como la substitución
de importaciones y fortalecimiento del mercado nacional.
Mutatis
mutandis, el documento de propuestas económicas presentado
por Podemos consiste en aumentar la inversión social, reposicionar la banca pública,
auditar la deuda externa, y recuperar el control estatal sobre sectores
estratégicos de la política monetaria. El programa de las elecciones locales y
documentos económicos que Podemos puso en circulación, hay un foco en la
reactivación del consumo, desde un marco que fue calificado de neo-keynesiano. El
propósito inmediato de este programa, ya al margen del diálogo con América, era
el de seducir votantes moderados desencantados con los grandes partidos, evitando
antes que nada una identificación con las tradicionales propuestas y símbolos
de izquierda.
En la propuesta de Podemos, y del mismo modo que con
las luchas que precederían el surgimiento del nuevo partido, el ejemplo del
“laboratorio” sudamericano quedaría atrás. Pensando siempre en el asalto
electoral, el caso de Venezuela y otros países sudamericanos, al igual que la
Grecia de Tsipras, son tratados en los grandes medios como experiencias alejadas con las que se mantienen diferencias.
La referencia a estos procesos en ámbitos de confianza, incluso en visitas por
el continente, es una aprehensión superficial que no alcanza sus polivalencias,
tensiones, conflictos de agotamiento y puntos ciegos. De esta forma, la
relación de Podemos, como formación joven, es con el momento joven de tales
procesos.
La inspiración en sus momentos de apertura
constituyente, no se hace cargo, así, de sus límites y posibilidades, por más
coincidencias de mirada que puedan tener las narrativas políticas de ambos
lados del atlántico. También, si consideramos el momento actual de
implementación de ajustes de austeridad en Brasil, discursos conservadores que
buscan reconstruir la base de apoyo en Ecuador desde posiciones católicas y
nacionalistas, o la inocultable falta de herramientas para enfrentar crisis
económica y caída de precios de commodities,
en toda la región. En el recorte de la experiencia sudamericana que ocupa un
lugar en el relato fundador de la hipótesis Podemos, hay una lectura en 2015
que con generosidad podría haber sido válida al iniciarse el ciclo progresista,
pero no se sostiene si avanzamos al momento en que las nuevas gestiones
consolidan su lugar gubernamental.
El agotamiento del ímpetu que en su momento de
despegue llegó a plantear reformas y avanzar en algunos terrenos, es evidente
en una coyuntura de gobiernos sudamericanos donde aún se cosechan triunfos
electorales, pero al mismo tiempo en que internamente se asumen políticas de
cuño conservador, distanciándose de anteriores aliados, o defendiendo un modelo
de desarrollo y nuevas alianzas políticas distantes de las agendas en pie
cuando los gobiernos progresistas disputaban en las calles contra el
neoliberalismo. Pero por detrás del más que usado rótulo de “neoliberal”,
algunas críticas apuntan, en una lectura atenta a la “hipótesis Podemos” tanto
como al devenir de los procesos progresistas como el de Argentina, el recurso a
una concepción simplificada del neoliberalismo que lo reduce a cosmovisión de
la elite dominante sin destacar sus mecanismos en muchas escalas. En esta
crítica, se va más allá del hecho de que se propongan o no nuevas
privatizaciones. Se cuestiona si no se estaría negando la autonomía del tejido
social, en una subordinación de la misma a una lógica estatal “desde arriba”. También,
afirman Gago, Sztulwark y Picotto, la secuencia populista que va de las
demandas a su articulación y representación, base de la operación descripta por
Laclau, deja de lado las estructuras globales de gobernanza. Del mismo modo, la
articulación del gobierno progresista con poderes territoriales y sindicales
reaccionarios, en el caso argentino analizado por los autores citados, no es
cuestionada en su lógica política vertical que subordina todo debate a la
conducción, único polo de iniciativa política[v].
La baja de precios internacionales, sumada a diversos
problemas económicos y de gestión cada vez más visibles, ponen en evidencia,
por un lado, el déficit en la diversificación productiva que empieza a cobrarse
sus víctimas en el terreno social y, por otro, lo enorme de la tarea una vez
alcanzados triunfos electorales con los que, en realidad, Podemos ya parece no
poder alcanzar. En Venezuela vemos el caso más agudo, por su dependencia del
crudo, con una campaña destituyente de la oposición que logra vectorizar la
indignación más allá de las clases medias altas, tradicionalmente críticas. En
los Andes, vemos un panorama de explotación extractivista, criminalización de
la protesta y descuido medioambiental con manipulación de consultas a
poblaciones.
Países que encontraron caminos políticos para evitar
la crisis de 2008 y aprobar nuevas constituciones con varios avances, además de
los logros en el terreno social, hoy más bien buscan en Podemos nuevas fórmulas
para encontrar aire político más allá de
las instituciones alejadas, y las alianzas del progresismo con sectores empresariales,
religiosos o políticos del pasado. El ejemplo de Podemos ya no sería espejo del
progresismo, en esta última mirada, sino respuesta ante el deterioro de un
progresismo gubernamental que nos lleva más bien a comparar los instrumentos
políticos latinoamericanos en el poder con el PSOE, el PASOK griego, el
socialismo francés o el laborismo británico.
No ayuda, en la visión torcida de los procesos
sudamericanos que llega a cada país sudamericano sobre procesos de países
vecinos, las interpretaciones vehiculizadas por medios mantenidos con
publicidad estatal, o amenazados de perderla, en lo que constituye un coro acrítico
que defiende con cinismo proyectos
políticos imaginarios como un todo. Ante cualquier crìtica, con una obstinación
que muchas veces se transforma en descalificaciones o persecuciones por parte
del Estado a cualquier atisbo de diferencia o crítica. Nos encontramos en esos
casos frene a un “no-pensamiento”, en sentido de Deleuzem como campo no
problemático. De hecho, muchos de los vericuetos del momento político actual no
se explican con una gramática anti-imperialista que ve cualquier disidencia como
asociada al golpismo de derecha, o bien al extremismo marginal izquierdista, en
un pensamiento dicotomizador que sólo distingue grandes bloques alineados.
Desde la autonomía de lo político, además reducida a disputa mediática, intelectuales
gubernamentales, comunicadores o autoridades de gobierno, centran la batalla en
la construcción de narrativas nuevas sin necesariamente operar en la realidad
de las necesidades e instituciones.
Podemos, así, se muestra abocado exclusivamente a
montar una máquina partidaria electoral para vencer, en la lógica de que
primero hay que ganar y después ver qué hacer con ello, sin importar los
cuerpos que van quedando en el camino. Bajo la promesa de la eficacia para
ganar, de hecho, en su corta vida Podemos fue concretando un proceso de
centralización alrededor del líder, anulando el pluralismo y riqueza conceptual
y creativa de abajo, de una forma que también se constata en los gobiernos
progresistas que vieron retroceder la presencia de movimientos sociales,
indígenas y provenientes de las luchas de la década anterior. Con la pérdida de
potencia social, así, parece olvidarse el origen y fuente de la fuerza por
detrás de los momentos políticos de España y América Latina, corriendo el
riesgo de ocupar el lugar dejado por el régimen del ’78 al que se propone
substituir, en lugar de multiplicar el movimiento[vi].
La autonomía de lo político termina siendo, de esta manera, apenas un espacio
más de la vieja representación, con las mismas reglas de funcionamiento, sin
siquiera plantearse un cambio de régimen a la altura de la capacidad creativa y
conflictiva del 15M y del ciclo global de luchas en curso.
En Ecuador y Bolivia, especialmente con los embates
que se suceden desde 2009 entre gobiernos e indígenas por casos como el de la
explotación del Parque Yasuní-ITT, o de la construcción de la carretera por el
TIPNIS, los paradigmas del Buen Vivir (Sumak Kawsay) y la propuesta del Estado
Plurinacional han sido diluidos por el modelo económico extractivista, con el
argumento de que integrarse a las cadenas internacionales de capitales continúa
siendo el horizonte insuperable de la gobernabilidad. Cuando las comunidades indígenas
en Bolivia, Brasil, o Ecuador, dicen “No” a más pozos petrolíferos, represas,
minería a cielo abierto y otras grandes obras con impacto en el territorio, por
detrás hay un “Sí” mayor, que es otra manera de organizar la producción, las
relaciones y la vida. La ruptura y distancia de las organizaciones indígenas
protagonistas del proceso constituyente en Bolivia y Ecuador, deben leerse como
símbolo de un viraje que toma distancia de las gestas y movilizaciones contra
el neoliberalismo, retomando desde el progresismo el proyecto de desarrollo de
dictaduras y gobiernos nacionalistas antes rechazados por los actores que
acompañaron la llegada de gobiernos anti neoliberales y líderes surgidos desde
abajo al gobierno.
La referencia sudamericana en Europa es fuerte para quien
quiera caracterizar el lugar político de Podemos, tanto en lo que hace a su
visión gubernamental anti neoliberal, como también a algunos gestos visibles en
un sentido de cierre e interrupción de los horizontes abiertos por las luchas
que los anteceden. Los impasses europeos no son iguales a los de Sudamérica,
pero se interfieren mutuamente sin que necesariamente encontremos por tras una
clase con nuevas reivindicaciones o un sujeto de la historia. Allá, los nuevos
movimientos del 15M no tienen como acomodarse en la cuadratura populista del
proyecto, demasiado hegemonista para integrar las muchas singularidades
involucradas, que despertaron y se acercaron cuando Podemos se mostró
herramienta para abrir una brecha en el sistema.
En una coyuntura rica, que no esconde las tensiones de
desarrollo en las disputas de los nuevos actores de la democracia española y en
los grandes movimientos que exigen internamente pluralismo y participación de
las bases, vemos por ejemplo las corrientes de Abriendo Podemos y Ahora en
Común, como expresiones que muestran la vigencia de las lecturas propias de un
ciclo de luchas no cerrado, y derivan de los triunfos municipalistas del 24M lejos
de las formas y orientaciones de la dirección partidaria, aun cuando se
acompañe buena parte de las premisas y análisis del panorama político español
actual.
Al mismo tiempo, la referencia a los gobiernos
progresistas no genera resonancias y, por el contrario, se ubica a contramano
de la línea de fuga a los impases corrientes. En el desdoblamiento de este quiproquó vigoroso de referencia y
experimentos, el desafío consisten en saber cómo garantizar una abertura
permanente que se coloque en los flujos creados por las movilizaciones
constituyentes de los últimos años. ¿Cómo un partido o gobiernos electos pueden
dejarse renovar y recuperar vitalidad, a partir de las nuevas composiciones
sociales y sus formas políticas desafiadoras? ¿Cómo instaurar un nuevo ciclo
virtuoso? ¿Podemos es inaugurado ya por los dolores del fin de un ciclo o nos
ofrece la posibilidad de producción de nuevos espacios de hacer política? ¿Cómo
evitar el Termidor? Si es temprano para ver el perfil de nuevas oleadas de
movilización que lleven a la práctica un balance que comienza a delinearse
sobre la última década de progresismo en el poder, talvez sea el momento de
asumir que los impases del eje sur están dados y que la salida pasa por asumir
sin medias palabras sus enigmas y preguntas sin respuestas.
[i] Iñigo Errejón. Sin manual, pero con pistas: algunas trazas
comunes en los procesos constituyentes andinos (Venezuela, Bolivia,
Ecuador). Revista Viento Sur n.º 128, junio de 2013.
[ii] Bécquer Seguín. Podemos’s Latin American Roots. Jacobin, mar. 2015. https://www.jacobinmag.com/2015/03/podemos-spain-iglesias-morales-chavez/
[iii] “Bescansa
a los críticos: Hay un Podemos para ganar y otro para protestar” Infolibre, Madrid, 19/01/2015 http://www.infolibre.es/noticias/politica/2015/01/19/bescansa_hay_podemos_para_ganar_otro_para_protestar_26979_1012.html
[iv] Iñigo Errejón en
Errejón, I & M. Chantal Construir
Pueblo. Icaria, Barcelona, 2015, p.71.
[v] Gago, V. Picotto, D. &
Sztulwark El intelectual orgánico y el
cartógrafo. Blog Lobo Suelto. http://anarquiacoronada.blogspot.com.br/2014/09/el-intelectual-organico-y-el-cartografo.html
[vi] Raúl Sanchez
Cedillo. La posse del Podemos. Jun
2014. http://www.euronomade.info/?p=2542