Y otra vez los pibes…
Otra vez los
pibes enseñando qué hacer.
Otra vez los
pibes construyendo sobre el desastre de las condiciones que nos gobiernan,
Otra vez los
pibes habitando el desierto actual, haciendo vivible el aire que respiramos.
Los chicxs marcando
el camino, el único posible, no ya el trazado e inhabitable sino el que se
conquista por ocupación. Haciéndose cargo de las exigencias actuales.
Los pibes
tomando las escuelas por desocupación del mundo adulto sobre ese territorio,
por esa paradoja actual en la que nos encontramos cuando queremos dominar un
sitio desde las coordenadas heredadas y la vaciamos en ese mismo acto.
¡Cuánto más
hace falta para alterar esa forma de mirar y sostener esta realidad? ¿Cuánto sufrimiento
soportaremos para seguir no pudiendo combatir esta realidad asfixiante?
Escuchar,
sentir el grito que nace acogiendo y transformando, rompiendo algo de uno mismo
y recomponiéndose con nuevas alianzas.
Los chicxs lo están diciendo. Somos nosotros,
los adultos que fatigados no sabemos escuchar. Es el grito de estos tiempos que
claman por parir otra realidad.
Nuestras
vidas, moldeadas con altas dosis de miedo y mediocridad no pueden, no tienen la
fuerza suficiente para activar situaciones novedosas, los adultos estamos
atrapados en modos agónicos de gestionar nuestras vidas. La queja es el canto
de sirenas reflejo de nuestra medida. Solo
atinamos a resistir pasivamente el estado de cosas actuales. ¿Es esto vivir?
¿En qué sentido hay en esta situación un problema capaz de asaltar los muros de
la inmunidad ambiente en la que nos encontramos?
¿Somos
capaces de inventar respuestas que no tenemos? Los chicxs pareciera que
tienen la suficiente fuerza para
hacerlo. No se trata claro de entronizar un juvenilismo tonto, también allí
encontramos ambivalencias, disfraces posibles, pero hay en esa fuerza que
irrumpe e interrumpe, una potencia que estaría muy bueno aprender a escuchar. Poder
situarnos allí, en sus exigencias, no para intentar “solucionarlo” sino para
aprender a respirar desde sus desafíos.
Como hace ya
4 años, otra vez los pibes. Con su capacidad de interrumpir, de desbaratar lo
desbaratado y refregarnos en la jeta la decadencia ambiente. Mostrando lo
insostenible de la autosuficiencia, esa ficción que nos convierte en unos “como
si” andando. Caretas. En este mundo que
sigue funcionando pero del cual ya nadie cree en él. Cinismo ambiente.
Las
instituciones se deshilachan, se corroen cotidianamente y los adultos no
tenemos la suficiente lucidez ni valentía para transformarlas en otra cosa más
a la altura de estos tiempos. Nos hemos convertido en meros gestores de la
decadencia de su lógica. Triste final para una generación impotente la nuestra.
Los pibes nos
muestran en su ocupación la debilidad de nuestras apuestas, la de una imagen de
libertad y una idea de participación despolitizada.
Aprender a
resistir, salir del asedio de la realidad, desistir. Trazar un mapa de
tentativas. Los chicxs nos están marcando el camino. Producir interferencias
desde sus bordes y ocupar subjetiva, deseantemente los lugares. Poblar el
desierto, convertirlos en habitables.
Buscar modos
autónomos de afirmarse, conquistar espacios de determinación conjunta por fuera
de la verticalidad que nos organiza extra situacionalmente. Desocupar para
habitar. Sostener el agujero problemático que nos haga alimentar lo que está
por nacer. Lo pide este tiempo, lo gritan los chicxs, lo dicen nuestros cuerpos
cansados.
Otra vez los
pibes…