Espinoza y el problema de la expresión
por
Pedro Yagüe
Le Nouvel Observateur: ¿Cuál es, según
usted, el valor de izquierda que habría que promover urgentemente?
Marguerite Duras: La lucha de clases.
N. O.: ¿Perdón?
M. D.: Aparte de restablecer la lucha de
clases, no veo…
Hace un tiempo llegó a mis ojos un artículo de
Esteban De Gori sobre Fernando Espinoza. No supe bien qué, pero ni bien
terminé de leerlo algo del texto me generó mucho rechazo. Y bronca. Con un
lenguaje moderno y refinado el articulista reflexiona brevemente sobre las
posibilidades políticas del intendente matancero, quien es presentado por De
Gori como un “artefacto cultural del peronismo”. Un soldado, digamos. Espinoza
es, según él, una pieza clave en el ajedrez electoral. Gobierna el partido más
grande del conurbano, es un hombre “moldeado para la nueva y vieja clase media”
y es un peronista “en disponibilidad”. Estos elementos parecieran ser los que despiertan
su interés por el ex chofer de Balestrini.
Todo eso puede ser cierto.
Probablemente lo sea. Pero el problema es otro. O mejor dicho, el problema es el problema. ¿Qué lleva a alguien a escribir
un diagnóstico sobre el futuro de uno de los intendentes más oscuros del
conurbano sin mencionar una sola palabra sobre su gestión política? Difícil
campeonato el de la oscuridad de los barones bonaerenses, en el que Espinoza seguramente
logre los puestos de vanguardia. ¿Cómo puede alguien escribir sobre el
intendente matancero sin nombrar a Luciano Arruga o a los muertos del CEAMSE? Si
alguna relevancia tiene el artículo de De Gori se debe más a lo que calla que a
lo que dice.
La belleza de las
palabras muchas veces nos aleja de la verdad de las cosas. No se puede escribir
sobre política sin librar una batalla; sin expresar una lucha. La pregunta,
entonces, es: ¿contra quién peleamos en nuestra escritura? Evidentemente no a
todos nos motiva lo mismo. De Gori, por ejemplo, se para por afuera de las
aguas políticas y, con un lenguaje colorido y aggiornado, adorna los ríos
putrefactos del PJ bonaerense. La escritura crítica no busca enturbiar las
aguas para hacerlas parecer profundas, sino meterse adentro y desarmar cada
molécula en busca de un poco de oxígeno que permita comprender e intervenir.
Ésa es la diferencia entre embellecer la política y pensarla.
La Ética de Espinoza. Así se titula el artículo en cuestión. La apelación a la figura del filósofo holandés no pareciera ser
más que un pobre juego de palabras. Digo pobre, no por su sustento teórico,
sino por el tipo de interpelación que propone. La Matanza de Espinoza. Esas palabras me parecen más apropiadas.
Desde 1979 González Catán hospeda amablemente a miles de toneladas de residuos
que envenenan sistemáticamente a la población de la localidad. La
Matanza de Espinoza cuenta
con altísimos índices de muerte por lupus y cáncer que están muy por encima de
los normales. La promesa mesiánica del intendente matancero de terminar con el
envenenamiento de su población se extiende desde su asunción, en el 2005, hasta
estos días. El peronismo, señala De Gori, mastica y metaboliza las relaciones
de fuerza con las que se encuentra. En esto hay que darle la derecha. El
kirchnerismo bonaerense masticó el escenario social con el que se encontró, lo
dirigió y se paró sobre el suelo de sus propios desechos. No parecen nacer
muchas flores de él.
¿Es posible retratar
el cuadro político de Espinoza sin decir una sola palabra sobre Luciano Arruga?
Sí, se puede. Otra proeza del pensamiento crítico. Siguiendo una vieja ironía
marxiana podría decirse que, así como Rembrandt pudo pintar a la Virgen María
como una simple campesina holandesa, ¿no resulta normal que De Gori se
represente a Spinoza bajo una forma que le es familiar? En todo siempre el color es del cristal con que se mira.
Pensar la política no
puede ser embellecerla. Las sensibilidades exquisitas que se limitan a
describir y deleitarse con las palabras vuelven estériles a los conceptos. Ésa
pareciera ser la forma en la que en estos años volvió la política. No se puede retratar a un dirigente sin ver la
mierda sobre la que está parado. Siempre y cuando lo que uno busque sea mostrar
su estatura real.