Pasión por el ritmo
Carta de Gilles
Deleuze a Henri Meschonnic
(Traducción:
Hugo Savino // Comentario de Serge Martin)
22 de junio de 1990
Estimado
Henri Meschonnic
Gracias por
haberme enviado "El lenguaje H". Este libro tiene un tono muy
distinto al de los libros habituales sobre H. por más buenos que sean. Tiene
una profunda libertad, con todo su rigor, que viene del hecho de que usted no
tiene ninguna "pasión" respecto a H., porque su pasión está en otra
parte, y sólo tiene necesidad de probarse en un camino que lo encuentra como un
obstáculo. Es toda su concepción del ritmo la que está en juego. Hay en
Heidegger una suerte de locura (de lenguaje) que tal vez no esté tan lejos de
la de Brisset y que es, tal vez, lo más interesante. Por eso su capítulo
"Pensar en el lenguaje H" me parece muy importante y muy bello - y
todo el tono de su conclusión. Muchas gracias y crea en mi admiración sincera.
Gilles
Deleuze
Esta carta de
Gilles Deleuze a Henri Meschonnic como recepción del envío de su libro Le langage Heidegger (El lenguaje Heidegger) que acababa de
aparecer en las ediciones P.U.F., es por cierto la de un colega de París VIII
Vincennes pero también la de un filósofo cuya estatura en esa época ya es
ampliamente reconocida y que, desde hace al menos veinte años, ha formado
generaciones de filósofos y transformado la epistemología de varias
investigaciones importantes mucho más allá de su disciplina académica. Por eso,
la apreciación que hace Deleuze de la obra de Meschonnnic no es, como parece,
únicamente un agradecimiento amable. En primer lugar, Deleuze distingue “los
libros habituales” de aquellos que tienen “una profunda libertad”, libertad que
no se opone al “rigor” que exige la escritura del ensayo. Hay allí
evidentemente una reflexión crítica respecto al academicismo filosófico y más
allá de un punto de vista que pide desplazar el centro de gravedad de los
estudios sobre Heidegger tal como se hacen en Francia hacia esa época. Deleuze
disocia las “pasiones” a la vez que descalifica toda pasión “respecto a H.”.
Sugiere por lo demás que los pros y los contra son de la competencia de una
modalidad pasional que no puede permitir el ejercicio de una “profunda
libertad” de pensamiento. Le reconoce a Meschonnic una “pasión” singular
comprometida por su “concepción del ritmo”. Es entonces la sugestión fuerte de
que el pensamiento llevado por semejante “pasión” sólo puede intensificarse de
camino, por cierto sembrado de obstáculos, pero en una relación abierta a su
desconocido, a los encuentros que semejante aventura no puede dejar de acoger
incluso de suscitar - la referencia sería un desplazamiento del concepto
heideggeriano que, metáfora de la metáfora, desmetaforizaría así ese “de
camino”… Heidegger, al que Meschonnic encuentra de camino constituye entonces
un “obstáculo” por su concepción del lenguaje. ¿Deleuze insinúa que Meschonnic
deja de lado otros aspectos, en cuyo caso, no habría entendido el incentivo
estratégico que la teoría del lenguaje constituye en el ensayo de Meschonnic?
Abre en todo caso una perspectiva inédita que muestra que su respuesta es dialógica
y acogedora hasta en sus implicaciones antifilosóficas, en el sentido de
Meschonnic. Es entonces que avanza con numerosas modalizaciones hipotéticas la
idea de una “locura de lenguaje” de Heidegger análoga a la de Brisset, abriendo
como a una historia de esta locura en filosofía. La sugestión puede llevar
lejos (”lo más interesante”) pero se detiene para evaluar el recorrido
propuesto por Meschonnic: “muy importante y muy bello”. La evaluación conjuga
allí concepto y afecto para in fine
iniciar su propia conclusión en lo que forma parte de una empatía más que de un
acuerdo ya que “todo el tono” puntúa una actitud y por consiguiente un modo
relacional del pensamiento más que un producto, un resultado. La relación está
abierta y el camino sin más obstáculo que la incertidumbre de los encuentros.
La relación se debe a que el encuentro de las actitudes tuvo lugar: el modo
relacional es resonante.
Agradezco a Régine
Blaig y a Fanny Deleuze por haber autorizado la publicación de esta carta,
gracias a Jacques Ancet por habérmela hecho conocer.