Otra vez sopa, con bizcochos
por Horacio Verbitsky
Cada vez que mis notas molestan más de la cuenta a cualquier
poderoso, de iure o de facto, la incapacidad de replicar con datos da lugar al
intento de descalificarme por una presunta colaboración con la Fuerza Aérea
durante los años de la dictadura militar. Esto comenzó cuando publiqué el libro
Robo para la Corona y se ha reiterado periódicamente desde entonces.
El Grupo Clarín volvió a hacerlo ayer, en su radio Mitre y en
su página on line, presumo que por haber desnudado su rol en la operación del
presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, para ser
rrrreelecto cuando le quedaba un tercio de mandato, con el voto del decano del
tribunal Carlos Fayt, quien no participó del Acuerdo en el que la Corte dice
que estuvo. Esta vez, remite a una nota de un portal de Internet dirigido por
Gabriel Levinas, quien trabaja para la televisión, la radio y el diario del
Grupo Clarín. Tuve una relación correcta con él hasta que me ofreció venderme
una primicia sobre el piso que un ministro de Menem le habría puesto a una
amante frente a la Plaza San Martín. Tardé en entenderle cuando me dijo: “Papá,
yo necesito un bizcocho”. Entiendo que se sienta mejor en otras compañías.
Nunca pagué por información ni me interesaron las inversiones inmobiliarias ni
el sexo de los políticos.
Más allá de las motivaciones del infundio, voy a responderlo
por respeto a las personas de buena fe que podrían tomar por buena la
falsificación. Me atribuye supuestos manuscritos para un discurso del
Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, cosa que ya habían insinuado en el mismo
diario Susana Viau y Jorge Lanata, en aquel momento en respuesta a mis notas
sobre el Papa Francisco. Su fuente es Pedro, uno de los hijos de Güiraldes,
quien no ha ocultado que su motivación es mi rol en el impulso a los juicios
por crímenes de lesa humanidad. Hasta uno de sus hermanos, Juan, lo ha
refutado. Me imagino que debe ser doloroso para la familia que Pedro presente a
su padre como un cuadro de la dictadura, cosa que nunca fue, y que incluso
impute a esa relación la visita de los reyes de España a la estancia la Santa
María, en San Antonio de Areco, pasando por alto que Güiraldes era el
presidente de la Confederación Gaucha, que organizaba esos homenajes a
personalidades extranjeras. Que la dictadura se sirviera de esas actividades
para su propaganda y que financiara esas fiestas es otra cosa. Sólo estuve allí
una vez, durante las pocas horas que duró una exposición, y no escondido. Hace
poco el platero Juan Carlos Pallarols me recordó que Güiraldes nos presentó en
esa ocasión.
En esta página se reproduce una de las fojas que me atribuyen
y un escrito que sí me pertenece. Proviene de uno de los cuadernos con
anotaciones tomadas durante las audiencias del juicio a los ex Comandantes de
1985. A simple vista se advierte que no son de la misma mano, por más que el
falsario diga que realizó peritajes caligráficos, cosa imposible sin disponer
de escritos míos reales.
También afirma que escribí otro libro titulado “La
Aeronáutica Argentina, ayer, hoy y mañana”, pero no lo puede presentar, porque
no existe. Es notable que esto aparezca ahora como una novedad. Hace casi un
año, Hernán López Echagüe ya había encontrado esa falsedad en una página de
Internet, y le respondí lo mismo que ahora.
Mi amistad con el comodoro Juan José Güiraldes (retirado en
1951, un cuarto de siglo antes del golpe del 24 de marzo de 1976) no guardó
relación alguna con la Fuerza Aérea. Era un viejo amigo de mi padre, quien
había publicado un ensayo sobre su tío, el autor de Don Segundo Sombra, Ricardo
Güiraldes. Su libro El poder aéreo de los argentinos, para el que le ayudé a
reordenar publicaciones anteriores de su época como presidente de Aerolíneas
Argentinas, en las que defiende a la línea de bandera contra sus competidores
privados, sólo versa sobre transporte aerocomercial, rutas aéreas, tipos de
aviones, asociaciones empresariales, y carece de cualquier contenido político.
El mismo lo explica en varias cartas en las que refutó a los primeros
reproductores del invento, quienes no las publicaron. En una de ellas me
agradece haberle aconsejado “no incluir en esas páginas ninguna referencia
política y limitarme al tema de mi especialidad, que son los aviones y el
transporte aéreo”. Ya publiqué esa carta. Agrego ahora un par de gráficos del
libro, que no dejan dudas sobre su contenido. Que lo haya editado el Círculo de
la Fuerza Aérea no me involucra. Era Güiraldes, no yo, quien mantenía contacto
con ese club social de retirados. Una vez concluido su libro, Güiraldes me
propuso escribir una biografía de Jorge Newbery, pero el plan de trabajo que le
propuse no le interesó y allí terminó todo. La publicación de Clarín alude a un
contrato, pero no lo muestra.
Ninguno de mis colegas de Clarín, incluyendo a quienes
militaron conmigo en las organizaciones revolucionarias de los ’70, cumplió con
la deontología profesional y requirió mi respuesta antes de hacerse eco de la
difamación. Hasta ahora no se han retractado del festival de potenciales con el
que acusaron de poseer una cuenta millonaria a Nilda Garré y Máximo Kirchner,
desmentida por el banco y por el país donde ni siquiera existe la empresa
mencionada por Clarín. Por lo visto, esos periodistas tienen menos aprecio por
su buen nombre que yo.



