Lo intempestivo
por María Pía López
La razón neoliberal
es un desafío. Desde el título hasta el final. Porque si ya en el nombre
intenta rasgar los consensos de la época, a lo largo de todo el libro Verónica
Gago no deja de conjugar inquietudes y problemas. Es un libro intempestivo en
un doble sentido. Por su voluntad de irrumpir en el horizonte del presente y en
los lenguajes con quienes lo hablamos o con lxs que la época nos susurra; por
su enfática decisión de esquivar la valoración moral, que es uno de los modos
en que el pasado atenaza, se cristaliza, ordena al presente. Nietzsche, el de
los formidables mazazos, está en el espíritu de este libro que lo menciona
poco. Quizás la autora no se reconocería nietzscheana, pero creo leer al
filósofo alemán en el modo de tramar sospecha radical y afirmación vitalista.
La razón neoliberal
es un libro erudito, que construye un territorio en el que una serie de problemas
pueden situarse. Esa cartografía es teórica y política. Las referencias no son
citas de autoridad ni modos de la ratificación: son insumos para rodear cada
zona o para forjar una pregunta. El modo argumentativo es el de la
interrogación. Basta abrirlo en cualquier página para encontrar curvos signos
por doquier. Enmarcan las frases, organizan el discurso. No son preguntas
retóricas, de las que se arrojan para que venga luego el argumento a
ratificarlas, un modo del subrayado o de la titulación. Son preguntas que abren
y quedan abiertas. Dejan el tema en suspenso, obligan al lector a considerar
que responder sería una suerte de atajo conformista. Gago no se priva de
aceptar contradicciones y dejar las reflexiones disidentes en el mismo plano.
Veo en ese estado de pregunta, en esa idea de que el pensamiento no debe
arredrarse ante la complejidad barroca de lo popular, el síntoma o la evidencia
de la fuerza crítica de La razón neoliberal.
El subtítulo del
libro es Economías barrocas y pragmática popular. Elocuentes palabras para
nombrar un recorrido por distintas formas organizativas y productivas, en
general tratadas con festejo absorto por la vitalidad plebeya –la fiesta– o con
el desdén moralizante que ve en lo popular el rostro de las víctimas –en el
taller, en el comercio feriante ilegal–. El riesgo asumido es claro: se
desplaza de esos juicios para situar una discusión sobre los modos en que lo
comunitario y las lógicas de cooperación se traman con formas de explotación en
la cotidianidad de lxs migrantes. La discusión, a propósito del taller
clandestino, entre el Colectivo Simbiosis y Silvia Rivera Cusicanqui, es clave
del estilo de investigación que constituye el libro. De esa insistencia en la
idea misma de investigación. El territorio se constituye con textos,
interlocuciones políticas, conversaciones militantes y un recorrido original
por experiencias, lugares y sujetos a los que no se les solicita
correspondencia con un ideal.
El neoliberalismo no
es un momento de la gobernabilidad estatal, con fecha de inicio y vencimiento,
sino una reconfiguración de lo social, una razón que por arriba supone la
primacía de las lógicas financieras y extractivistas, y por abajo una
pragmática vitalista que despliega saberes y prácticas con relación al cálculo.
Ahí muestra el centro de la discusión con La razón populista: Gago camina por
el revés, buscando menos la conjunción de una hegemonía política que
encontraría su punto de articulación en el Estado, que la materialidad de las
prácticas sociales, las racionalidades que se inscriben en la lógica del
taller, la feria o la fiesta. Su mérito es también lo que lo vuelve discutible:
la prescindencia de una consideración más compleja sobre el Estado y sobre los
distintos modos de gobernabilidad, la omisión de un conjunto de diferencias
entre los distintos momentos de la gestión estatal, diferencias que funcionan
–como las leyes migratorias– como parte del cálculo de la pragmática popular.
Viñas, ante el
menguado tiempo, decía: hay que apretar el bandoneón. Ese apretujamiento tiene
el libro. Porque los temas son muchos, la erudición vasta y las ideas
proliferantes. Su escritura condensa, va a las frases cortas, al enunciado
conceptual y a la búsqueda del adjetivo preciso: hojaldrado –el tiempo–,
barroca –la economía popular–, abigarrada –la ciudad–, lo heterogéneo y lo
ambivalente. Van señalando, uno a uno, la trama de esa complejidad neoliberal.
Podrían usarse, también, para pensar al propio libro. Que funciona como un
hojaldre barroco, que va afinando la masa para volver infinitas las capas,
gozoso el resultado. Y, como buena milhojas, dan siempre ganas de más. También,
porque funciona como apertura y umbral. Si el movimiento crítico del libro es
nietzscheano, el horizonte que abre es el de una escritura del cuerpo y una
epistemología feminista. Un materialismo cada vez más poético y radical.