Política Gravitatoria: Usos del espacio-tiempo en las nuevas izquierdas alternativas españolas

por Luchino Sívori


Las lecturas que pulularon en las nuevas izquierdas alternativas después de haberse echo el recuento de votos en las últimas elecciones andaluzas, en las que el PSOE vio revalidado su apoyo rozando la mayoría y el PP su evidente crisis, pueden categorizarse en dos grandes grupos:

1-   Los que piensan que cabe fluctuar al centro para abarcar un público más heterogéneo y, por ende, más numeroso; y
2-    Los que creen que es necesario fortalecer el posicionamiento ideológico para clarificar de una vez el nuevo mapa político.

Estas dos grandes categorías (donde entran en su interior también términos medios del tipo “consensual”, “transversal”, “pactista”), si uno mira la Historia suelen nacer en aquellas situaciones que demandan un movimiento de timón para no chocar con el iceberg. Este tipo de urgencia, en la que el contenido del programa político comienza a ponerse en tela de juicio –ya sea estilística o sustancialmente- no es algo baladí –ni puramente logístico-: pertenece a lo que comúnmente las ciencias sociales denominan ‘contextos electoralistas’, es decir, a frames, estructuras, formatos conceptuales que miran la política mayoritariamente en clave hegemónica y, por ende, de poder institucional para la transformación global.

Por supuesto que dichas lecturas también se desarrollan en otros escenarios menos atados a la urgencia de los sondeos de opinión y las encuestas, no hace falta mencionarlo, pero no ocupan, sin embargo, un lugar prioritario a la hora de armar programas políticos o discursos públicos como lo hacen generalmente en los partidos considerados electoralistas. Los primeros suelen defenderse con el dicho popular de “la coherencia por encima de la estética”, mientras los segundos, más maquiavélicos, priorizan la retórica y la forma, el famoso relato.

Pero la pregunta es: Cómo es que las nuevas izquierdas alternativas españolas llegaron a esta situación de debatirse entre péndulos transversales o auto-confirmación del posicionamiento propio, tan típico de escenarios supuestamente ajenos a lo que se deseaba?

A pesar de que ellas no descartan la articulación de tejidos sociales que sustenten algo un poco más grande que únicamente conquistar las instituciones públicas (afirmar esto sería ignorar el arduo trabajo de los círculos y fuerzas municipalistas de las distintos movimientos locales y autonómicos), lo que en algún momento simbolizó el 15M –movimientismo, horizontalidad, cambio de paradigma- ha dejado paso en los últimos meses a unos elementos que algo conservan de ese pasado, pero que al final de la película son diferentes en forma y sustancia. Son lo que comúnmente en las mesas chicas se denominan marcas-aparatos electoralistas.

Para algunos resultado natural de una ecuación social fragmentada (encadenar demandas heterogéneas bajo una misma bandera), para otros degradación que no se sale de los parámetros políticos tradicionales (representación versus no representación, etc.), la cuestión es que hoy se encuentran en un escenario por todos conocido, y el hecho de que algunos les recomienden ahora pensar en términos pendulares pasadas unas elecciones (o, lo que es lo mismo, pero peor, que tengan que replantearse su propio lugar en el mundo) aunque incomode a muchos, es lo más normal y coherente que pueden hacer los periodistas de los grandes diarios de comunicación: al recomendarles estas recetas grisáceas, no hacen más que querer curar al enfermo cuyos síntomas ya conocen.

EL NUEVO VIEJO MAPA

Este antagonismo entre la pragmática o “ideologizarse”, más allá de sus puntos a favor o en contra para ganar unas elecciones (no es la intención en este artículo valorar eso), provoca al final, y aquí lo más importante, una nueva reproducción de lo ya conocido. No hay que ser muy agudo para sentir las voces que ya dicen que el bipartidismo español será reemplazado por otro bipartidismo, ésta vez entre el denominado neoperonismo europeo –signifique eso lo que signifique- PODEMOS y el moderno neoliberal Ciudadanos.

Que esto sea considerado un producto de medios de comunicación y líderes de opinión de pago es, según quisimos dar a entender en este artículo, un grave error. La creación de una contra de centro-derecha a PODEMOS en el imaginario social del país ha sido, lisa y llanamente, un resultado natural del propio proceso en el que se metió el partido de Pablo Iglesias. Éste fue poco a poco derivando en un partido “normal”, coqueteando con ideas “nuevas” –horizontalidad, participación, etc.- pero siempre moviéndose en un mapa conceptual ya vivido.

Se puede, es cierto, debatir si este posicionamiento ha sido coyuntural o más bien pertenece a una imposición estructural que el país ibérico aún no ha dejado atrás, afirmando, como muchos politólogos ya vienen diciendo, que España está aún rompiendo con el candado cultural de la Transición, y que esto sólo debe leerse como el principio; pero la cuestión es que hoy por hoy, desafortunadamente para algunos, el mapa político –es decir, la forma en la que se piensa políticamente la mayoría- es todavía binario. El morado de PODEMOS y naranja de Ciudadanos están reemplazando los rojos y azules de antaño.

Ante semejante panorama, no deja uno de pensar en la siguiente pregunta contra-factual: esto hubiera seguido la misma tendencia si se hubiese tomado un camino no electoralista? 

Ya se sabe, la política no es como las matemáticas, y quizás si se va más lejos se llega más rápido.