Palabras de agradecimiento de Juan Valdés Paz al recibir el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2014.
Buenas Tardes. Como hoy es el Día de
los Enamorados diré que les quiero a todas y a todos.
Debo comenzar por agradecer la
presencia de tantos amigos y también a los ausentes quienes me han hecho llegar
sus mensajes por diferentes vías. Quiero también felicitar al Jurado ya que mi
experiencia como miembro de jurados es que su labor es siempre difícil; conozco
a los candidatos finalistas y cualquiera de ellos merecería al igual que yo
este reconocimiento.
Quisiera me permitiesen dedicar este
premio a la memoria de mi hermano quien siempre encontró interesante las cosas
que yo hacía.
Como siempre que se escuchan palabras
de Elogio como las de Aurelio, uno no alcanza a reconocerse en la sarta de
hechos y virtudes que se cuentan de nuestras vidas. En realidad, fui maestro
voluntario, pero nunca pude ocupar un aula en las montañas; fui un dirigente de
la agricultura que cometió muchos desafueros como confundir la caña con el maíz
y que probablemente, carga alguna culpa en que nunca tuviéramos mucho que
comer; los colectivos de investigadores de que formé parte fueron, cuando
menos, devaluados, etc. De manera que se podría hacer una historia semejante
pero en negativo sobre lo que les ha contado Aurelio. Ha sido tan bondadoso en
su elogio, que debo hacer algunos obligados comentarios y los haré de una
manera muy puntual, tratando de poner en contexto lo que él ha dicho y lo que
está contenido en el dictamen del Jurado.
Ante todo quisiera recordarme a mí
mismo el honor de haber sido un maestro; mi formación autodidacta me permitió
ser maestro antes que investigador. He ejercido la docencia en todos los niveles,
desde Maestro Voluntario hasta La Universidad de La Habana y otras muchas. Con
ello he cumplido en parte el compromiso martiano de enseñar a los demás, pero
también me he enriquecido con la experiencia de enseñar aprendiendo. De hecho,
los jóvenes continúan siendo mis interlocutores privilegiados. Enseñando aprendí
que nunca nuestros conocimientos se hacen más consistentes que cuando logramos
trasmitirlo a otros, pero también comprendí la importancia de la docencia en el
desarrollo de las ciencias sociales en general y de las cubanas en particular. No nos olvidemos que
todos los alumnos son, como diría un sociólogo, “observadores participantes”.
Mi pequeña obra aparece en mi vida
vinculada a mi trayectoria laboral y responsabilidades de trabajo, a saber:
-Mi inclinación por la teoría fue tanto
el resultado de mi vocación frustrada por la filosofía, como de mis amistades y
de mi posterior incorporación, al
antiguo e inolvidable Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana.
-Mis estudios agrarios se vincularon
a mi larga vida como funcionario en la industria azucarera y en la agricultura
cubana.
-Mis estudios internacionales
estuvieron vinculados a mi condición de investigador, por casi dos décadas, en
el también memorable Centro de Estudios sobre América
-Y mis estudios sobre la transición
socialista cubana y su sistema político se correspondieron con mi condición de actor consciente
y comprometido con el proyecto nacional promovido por la Revolución de 1959.
Esta diversidad de ocupaciones, es
las que explica esta diversidad de temáticas. No siempre abordé tales
ocupaciones o temas por mi propia elección sino como resultado de diversos
acontecimientos, algunos queridos y otros no tanto; pero en todos ellos
encontré alguna arista que me enriqueció. A lo largo de mi trayectoria adquirí
algunas convicciones que quisiera compartir con ustedes:
Primero, que siempre reflexionamos
con una información incompleta lo cual obliga a los autores a atemperar sus
validaciones.
Segundo, que todo debe ser
permanentemente repensado; no hay criterio de autoridad suficiente para
suplantar la propia reflexión.
Tercero, que como dijeran los
empiristas, los kantianos, los materialistas sistémicos, y el sentido común, el
conocimiento se tiene que basar en la experiencia, aunque no solamente.
Cuarto, acogernos
al principio marxista de dudar de todo y al leninista de que la verdad es
revolucionaria.
Por último, acogernos al principio
ético que nos dejó Aristóteles acerca de que “la verdad es la verdad la diga
Agamenón o su porquero”.
Esto me trae a otro comentario sobre el
lugar de las ciencias sociales cubanas. En estas décadas en las que hemos
logrado sobrevivir, en las que hemos visto aparecer y desaparecer disciplinas e
instituciones, he observado el creciente desarrollo de las ciencias sociales
cubanas, aunque de unas disciplinas más que de otras; ha sido al menos, una
experiencia gratificante. Al final observo que tenemos muchas instituciones que
respaldan a las ciencias sociales cubanas (CSC); más importante es que tenemos
muchos investigadores destacados y personalidades notables en cada uno de los
campos de las ciencias sociales cubanas; y más aún, que tenemos una importante
producción en muchos de estos campos. Dicho esto, parecería una razón
suficiente para estar optimista sobre las ciencias sociales cubanas, pero
entiendo que este desarrollo es insuficiente, tanto en términos relativos como
absolutos, y que en todo caso alcanzar un mayor desarrollo nos plantea un enorme
desafío a todos nosotros. Agregaría que esta visión puede ser polémica y no dispongo
de tiempo para argumentar mi punto de vista, pero como relaciono esta
insuficiencia precisamente con el papel que se le debería otorgar a las ciencias
sociales cubanas en el desarrollo de nuestra sociedad y de nuestro proyecto
nacional socialista, es que rescato las siguientes ideas:
-Marx se refirió al socialismo como
el resultado de una construcción consciente de una nueva sociedad; eran los
actores sociales quienes iban a crear conscientemente el nuevo orden social no
capitalista.
Bastaría recordar esta propuesta de
los clásicos para entender lo relevante e imprescindible del papel de las ciencias sociales y humanísticas
en esta labor de construcción; pero también existe la propuesta del funcionalismo
que ha insistido en ver a las ciencias sociales como parte de la entrada
(input) y como retroalimentación (feedback) de los procesos de decisión y de
implementación, de las políticas públicas. Si no tenemos un suficiente desarrollo
de las ciencias sociales, no tendremos nunca una entrada suficiente a estos
procesos y lo que es más complicado, no dispondremos de una retroalimentación
para enmendar a tiempo nuestras deficiencias.
-Otra idea que no quería dejar de
resaltar es que no tendremos las ciencias sociales que siempre necesitaremos si no propiciamos un
clima cultural heterodoxo, abierto críticamente a todas las corrientes,
escuelas y formas de pensamiento. Esto no lo digo por razones teóricas sino como
resultante de mi experiencia de vida y mi condición de testigo de esta historia
revolucionaria. Al respecto, me parece determinante el llamado del Presidente
Raúl Castro desde Santiago de Cuba a principios del año 2014, convocando a los
intelectuales y profesionales cubanos a participar en la reflexión y
elaboración de algo tan difícil como “una creativa conceptualización teórica
del socialismo posible en las condiciones de Cuba….”
Esto me lleva a otro tema, no
solamente necesitamos unas ciencias sociales suficientemente desarrolladas,
sino que estas deberán tener como tema central
el estudio de la sociedad cubana en todos los campos; no serán nuestras
ciencias sociales suficientemente maduras, si no alcanzamos una mínima masa de
conocimientos sobre nuestra sociedad, la cual reclama una atención urgente por
parte de todas las disciplinas. Bastaría hacer un listado de todos los alucinantes
temas y desafíos a enfrentar en los próximos años, para tener una cabal idea de
la emergencia a la cual se convocan las ciencias sociales cubanas.
No quiero dejar de decir que tanto de
los resultados que deberemos alcanzar como aquellos de los que ya disponemos,
necesitan ser socializados; que es necesario que las científicos sociales vean sus
resultados suficientemente debatidos en la comunidad científica; que éstos tengan
presencia plena en la esfera pública; y que
sean un componente obligado de la agenda por la cual se construyen las
políticas públicas del país.
Cuando se habla de ciencias sociales
o de cualquier otra disciplina que no sean las ciencias sociales, aparecen
rápidamente los temas de las condiciones objetivas (la prensa cubana dixit) de políticas,
recursos, prioridades, conectividad, etc. y las subjetivas, de orientaciones
ideológicas, nivel de conocimiento alcanzado, filiación teórica, etc. Al
respecto quisiera hacer dos observaciones:
-Si no hay desarrollo del país no lo
habrá de las ciencias sociales; es bueno que los científicos cubanos sepamos
que el desarrollo del país es el horizonte del desarrollo de las ciencias
sociales cubanas; también, que es cierto lo inverso: que no habrá un desarrollo
del país si no alcanzamos el necesario desarrollo de las ciencias sociales cubanas. Por eso
insisto en la idea de que las CS deben ser vistas como un “círculo virtuoso” o una
“causalidad circular”, del desarrollo.
-Al Partido y al Estado no les
corresponde tener una “filosofía” o unas “ciencias sociales” que les sean
propias, sino un programa y una estrategia bien fundamentados. Es función de
las ciencias sociales colaborar críticamente en la fundamentación de ese
programa y de esa estrategia.
Mi trayectoria desde mozo de la tintorería,
“El Buen Gusto” (por supuesto) hasta Premio Nacional de Ciencias Sociales y
Humanísticas no habría sido posible sin las oportunidades que me ofreció la Revolución ; no hubiese
bastado mi voluntad. A ella debo la oportunidad de contribuir a un mejor conocimiento
de nuestra realidad, tarea en la que sigo empeñado y en la que trabajaré hasta
mi último aliento; de ser útil a mi país; y no me apena decirlo, la de tener una
permanente motivación para ser mejor persona, más patriota y mejor
revolucionario.
Por tanto, espero haberles sido algo
provocador pero ¿qué menos debe hacer un Premio Nacional de Ciencias Sociales?
Muchas Gracias.