PODEMOS, Sudamérica y la república plurinacional de España
por Salvador
Schavelzon (schavelzon@gmail.com)
PODEMOS viene
siendo analizado de varias formas: como dispositivo discursivo que consigue
captar la atención mediática; como fuerza política que irrumpe y amenaza el
bipartidismo; como partido de los indignados y producto del 15M; como aparato
que trasmuta pluralismo y movilización en centralización partidaria de
horizonte socialdemócrata; como combinación postmoderna de chavismo con
izquierda pro-soviética; como futuro para el sur de Europa con soluciones para
una política asfixiada por la austeridad.
Aquí
ensayaremos otra lectura, preguntándonos de qué forma se relaciona la propuesta
de PODEMOS con el camino seguido por los gobiernos progresistas de la última
década en América Latina. En especial, nos interesa explorar la
plurinacionalidad como uno de los “significantes vacíos” que la agrupación de
Pablo Iglesias moviliza cuando se trata de la cuestión soberanista catalana, y
que nos remite directamente a los procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador.
De hecho, y salvando las distancias, cualquiera que compare los movimientos y
posicionamientos de PODEMOS con esos procesos, estudiados o seguidos de cerca
por tres de los cinco fundadores de la agrupación, no podrá evitar una
sensación de deja vu. La misma no es
suficiente para predecir un curso análogo, pero alcanza para tejer hipótesis que
abren un paréntesis en el entusiasmo generalizado por la posibilidad del
cambio.
La aparición temprana
de la plurinacionalidad, como parte de la convocatoria a una Asamblea
Constituyente, dice mucho sobre PODEMOS, para quien la experiencia latinoamericana
parece haber mostrado el camino para la creación de un instrumento electoral
que apuesta por el fortalecimiento del estado-nación y despeja la movilización
de nacionalidades para impulsar crecimiento con foco en lo social. Como componente
de proyectos políticos que comparten esta perspectiva en el “tablero político”;
la plurinacionalidad constitucionalizada en los citados países y propuesta por
PODEMOS, se adapta al objetivo de disuadir proyectos de autodeterminación
territorial desde la sombra del Estado de Bienestar y un llamado a la patria de
todos.
Podemos resumir
esta propuesta política compartida como solución estatal para temas sociales sin
rupturas respecto al marco del capitalismo. En la demarcación de su espacio en
el imaginario político-discursivo se opone por un lado al liberalismo y a los
bancos, contra los desahucios e hipotecas del estado Español, o las
privatizaciones y autonomía del Banco Central en Sudamérica. Por el otro lado,
este proyecto se ubica lejos de formas de pensar lo común que no son las de lo
social y que podemos asociar a la comunidad y la red, presentes cuando
encontramos búsquedas de autonomía, autogestión y horizontalidad para la
organización de lo común.
No es apropiado
asociar PODEMOS con la socialdemocracia, a pesar de que hagan propuestas de
este tipo, porque en la definición de su lugar político es fundamental la
crítica a la complicidad del socialismo europeo con el anti-pueblo y los
partidos de raíz conservadora o liberal. Este proyecto que amigos y enemigos
describen como “populismo”, en Bolivia y Ecuador remitían al bolivarianismo de
Chávez, en Chávez se aludía al peronismo de Perón, y desde el peronismo, hoy kirchnerista,
las referencias mito-políticas nos llevan otra vez a Europa, pero del pasado, aunque
con modulaciones importantes en cada transformación. En todos ellos, el pueblo
contra la oligarquía (o el poder financiero internacional), conforma una
sociedad que busca su realización desde el Estado, interpelando individuos y
seguidores antes que pueblos o colectivos en movimiento.
El partido y el
Estado, como formas organizadas de lo social, cortan redes y verticalizan conexiones
desde una idea de lo social que prioriza cohesión a diferencia, y se dirige desde
arriba a una sociedad compuesta por individuos, sello sociológico moderno
compartido con el liberalismo. Desde una propuesta post-neoliberal, la llegada
de gobiernos progresistas en Sudamérica o en Europa supone varias veces que el
individuo rompa el aislamiento consumista y actúe unido desde el voto que en
algunos casos puede sumar movilización. Pero el impasse con la sociedad que
individualiza es efímero, restableciéndose rápidamente la promesa de asistencia
o inclusión de sujetos concebidos como necesitados de Estado, muy lejanos de
los nuevos rostros de un comando que intentará gobernar diferente pero desde el
mismo lugar, con mucho de cinismo, impotencia y continuidad.
A este lugar de
hegemonía y proyecto de cambio bastante específico, a pesar de su ubicuidad
discursiva, se puede llegar desde muchos lugares, y es así que puede convocar
mayorías. Aunque pocas voces pasen a representar luchas y deseos de muchos, esta
propuesta política siempre habla desde la universalidad, como fuerza que sólo
funciona como expresión de todos, y no como sector o ideología que podrá
participar de coaliciones o frentes desde la parcialidad.
Aunque a este
lugar se llegue desde el socialismo, el catolicismo, el progresismo liberal y
el nacionalismo; desde la Epistemología del Sur, el post-obrerismo italiano e
Izquierda Unidad o el trotskismo del Secretariado Unificado por la IV
internacional; la posición es la de un instrumento de todos los ciudadanos, de
la gente, del pueblo indignado, y es desde este lugar que habla el kirchnerismo
y el chavismo, Rafael Correa o Pablo Iglesias: somos el pueblo, podemos y
sonreímos. PODEMOS sólo funciona como un “todos” que representa a España. Afuera
sólo quedan la oligarquía, la ultraizquierda, los que rompan la unidad y los
que pierdan.
Mientras más
pueda crecer la agrupación y conectarse con luchas, nada estará dicho, a pesar
de las tendencias, para lo que es clave cuánto tiempo de crecimiento tendrá
PODEMOS antes de llegar al gobierno, cuánto la ansiedad por ganar dejará
espacio para construir desde abajo. Pero por ahora observamos que la
formalización de PODEMOS como partido de autoridades que deciden en el día a
día y votantes esporádicos sobre cuestiones secundarias o candidatos señalados
por el líder, dejó perplejos a protagonistas de las calles del momento anterior.
El modo de crecimiento
de la organización planteado fue el de seguidores que delegan y autoridades que
prevalecen a cuerpos y diferencias que se involucran y conectan desde la horizontalidad.
Veremos también si esta es una crítica injusta y testimonial, que desconoce las
tareas pesadas exigidas para el cambio, o si realmente así se pierde una
oportunidad única para construir formas nuevas en un momento en que los
contornos de las instituciones modernas están más a la intemperie y cada vez
con menos legitimidad.
Para colectivos
urbanos, inmigrantes, mujeres, desconectados precarios sin papeles, o pueblos
soberanos que como indígenas y movimientos horizontales latinoamericanos no conciben
la participación política como sociedad de individuos y ciudadanos de la nación
que delegan en el Estado y el partido, el vector político de cambio propuesto
por PODEMOS renunciaba demasiado rápido a explorar todo el alcance de su vuelo.
Mientras, el cierre sin fisuras sobre un comando político blindado y la patria
española como referencia identitaria –aunque justificado como estrategia, tal
cual en el progresismo latinoamericano–
para algunos es
demasiado parecido a lo que se debería transformar.
En una Europa que conoció los problemas del
nacionalismo y ve recrudecer actualmente los conflictos étnicos y
civilizacionales, se entiende el lugar de una izquierda laica, moderna y
republicana que busque alejarse de movimientos que considera desvíos de la política
social y de extensión o defensa del Estado de Bienestar, concebidos como
prioritarios. Desde una Europa de diferencias, sin embargo, los límites de la
república y de lo que representa Europa, con su socialdemocracia totalmente
cooptada por el capital, el proyecto iluminista fracasado como acompañante
inseparable de la violencia colonialista, y una modernidad que en su extremos
muestra su lado más oscurantista, están tan a la vista como la continuidad
republicana del colonialismo en los Andes sudamericanos.
Es en este sentido que desde una propuesta
españolista y social, aunque sea republicana, plurinacional y anti monárquica,
parece haber muy poco del sentido común nacido en las plazas ocupadas en 2011.
Volviendo a América Latina, se remite menos a las luchas indígenas y populares
contra el neoliberalismo que a su termidor desarrollista multicultural. Es este
el aprendizaje de los fundadores de PODEMOS en América Latina, como proyecto
social que absorbió la plurinacionalidad y la modificó al modo del liberalismo
que reduce la diferencia y autonomía al relativismo cultural, y del
nacionalismo que concibe al Estado como instrumento central para organizar la
vida y la comunidad.
La pérdida de ambigüedad de los gobiernos
sudamericanos
Los gobiernos sudamericanos de la última década
traen algunas claves de lectura posibles para la propuesta política de PODEMOS,
no solamente por motivos biográficos de sus fundadores. La experiencia política
de gobiernos que desplazaron bipartidismos y partidocracias, que surgen después
de importantes movilizaciones anti-neoliberales, ofrecen un punto de vista que
ayuda a imaginar un gobierno europeo de carácter “popular”. Más que ejemplos
concretos a seguir, tales gobiernos ofrecen un punto de vista y una “narrativa”
que ya probó su eficacia como dispositivo para imponerse electoralmente desde
la reivindicación de lo social frente a bancos y recortes antipopulares.
Esta narrativa política sirve como demostración
de que, después de dictaduras y años de movilización en las calles y plazas, es
posible – y que “sí se puede”– tener gobiernos surgidos de luchas sociales, el
voto crítico o la indignación popular. Estos gobiernos lograron consolidarse
políticamente conduciendo periodos de crecimiento macroeconómico sostenido posterior
a fuertes momentos de crisis. En el terreno electoral, se encontraron fórmulas
para conseguir apoyos electorales que superaron el 50% en sucesivas contiendas.
Lejos de una demagogia meramente electoralista
que liberales asustados denuncian en PODEMOS, la disputa mediática se extendió
más allá de las elecciones con diversas medidas que permitieron a los gobiernos
antagonizar con el pasado, la elite y las oligarquías partidarias contrarias a
los intereses de la “patria”. Sin necesidad de cambios estructurales que interfieran
la dinámica de la distribución de renta y la relación con el mercado, la
narrativa popular alcanza para sostener gobiernos y abrir algunos frentes de
batalla. En Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia, la polarización con quienes se oponen a los intereses del pueblo excedió
el tiempo electoral, a pesar de que también es claro que las alianzas para
gobernar sugieren transversalidad con los poderes de siempre, antes que
antagonismo.
Es notorio el aire de familia entre los gobiernos
progresistas sudamericanos que se erigieron dejando atrás épocas de “ajuste
neoliberal”, y la propuesta de PODEMOS –y Syriza– en una Europa comprometida
con la austeridad. Desde ese lugar, los diversos gobiernos encontraron espacio
político para enfrentarse al poder financiero y los fondos “buitre”, recuperar
algo de protagonismo para el Estado y combatir la pobreza, principalmente
extrema. Desde una distinta realidad, sin duda hay una misma posición de sujeto
en el punto de vista que de Chávez a Mujica resuenan cuando PODEMOS propone
caminos políticos y marcos constitucionales para un cambio que sin embargo no
rompería con España, la Unión Europea y el Euro, el capitalismo y, seguramente,
la OTAN.
Debemos notar que el celebrable diálogo que
PODEMOS en su fase ascendente entabla con la política latinoamericana, no
siempre toma nota de los callejones sin salida encontrados por procesos que
derivaron en excesivos pactos con el pasado, aceptación de sectores de la vieja
política que nunca se fueron y tolerancia con lastres inesperados que impusieron
distancia con movimientos y antiguos aliados. Una debilidad congénita para
atacar privilegios e injusticias antes denunciadas, se mostraría estructural
para gobiernos sostenidos con acuerdos de gobernabilidad presentados como
necesarias, y consensos conservadores en el manejo de la explotación de
recursos y expansión capitalista en el campo, con graves consecuencias
ecológicas y de preservación sobre territorios.
A contramano
del sentido común de la izquierda libertaria contemporánea e imaginarios post ´68,
y quizás por eso como un contrapunto que funciona en las tertulias televisivas
contra la derecha conservadora y el régimen del ´78, PODEMOS buscaría
reconstruir y disputar una identidad homogénea del pueblo unitario. Ciudadanos que
apoyan desde casa y encuentran nuevos representantes para substituir a los
desgastados, aparecen así como la contracara de asambleas y redes sin centro,
al que sólo cierta lectura despistada califica de ineficaces y sin efectos, como
si el escenario actual no se debiera a la magnitud de aquello.
Como dice Juan
Carlos Monedero, los procesos latinoamericanos ayudaron a PODEMOS para aprender
y no repetir errores, y menciona que el Que Se Vayan Todos del 2001, como otras
revueltas, los alertó de que es necesario una alternativa con capacidad de
hacer gobierno y no solamente impugnar[1]. Movimientos
de protesta, asambleas y ocupaciones del espacio público se reconocen meramente
como antecedente primitivo y mitologizado que necesariamente deberá dar lugar a
una institucionalización en que todos participen, pero desde los teléfonos
móviles, mientras “los más preparados”, como propone Iglesias, sean convocados
por el partido para gobernar.
Es el Estado
donde necesariamente deben dirigirse todos los esfuerzos, en esta mirada, como
catalizador de impulsos inmaduros de un momento de protestar que se decreta
terminado. Disparando un deja vu aún
antes de acceder a ningún gobierno, vemos esta discusión cuando PODEMOS opone “ganar”
a “protestar”, en la propuesta que en enero de 2015 hizo Carolina Bescansa como
parte de un debate en la interna de Madrid, pero que en Sudamérica ya llevó a
la cárcel a activistas y líderes indígenas en Brasil y Ecuador, sólo por
protestar contra los gobiernos que antes eran aliados. El mismo juicio se
adivina en la frase de que “si no les gusta armen un partido y ganen las
elecciones”, con la que ahora también gobiernos progresistas desafían movilizaciones
contra medidas que afectan el bolsillo o formas de vida en territorios.
La conducción
de PODEMOS, que buscan hacer exactamente lo que líderes como Lula da Silva o
Rafael Correa le proponen a sus críticos –formar un partido y ganar– piensa parecido
cuando enfrenta “eficacia” de cara a las elecciones, frente a democracia
interna y el pluralismo que la propia fuerza política convocó. El debate que
acompañó la Asamblea Ciudadana de Vista Alegre cuando se conformaba la
organización tuvo a Pablo Iglesias anunciando en este sentido que se echaría a
un lado si no obtenía la mayoría, pero que si ganaba quería listas completas en
todos los puestos de autoridad partidaria, como medida necesaria para ganar. Aunque
también buscaría integrar con su gente los Consejos Ciudadanos de las comunidades
donde otras listas tenían chance de rivalizar.
Es mérito de PODEMOS mencionar los procesos
latinoamericanos como inspiración distante, aunque no modelo, rompiendo con la
geopolítica colonial del conocimiento donde suele ser más común que los países
del sur sean contra-ejemplo y los de Europa modelo a imitar como justificación
de cualquier medida o reforma. La presencia de muchos hoy cuadros de PODEMOS en
América Latina y otros lugares, sin embargo, es muchas veces explicada por
ellos mismos menos como intercambio productivo y vital, y más como necesidad de
salir del país obligada por la crisis ante la falta de oportunidades. En varias
presentaciones que asistimos entre los que corrieron para postularse en alguno
de los cargos del nuevo partido, se trata de héroes que salieron por la crisis
y volvieron por la patria, entidad esta siempre útil y recordada cuando se
busca acceder al gobierno, mandar a la guerra o a trabajar.
Sudamérica ofrece a Europa, sin dudas, un rico
repertorio de negociaciones soberanas de deudas ilegítimas y políticas
puntuales, pero también un problema político no resuelto en la tolerancia con
la desforestación ilegal en la amazonia, el extractivismo contaminante en los
Andes y el avance depredador de la frontera agrícola para monocultivos
transgénicos rentables, con sus consecuencias irreversibles, ya causantes de sequías
e inundaciones producto del uso descontrolado de recursos, tenido como
fundamental para sostener políticas sociales y mantener en alto el crecimiento
y consumo. Estos temas no pueden ser abordados como abusos corregibles en una
versión mejorada y se trata más bien de componentes inseparables de modelos
económicos y proyectos políticos en cuestión, donde PODEMOS parece integrarse,
a juzgar por posicionamientos pasados de sus fundadores y propuestas actuales
en los nuevos debates.
Como todo deja
vu que devuelve un pasado siempre ubicuo e incompleto, el lugar desde donde
leer PODEMOS en América del Sur es disputado e inestable. Un primer impulso que
lleva a los años 90, con el auge y caída de presidentes neoliberales, y líderes
campesinos como Evo Morales, populares como Chávez o ciudadanos cercanos a la
gente, como Chacho Álvarez, que impulsaban sus partidos con diferentes suertes
pero enemigos similares. Aunque los gobiernos progresistas que se consolidarían
en los 2000 mantendrían aire electoral hasta el presente; en Sudamérica también
se evoca a PODEMOS en la búsqueda de nueva fuerza política cuando vuelve la
protesta y el neoliberalismo muestra continuidad.
Se asiste en América Latina un nuevo ciclo de
movilizaciones por la vida, el común y el territorio, en metrópolis y
comunidades, con movimientos sociales o participación electoral, pero por caminos
políticos donde el objetivo no es la construcción de una hegemonía que conduce
un nuevo Estado, o la acumulación de fuerza electoral para el desplazamiento de
partidos antipopulares, aunque estas luchas no se opongan a ello. Desde este
lugar, que no es el de la nostalgia de movilizaciones pasadas ni de un
anarquismo que impugnaría cualquier institucionalización, la irrupción de
PODEMOS parece tan ajena como podrá ser para todo aquel que no considere terminadas
las formas colectivas que reverberaron en el 15M, o la búsqueda de cambio
social junto al de la autodeterminación.
La significancia vacía confunde al soberanismo
catalán que califica a PODEMOS de nuevo caballo de troya madrileño del
españolismo, pero también como posible mejor interlocución imaginable en la
cabeza del estado español. La ambigüedad también muestra al nuevo partido tanto
producto del 15M, como su traición y antagonista. Si en efecto la posición de
sujeto afín a los gobiernos sudamericanos se constituye en un gobierno español
muchas dudas serían rápidamente disipadas. Como allí ha ocurrido, sin embargo, la
capacidad de representar una esperanza, polarizar con el neoliberalismo pero gobernar
junto al mismo, podrá mantenerse. De cualquier modo, las inquietudes de calles
y movimientos ya pueden ser enunciadas, como hace Uli Brand acerca de Syriza y
Europa en general:
En los comentarios, se repite
una y otra vez la cantaleta pálida del necesario “crecimiento”. Pero, ¿qué
significa eso concretamente? Concretamente ¿qué tipo de empleos se generan o se
conservan? ¿Estamos hablando de empleos en la industria de armamento, o en una
industria productiva lo más sostenible posible? ¿Del trabajo de peones mal
pagados/as en la agroindustria, o de trabajadores/as con empleo digno en la
producción ecológica de alimentos? ¿Y quiénes deciden sobre las inversiones que
deben llevarnos al crecimiento? Fondos de alto riesgo privados en busca del
mayor rédito posible, o empresarios/as responsables, o incluso la población
mediante mecanismos y procedimientos de democracia económica?[2].
PODEMOS
y la Plurinacionalidad
En su discurso
en Barcelona, cerrando el espléndido año de 2014 para su recién creada agrupación,
Pablo Iglesias habló de respetar el derecho de los catalanes a decidir sobre su
futuro. Algo básico desde el punto de vista de la izquierda universitaria que simpatizó
con movimientos globales y latinoamericanos, pero inédito para un partido nacido
en Madrid que tiene posibilidades de obtener la presidencia del gobierno. Eso
si, Pablo Iglesias aclaró en Barcelona que para que haya derecho a decidir habría
que decidir también sobre la economía y otros asuntos. Cualquier decisión
vinculada a soberanía, para PODEMOS, debe supeditarse a la apertura de un
proceso constituyente general.
Luego de asumir el cargo de secretario general,
en el teatro Apolo de Madrid el 15 de noviembre de 2014, Pablo Iglesias fue
claro al detallar que lo que PODEMOS está de acuerdo en consultar a los
catalanes es la "relación jurídica que quieren tener con el resto del
Estado". Pablo Iglesias no ha ocultado, en diversas declaraciones, que le
gustaría que los catalanes “no se fueran” y “se queden con nosotros”, pero su
posición no es la de Rajoy. En Barcelona habló de la necesidad de “tender
puentes en vez de elevar muros”. La traducción de estos deseos en términos de
estructura del Estado tiene que ver con el reconocimiento de que “España es un
país de naciones” y la propuesta de que “podamos construir un futuro
plurinacional juntos”, agregó en el mismo acto del 21 de diciembre en Barcelona.
El objetivo de Iglesias no es incorporar los
sectores soberanistas de las comunidades que cuentan con fuertes movimientos
independentistas. Las encuestas muestran que PODEMOS no cuaja entre ellas y sí, más
bien, entre los votantes desencantados de los partidos españoles, y entre
nuevos votantes no entusiasmados con la lucha por la autodeterminación nacional.
De lo que se trata es de encontrar una salida al desafío catalán que permita
dispersar un nacionalismo que desde la perspectiva de izquierda o social no es
juzgado como auténtico o esencial. En lugar de confrontar con el soberanismo, se
propone un modelo de Estado que lo contemple sin perder el comando estatal que
se requiere para efectuar cambios sociales.
Después de que Cataluña fuera la comunidad con
los peores resultados para PODEMOS en las elecciones para el parlamento
europeo, el partido parece haber encontrado la forma de utilizar la
movilización soberanista a su favor, tanto en la impulsión de un proceso
constituyente más amplio, como en el desvío del descontento catalán para otro
tipo de salida. Íñigo Errejón definió que “Para
nosotros, España es un país plurinacional, en el cual el pegamento debe ser el
libre acuerdo y la seducción” [3].
Seducir significa lograr que los catalanes se queden, atrayendo un número
suficiente de seguidores para concretar cambios en el estado español.
Las encuestan dicen dos cosas
interesantes para PODEMOS. Una es que su avance en Cataluñ
a
coincide con el retroceso del independentismo. En la medición de diciembre de
2014, mientras PODEMOS se convertía en un actor de peso también para la
política catalana, se registraba por primera vez desde el inicio de las
movilizaciones soberanistas que el no se imponía sobre el sí[4].
El otro dato que seguramente fue valorado por PODEMOS para proponer la solución
plurinacional, fue que en las mediciones de julio del 2014 ni el sí ni el no a
la soberanía plena se imponían cuando se incluía una “tercera vía” por la cual
se aumentaban las competencias sin necesidad de una ruptura secesionista[5]. Estos
votantes, cerca de un tercio del electorado, es el que interesa a PODEMOS para
sumar nacionalmente y para impulsar una plurinacionalidad en la que un buen
número de catalanes se vean reflejados, rompiendo la alianza soberana popular y
neoliberal.
Para que a esta propuesta le vaya bien
en lo político electoral, terreno preferido en el análisis estratégico de
PODEMOS, es clave que la narrativa de lo social llegue al “cinturón rojo” de
Barcelona, uno de los focos de Pablo Iglesias en su discurso de diciembre,
mientras asociaba casta española con la catalana, y criticaba el
abrazo de Artur Mas (de CiU) con David Fernández (de la CUP), símbolo del
encuentro coyuntural del soberanismo popular con el de la casta neoliberal.
El cinturón industrial del área metropolitana de Barcelona podría así ser
clave, y eso descubre PODEMOS mientras parece remplazar en su bastión al
Partido Socialista Catalán, desde donde no es casual que también se hable del
Estado Plurinacional, como estrategia en el debate soberanista.
Gemma Ubasart, secretaria de Plurinacionalidad
del consejo estatal de PODEMOS, ex colaboradora de la Tuerka y que como
investigadora postdoctoral también pasó por Ecuador, da la clave de cuál será
el camino de la seducción. Como candidata a secretaria general de la agrupación
en Catalunya, resume su
visión bien lejos del soberanismo: "Tenemos un importante desafío por
delante, construir un país de
cohesión y bienestar para todos, y libre de corrupción"[6].
Desde un modelo más multicultural que confederado y autodeterminativo, la
tendencia parece ser la de apostar por una consulta
al pueblo catalán en la que una mayoría soberanista no se imponga, canalizando
deseos de soberanía en una forma que permita mantener el carácter unitario del
Estado, desde donde efectuar cambios o candados de tipo social, tal cual
asistimos en Bolivia y Ecuador.
Boaventura de Sousa Santos, de cuyo equipo forma
parte Juan Carlos Monedero y a quien este se refiere como su maestro, escribió
mucho sobre la plurinacionalidad latinoamericana, destacándola como parte de un
nuevo constitucionalismo experimental y postcolonial que permite superar las
formas modernas en países con más de una nación, y que incluso fue mencionado
por el sociólogo portugués como posible solución para palestinos y judíos en un
nuevo Estado secular compartido[7].
Esta propuesta de estructura del Estado es adoptada por el movimiento indígena
en Bolivia y Ecuador como camino para acceder a una autonomía territorial pero
se concretó constitucionalmente de forma abierta e indefinida.
La Plurinacionalidad aparece entonces como el
significante vacío que puede permitirle a PODEMOS repartir las cartas en un
eventual proceso constituyente que lo tenga como protagonista, sin recurrir al
federalismo, propuesto por el PSOE y desacreditado por el probado centralismo
de viejo tipo de este mismo, y sin definir todavía cuánto se cedería en
concreto de soberanía y autodeterminación. El punto de partida abierto, queda
claro en esta entrevista a Pablo Iglesias donde lo indefinido de su propuesta,
ciertamente, no deja de ceder ante el privilegio de lo social:
P.
¿Qué modelo territorial defenderá en Cataluña? R. Hemos dicho siempre que
España es una realidad plurinacional y hay que atender a esa plurinacionalidad
para cualquier encaje jurídico. P. ¿Pero en qué se concreta ese modelo? ¿En un
Estado federal o en uno más centralizado que elimine competencias? R. Pongamos
encima de la mesa en un proceso constituyente todas las opciones y veamos cuál
es más eficaz para asegurar los instrumentos soberanos. A mí lo que me importa
es que haya una sanidad pública para todos, que se esté atendiendo en catalán,
en euskera, en galego o en castellano para mí es una cuestión secundaria[8].
El deseo de autonomía y descolonización no es
considerada por los pueblos indígenas ni por ninguna nación que se entienda
como tal como una cuestión secundaria que sería abordada después de solucionar,
desde el Estado, la cuestión social. En el proceso boliviano, la lengua y el
territorio, inseparables de formas comunitarias de justicia y democracia,
formarían parte de reivindicaciones que se busca que avancen a la par de las demandas
sociales y de soberanía nacional o popular, sin jerarquización y con pleno
reconocimiento. Esta mirada política que nace en el indianismo del altiplano e
inspiró la nueva Constitución de Bolivia fue descrita como de “los dos ojos”, como
el avance siempre inseparable contra la discriminación étnica y la opresión de
clase.
La articulación de demandas de autodeterminación
con derechos sociales puede resultar familiar desde una posición como la de la
izquierda abertzale en Euskadi, y algunas voces embarcadas en el soberanismo
catalán. Así vemos que desde el periódico Gara de Euskal Herria, el
investigador alemán Raúl Zelik manifiesta entusiasmo por PODEMOS pero también
cautela, cuando escribe “La ruptura con la continuidad
franquista tiene diferentes dimensiones: el tema de las naciones periféricas no
urge menos que las exigencias sociales y democratizadoras de la izquierda
estatal”[9].
Podría pensarse que junto a la posición de sujeto que vemos en los
gobiernos progresistas y en PODEMOS, la de los pueblos indígenas sudamericanos
se encontraría con los que no se ven parte de un proyecto de patria española
con cohesión y bienestar. En los procesos de Ecuador y Bolivia, debe
precisarse, los procesos constituyentes se abrieron y llevaron adelante desde
una alianza entre organizaciones sociales e indígenas y los nuevos gobiernos. A
partir de 2008 y 2009, sin embargo, reiterados conflictos llevaron a alejar
unos de otros.
Como podrá pasar en España si hay sectores
soberanistas que se embarcan en la propuesta de PODEMOS, hoy en los países que
incorporaron este modelo, lo plurinacional es disputado desde el Estado y
también desde la oposición que continúa en su búsqueda de autonomía, no más en
complicidad con gobiernos que hoy ve distantes en la defensa de una
plurinacionalidad vacía. El escenario es probable si pensamos
que PODEMOS necesita de las comunidades para abrir un procesos constituyente
formal, y que a estas puede venirle bien un gobierno que se mostraría más
abierto a negociar una consulta como Escocia o Quebec en Canadá.
El PODEMOS que
surge como deja vu de los procesos
sudamericanos de la última década, es el del alejamiento de demandas
descolonizadoras y de autodeterminación, en la renuncia de la búsquedas de alternativas
al desarrollo, que construyen una nueva institucionalidad post-republicana y
anti-liberal desde la comunidad, las calles o el debate constitucional. La
multiplicidad de lo minoritario que el pluralismo iría a expresar, se reduce a
un problema de asistencia social para los que no son diferentes sino iguales,
carentes antes que singulares, en una concepción que sólo puede derivar en más
Estado y menos plurinacionalidad.
La
Plurinacionalidad en Bolivia
El proceso constituyente boliviano vivió una
situación política marcada por la reconducción del reclamo de autonomía de regiones,
pueblos y naciones desde una narrativa política que ponía énfasis en la
intervención económica con foco en lo social. Lo esencial podrá ser la economía
y los derechos, dirán algunos, pero en Bolivia se vio la fuerza con que
reclamos regionalistas por autonomía (o vuelta de los poderes de gobierno, en
el caso de Sucre, la capital constitucional) pueden tanto abrir como hacer
naufragar una Asamblea Constituyente y un proceso de cambios.
En un relato adoptado por PODEMOS, el
intelectual y académico vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera,
analiza la llegada al gobierno de Evo Morales y el MAS[10],
como la transformación de una mayoría social en una mayoría política. La gente
común, de rostro indígena, llegaba en 2006 al palacio de gobierno, con nuevos
gestos y modos, como incluso Europa fue testigo cuando en su primer gira
internacional, fue sensación la “chompa” de Evo Morales, de forma similar a
símbolos políticos poderosos como la “coleta” de Pablo Iglesias, las sandalias
de Mujica, y la “sencillez” del papa Francisco cuando telefonea a una monja o
se detiene a conversar con los guardias.
Los gestos pueden transformarse en medidas
políticas, y Evo Morales hizo eso no tanto con la incorporación de la
plurinacionalidad, que en la práctica no modificó la institucionalidad ni el
pacto territorial del país, sino con un decreto que modificó la relación con
las empresas extranjeras de hidrocarburos de forma favorable para Bolivia,
atendiendo una demanda que surge de la movilización popular que destituyó un
presidente en 2003, y en la que ya habían avanzado los movimientos con presión
al parlamento. Lo mismo sería la esperada reversión de la reforma al artículo
135 de la constitución española, pactada por el PP y el PSOE en 2011, por el
cual se blinda la austeridad, y cuya reforma deberá ser acompañada de medidas
destinadas a la situación de la vivienda y la salud pública.
El dato crucial, en el curso del
proceso constituyente boliviano, es que para garantizar la continuidad de Evo
Morales y sus políticas sociales, fue necesario articular la propuesta que se
tradujo constitucionalmente como “Estado Plurinacional, Unitario, Social, de
Derecho y con autonomías”. El modelo autonómico era inspirado en el modelo
español, destinado a contemplar el reclamo de movilizaciones regionales que
amenazaban el gobierno central, una vez que las movilizaciones indígenas habían
posibilitado el ascenso del presidente campesino indígena.
Para aprobar la constitución y
viabilizar el gobierno, fue necesario desarticular las demandas autonomistas
del oriente del país, curiosamente defendidas a nivel nacional por una “agrupación
ciudadana” también llamada PODEMOS (“Poder Democrático y Social”, liderada por
Tuto Quiroga), aunque en este caso era inocultable la
asociación de sus líderes con la vieja “casta” colonial anti-indígena, derivada
de partidos reciclados de la dictadura y que hasta entonces siempre habían
gobernado. Es muy probable que, desde Madrid, los fundadores de PODEMOS asocien
estos sectores autonomistas con la variante neoliberal del soberanismo,
encabezando movilizaciones especialmente en Cataluña.
En el movimiento que buscaba neutralizar las
demandas de autonomía desde la región más rica del país, el MAS también se iría
alejando de proyectos de autonomía indígena y
campesina, justicia y democracia comunitaria, territorialidad colectiva para
pueblos, que en el auge de la disputa con las regiones acompañó con su apoyo,
incluso como forma de debilitar los regionalismos desde demandas indígena de
autonomía contra elites de los departamentos y provincias.
Si podemos asociar el desafío
separatista y autonomista de la Media Luna en Bolivia con el soberanismo vasco
y catalán; una diferencia entre el MAS de Evo Morales y PODEMOS de España, es
que el primero tenía de su lado las luchas descolonizadoras y
autodeterminativas de las naciones indígenas, fundamento esencial de la
plurinacionalidad. Las mismas se mantendrían fieles hasta la aprobación de la
constitución, cuando diferencias en el bloque popular se volverían
irreconciliables. Frente a PODEMOS las demandas de autodeterminación ven su
surgimiento con desconfianza, por tanto en un acercamiento de las dos
situaciones debe mirarse primeramente la hostilidad de la Media Luna y, en
segundo lugar, el momento de quiebre de la alianza entre el gobierno y los
indígenas, posterior a la aprobación de la nueva Constitución.
Corrían los años de 2006, 2007 y 2008, y Pablo
Iglesias publicaba (organizado junto a Espasaldín López) el libro “Bolivia en
Movimiento. Acción colectiva y Poder Político”, mientras otros futuros miembros
de PODEMOS asesoraban los gobiernos de Bolivia,
Ecuador y Venezuela. La oposición a Evo Morales fundamentaba su propuesta de
autonomías con asesoramiento de políticos catalanes asociados al partido
socialista, imitando también el proyecto de Estatuto que desafiando al gobierno
central, fue aprobado por la población de estas regiones en referéndum que se
proponía como vinculante.
En su formulación teórico-política ligada a los
procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador, el constitucionalismo
plurinacional no sólo superaría el multiculturalismo sino que se diferenciaría
del constitucionalismo social, de inspiración nacionalista o boliviariana; así
como del constitucionalismo liberal, aunque combinara algunos de sus trazos e
incorporara varios de sus elementos. Lo rico de estas propuestas eran su
capacidad de articulación de horizontes, sin que lo social y lo nacional
eclipsaran todavía lo autodeterminativo indígena.
Lo que diferenciaba lo plurinacional de otros
constitucionalismos era la introducción de un vector comunitario,
descolonizador y de autonomía indígena campesina. Estos elementos permitían un
guiño del proceso boliviano con el neozapatismo de Chiapas y no sólo con el
bolivarianismo de Chávez, con su énfasis en el Estado y el presidencialismo de
líder centralizador. La propuesta del Pacto de Unidad, reflejaba las visiones
de organizaciones campesinas e indígenas de las tierras altas y bajas del país.
De ahí surgía un modelo de Estado que tenía mucho de no estatal, reconociendo
las formas tradicionales de gobierno y justicia, así como todas las lenguas
indígenas como oficiales en todo el territorio nacional y no sólo en las
regiones donde se hablan[11].
En las luchas que precedieron la Asamblea
Constituyente, y en la defensa por parte de las organizaciones indígenas e
intelectuales cercanos a ellas, lo plurinacional avanzaba también de la mano
del “Vivir Bien” (en español de Bolivia), “Suma Qamaña” (en aymara) o “Buen
Vivir” (en Perú y Ecuador) y “Suma Kawsay” (en quechua) como alternativa al
desarrollo en construcción que buscaba formas de vida inspiradas en lo
comunitario y a tono con críticas hacia el capitalismo industrial y el
desarrollo modernizante “desde arriba”. En Bolivia significaría la introducción
de la Pachamama como parte del mundo común, mientras en Ecuador se introducía
en la constitución derechos de la naturaleza que buscaban romper con la
concepción antropocéntrica y pasiva sobre el medio ambiente.
Más que en el desarrollo de estas discusiones,
el recurso de lo plurinacional por parte de PODEMOS parte de un desplazamiento
de sentido ocurrido en el periodo post-constituyente, notorio en el gobierno de
Bolivia y del Ecuador, aunque en este último país el mismo tuvo una relevancia
constitucional menor. Una vez los gobiernos afianzados en el poder, y al mismo
tiempo en que la agenda del desarrollo y la explotación extractivista daba
lugar a importantes conflictos territoriales entre el gobierno y pueblos
indígenas, el término plurinacional comenzó a separarse de la cuestión
indígena, refiriéndose más bien a ideas como inclusión e igualdad de
oportunidades. En simultaneo, la forma movimiento del MAS, cedía ante un
gobierno que se autonomizaba en la toma de decisiones y se imponía como cabeza
conductora que centralizaba todo en el jefe de Estado, del partido y de los
sindicatos de productores de hoja de coca.
En un proceso constituyente disputado, la
inclusión de la plurinacionalidad en la caracterización del Estado boliviano,
no había sido acompañada del desarrollo de instituciones o formas estatales correspondientes.
Esta relectura que le quita a la plurinacional su fuerza de lucha étnica y de
autonomía, fue la que permitió encontrar la llave del proceso, para enhebrar un
consenso con sectores internos a los “procesos de cambio” pero ajenos al
proyecto histórico de descolonización y gobierno indígena del país; así como
para destrabar en la Asamblea Constituyente y el Congreso, en Bolivia, la
difícil mayoría calificada cuya llave estaba en manos de la oposición.
El resultado de un acuerdo que tardó tiempo y
disputa en las calles hasta llegar, permitió aislar las demandas autonomistas y
encauzar el proceso para las transformaciones económicas y la defensa de un
desarrollo que buscara un “salto industrial”, en palabras del vicepresidente
García Linera, que invitó a Pablo Iglesias como conferenciante en Bolivia poco
después de su triunfo en las europeas, además de haber incluido una charla en
la Universidad Complutense como parte de una gira oficial por Europa, aún antes
de que las elecciones europeas de mayo proyectaran a PODEMOS como voz de la
política europea.
Por detrás de la imagen de un gobierno indígena
y comunitario, emergería en Bolivia una identidad política que se acerca más al
nacionalismo y lo popular. Observadores como Pablo Stefanoni y Fernando Molina
describieron este perfil, mientras que García Linera preferiría hacer énfasis
en el indianismo y el evismo. Estas identidades entran en la disputa de
significados donde está en juego la definición de lo indígena, fluctuante en
los censos y que desde el gobierno tendía a definirse de forma genérica y
remitiendo a lo popular, recordando la vieja imagen nacionalista del mestizaje
(como identidad nacional propuesta desde el Estado), y dejando de lado la
singularidad étnica y búsqueda de autonomía, importante en proyectos de
reconstrucción de las formas originarias que fueron marginalizados en el
proyecto oficial.
La identidad de izquierda, con sus símbolos y
palabras de orden también saldrían del lenguaje político cotidiano en Bolivia,
de forma parecida a cómo PODEMOS entra en el juego electoral en enero de 2014.
En términos constitucionales, una plurinacionalidad construida al margen de los
proyectos de los pueblos que buscaban nuevas institucionalidades desde sus
territorios, formas de representación parlamentaria colectiva, y que también
participaron de la Asamblea Constituyente y se movilizaron por ella, permitiría
concretar la refundación del Estado manteniendo un modelo centralizado que era
visto como necesario para evitar el desmembramiento trágico en la historia del
país, y también para garantizar las políticas sociales e ingresos estatales por
explotación de recursos naturales.
Con el significante vacío de la
plurinacionalidad y el vivir bien, se neutralizaba incluso el recurso a un
modelo federal. La viabilidad política de este modelo era difícil de garantizar
en un contexto en que se presionaba para que el Estado central cediera el
control de los hidrocarburos y otros recursos, en un momento de expansión
económica y precios de commodities en alta, base para las políticas sociales, aumento
de reservas y estabilización de la moneda, además de concretar la participación
estatal en la economía. La capacidad del concepto Plurinacional para la
realidad española parece ser justamente su flexibilidad, con el poder de connotar
autodeterminación y respeto a naciones igualitarias, pero también unitarismo y menos
descentralización. Falta saber aún si la reforma tributaria podrá hacer en el
estado español las veces de los yacimientos de hidrocarburos, la soja y la
minería en América del Sur. Pero esta claro que la plurinacionalidad se presta
sin dudas a ser el pegamento de un país indiviso que reconozca distintas
soberanías.
Lo que el MAS de Evo Morales consiguió en
Bolivia fue lo que Pablo Iglesias parece necesitar, ya que no quiere que los
catalanes dejen España, y su agenda definitivamente apunta a las fisuras de lo
social. En Bolivia fue esa la transformación del concepto Plurinacional,
después de un accidentado proceso constituyente donde era frecuente escuchar
hablar de guerra civil, donde las regiones opositoras declararon la autonomía
de facto y donde, después de una matanza de indígenas en Pando, de tomas de
instituciones nacionales en Santa Cruz, y la ratificación de Evo Morales en un
referéndum revocatorio en que logró el apoyo del 67%, el gobierno logró abrir
una mesa de negociación que derivó en la aprobación de la constitución y la
extinción de la demanda autonomista.
Para entender las modulaciones de lo
plurinacional sería clave que mientras el autonomismo regional era
neutralizado, los indígenas también perdían complicidad con un gobierno que
apostaba al desarrollo. Las bases campesinas del MAS eran más proclives a ser
incorporadas en dinámicas de mercado y retóricas nacionalistas; que a
encontrarse en una articulación campesino-indígena con organizaciones de
pueblos minoritarios que, junto a sectores intelectuales y de izquierda activos
en el proceso, buscaban fortalecimiento de la comunidad, la autonomía y
alternativas al desarrollo. Este modelo que estimulaba ante todo la producción
y explotación de recursos para exportación se volvió dominante en toda América
Latina, con una similitud cada vez mayor entre los gobiernos bolivarianos,
plurinacionales y progresistas, con los de otro signo político en los países vecinos
Perú, Colombia, México o Paraguay.
En Bolivia, el indianismo inspirado por el
rebelde indígena Tupac Katari, había sido el espacio intelectual y político desde
donde la plurinacionalidad fue introducida, aunque se registren referencias
relacionadas con el modelo soviético de nacionalidades, impulsados por partidos
comunistas y talleres de investigadores rusos en toda la región andina. Desde
esa mirada que enfatiza la comunidad y la diferencia indígena hoy se evalúa,
sin embargo, que el proceso de cambio se acerca a las formas del nacionalismo
estatal que siempre habían enfrentado en sus luchas de descolonización, por un
gobierno indio, o por la indianización de Bolivia.
Por otra parte, si por un lado la vigencia de
las formas ancestrales o reinventadas indígenas son parte de un debate en
Bolivia, también es cierto que aymaras y quechuas prósperos y bien integrados
en el mercado capitalista, deben ser considerados en su confluencia con el
proyecto estatal de derechos, lejos del indianismo que no renuncia a pensarse
como alternativa civilizacional, pero también desde la identificación indígena.
Estos sectores son parte de las clases trabajadores que en toda Sudamérica
aumentan su participación económica y capacidad de consumo, tal vez como en
Europa y Estados Unidos de la postguerra, pero hoy como supuestas nuevas
“clases medias” que los gobiernos progresistas festejan.
Las
dos plurinacionalidades y la república.
No hay un significado más verdadero de lo plurinacional, y su empleo en nuevos contextos
implicará transformaciones, pero quizás mantenga actualidad en Europa el hecho
de que en sus versiones sudamericanas el concepto tiene dos almas: surge de
luchas indígenas por autonomía y descolonización, buscando desde la comunidad
alternativas al desarrollo capitalista, pero se consolida como símbolo de un
proyecto estatal que promete crecimiento económico y expansión del consumo en
base a un modelo de desarrollo con énfasis en la explotación de recursos
naturales, apuestas por la industrialización y políticas sociales de
transferencia de renta para inclusión.
La plurinacionalidad entusiasmó a pueblos
indígenas que lucharon en las calles contra el liberalismo y la apertura de un
escenario constituyente, pero hoy aparece atravesada en Bolivia y Ecuador por
las dificultades de romper con el desarrollo convencional y el modelo de
crecimiento de capitalismo pretendidamente “social”, también presente en Venezuela,
Brasil, Uruguay y Argentina. Este lugar político, que a veces parece imaginar
una sociedad del trabajo y la producción de más de medio siglo atrás, puede
permitir estabilidad política y económica como en Bolivia, y propuestas keynesianas
como las defendidas por Áxel Kicillof en Argentina y Vicenç Navarro y Juan
Torres para PODEMOS e Izquierda Unida en España; pero resulta intolerable para
quienes ven sus derechos y formas de vida amenazados por la intrusión
explotadora en su territorio y para quienes desde sus diferencias no son
incluidos en la evocación de un pueblo abstracto desde la mirada de lo universal.
La idea de plurinacionalidad aparece entonces
como tensión, en la medida en que busca expresar y reconocer la autodeterminación
y autonomía de pueblos y naciones como la catalana o del pueblo gallego, pero
en el marco de una propuesta donde el eje es la movilización afectiva de la
consciencia (mono)nacional activada contra banqueros alemanes y la oligarquía de
la casta nacional. Desde este lugar, se abre un diálogo con la izquierda en la
crítica a la desigualdad social y los abusos del capitalismo, pero con
soluciones concretas pensadas de arriba para abajo, en relación a procesos que
pueden incluir grandes movilizaciones, pero que no hacen de sus participantes
sujetos activos en la construcción de un mundo nuevo, más allá de esa
conducción desde arriba a participar, sin involucrarse en las decisiones. Se
trata más bien de hablarle desde los grandes medios de comunicación al pueblo
feliz o ciudadano-masa que consume y vota, protegido por el Estado y “los más
capacitados para gobernar”, que PODEMOS prometió llamar.
Esta mirada sensible desde arriba con la
situación “social” de los de abajo remite a una identidad política compartida
en Latinoamérica que ha aceptado como proyecto la administración más
humanitaria del capitalismo aunque sea ciertamente crítica al neoliberalismo
desde una sensibilidad nacionalista y social. El consenso sobre esta mirada
política quedó a la vista en la recepción entusiasta del papa Francisco como
último gran fenómeno mediático en la política sudamericana que también exploró
ese espacio político encumbrado por la iglesia unos días después de la muerte
de Chávez.
A pesar de desavenencias del pasado con la
iglesia y con Bergoglio, los gobiernos progresistas celebraron su llegada por
motivos parecidos a los de Pablo Iglesias cuando lo aplaudió en el parlamento
europeo. El apoyo cómplice con la crítica papal a los abusos del capitalismo,
contrastó con la salida del recinto de otros eurodiputados que no hicieron
oídos sordos a la denigración de los derechos de las mujeres y de los
homosexuales; recibidos con paternalismo por la iglesia de Francisco pero sin reconocer
libre de pecado su autodeterminación. Quitar del programa electoral o no hacer
énfasis en el derecho al aborto y el casamiento gay, viene siendo justificado por
la necesidad de vencer, en la suposición de mentalidad conservadora que se
tiene de los votantes. A la luz de los procesos sudamericanos, sin embargo, lo
que salió del programa para las elecciones nunca volvió a entrar, y más bien se
actuó en contrario –en estos y otros temas- desde una moderación que se
prolonga por cálculo de gobernabilidad, o convicción de quienes se van sumando
cuanto más firme la consolidación en el poder.
Las organizaciones indígenas de mayor
representatividad en Bolivia y Ecuador, campesinos sin tierra y poblaciones
levantadas contra la contaminación minera, abrieron los procesos constituyentes
pero hoy están en ese lugar de excomunión. Es así que PODEMOS se plantea como respuesta
posible –y necesaria– si pensamos en lo mejor que se puede hacer desde una
narrativa “España” para millones de parados, pobres y desahuciados. Si otros
horizontes se eclipsan e Iglesias puede seguir hablando de crecimiento, empleo
y reforma tributaria, así, estará en su territorio y será imparable. En una
política que se encuentra más allá del pueblo encuadrado y más allá de un
centralismo españolista, para muchos este no será el mejor cambio posible a ser
construido.
Para quien antes que pobre o sin empleo de una
España integradora se reconoce como mujer, minoría sin Estado, colectivo urbano
o inmigrante sin nación, PODEMOS le dejará de hablar muy rápido. Si la idea de
país que busca construir se asimila a su idea de partido, como parece; podrá
suceder que la plurinacionalidad se definirá contra la autonomía, como ocurrió
en Bolivia y Ecuador cuando el término dejó de referirse a naciones específicas
en el marco de un mismo Estado.
Aunque la plurinacionalidad surge en el debate
en oposición al reconocimiento multicultural, incorporado en varias
constituciones latinoamericanas en la década de ´90 junto a reformas
neoliberales, el momento en que para los indígenas el concepto pierde el
interés, es el que lo transforma en sinónimo de inclusión de todos en las
formas políticas anteriores, como integración del colonizado antes de que
descolonización que para los pueblos indígenas se refiere a aceptar una
pluralidad de formas de organización, desarrollo y economía. En lugar de
autonomía y producción comunitaria, la plurinacionalidad que prevalecería en
Ecuador y Bolivia sería la de la posibilidad de que un indígena no sea
discriminado e incluso pueda ser presidente, pero sin superar el modelo de reconocimiento
de tipo liberal, reduciendo la diferencia al multiculturalismo, y la forma
republicana de la democracia capitalista para la política siempre trascendente
y alejada.
La presencia indígena en los procesos políticos
andinos, en luchas por la autonomía zapatistas o frente a la minería o avance
del agro-negocio en Paraguay, Chile y Brasil, viene permitiendo la construcción
de nuevos horizontes políticos que ponen en diálogo lo ancestral con lo
comunitario, en debates bien actuales para quienes también en las ciudades
sienten los límites de las formas modernas de representación política, en su
complicidad con un capitalismo que destruye el planeta y privatiza lo común,
incluso en sus variantes de tipo nacionalista o social.
Cuando los pueblos indígenas son tenidos en
cuenta como identidades rígidas reconocidas por el Estado desde la cultura, la
plurinacionalidad se desconecta de la cosmopolítica indígena y la comunidad,
los derechos de la naturaleza y la inclusión de no humanos, referencia que se
origina en la socialidad y vivir bien indígena, pero que es referencia también
para el ambientalismo, la política y la filosofía de la ciencia contemporánea. Desde
este lugar es posible pensar un diálogo entre luchas del estado español y
latinoamericanas, donde viajes políticos como los de los vascos a Cuba y
Chiapas, exilios mutuos e inmigrantes construyen hace tiempo las bases para
conversar.
Es claro que no toda lucha por la
autodeterminación, se conecta con las redes indígenas y la política de
comunidades, asambleas y plazas. Tiene sentido la sospecha de Pablo Iglesias
sobre el soberanismo neoliberal, eje de las contradicciones antes y después de
la independencia para cualquier militante sincero contra el colonialismo de
Madrid. Lo que no se entiende en PODEMOS y el rumbo actual de varios procesos
sudamericanos es que la respuesta al neoliberalismo sea desde la nación y el
Estado, en sus formas moldadas desde siempre por el capitalismo, exactamente
como toda dictadura o gobierno autoritario.
En el idioma de PODEMOS, que es el del Estado, lo
social lleva a lo económico, como variables macro que resultarán en derechos
efectivos para individuos-votantes, reduciendo la diferencia a la esfera de lo
cultural, como si la organización en red o comunitaria no fuera al mismo tiempo
cultura, política y economía, entremezclada antes que separada en esferas que
se administran desde arriba. En esa mirada el soberanismo y la
autodeterminación se reducen a lengua y la bandera, como símbolos subordinados
a lo social y lo político y no como mundos sin límites para volver a pensar lo
común. Arrasando con la austeridad y el régimen del 78, pero no con muchas de
sus determinaciones, una nueva hegemonía garantizará el nuevo ciclo del
capitalismo europeo en España, tal vez plurinacional, quizás republicano,
ciertamente con menos protagonismo para los pueblos que para el Estado.
Aún después de llegar al gobierno, la presencia
inédita de indígenas y campesinos en el Estado, mantuvieron vivo el proyecto de
descolonización, entendido como cambio de las formas políticas con que habían
sido siempre gobernados. En este sentido, en la nueva Constitución de Bolivia,
promulgada en 2009, el preámbulo da cuenta del alcance con que se introduce la
idea de plurinacionalidad: “Dejamos en el pasado el Estado colonial,
republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de construir
colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”.
Poco después Evo Morales firmaba un decreto en que se substituía la
denominación del país de “República de Bolivia” por “Estado Plurinacional de
Bolivia”.
El antirepublicanismo tendría en el estado español
un sentido obviamente diferente, con la monarquía de los borbones aún en pie y
el recuerdo de la gesta republicana también presente. En los Andes
sudamericanos esa forma política se asocia con la continuidad del colonialismo
que nunca permitió acceso de las mayorías a derechos ciudadanos, y este punto
es esencial para entender el impulso inicial de la plurinacionalidad. Se
refería a la búsqueda de formas políticas más democráticas, inspiradas en la
comunidad indígena, pero para muchos adecuada también para las grandes ciudades.
Esta idea de plurinacionalidad venía junto a una propuesta de rehacer el mapa
del país, hoy producto de poderes cacicales y oligarquías que diseñaban a su
gusto la territorialidad del país. En este sentido cobraba fuerza de cambio
revolucionario la política de las autonomías y el más allá de la república, en
una política de abertura a otras civilizaciones y la pluralidad.
En PODEMOS se habla de elección del jefe de
Estado y no de república, por estrategia. El límite que encontramos en la nueva
formación, no es el de retomar o no esta bandera, sino el de pensar la política
desde la necesidad de pensar las instituciones y los instrumentos de
organización como formas que no son
neutrales. En el mismo sentido, los procesos plurinacionales de Bolivia y
Ecuador plantean un punto esencial contra la tradición moderna europea, cuyo
lado colonial no es visible solamente en América.
En el discurso citado más arriba de Pablo
Iglesias en Madrid, cuando la estructura del partido se formalizaba, el líder
de PODEMOS llamó a "recuperar Europa para los
ciudadanos, para los trabajadores y trabajadoras. Y recuperar aquello de lo que
somos hijos: libertad, igualdad y fraternidad”. Disputar para el pueblo
conceptos como república y democracia apropiados por el capitalismo es
importante. Pero vale la pena reflexionar también porqué esa frase suele
evocarse por liberales y conservadores contra el “populismo”, donde debería
radicar la diferencia y multiplicidad de todo pueblo antes que un cierre
vertical ante la propia pluralidad.
Como significante vacío, en el estado
español, la república podrá combinarse con lo plurinacional como ocurre en
Ecuador de la “Revolución Ciudadana”, o era postulado en Bolivia por Juan del
Granado, del progresismo urbano de La Paz antes aliado y ahora opositor al MAS.
Lo importante es el modo en que permite expresar la diferencia y el pluralismo,
que en Bolivia abría un terreno de experimentación institucional que no se
limita a los principios políticos modernos, por sus alternativas para pensar la
propiedad común, la representación directa y formas de economía y decisión que
no son las del capitalismo y el Estado.
Otra cosa es el cierre pragmático sobre
lo inmediato, sea por correlación de fuerza, concepción política o apuesta por
lo ya dado. Fue en este contexto que la forma república fue reincorporada al
imaginario del proceso de cambio, disputando un término inicialmente
introducido en la Constitución a instancias de la oposición al MAS, cuyo lugar
enunciativo era el del Estado de Derecho, además de la República y la Nación.
Como todo proceso de cambio, la participación inicial de campesinos indígenas
en el proceso boliviano, luego terminada, dejó como legado la idea de que sería
bueno enterrar algunas palabras y formas acuñadas por los que queremos
desplazar.
El cambio de énfasis y transformación
de lo plurinacional fue expresado por el vicepresidente García Linera, que reconoció
el carácter republicano del proyecto de cambio, en un momento en que el debate
boliviano cuestionaba la saturación retórica del discurso oficial con elementos
de origen indígena, empleados de forma contradictoria con el desarrollismo y
que se mantenía ya sin conexión con los proyectos plurinacionales de cambio con
que habían sido inicialmente asociados. La reducción de lo indígena a un
romanticismo folclórico fundamentaba una vuelta a la política liberal y
republicana, como si términos como igualdad, libertad e inclusión no fueran
ellos mismos abstracciones retóricas contradictorias con lo que ocurre en la
vida social.
Había algo que se perdía mientras el
desarrollo substituía la descolonización. Este cambio quedó claro cuando García
Linera, cerca de 2013, asociaría al concepto de plurinacionalidad a la
propuesta de Estado Plurinacional Continental
Latinoamericano. El proyecto latinoamericanista y bolivariano tendría el costo del
alejamiento de las reivindicaciones indígenas de autonomía territorial y
comunidad para las cuales, en el pasado, García Linera tuvo mucha apertura en su
militancia indianista-marxista. En la fundamentación de esta propuesta, acompañada
de una mirada que pone el foco en lo social y, como PODEMOS, reduce la diferencia
a una cuestión de reconocimiento cultural, el vicepresidente diferenciaba las “naciones
políticas” (de los distintos países sudamericanos) de las “naciones culturales”,
campesino indígenas, que habían abierto con su movilización en proceso
constituyente pero que en la nueva plurinacionalidad estatal y continental quedarían
marginalizadas.
[1] Juan
Carlos Monedero en "A Cara Lavada" de la Radio Pública Argentina 29/7/14.
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=8tRHWxmZq74
[2] Uli Brand “¿Un nuevo comienzo para Europa?” Rebelión, 24/1/2015. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194691
[3] Errejón:
“Los catalanes tienen derecho a decidir como los escoceses” 13/11/2014
El País. Disponible en: http://politica.elpais.com/politica/2014/11/13/actualidad/1415892800_413245.html
[4] “El
no a la independencia de Cataluña gana al sí por primera vez desde 2012”, El
País, 19/12/2014, Disponible en:
“La irrupción
de Podemos trastoca el plan independentista”, El País, 22/12/2014, Disponible en:
[5] “Más
Cataluña pero dentro de España” (Àngels Piñol) El País, 25 de
julio 2014. Disponible en: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/07/24/catalunya/1406230479_555975.html
[6] Gemma
Ubasart: Nunca antes un partido con opciones de gobierno había defendido el
derecho a la autodeterminación. El Diario, 15/1/2015. Disponible en: http://www.eldiario.es/catalunya/politica/Gemma-Ubasart-Jamas-Espanya-autodeterminacion_0_345766548.html
[7] Ver por ejemplo el libro Reinvención del
Estado y Estado Plurinacional, Santa Cruz de la Sierra, CEJIS, CENDA, CEDIB,
2007. Disponible en: http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/reinvencion%20del%20estado%20y%20estado%20plurinacional_Bolivia.pdf y sobre la propuesta para la cuestión
Palestina: http://outraspalavras.net/posts/a-possivel-extincao-do-estado-de-israel/
[8] Entrevista Pablo Iglesias: “En las
próximas elecciones habrá dos opciones: PP y Podemos” (Eva Saiz / Francesco
Manetto) El País, 18/1/2015. Disponible en: http://politica.elpais.com/politica/2015/01/17/actualidad/1421526937_154439.html
[9] Raul Zelik “Podemos y la «revolución
democrática» en el Estado”, Gara, 07/01/2015. Disponible en: http://www.naiz.eus/es/actualidad/noticia/20150107/podemos-y-la-revolucion-democratica-en-el-estado
[10] Movimiento al Socialismo, partido
fundado como instrumento político de los sindicatos cocaleros y campesinos del país, que adoptó ese nombre
cuando una facción de la falange boliviana cedió la sigla al movimiento que
diferentes trabas impedían presentarse a las elecciones. El proceso de llegada
al gobierno, habitualmente considerado rápido, fue de 10 años.
[11] El catedrático de la Universidad de
Sevilla Bartolomé Clavero opone el constitucionalismo plurinacional, con eje en
los derechos indígenas, del bolivariano, con más énfasis en el presidencialismo
y el Estado. Rubén Dalmau, Albert Noguera y Viciano Pastor, de la fundación
CEPS, y Gerardo Pisarello, de la Universidad de Barcelona, prefieren englobar
las constituciones de Bolivia, Ecuador y Venezuela en el mismo marco de un
nuevo Constitucionalismo Latinoamericano. Roberto Gargarella presenta una
visión crítica de este constitucionalismo postcolonial, que ve con mucha
continuidad con el constitucionalismo latinoamericano del siglo XIX.