Charlie Hebdo: terror, repudios e incertezas
Por Pablo Stefanoni
Frente a las izquierdas nacionalistas que buscan peros,
consideraciones de última instancia, y apelan a todo tipo de clichés
tercermundistas cada vez que hay un atentado como el de Charlie Hebdo (CH) o
hay que defender a alguna dictadura “antiimperialista”, se hizo ver otra
izquierda que -con razón- critica a la primera; llamémosle
“laica-civilizatoria”. El artículo emblema de la primera fue el titulado “Je ne
suis pas Charlie Hebdo” (de José Antonio Gutiérrez, con tono panfletario), el
referente de la segunda es el texto de Dardo Scavino (“¿Quién era Charlie?”,
publicado en Panamá Revista, sin duda con mayor nivel y altura, y sin duda
alguien que leyó CH). Pero creo que hay un problema común a estas dos visiones
supuestamente polares: para el polo de la izquierda nacionalista Al Qaeda es
“verdaderamente mala” porque fue armada por la CIA contra la URSS en
Afganistán, entonces hay que condenar el atentado, pero explicar contextos etc.
y recordar que aunque hoy estén contra el imperio son una suerte de
Frankenstein de Washington (como suele decirse, después del “pero” viene lo
importante); para la izquierda “occidental”, se trata de mostrar que Charlie
Hebdo era “verdaderamente progresista” (que Charb, su actual director
asesinado, participaba de la fiesta de L'Humanité, del PCF, que Charlie era/es
el último reducto “soixante-huitard”, que cuando se dio el golpe de Banzer la
revista apoyó a los mineros (argumento para Bolivia frente al desatinado tuit
de la ministra de Comunicaciones), que CH criticaba a todas las religiones, al
papa, etc. Es decir, el atentado fue verdaderamente malo porque se cometió
contra una revista progresista (por eso el clivaje civilización/barbarie
operaría en toda su dimensión). ¿Pero si, como alguien me dijo, se hubiera
cometido contra una revista ligada al Frente Nacional o contra la propia Marine
Le Pen, cómo operarían las condenas, los peros y las últimas instancias?
No me siento personalmente cómodo con ninguna de estas
dos visiones. Creo que es necesario condenar sin la menor duda este atentado
porque afecta el derecho básico a la palabra –además de ser un asesinato a
sangre fría de un montón de gente- moralmente inaceptable. Además no estoy de
acuerdo con el delito de opinión. Y creo que esta condena es perfectamente
posible sin buscar falsas certezas en un mundo que ya no las tiene (tanto del
mal, siempre vinculado al imperio) como del bien (en este caso una supuesta
izquierda laica 68chista en un momento en el que ya no quedarían esas
izquierdas porque todas habrían capitulado ante el poscolonialismo y el
relativismo cultural). Prefiero condenar el atentado haciéndome cargo de la
ambigüedad de Charlie Hebdo, de todas las polémicas a su alrededor (Charb: «
Non, ‘Charlie Hebdo’ n’est pas raciste ! », Le Monde, 21/11/2013; Olivier Cyran
-ex dibujante de Charlie-: « ‘Charlie Hebdo’, pas raciste ? Si vous le dites… »
(2013); Zineb El Rhazoui : « ‘Si Charlie Hebdo est raciste, alors je le suis’:
réponse de Zineb El Rhazoui à Olivier Cyran », etc.) También es ilustrativo el
affaire Siné: cuando en 2008 el dibujante escribió en Charlie sobre el hijo de
Sarkozy: “(Jean Sarkozy) manifestó querer convertirse al judaísmo antes de
casarse con su novia judía, y heredera de los fundadores de [la cadena de
electrodomésticos] Darty. Hará un camino en la vida, este pequeño!”, el
caricaturista fue echado de la revista por Philippe Val, el entonces director,
y enjuiciado por antisemitismo y además se armó un gran revuelo entre los intelectuales
francés y en las instituciones comunitarias que lo llevaron a los tribunales...
¿tenemos los mismos parámetros para reírnos de todas las “religiones”?, ¿dónde
queda en este caso la provocación “sim límites” de Charlie elogiada por la
segunda izquierda?, ¿o los límites operan a geometría variable?
A mí no me gustan muchas de las caricaturas de
Charlie Hebdo. Por ejemplo la de Mahoma follándose una cabeza de cerdo y una
voz atrás que dice “No tengo plata para pagarme una puta de 9 años”; no creo que
sirva –como a veces se argumenta desde la izquierda “laica-civilizatoria”- para
combatir el fundamentalismo, tampoco creo que sirva para frenar los
casamientos/violaciones de las niñas yemeníes obligadas a casarse a los 10
años. Los chistes sobre las esclavas de Boko Haram en Nigeria -que se tocan sus
panzas embarazadas y dicen “con las asignaciones sociales no”-, formalmente
critican la posición prejuiciosa de la extrema derecha pero quizás muchos de
quienes miran la tapa no capten tanta sutileza (a mí me costó entenderla,
quizás porque estoy fuera de Francia); finalmente la que muestra a un musulmán
con un Corán diciendo “mierda, el Corán no para las balas” tras la masacre de
islamistas en Egipto puede ser una tapa perfectamente legítima desde el punto de
vista de la libertad de expresión y de un nihilismo cínico, pero de ahí a decir
que la revista “es de izquierda” de manera lineal, porque sus factótums se
declaran anticapitalistas, creo que hay un cierto trecho (el desagrado profundo
que me provocó ver una falsa tapa con Charb, con un ejemplar de la revista a
modo de protección y diciendo “Mierda, Charlie no para las balas”, colocada en
la web por algún simpatizante de los asesinos, es un buen ejercicio de
auto-reflexividad sobre los el humor y sus contextos) . El problema de la
sátira es que es más graciosa cuanto más lejos esté de nosotros el objeto de
burla. Además una cosa es defender que los humoristas digan lo que quieran y
otra considerar que lo que dicen es aceptable o no desde ciertas convicciones
político-morales.
En este caso, a mí no me interesa el problema de la
blasfemia (que los religiosos se defiendan solos en los tribunales, no con
bombas o kalashnikov), sino si cierta forma de presentar las cosas sirve para
estigmatizar a todo un grupo de personas, que en Francia es de 6 millones. Hoy
el racismo estilo siglo XIX ya no es legítimo ni siquiera en la extrema
derecha, que optó por giros culturalistas más efectivos y que incluso pueden
parecen por momentos progres. Por ejemplo, que el autor de la creativa teoría
de la “Gran sustitución” (Renaud Camus) –que dice que el pueblo y la
civilización franceses está siendo reemplazada por inmigrantes y varios “otros”
con la complicidad de las elites y los progresistas- sea abiertamente gay no le
impide llamar a votar por Marine Le Pen.
El problema de la obsesión por la identidad nacional en
Francia es particularmente complicado, a diferencia por ejemplo de Inglaterra
(no digo que allá sea la panacea, sólo que es distinto). Todo el debate sobre
la prohibición del velo es bastante instructivo. Yo, por mi parte apoyo la
consigna de mi amigo Marc Saint-Upéry: no a la obligación del velo en Irán, no
a la prohibición del velo en Francia. Me parece la más libertaria. Pero en
Francia es bien complicado. Por ejemplo, cuando el NPA (Nuevo Partido
Anticapitalista) llevó como candidata a la joven Ilham Moussaïd, que usaba
velo, se armó un escándalo en la izquierda: al NPA lo acusaron de islamofílico,
de antifeminista, etc.- No importó que Moussaïd dijera que el velo no le
impedía considerarse “laica y feminista” –y además iba como candidata de un
partido de extrema izquierda!. Pero la izquierda civilizadora no se dignó a
escuchar la voz de la candidata “voilée”). Quizás sus argumentos resultaran
interesantes, ¿no? Por ejemplo, hay registrados casos de chicas que se niegan a
usar velo en Irán y lo usan en París… ¿será solo “para joder” o habrá razone
que se nos pierden detrás de los discursos a veces bastante desanclados de
sociologías más precisas?
Por otro lado, como decía Olivier Roy, posiblemente
el mejor islamólogo de Francia, la imagen del musulmán es bastante sesgada: el
“verdadero” es el terrorista; el policía que murió en el atentado (Ahmed
Merabat) aparece como “la excepción”. Por ejemplo el activista libanés con
nacionalidad belga Dyab Abou Jahjah (al que el New York Times llamó el Malcom X
belga) tuiteó: “Yo no soy Charlie, soy Ahmed, el policía muerto. Charlie
ridiculizó mi fe y cultura y morí defendiendo su derecho a hacerlo”, en
referencia a la expresión famosa de Voltaire. Me parece interesante que haya
fórmulas plurales para condenar el terror, más allá de un “Je suis Charlie” que
no puede funcionar como la única forma de repudio, ni como constructor de
dudosos consensos que no existen en Francia.
Volviendo al comienzo, creo que el repudio al
atentado funciona mejor sin buscar falsas certezas –o troncos para agarrarse en
el mar- como el antiimperialismo simplón (vara para medir buenos y malos con
efectos poco dignos), antiguas certezas laico-civilizatorias lineales que al
menos deberíamos pensar en diálogo con algunas variables poscoloniales… como
dice Scavino en su nota CH no cambió, cambió el mundo. Eso es puesto en duda
por algunos, pero incluso si aceptamos eso, esa es también una forma de cambiar
porque las opiniones ideológicas funcionan en diálogo con un contexto, no en el
vacío.
Finalmente no deja de ser algo gracioso, que se
haya armado tanta polémica sobre el contenido de CH sin que (casi) nadie haya
leído la revista fuera de Francia. Parece que solo fuera una cuestión de tapas
y algunas caricaturas sueltas (sin textos), que cada quien usa de manera
bastante arbitraria para fundamentar sus posiciones. Yo puedo ser Charlie, por
solidaridad moral, sin compasiones narcisistas, sin sobreactuaciones
emocionales, y sin pretender elevar a cada quien ahora a un podio en el que no
estaban antes. Por otro lado, si había una revista que no se hubiera sentido
cómoda en una forzada y frustrada “unidad nacional” (qué hacer con el FN, que
no es un partidito marginal en esa unidad), ni con forzadas solemnidades
(Willem dijo que nos amigos repentinos de la revista lo hacen vomitar), esa era
Charlie Hebdo –aunque las circunstancias colocaran a los Charlie sobrevivientes
a la cabeza de la marcha republicana del domingo 11 de enero.