“La máxima aspiración del poder es la inmortalidad”. Entrevista a Michel Foucault
por Jerry Bauer
(Traducción: Horacio Pon)
¿Por qué usted, sin ser antropólogo, se interesa
más, desde un punto de vista filosófico, en la estructura de las instituciones
que en los mecanismos evolutivos?
-Lo que trato de hacer -y siempre traté de hacer
desde mi primer verdadero libro, Historia de la locura en la época clásica- es
poner en tela de juicio por medio de un trabajo intelectual diferentes aspectos
de la sociedad, mostrando sus debilidades y sus límites. De todas maneras, mis
libros no son proféticos y tampoco un llamado a las armas. Me irritaría
intensamente que pudiera vérselos bajo esa luz. La meta que se proponen es
explicar del modo más explícito -aun cuando a veces el vocabulario sea difícil-
las zonas de la cultura burguesa y las instituciones que influyen directamente
sobre las actividades y los pensamientos cotidianos del hombre.
-La palabra clave de todos sus libros parece ser
"poder", ya se lo entienda en el sentido de poder disciplinario,
poder de la medicina mental o poder omnipotente de la pulsión sexual?
-Está claro, procuré definir las estrategias del
poder en ciertos ámbitos. Por ejemplo, Vigilar y castigar se inicia con un
"teatro del terror", la puesta en escena espectacular que acompañaba
las ejecuciones públicas hasta el siglo pasado. Se suponía que ese ceremonial
clamoroso y carnavalesco en el cual la mano omnipotente de la justicia hacía
ejecutar la sentencia bajo la mirada de los espectadores grababa su mensaje de
manera indeleble en las mentes de éstos. Con frecuencia el castigo excedía la
gravedad del delito, y de ese modo se reafirmaban la supremacía y el poder
absoluto de la autoridad. En nuestros días el control es menos severo y más
refinado, pero no por ello menos aterrador. Durante el transcurso de nuestra
vida todos estamos atrapados en diversos sistemas autoritarios; ante todo en la
escuela, después en nuestro trabajo y hasta en nuestras distracciones. Cada
individuo, considerado por separado, es normalizado y transformado en un caso
controlado por una IBM. En nuestra sociedad, estamos llegando a refinamientos
de poder en los que ni siquiera habrían soñado quienes manipulaban el teatro
del terror.
-¿Y qué podemos hacer?
-El punto en que nos encontramos está más allá de
cualquier posibilidad de rectificación, porque la concatenación de esos
sistemas ha seguido imponiendo este esquema hasta hacerlo aceptar por la
generación actual como una forma de la normalidad. Sin embargo, no se puede
asegurar que sea un gran mal. El control permanente de los individuos lleva a
una ampliación del saber sobre ellos, el cual produce hábitos de vida refinados
y superiores. Si el mundo está en trance de convertirse en una suerte de
prisión, es para satisfacer las exigencias humanas.
-No sólo crítico, usted es, además, un rebelde.
-Pero no un rebelde activo. Jamás desfilé con los
estudiantes y los trabajadores, como lo hizo Sartre. Creo que la mejor forma de
protesta es el silencio, la total abstención. Durante mucho tiempo me
parecieron intolerables los aires que se daban algunos intelectuales franceses
y que les flotaban encima de la cabeza como las aureolas en algunos cuadros de
Rafael. Por eso me fui de Francia. Me marché a un exilio total y maravilloso,
primero en Suecia, donde dicté clases en la Universidad de Uppsala, y después
en un lugar que es todo lo contrario, Túnez, donde viví en Sidi Bou Said. De
esa luz mediterránea puede decirse sin lugar a dudas que acentúa la percepción
de los valores. En África del Norte se toma a cada uno por lo que vale. Cada
uno debe afirmarse por lo que dice y hace, no por lo que ha hecho o por su
renombre. Nadie pega un salto cuando se dice "Sartre"?
-Ahora usted es aclamado como el lógico sucesor de
Sartre?
-Sartre no tiene sucesores, así como yo no tengo
predecesores. Su intelectualismo es de un tipo extremadamente inusual y
particular. Y hasta incomparable. Pero el mío no es de ese tipo. No siento
ninguna compatibilidad con el existencialismo tal como lo definió Sartre. El
hombre puede tener un control completo de sus propias acciones y su propia
vida, pero hay fuerzas capaces de intervenir que no pueden ignorarse. Para
serle franco, prefiero la sensibilidad intelectual de R. D. Laing. En su ámbito
de competencia, Laing tiene algo que decir y lo vuelca en el papel con
claridad, espíritu e imaginación. Habla en función de su experiencia personal,
pero no hace profecías. ¿Por qué, entonces, habríamos de formular profecías,
cuando éstas rara vez se cumplen? De la misma manera, admiro a Chomsky. Tampoco
él profetiza: actúa. Participó activamente en la campaña norteamericana contra
la Guerra de Vietnam, con sacrificio de su trabajo pero en el marco de su
profesión de lingüista.
-Aparentemente, usted insiste mucho en la vida
mental opuesta a la vida física.
-La vida mental abarca todo. ¿No dice Platón más o
menos esto: "Jamás estoy tan activo como cuando no hago nada"? Hacía
referencia, desde luego, a las actividades intelectuales, que en el plano
físico casi no exigen, tal vez, otra cosa que rascarse la cabeza.
-¿Sus intereses siempre fueron filosóficos?
-Como mi padre, me incliné hacia la medicina.
Pensaba especializarme en psiquiatría, por lo cual trabajé tres años en el
hospital Sainte-Anne de París. Tenía veinticinco años, era muy entusiasta
-idealista, por así decirlo- y contaba con una buena cabeza y un montón de
grandes ideas. ¡Aun en ese momento! Fue entonces cuando conocí a alguien a
quien llamaré Roger, un internado de veintidós años. Lo habían mandado al hospital
porque sus padres y amigos temían que se hiciese mal y terminara por
autodestruirse durante una de sus frecuentes crisis de angustia violenta. Nos
hicimos buenos amigos. Lo veía varias veces al día durante mis guardias en el
hospital, y empezó a caerme simpático. Cuando estaba lúcido y no tenía
problemas, parecía muy inteligente y sensato, pero en algunos otros momentos,
sobre todo los más violentos, era preciso encerrarlo. Lo trataban con
medicamentos, pero ese tratamiento demostraba ser insuficiente. Un día me dijo
que nunca lo dejarían irse del hospital. Ese horrible presentimiento provocaba
un estado de terror y éste, a su vez, generaba angustia. La idea de que podía
morir lo inquietaba mucho y llegó a pedir que le hicieran un certificado médico
donde constara que nunca lo dejarían morir; como está claro, la solicitud se
consideró ridícula. Su estado mental se deterioró y al final los médicos
llegaron a la conclusión de que, si no se intervenía con rapidez de la forma
que fuera, se mataría. Así, con el consentimiento de su familia, procedieron a
hacer una lobotomía frontal a ese joven excepcional, inteligente, pero
incontrolable? Por más que el tiempo pase, y haga yo lo que haga, no consigo
olvidar su rostro atormentado. Muchas veces me pregunté si la muerte no era
preferible a una no existencia, y si no se nos debería brindar la posibilidad
de hacer lo que queramos con nuestra vida, sea cual fuere nuestro estado
mental. En mi opinión, la conclusión evidente es que aun el peor dolor es
preferible a una existencia vegetativa, porque la mente tiene realmente la
capacidad de crear y embellecer, incluso a partir de la más desastrosa de las
existencias. De las cenizas siempre surgirá un fénix?
-Lo veo optimista.
-En teoría, pero la teoría es la práctica de la
vida. En el fondo de nosotros mismos sabemos que todos los hombres deben morir.
La meta inevitable hacia la cual nos dirigimos desde el momento en que nacemos
queda entonces demostrada. De todas formas, la opinión común parece ser
diferente: todos los hombres se sienten inmortales. ¿Por qué, si no, seguirían
los ricos abultando sus cuentas bancarias y haciéndose construir suntuosas
viviendas? La inmortalidad parecería ser la preocupación del momento. Por
ejemplo, algunos científicos están muy atareados en calcular, por medio de
máquinas de alta tecnología, acontecimientos que deberían verificarse dentro de
millares de años. En los Estados Unidos hay un interés creciente por la
hibernación del cuerpo humano, al que en una época ulterior debería volver a llevarse
a la temperatura normal. Cada año la preocupación por la inmortalidad aumenta,
aunque una cantidad cada vez más grande de personas mueran de un infarto a
causa del tabaco y la alimentación excesiva. Los faraones nunca encontraron la
solución al problema de la inmortalidad, ni siquiera cuando se hicieron
enterrar con sus riquezas, que esperaban llevar consigo. Dudo mucho de que
seamos nosotros quienes resolvamos ese problema. Algunas palabras bien
escogidas pueden ser más inmortales que una masa de ectoplasma congelado?
-¿Y estamos de nuevo hablando del poder?
-Alcanzar la inmortalidad es la máxima aspiración
del poder. El hombre sabe que es destructible y corruptible. Se trata de taras
que ni siquiera la mente más lógica podría racionalizar. Por eso el hombre se
vuelve hacia otras formas de comportamiento que lo hacen sentirse omnipotente.
A menudo son de naturaleza sexual.
-Usted ha hablado de ellas en el primer volumen de
su Historia de la sexualidad .
-Algunos hombres y algunas sociedades consideran
que mediante la imposición de controles a las manifestaciones sexuales y el
acto sexual es posible imponer el orden en general. Se me ocurren varios
ejemplos. Hace poco, en China se propusieron lanzar una campaña en las escuelas
contra la masturbación de los jóvenes, una iniciativa que invita a trazar una
comparación con la campaña que la Iglesia emprendió en Europa hace
prácticamente dos siglos. Me atrevería a decir que hace falta un Kinsey chino
para descubrir cuál fue el éxito obtenido. ¡Sospecho que esto es como
prohibirle a un pato acercarse al agua! En Rusia, la homosexualidad es aún un
gran tabú, y de ser sorprendido en flagrante delito de violación de la ley uno
termina en la cárcel y en Siberia. De todas formas, en Rusia hay probablemente
tanta homosexualidad como en otros países, pero sigue encerrada en el clóset.
Objetivamente, es muy curioso que para desalentar la homosexualidad se encierre
a los culpables en la cárcel, en estrecho contacto con otros hombres? Se dice
que en la calle Gorki hay tanta prostitución de ambos sexos como en la place Pigalle.
Como siempre, la represión no ha conseguido sino hacer más seductores los
encuentros sexuales, y aún más excitante el peligro cuando se lo corre con
éxito. La prostitución y la homosexualidad están explotando tanto en Rusia como
en las otras sociedades represivas. Es poco común que sociedades como ésas,
sedientas de poder como suelen serlo, tengan en esos ámbitos visiones
intuitivas.
-¿Por qué elegir el sexo como chivo expiatorio?
-¿Y por qué no? El sexo existe y representa el
noventa por ciento de las preocupaciones de la gente durante gran parte de las
horas de vigilia. Es el impulso más fuerte que se conozca en el hombre; en
diferentes aspectos, más fuerte que el hambre, la sed y el sueño. Disfruta
incluso de cierta mística. Se duerme, se come y se bebe con otros, pero el acto
sexual -al menos en la sociedad occidental- se considera como una cuestión del
todo personal. Por supuesto, en ciertas culturas africanas y aborígenes se lo
trata con la misma desenvoltura que a los demás instintos. La Iglesia heredó
los tabúes de las sociedades paganas, los manipuló y elaboró doctrinas que no
siempre se fundan en la lógica o la práctica. Adán, Eva y al mismo tiempo la
serpiente perversa se convirtieron en imágenes en blanco y negro de comprensión
inmediata, que podían constituir un punto de referencia aun para las mentes más
simples. El bien y el mal tenían una representación esencial. La significación
de "pecado original" pudo grabarse de manera indeleble en las mentes.
¿Quién habría podido prever que la imagen residual iba a sobrevivir durante
tantos siglos? [...]
-¿A qué o a quién atribuye usted la erosión de la
influencia ejercida por la Iglesia y la mayor comprensión hacia cualquier forma
de práctica sexual?
-No podemos subestimar la influencia de un señor
que se llama Freud. Sus teorías no siempre eran ciento por ciento correctas,
pero en cada una de ellas había una parte de verdad. Freud trasladó la
confesión de la rígida retórica barroca de la Iglesia al relajante diván del
psicoanalista. La imagen de Dios ya no vino a resolver los conflictos: dejó su
lugar al individuo mismo a través de la comprensión de sus actos. Esa
resolución ya no era algo que podía obtenerse en cinco minutos de alguien que
se declaraba superior porque estaba al servicio de una fuerza más elevada.
Freud jamás tuvo esas pretensiones. El individuo debía ser su propio dios, por
lo cual la responsabilidad de la culpa recaía por entero sobre sus hombros. ¡Y
la responsabilidad siempre es lo más difícil de aceptar!
-¿No cree usted que el psicoanálisis se ha
convertido en un instrumento expiatorio fácil para nuestro problema?
-Esa tendencia existe, pero más preocupante es
quizás el hecho de que el psicoanálisis ya no sea un instrumento sino una
fuente de motivación. Freud elaboró una teoría relativa a la precoz naturaleza
sexual de los niños. Como es obvio, los psiquiatras no esperaban que los niños
se prestaran a verdaderos actos sexuales; de todas maneras, no resultaba tan
fácil explicar su manera de chupar el pecho o la búsqueda automática de tal o
cual parte erógena de su propio cuerpo. Por desgracia, a continuación se
llegaron a connotar en términos sexuales hasta la comida del niño, las
historietas que leía o los programas de televisión que miraba. Sería fácil
concluir que en todo eso los psicoanalistas leían más de lo que realmente
había. Así, esos niños quedan hoy encuadrados por un mundo sexualmente
orientado -creado por accidente para ellos y no por ellos-, un mundo que, en
esta fase del desarrollo, les ofrece bien pocas ventajas.
-En su último libro, Herculine Barbin
llamada Alexina B. , usted despliega el tema del cambio de sexo.
-Estaba haciendo algunas investigaciones para la Historia
de la sexualidad en los archivos del departamento de Charente-Maritime
cuando me cayó en las manos la extraordinaria relación del caso de una mujer
cuyo estado civil debió rectificarse y a la que hubo que anotar como hombre.
Los casos de cambio de sexo son corrientes en nuestra época, pero en general se
trata de hombres que se convierten en mujeres. Vienen a la mente de inmediato
ejemplos como el de Christine Jorgensen, que después fue actriz, o el de la
célebre Jan Morris. Como sea, la mayoría de las mujeres transformadas en
hombres tenían, al parecer, los órganos de los dos sexos y la transformación
estaba determinada por la preponderancia de la hormona masculina o la hormona
femenina. El caso de Alexina B. fue extraordinario no sólo debido al aspecto
físico, sino también a la masa de documentos exhaustivos y de acceso inmediato:
esencialmente, informes de médicos y abogados. En consecuencia, pude estudiarlo
en sus grandes líneas. Alexina B. descubrió la incongruencia de su propia
personalidad cuando se enamoró de otra mujer. Si se tiene en cuenta que esto
sucedía en el siglo XIX y, más aún, en una pequeña ciudad de provincia, es
interesante advertir que ella no procuró reprimir sus sentimientos como
desviaciones homosexuales y dejar todo como estaba. De haber sido así, no habría
nada que escribir sobre el tema?
-Al parecer, usted siente una fascinación intensa
por la exposición cronológica y el análisis de un acontecimiento real. También
ha publicado Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, mi
hermana y mi hermano?
-Medio siglo, pero pocos kilómetros, separan a
Pierre Rivière de Herculine Barbin. En cierto sentido, ambos reaccionaban
contra el medio y la clase social en los que habían nacido. No considero que el
acto de Pierre Rivière -si bien engloba un matricidio y tres homicidios- sea la
afirmación de una mente atormentada o criminal. Es una manifestación de
increíble violencia si se la compara con la de Herculine, pero la sociedad
campesina normanda en la cual creció Pierre aceptaba la violencia y la
degradación humanas como un elemento de la vida cotidiana. Pierre era un
producto de su propia sociedad, así como Herculine lo era de su sociedad
burguesa y nosotros lo somos de nuestro medio sofisticado y mecanizado. Después
de cometido su crimen, Pierre podría haber sido capturado con mucha facilidad
por los demás habitantes de la aldea, pero éstos tenían la sensación de que no
era un deber de la colectividad administrar justicia por su propia cuenta.
Estaban convencidos de que era el padre de Pierre quien debía asumir el papel
de vengador y rectificar la situación. Algunos críticos consideraron mi libro
sobre Pierre Rivière como una reafirmación de la teoría existencial, pero en mi
opinión eso es absurdo. Veo a Pierre como la imagen de la fatalidad de su
tiempo, exactamente como Herculine reflejaba el optimismo de fines del siglo
pasado, cuando el mundo era fluido y podía pasar cualquier cosa, cualquier
locura.
-Pero Pierre Rivière podría convertirse fácilmente
en una ilustración clínica extraída de laHistoria de la locura en la época
clásica ?
-La psiquiatría contemporánea sostendría que Pierre
se vio obligado a cometer su horrible crimen. Pero ¿por qué debemos situarlo
todo en el límite entre salud mental y locura? ¿Por qué no podríamos aceptar la
idea de que hay personas totalmente amorales que caminan por la calle y son
absolutamente capaces de cometer homicidios o infligir mutilaciones sin
experimentar sentimiento de culpa o escrúpulo de conciencia algunos? ¿Hasta qué
punto Charles Manson está loco, hasta qué punto los asesinos de niños que
deambulan en libertad por Inglaterra están locos? O, en una escala mucho más
grande, ¿cuál era el grado de locura de Hitler? La psiquiatría puede llegar a
conclusiones basadas en tests, pero aun el mejor de estos puede falsificarse.
Yo me limito a sostener que todo debe juzgarse desde su propia perspectiva y no
en función de precedentes eventualmente verificados. En la Historia de
la locura traté, en sustancia, de investigar la aparición del concepto
moderno de enfermedad mental y de las instituciones psiquiátricas en general.
Me incliné a incorporar mis reflexiones personales sobre la locura y sus
relaciones con la literatura, sobre todo cuando afectaba a grandes figuras como
Nietzsche, Rousseau y Artaud. ¿Puede una forma de locura originarse en la
soledad impuesta por la profesión literaria? ¿Es posible que la composición
química de un escritor estimule metabólicamente las raíces de la locura? Éstas
no son, por cierto, preguntas que puedan encontrar respuesta mediante una
simple presión sobre el teclado de una computadora IBM.
-¿Cuál es su posición con respecto a los diferentes
movimientos de liberación sexual?
-El objetivo fundamental que se proponen es digno
de admiración: producir hombres libres e ilustrados. Pero justamente el hecho
de que se hayan organizado con arreglo a categorías sexuales -la liberación de
la mujer, la liberación homosexual, la liberación de la mujer en el hogar- es
en extremo perjudicial. ¿Cómo se puede liberar efectivamente a personas que
están ligadas a un grupo que exige la subordinación a ideales y objetivos
específicos? ¿Por qué el movimiento de liberación de la mujer sólo debe reunir
a mujeres? Para serle franco, ¡no estoy seguro de que aceptaran la adhesión de
los hombres! Muchas veces, las filiales locales de los movimientos homosexuales
son en la práctica clubes privados. La verdadera liberación significa conocerse
a sí mismo y con frecuencia no puede alcanzarse por intermedio de un grupo, sea
cual fuere.
-Hasta ahora la acción de masas parece haber sido
eficaz.
-De todas formas, el pensamiento individual puede
mover montañas? y hasta doblar cucharas. Y es el conocimiento el que estimula
el pensamiento. Por eso, en libros como Las palabras y las cosas yLa
arqueología del saber traté de estructurar de manera orgánica el saber
en esquemas de comprensión y acceso inmediatos. La historia es saber y, por lo
tanto, los hombres pueden conocer a través de ejemplos de qué manera, en el
transcurso de épocas pasadas, se afrontó la vida y se resolvieron sus problemas.
La vida misma es una forma de autocrítica, dado que, aun en las más mínimas
elecciones, es preciso efectuar una selección en función de múltiples
estímulos. En La arqueología del saber intenté analizar el sistema de
pensamiento que me es personal y el modo en que llegué a él. Se trata, con
todo, de una operación que no habría podido llevar a cabo sin la ayuda de una
buena cantidad de escritores y filósofos que estudié a lo largo de los años.
-A pesar de sus vastos conocimientos, o quizás a
causa de ellos, hay muchas cosas que lo contrarían.
-Miro mi país, miro los demás países y llego a la
conclusión de que carecemos de imaginación sociológica y política, y ello en
todos los aspectos. En el plano social sentimos amargamente la falta de medios
para contener y mantener el interés no de intelectuales, sino del común de los
mortales. El conjunto de la literatura comercial masiva es de una pobreza
lamentable, y la televisión, lejos de alimentar, aniquila. En el plano político
hay en la hora actual muy pocas personalidades que tengan gran carisma o
imaginación. ¿Y cómo podemos pretender entonces que la gente haga un aporte
valedero a la sociedad, si los instrumentos que se le proponen son ineficaces?
-¿Cuál sería la solución?
-Debemos empezar por reinventar el futuro,
sumergiéndonos en un presente más creativo. Dejemos de lado Disneylandia y
pensemos en Marcuse.
-No ha dicho nada de sí mismo, del lugar donde
creció, el modo como se desenvolvió su infancia.
-Querido
amigo, los filósofos no nacen? son, ¡y con eso basta!