Cómo Rusia volvió al capitalismo: el desarrollo del subdesarrollo en sociedades postsoviéticas
por Ruslan Dzarasov
En el albor de las reformas de
mercado en la Comunidad de Estados Independientes (CEI) –instancia sucesora de
la Unión Soviética–, a comienzos de la década de 1990, el periodista televisivo
ruso Vladímir Pózner organizó un talk-show con el elocuente título
«¿Necesitamos el capitalismo?». El programa había sido concebido como el
triunfo de los partidarios liberales del capitalismo sobre, supuestamente, los
retrógrados y estancados opositores al nuevo orden social. En el curso del
debate, el académico Stanislav Shatalin, un economista prestigioso en ese
momento, explicó de forma clara, comprensible para todos los televidentes, la
esencia de la «única doctrina confiable» de turno: «Imagínense un pastel
dividido en partes iguales pero pequeñas. Eso es el socialismo. Ahora
imagínense un enorme pastel dividido en partes desiguales, pero de modo que
hasta una pequeña parte del segundo pastel es más grande que una de las partes
iguales del primero. Eso es el capitalismo». Otro invitado del programa, sin
medias tintas, propuso un camino sencillo y comprensible hacia el prometido
paraíso del consumo: el Estado debía retirarse de la economía. Se entiende que
tenía en mente abrir el espacio para la iniciativa empresarial de la «gente
común».
En esa
misma época se difundió profusamente por televisión un spot publicitario.
Primero aparecía en la pantalla un mapa de Rusia cubierto por humeantes
chimeneas de fábricas y líneas de transmisión de energía eléctrica. Una voz
aclaraba: «Este es el patrimonio colectivo del país». Después se recortaba un
pedazo de fábrica. «¡Esta es tu parte de la riqueza colectiva!». El pedazo se
transformaba en un cupón y aparecía en la palma de la mano de un desconcertado
ruso, que empezaba a rascarse la cabeza mientras una voz en off preguntaba
«qué hacer con el cupón»
En el talk-show mencionado
más arriba, Pózner explicaba con entusiasmo que la privatización abría el
camino al enriquecimiento a todos los rusos: «Si ustedes son tres, es decir que
tienen tres cupones, ya tienen la posibilidad de empezar su propia actividad
privada. Reúnan a toda la familia en un consejo y resuelvan cómo utilizar los
cupones. ¡Recuerden que ahora ustedes están decidiendo su propio destino, el
destino de sus hijos y el de sus nietos!»
Las
últimas palabras de Pózner resultaron ser las únicas migajas de verdad
expresadas en aquel programa y en la innumerable cantidad de otros programas
parecidos, aunque no del todo en el mismo sentido que tenían en mente. Pasó muy
poco tiempo hasta que los rusos corrientes, que habían aceptado dócilmente las
reformas, comenzaron a ser testigos de una caída sin precedentes de la
producción y del nivel de vida, de una inaudita criminalización de la sociedad,
del colapso de la educación y del sistema de salud, de la transformación de Rusia
en un Estado semidependiente. Resultó que el pastel del ingreso nacional no
sólo se dividía en partes desiguales, sino que además se había endurecido
bastante.
A
semejante colapso de la ilusión del capitalismo sobrevivieron los trabajadores
de prácticamente todas las antiguas repúblicas soviéticas. Para comprender por
qué las expectativas de la población resultaron pisoteadas de manera tan
grosera, es necesario considerar la naturaleza de la sociedad que se conformó
en el espacio postsoviético.
La periferia del mundo
capitalista
Después del colapso de la URSS, sus antiguas repúblicas tomaron el camino de la transición al capitalismo. Pero este no fue ni podía ser un pasaje al capitalismo del centro, altamente desarrollado y garante de un alto nivel de vida. Precisamente en eso consistía el engaño del programa televisivo. En el marco del sistema capitalista mundial, los «neófitos recién convertidos» podían ocupar sólo el lugar de una periferia dependiente y atrasada. Correspondía la «implantación del subdesarrollo» descripta por André Gunder Frank1. Los países postsoviéticos experimentaron la correspondiente transformación de sus economías. En los «audaces» 90, la participación de la industria en el total del valor agregado, en promedio, cayó de 38% a 29% en los países de la CEI2, y paralelamente creció la incidencia del sector primario exportador.
Todos
estos rasgos del desarrollo industrial pueden interpretarse como la adecuación
estructural de las economías de los países de la CEI a su nueva posición en la
economía mundial. Estas economías exportan al resto del mundo principalmente
materias primas: recursos minerales y algunos productos con bajo nivel de
elaboración como madera, papel y celulosa, piedra, metales y manufacturas de
metal. La participación de los productos de exportación del sector
manufacturero es muy baja3. Al mismo tiempo, si prestamos atención a
la estructura de las importaciones, veremos que el rubro fundamental es el de
los productos manufacturados4. De esta manera, los Estados postsoviéticos
exportan, fundamentalmente, productos con un bajo grado de elaboración, e
importan, por el contrario, productos con un alto valor agregado.
A pesar de
estas condiciones desfavorables, los países de la CEI tienen un saldo positivo
significativo y creciente de su balanza comercial. Así, en 2012 las
exportaciones de este grupo de Estados fueron de 757.400 millones de euros,
mientras que las importaciones alcanzaron los 520.000 millones. El saldo
favorable fue, de este modo, de 237.000 millones de euros. Estos recursos
podrían ser una fuente de las tan necesarias inversiones para la modernización
de maquinaria obsoleta, pero, lamentablemente, ocurre otra cosa: los ingresos
netos del comercio exterior financian la salida masiva de capital de los Estados
postsoviéticos. En ese aspecto, Rusia es el campeón.
A esto se
suma que, en las economías constantemente desangradas de las repúblicas de la
antigua URSS, el salario real ha caído en forma drástica y casi en ningún lugar
de la CEI alcanza el nivel del periodo soviético. En Rusia y en Ucrania es
entre 2 y 2,5 veces menor que los valores dados a conocer de manera oficial.
Mientras tanto, la productividad del trabajo aumentó sustancialmente más que el
salario5.
En este
contexto, la desigualdad social creció enormemente, y Rusia es un claro
ejemplo. De acuerdo con el informe Global Wealth Report, este país se
caracteriza por «el más elevado nivel de desigualdad de ingresos en el mundo,
con la excepción de los pequeños Estados de la cuenca del Caribe con residentes
multimillonarios. En todo el mundo hay un multimillonario por cada 170.000
millones de dólares de la riqueza de los hogares. En Rusia hay uno por cada
11.000 millones. En todo el mundo los multimillonarios representan 1% a 2% de
la riqueza de los hogares; hoy, en Rusia, 110 multimillonarios poseen 35% del
total de la riqueza del país»6.
De lo
dicho se puede apreciar que las economías de los países de la CEI pasaron a una
estructura de producción simplificada, con una caída del sector manufacturero y
el crecimiento de las actividades extractivas, que refleja su transformación en
proveedores de productos de un bajo grado de elaboración de materias primas a
los países capitalistas desarrollados. Al mismo tiempo, las sociedades
analizadas atravesaron una transformación social que creó en un polo un
ejército industrial de reserva barato y en el otro, una «clase compradora»7.
Esto no es otra cosa que la «implantación del subdesarrollo».
■■ Las reformas y Occidente
El capitalismo contemporáneo de los países de la CEI tiene dos fuentes: la descomposición de la burocracia soviética y la influencia del capitalismo global. El primer factor está relacionado con la naturaleza del régimen soviético. Desde mi punto de vista, el análisis más profundo de esta problemática fue expuesto tempranamente por León Trotsky en la clásica obra La revolución traicionada (1936)8. A pesar de que se proclamara oficialmente la victoria del socialismo «en un solo país», uno de los líderes de la Revolución Rusa demostró de manera convincente que la sociedad soviética no era más que algo transitorio, es decir que sólo estaba intentando construir el socialismo. Trotsky preveía que, ante la ausencia de una revolución socialista mundial triunfante, esa sociedad regresaría al capitalismo. «Los privilegios no tienen valor –escribió– si no se los puede dejar como herencia. Por eso, la burocracia privilegiada tarde o temprano querrá adueñarse de las empresas por ella administradas y convertirlas en una propiedad privada»9.
La
historia confirmó por completo el presagio del pensador marxista. Por ejemplo,
el profesor de Cambridge David Lane señala que la mayor parte de los trabajos
sobre la transición de Rusia al mercado ignoran la cuestión clave sobre las fuerzas
sociales que están detrás de las reformas. Lane distingue dos grupos sociales
fundamentales que contribuyeron a la caída del régimen soviético y a su
transición al capitalismo10: la «clase administradora», que ejercía
el control administrativo de la producción, la educación y la ciencia; y la
«clase consumista», formada por las personas procedentes de las capas
instruidas, interesadas en la utilización de los mecanismos del mercado para la
obtención de beneficios materiales gracias a su calificación. A estas dos
categorías sociales, Stanislav Ménshikov agrega los empresarios del mercado
negro, cuya actividad estaba en crecimiento en tiempos de la sociedad soviética11.
Durante muchos años, para los organismos del poder centralizado fue cada vez
más difícil controlar la economía. Su papel se iba quebrantando gradualmente y
aumentaba la influencia de la burocracia, incluyendo a los directores de
empresas. De este modo, detrás de la fachada de un sistema económico monolítico
y planificado, surgían las condiciones para el desarrollo de la apropiación
privada sobre la base de la propiedad pública.
La derrota
de la URSS en la Guerra Fría comprometió el orden comunista y propició que la
sociedad acogiera acríticamente el sistema de valores mercantiles, que presupone
una amplia instauración de la propiedad privada. En este contexto, los círculos
dirigentes de Occidente, sobre todo de Estados Unidos, supieron desarrollar una
influencia entre bastidores en la elaboración de las reformas económicas
radicales. En relación con esto, Lane distingue una «clase política global» que
«a través de la economía de los gobiernos occidentales y las organizaciones
internacionales» ejerció su influencia decisiva en la «creación del capitalismo
y de una clase burguesa de propietarios» en Rusia12. Esto se realizó
sobre la base de los principios del Consenso de Washington, subyacentes a la
política de las organizaciones financieras internacionales en relación con los
países en vías de desarrollo. Hacia los años 90, el mundo ya había acumulado
una experiencia suficiente como para llegar a la conclusión de que la
aplicación de la fórmula «liberalización + estabilización macroeconómica (es
decir, política monetaria restrictiva)» profundiza la pobreza y la indigencia13.
Como lo señalan investigadores contemporáneos, «la reducción de la pobreza, la
igualdad y la conservación del medio ambiente eran una parte fundamental del
Consenso. El Consenso de Washington exhortaba a la apertura comercial de los
países al mundo exterior»14, léase a las corporaciones occidentales.
De este modo, era una estrategia que tenía el objetivo de aligerarle a
Occidente el peso de la crisis que se estaba gestando. Como resultado de la
abundante crítica a esta política comenzó la formación del «consenso post-Washington»,
que hizo énfasis en la seguridad social y en la lucha contra la pobreza15.
Lamentablemente, este último pasó inadvertido para los políticos y la opinión
pública rusos.
En apariencia, las reformas eran guiadas por un
grupo de altos funcionarios estatales encabezados por el primer ministro Yegor
Gaidar. Sin embargo, detrás de ellos estaban altos funcionarios del gobierno de
EEUU y un grupo de economistas estadounidenses16. Como lo testimonia
la investigadora estadounidense Janine Wedel, las reformas rusas fueron
elaboradas en secreto, literalmente, por algunos especialistas de la
Universidad de Harvard estrechamente ligados al gobierno de EEUU, y fueron
implantadas en Rusia a través del dirigente clan político de Anatoli Chubáis17.
Por los datos que tenemos, Chubáis tomó oficialmente en puestos directivos del
Comité Estatal de Bienes Públicos a consultores extranjeros, incluyendo a
oficiales activos de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA)18.
Las memorias de Strobe Talbott, asistente del presidente Bill Clinton para
asuntos rusos, no dejan dudas acerca de que la administración estadounidense
veía al presidente Boris Yeltsin como un leal defensor de sus intereses en
Rusia19. Los economistas neoliberales Jeffrey Sachs y Andrei
Shleifer y el jurista Jonathan Hay ejercieron una influencia en la política
económica de Rusia sin precedentes en un Estado independiente: «los consejeros
estadounidenses elaboraron medidas políticas con Gaidar, Chubáis y sus colegas,
que después incluían en los decretos presidenciales. Cada resolución económica
significativa de la presidencia de Yeltsin fue llevada a cabo de ese modo. El
Parlamento fue dejado de lado»20.
Esto se
confirma claramente en las memorias del banquero estadounidense de origen ruso
Boris Jordan21. En el libroConversations on Russia: Reform from
Yeltsin to Putin cuenta que, en septiembre de 1992, fue visitado por
Chubáis, quien dirigía el Comité Estatal de Bienes Públicos, con el pedido de
que elaborase de manera urgente un programa de privatizaciones. La urgencia se
explicaba porque el 9 de diciembre debía abrirse la Asamblea regular de los
Diputados del Pueblo y quería comenzar la privatización antes de esa fecha,
para colocar a los elegidos del pueblo frente al hecho consumado. Un equipo de
expertos occidentales bajo la dirección de Jordan «trabajó día y noche,
literalmente día y noche, quitándole horas al sueño en las oficinas». Pasando
por alto muchas etapas del trabajo, en detrimento de la calidad, los técnicos
cumplieron el plazo y el programa fue lanzado un día antes de la apertura de la
Asamblea. «Lo que mi abuelo no pudo lograr en la época de la guerra civil con
el Ejército Blanco contra los comunistas, lo hicimos nosotros expulsando al
Estado de las relaciones de propiedad», concluye con satisfacción el nieto del
emigrado antibolchevique22. Este episodio elocuente no sólo
testimonia el papel de los titiriteros occidentales entre bambalinas y su
auténtica actitud hacia la democracia, sino que también nos dice que, para
dirigir las reformas en Rusia, estos se guiaban por un sentimiento de venganza
por el terror que habían sufrido frente al comunismo. Sus sentimientos eran
completamente comprensibles. Menos comprensible era la disposición de los rusos
a someterse a esos designios
El
análisis demuestra que en la implementación de las reformas rusas se fundieron
orgánicamente las aspiraciones de la burocracia soviética de transformarse en
propietaria y las aspiraciones de los círculos dirigentes de Occidente de
imponer su sistema de valores a un adversario histórico. Este hecho resulta una
clara afirmación del concepto de «Termidor» empleado por Trotsky en el marco de
varias de sus advertencias sobre un posible renacimiento burgués en Rusia como
producto de las políticas del régimen estalinista23. Esto determinó
el tipo de empresas que surgirían de las reformas.
■■ La naturaleza del nuevo sistema
A comienzos de la década de 1990, en Rusia no había prácticamente una «luminaria » de la economía liberal, ni occidental ni nacional, que no recomendase legalizar el capital en negro. Se afirmaba que en el sistema soviético la gente con capacidad para los negocios sólo podía realizarse en la esfera de la actividad empresarial delictiva. En esencia, en la conciencia de los partidarios de las reformas radicales de mercado, el mundo del delito jugó el papel de constructor de la nueva sociedad capitalista, como en el pensamiento de los marxistas la clase trabajadora juega el rol de principal fundadora del socialismo. Se consideraba que lo fundamental era crear a cualquier precio, lo más rápido posible, una clase de propietarios privados que excluyera la posibilidad misma de la así llamada «revancha comunista». En una etapa ulterior, la «mano invisible» del mercado llevaría a una redistribución de la propiedad desde los empresarios ineficientes hacia los eficientes. La eficiencia económica se garantizaría automáticamente, esto era algo que se daba por sentado. Y esto también determinó el carácter de las privatizaciones, como se puede ver en el informe oficial del Tribunal de Cuentas de la Federación Rusa24. Basta mencionar que el Estado ganó por las privatizaciones menos de 5% del precio de mercado de su antiguo patrimonio25. Las empresas estatales se vendieron a un precio 20 a 30 veces menor que su valor real26.
La esencia
social de las privatizaciones fue evidente: se trató de una expropiación de
derechos de la inmensa mayoría de los rusos en beneficio de una nueva clase de
propietarios conformada por parte de la burocracia, gente instruida y
criminales. En esa misma dirección actuaron también otras orientaciones de las
reformas. Así, la liberalización de los precios y la incipiente inflación
provocaron una desvalorización de los ingresos y de los ahorros de los
ciudadanos comunes. Por consiguiente, tuvo lugar una confiscación de los
ingresos de los trabajadores y de los ahorros en beneficio del naciente gran
capital. El mismo objetivo perseguía la llamada política «de estabilidad
financiera». Las demoras de medio año –y a veces aún más– en los pagos de los
salarios y los recortes de las pensiones y de los subsidios sociales
demostraron claramente a cuenta de quién se llevaba a cabo la lucha contra la
inflación, llamada a estabilizar los beneficios de los capitalistas. Las
privatizaciones, la liberalización y la estabilización financiera, que
presuponía un recorte de los gastos sociales, eran el alfa y el omega del
Consenso de Washington.
Un libro
del sociólogo ruso Vadim Volkov, con el elocuente título Empresarios
violentos: el uso de la fuerza en la creación del capitalismo ruso, está
dedicado a la expansión de los círculos criminales en la nueva economía27.
Sin embargo, en la Rusia actual la violencia como base de la obtención de
ingresos no es patrimonio exclusivo del crimen organizado.
En virtud
de la debilidad de las leyes en la Rusia contemporánea, los derechos formales
de la propiedad no son suficientes si no son reforzados por un control no
formal sobre los activos28. Los propietarios auténticos deben crear
una infraestructura de control, una red de instituciones formales e informales
que les permita influir tanto en el interior como en el exterior de la firma.
Los lazos de la corrupción con el Estado y la violencia criminal son partes
constitutivas fundamentales de esta infraestructura.
En la infraestructura de control sobre las empresas
se pueden separar los elementos externos e internos. Con los primeros se
relaciona el confuso esquema de posesión de activos a través de una cadena de
firmas offshore («nube de offshores», según la
expresión de Iákov Pappe), el lobby de los intereses
mercantiles a través del vínculo con el funcionariado corrupto y la protección
paga –el patrocinio por parte de las fuerzas de seguridad, las empresas de
seguridad privada y las estructuras criminales–. La finalidad principal de los
elementos externos de las estructuras de control es la defensa de la posición
dominante de los grandes capitalistas contra las tentativas de la competencia.
Con los elementos internos de control se relacionan un sistema altamente
centralizado de toma de decisiones administrativas –que excede en mucho los
estándares de los países desarrollados–, organismos de control exagerados y
servicios internos de seguridad. La finalidad principal de estos organismos es
el aplastamiento de los trabajadores asalariados y de la protesta laboral y la
garantía de un control confiable de los grandesinsiders sobre los
flujos de la empresa. De ese modo, las grandes empresas nacionales se
caracterizan por apoyarse en la coerción extraeconómica.
El control
informal sobre los activos en Rusia generó una fuerte inestabilidad de las
grandes empresas. El asunto está en que los derechos de propiedad informales no
pueden ser legalizados ni transmitidos por herencia, pero siempre pueden ser
impugnados. Las olas de redistribución de la propiedad se están desplazando
regularmente por la economía rusa. Su principal instrumento son las absorciones
de los competidores, que incluyen una amplia práctica de incursión criminal. La
inestabilidad de la posición de los grandes negocios limitó la extensión en el
tiempo de su actividad. Como regla, el mecanismo de extracción de la renta
presupone el uso de firmas comerciales ficticias, registradas en offshores,
que permiten, entre otras cosas, la evasión de impuestos.
Rusia es
el único país donde 90% del gran empresariado («ruso»), lo mismo que de la
flota de navieros, está registrado enoffshores, y 80% de las
transacciones de venta de títulos valores se realiza a través de esas
jurisdicciones29 . Según datos del Banco Central de Rusia, la
salida neta de capital del sector privado del país fue, en el periodo
1994-2013, de 580.000 millones de dólares30 . De ese
modo, la salida de capital constituye un rasgo dominante de la economía rusa
tanto en los periodos de crisis como en los de auge. Junto con ello, se
verifica un ingreso de divisas. Así, en 2006 y 2007 el ingreso de capital
superó la salida en 43.700 millones de dólares y 87.800 millones de dólares,
respectivamente31. A la vez, las posiciones principales entre los
inversores extranjeros y la economía rusa las ocupan constantemente los países offshore.
En
paralelo, el mercado interno disminuye a causa del crecimiento de la
desigualdad social. La caída de las inversiones de las compañías es fruto de la
salida de fondos de los grupos dominantes. Este proceso termina de socavar los
ingresos de los pequeños accionistas, de los ejecutivos corrientes y de los
trabajadores y esto alienta diversos tipos de protestas. En respuesta, las
grandes las grandes empresas invierten en la infraestructura de control
necesaria para sofocar el descontento y la inquietud del personal. Todo esto
limita la acumulación de fondos para el desarrollo y socava las inversiones en
la ampliación de las capacidades productivas y la renovación de la producción.
Como resultado, los propietarios de las grandes empresas rusas se aproximan a
una «lumpemburguesía», como llamó Gunder Frank a la burguesía latinoamericana
por su incapacidad de asegurar la modernización de sus países32. Por
la creciente desigualdad y la consecuente reducción del mercado interno, las
expectativas de las ganancias de las corporaciones por sus inversiones en el
sector real bajan considerablemente. Como resultado, las compañías rechazan los
grandes proyectos con plazos prolongados de autofinanciamiento. Pero, en tanto
precisamente esos proyectos están asociados en general al progreso técnico, las
perspectivas a largo plazo del empresariado nacional empeoran. El cortoplacismo
y la tendencia a la extracción de la renta se refuerzan aún más cuanto mayor es
el peligro de una absorción inamistosa por la competencia. Este peligro
aumenta, además, con el crecimiento de las ganancias.
De este modo, la salida de fondos de las empresas
engendra un perjuicio integral de la acumulación de capital de las grandes
firmas rusas. Esto resulta una acción significativa en el proceso de
crecimiento económico y lo acerca al modelo de «implantación del subdesarrollo»
ya mencionado.
El
desarrollo de la economía depende en grado decisivo de una complicada
estructura de precios. Las ramas donde la mejora en los costos por unidad es
mayor obtienen un gran beneficio y, consecuentemente, disponen de las mejores
posibilidades de inversión. La economía rusa representa un clásico ejemplo de
disparidad de precios. En ella se reúnen dos grupos desiguales de sectores:
aquellos cuyos precios crecen relativamente más rápido y los que lo hacen a un
ritmo relativamente más lento que la media. Hoy observamos un aumento descontrolado
de los costos del sector manufacturero y el traslado de capitales de este
sector a las actividades extractivas. Y a través de la sobrevaluación de los
precios en la producción, los capitalistas del sector privilegiado
redistribuyen en su beneficio el capital del sector de las víctimas de la
disparidad. El hecho de que la posición privilegiada en la estructura de
precios esté ocupada por el capital del sector exportador primario refleja el
estatus semiperiférico de la economía nacional. Es notable que en abril y mayo
de 2013, es decir, tres años después de que la economía saliera de la recesión,
casi 40% de las empresas investigadas no realizaba en absoluto inversiones de
capital33.
No son
menos importantes las características cualitativas de esas inversiones. A
finales de 2012, por ejemplo, una de cada cinco empresas rusas requería una
completa modernización de su capacidad productiva, y más de la mitad, una
modernización parcial34. En el mismo periodo, sólo 18,4% de
las organizaciones examinadas realizó inversiones que garantizaran una
modernización significativa de maquinaria. Al mismo tiempo, las inversiones de
más de 40% de las empresas eran insuficientes aun para conservar el nivel de
producción corriente, y sólo eran capaces de garantizar una mejora
parcial o de mantener en el nivel alcanzado la capacidad productiva35.
Como
resultado, los bienes de capital de la economía rusa envejecieron notablemente36.
De este modo, las grandes empresas rusas –y las de todos los países de la CEI–
se caracterizan por apoyarse de forma semifeudal en la coerción, un horizonte
temporario de corto plazo, ingresos rentistas e inversiones menguantes.
■■ Conclusión
En contra de las amplias expectativas de la opinión pública, las reformas del mercado en los Estados postsoviéticos no lograron conducir a la prosperidad y al crecimiento del bienestar de su población. Casi un cuarto de siglo después del comienzo de las transformaciones, resulta claro que en los territorios de la CEI se consolidó el típico capitalismo periférico. Esto lo testimonia la caída del sector manufacturero en provecho del extractivo; la exportación de producción con un bajo nivel de elaboración de la materia prima y la importación de bienes con mayor valor agregado; la salida sistemática y en gran escala de capital; el empobrecimiento masivo de la población y la formación de un ejército industrial de reserva barato; la formación de un capital que tiene el deplorable rol de intermediario en la explotación de recursos naturales y de la población de sus países en beneficio de los intereses del centro del capitalismo mundial.
La
implantación del subdesarrollo en los países de la CEI ocurrió como resultado
de las radicales reformas de mercado dirigidas y controladas por Occidente.
Para ello, se aprovechó la degeneración de la burocracia soviética, parte de la
cual actuó en provecho de las transformaciones capitalistas, tratando de
apoderarse de parte de la propiedad estatal. El contenido social de las
reformas, está claro, fue la implantación de elites prooccidentales
provenientes de la burocracia local y del medio criminal.
Semejante
contenido de las reformas predeterminó también la naturaleza de las grandes
empresas en las naciones postsoviéticas. Los negocios en estos países se basan
en el control informal de las empresas. Esto significa que no basta con poseer
derechos jurídicos sobre ellas: es necesario también disponer de vínculos
estables con funcionarios estatales de alto rango u ocupar uno mismo un puesto
estatal de responsabilidad. Además de eso, es preciso contar con protección en
alguna persona de tal o cual organismo de seguridad. Sin embargo, y disponiendo
de esas condiciones, nadie está asegurado contra la incursión criminal de parte
de los grupos de capital más fuertes. La sistemática amenaza de pérdida de las
grandes empresas genera una orientación hacia la obtención de ingresos a corto
plazo a cuenta de la salida de los activos financieros de las empresas. El
carácter «comprador» de las grandes empresas en los países de la CEI se muestra
en el egreso a gran escala de capital hacia los países del centro del
capitalismo mundial. La extracción sistemática de la renta de los grupos
dominantes socava los ingresos de los asalariados, que recurren en respuesta a
diversas formas de latrocinio. Los propietarios libran una lucha sin cuartel
contra las malas prácticas por parte del personal, centralizando la dirección y
aumentando los servicios internos de seguridad. La salida de capitales de las
empresas y su colocación en Occidente, el pago de «gente necesaria» en el
aparato del Estado y el aumento de los servicios internos de seguridad socavan
el proceso de acumulación de capital en las economías de los Estados
postsoviéticos. Esto se expresa en el estado lamentable del fondo de capital
fijo.
Por eso
sostuvimos que las reformas económicas en el área postsoviética se presentan
como un caso típico de «implantación del subdesarrollo». En el curso de estas
transformaciones ocurrió la consolidación de un capital auténticamente
«comprador» en los nuevos Estados. Con sus intereses económicos, está ligado a
los intereses del capital de los países capitalistas desarrollados, como su
socio menor. Esta clase dirigente alcanza el enriquecimiento gracias a la
ejecución de su función primordial, la de intermediaria en la transferencia de
una parte importante del fondo de plusvalía generado por el trabajo de su
población al centro del capitalismo mundial. Por eso no puede asegurar la
modernización de la economía ni mejorar el bienestar interno: las inversiones
necesarias y los salarios dignos no son compatibles con la salida a gran escala
de capital. De esa fuente procede también el carácter autoritario de las
grandes empresas en los Estados postsoviéticos. Sólo la fuerza, o la
amenaza de su ejercicio, permiten el disciplinamiento de los trabajadores, en
contextos de reducción sistemática de sus salarios y constante falta de
inversión.
De lo
dicho se desprende que las economías postsoviéticas tienen un potencial de
modernización muy bajo y no pueden garantizar la seguridad externa de sus
países. Las clases dirigentes sirven en gran medida a los intereses de sus
protectores del otro lado del océano. Mientras tanto, en las condiciones de la
crisis económica mundial que se ha desarrollado, las relaciones internacionales
en el espacio postsoviético, y en el perímetro de sus fronteras, se han tensado
gravemente.
1. A. Gunder Frank: «The
Development of Underdevelopment» enMonthly Review vol. 18 No 4,
1966, pp. 17-31. [Hay edición en español: «El desarrollo del
subdesarrollo» en Pensamiento CríticoNº 7, 8/1967, pp. 159-173]. A.
Gunder Frank: A Dependent Accumulation and Underdevelopment,
Macmillan, Londres, 1978.[Hay edición en español: Acumulación
dependiente y subdesarrollo, Era, México, df, 1979].
2. V. Chasovski: «Promyshlennost stran sng v
usloviaj transitivnoi ekonomiki» [La industria de los países de la cei en las
condiciones de una economía en transición] en Izvestia ran No
5, Serie Geográfica, p. 43.
3. Comité Estadístico Interestatal de la cei: Comercio
exterior de los países de la cei y de la ue 2009- 2012. Guía estadística,
Moscú, 2013, p. 29. 4. Ibíd., p. 31.
5. Confederación General de los Sindicatos -
Departamento de Defensa de los Intereses Socioeconómicos de los Trabajadores: O
polozhenii v oblasti oplaty truda v gosudarstvakh sodruzhestva, solidarnoi
posizii y deistviiakh porfsoiuzov po zaschite interesob trudiaschikhsia [Informe
sobre la situación salarial en los Estados de la Comunidad (cei), la
solidaridad y las acciones de los sindicatos en defensa de los intereses de los
trabajadores], Moscú, 2008.
6. Credit Suisse Research
Institute: Global Wealth Report, Credit Swiss ag, Zúrich, 2013, p.
53, disponible en <https://publications.credit-suisse.com/tasks/render/file/?fileid=bcdb1364-a105-
0560-1332ec9100ff5c83>.
7. El concepto de «clase compradora» o «burguesía
compradora» refiere al grupo social que se beneficia de su relación con los
inversionistas extranjeros y colabora con ellos en su país. Fue utilizado por
Mao Tse-tung en su análisis de clase de la sociedad china (1926) y por el
ecuatoriano Agustín Cueva. «Comprador» remite en este caso a un significado en
desuso registrado por la Real Academia Española («comprador: criado o mozo destinado
a comprar diariamente los comestibles necesarios para el sustento de una casa o
familia») [N. del E.].
8. L. Trotsky: La revolución traicionada y
otros escritos, ceip, Buenos Aires, 2014.
9. Ibíd.
10. D. Lane: Elites
and Classes in the Transformation of State Socialism, Transaction, New
Brunswick- Londres, 2011.
11. S. Ménshikov: The
Anatomy of Russian Capitalism, Executive Intelligence Review News Service,
Washington, dc, 2007, p. 9.
12. D. Lane: ob. cit., p.
43.
13. Michel Chossudovsky: The
Globalisation of Poverty: Impact of imf and World Bank Reforms, Zed Books,
Londres-Nueva Jersey, 1997.
14. Narcís Serra, Shari
Spiegel y Joseph E. Stiglitz: «Introduction: From the Washington Consensus
towards a New Global Governance» en N. Serra y J. Stiglitz (eds.): The
Washington Consensus Reconsidered: Towards a Global Governance, Oxford
University Press, Oxford, 2008, p. 6.
15. N. Serra y J. Stiglitz (eds.): ob. cit.
16. Simon Pirani: Changes
in Putin’s Russia: Power, Money and People, Pluto Press, Londres, 2010, p.
24.
17. J.R. Wedel: Collision
and Collusion: The Strange Case of Western Aid to Eastern Europe, Palgrave-
Macmillan, Nueva York, 2001; v. en especial el capítulo iv, «A Few Good
Reformers: The Chubais Clan, Harvard and ‘Economic Aid’».
18. Por ejemplo, por el decreto No 141 del Comité
Estatal de Bienes Públicos, designó a Jonathan Hay, ciudadano estadounidense y
acusado de ser un colaborador activo de la CIA, jefe del Departamento de Ayuda
Técnica Extranjera y Peritaje y segundo del comité en la comisión de expertos
cuyo jefe era el propio Chubáis. Esta comisión estaba facultada para examinar
los proyectos de decretos del presidente de Rusia, las resoluciones del
gobierno y las disposiciones del presidente y del vicepresidente del Comité
Estatal de Bienes Públicos de la Federación de Rusia. Para una crónica del
golpe de Estado de la década de 1990 y las acciones dolosas del grupo de
Chubáis, v. <www.uznai-pravdu.
ru/forum/viewtopic.php?t=2897&sid=af4b02eedc9fa06d5e4d60538484c603>
(en ruso), fecha de consulta: 22/1/2011.
19. S. Talbott: The
Russia Hand: A Memoir of Presidential Diplomacy, Random House, Nueva York,
2002.
20. Ibíd., p. 27.
21. Padma Desai: Conversations
on Russia: Reform from Yeltsin to Putin, Oxford University Press, Oxford,
2006, pp. 291-293.
22. Ibíd., p. 192.
23. L. Trotsky: ob. cit.
24. S. Stepashin (ed.): Analiz protsessov
privatizatsii gosudárstvennoi cobstvénnosti v Rossiískoi Federatsii za period
1993-2013 [Análisis de los procesos de privatización de la propiedad
estatal en la Federación de Rusia en el periodo 1993-2013], Olita, Moscú, 2004.
25. S. Menshikov: Anatomíia rússkogo
kapitalizma [La anatomía del capitalismo ruso], Mezhdunaródnie
Otnoshenia, Moscú, 2004, pp. 61-62.
26. V. Volkonski: Institutsionalnie
problemy rosiiskij reform[Problemas institucionales de la reforma rusa],
Dialog-mgu, Moscú, 1998, pp. 12-13.
27. V. Volkov: Violent
Entrepreneurs: The Use of Force in the Making of Russian Capitalism,
Cornell University Press, Ithaca, 2002.
28. R. Kapeliushkikov: «Krupneishie i
dominiruiushie constvenniki v rossiiskoi promyshlennosti; svidetelstva monitoringa
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monitoreo de la reb] en Voprosy ekonomiki No 10, 1999; Iákov
Pappe: «Rossiiski krupni biznes kak ekonomicheski fenomen: ossobenosti
stanovlenia i sovremennogo razvitia» [Las grandes empresas rusas como fenómeno
económico: particularidades de su consolidación y su actual desarrollo] en Problemy
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ekonomicheski fenomen: spetsificheskie cherty, modeli ego organizatsii» [Las
grandes empresas rusas como fenómeno económico: rasgos específicos, modelos de
su organización] enProblemy prognozirovania No 2, 2002; A.
Radiguin: «Sobstvennost i integratsionnie protsessi v korporativnom sektore
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corporativo (algunas nuevas tendencias)] en Voprosy ekonomikiNo 5,
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Russian Companies: New Trends and Factors, suhse, State University / Higher
School of Economics, Moscú, 2005.
29. V. Demin: «Offshory – realnaia ugroza
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para la seguridad económica de Rusia] en Prosvet, 2010, <www.prosvet.su/articles/ sec/offshore_articule2/>.
30. Banco Central de la Federación de Rusia:
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2014, disponible en <www.cbr.ru/statistics/print.aspx?file=credit_statistics/
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Central de la Federación de Rusia: «Ingreso y egreso neto del capital del
sector privado en el periodo 2005-2013 y 1o y 2o trimestres de 2014 (según
datos de la balanza de pagos de la Federación de Rusia», 2014, disponible en
<http://cbr.ru/statistics/print.aspx?file=credit_statistics/capital_new.htm&pid=svs&sid=
itm_18710> (en ruso), fecha de consulta: 15/7/2014.
31. Banco Central de la Federación de Rusia:
«Ingreso y egreso neto del capital del sector privado en el periodo 2005-2013 y
1o y 2o trimestres de 2014 (según datos de la balanza de pagos de la Federación
de Rusia», cit.
32. A. Gunder Frank: Lumpen-Burgeoisie:
Lumpen-development, Dependence, Class and Politics in Latin America, Monthly
Review Press, Nueva York, 1972. [Hay edición en español:Lumpemburguesía:
lumpendesarrollo. Dependencia, clase y política en Latinoamérica, Laia,
Barcelona, 1972].
33. D. Kublin, R. Galetskaia y A. Moiseev:
«Rossiiskie predpriatia vesnoi 2013 g.: vosstanovlenie investitsionnoi
aktivnosti i rost zakupok zarubezhnoi tejniki» [Las empresas rusas en la
primavera de 2013: recuperación de la actividad inversionista y crecimiento de
las compras de tecnología extranjera] en Problemy prognozirovania No
6, 2013, p. 128.
34. D. Kublin y A. Moiseev: «Rossiiskie predpriatia
v kontse 2012 goda; rabota v usloviaj znachitelnoi ekonomicheskoi
neopredelennosti» [Las empresas rusas a fines de 2012: el trabajo en
condiciones de una gran incertidumbre económica] enProblemy prognozirovania No
3, 2013, p. 141.
35. Ibíd., p. 142.
36. A. Kornev: «Potentsial obnovlenia
proizvodstvennogo apparata realnoi ekonomiki» [Potencial de renovación del
aparato productivo de una economía real] en Problemy prognozirovania No
3, 2013, p. 66.