Derechos civiles, entre leyes y barricadas
por Pablo Stefanoni
La “barricada” no planificada entre
María Galindo y el vicepresidente Álvaro García Linera tiene muchas claves de
lectura, desde el plano “estético” y político, María Galindo debía evitar ver
disminuida la imagen de activista antisistema que la acompaña en sus acciones y
performances de denuncia al estar hablando de tú a tú con el segundo
mandatario. Por su parte, el Vicepresidente debía hablar como integrante de un
gobierno con múltiples posiciones respecto a los temas ético-morales.
Las reivindicaciones de las llamadas
“minorías sexuales” han logrado hoy en día inéditos avances, uno de los más
visibles corporizado en el llamado “matrimonio igualitario” ya aprobado en
varios países, incluso de América Latina. El artículo de Bruno Bimbi publicado
en el último número de Nueva Sociedad es muy ilustrativo en varios aspectos.
Uno que quiero destacar acá es la necesidad de que los movimientos LGBT se
preparen de manera más consciente y sofisticada para dar batalla por los nuevos
derechos. El paralelo que Bimbi realiza con el apartheid contra los negros en
EEUU es muy apropiado para un país como Bolivia. En su texto, Bimbi —quien
participó en la primera línea de la lucha por el matrimonio en Argentina—
muestra que la filósofa Hannah Arendt se opuso a la puesta en pie de colegios
mixtos (entre niños blancos y negros) por métodos policiales, y se enfocó en la
necesidad de legalizar los matrimonios interraciales como un paso más decisivo
en la lucha contra el racismo tanto del Estado como de la sociedad. Esa
preparación de los colectivos LGBT incluyó lecturas, estrategia, respuestas a
los principales argumentos de los detractores, búsqueda de aliados en todos los
espectros ideológicos, análisis de las experiencias en otros países, tácticas
publicitarias para generar “hechos” favorables a la causa, etc.
En el caso de María Galindo, ella se
opone al matrimonio igualitario porque considera que es “una lucha conservadora
y equivocada porque implica asimilarse al modelo burgués del núcleo familiar”.
Por eso, su propuesta, en el diálogo con García Linera, fue la realización de
una encuesta entre los diputados sobre la homofobia.
En el caso boliviano, la resistencia
(y las tensiones entre visiones progresistas/populares) es un aspecto que no se
puede dejar de lado. Ningún gobierno va a avanzar en una medida que genere un
revuelo entre sus propias bases sociales. Y hoy la mezcla de catolicismo,
evangelismo y pachamamismo constituye un tejido de significaciones fuertemente
conservador que hace más necesaria aún estrategias más inteligentes y
efectivas, al menos para quienes sí quieren avanzar en el terreno
institucional.
El caso argentino muestra muy bien los
efectos performativos de la ley. Como señala Bimbi en su artículo, hoy la
homofobia se volvió políticamente incorrecta. No es poco.
Creo que más que una encuesta,
para mostrar que la mayoría de los diputados y diputadas son muy
conservadores/as, homofóbico/as y posiblemente que saben poco del tema y están
llenos/as de prejuicios, es necesario un trabajo político con esos y esas
“honorables” para ir avanzando en la guerra de posiciones contra los
conservadores. Desarticular el discurso identitario que dice que la
homosexualidad no tiene nada que ver con las costumbres ancestrales (argumento
que en África lleva a los peores crímenes homofóbicos) requiere estudio, estrategia
y mucho trabajo. Pero también discusiones en todos los niveles y poner de
relieve las contradicciones de quienes luchan contra la discriminación. Y
ojalá haya más “barricadas”, de María Galindo, y de otros activistas. Pero
también reuniones aburridas donde diputados y diputadas, ministros y ministras
se informen acerca de estos temas sobre los que deben legislar. Sin duda,
Bolivia es más diversa de lo que muchos creen. Y la lucha es porque todas esas
“diversidades” entren en el Estado Plurinacional, no solamente el
étnico-culturales.