Elogio de la subjetivación
por Mariana Cantarelli
A
la memoria de Ignacio Lewkowicz
Seguramente uno de los libros más leídos de Ignacio
Lewkowicz sea Pensar sin Estado. La
subjetividad en la era de la fluidez. Publicado en 2004, reúne conferencias
y artículos escritos entre 1994 y 2003. Como se intuye al leerlo, no se trata
solamente de un libro que compila
trabajos pre-existentes sino de una edición muy corregida en ocasión de la
publicación. Casi vuelto a escribir, se podría decir. Esta fina corrección subraya
el desplazamiento en la posición de Lewkowicz -a lo largo de esos diez años- en
torno de las formas de pensar las transformaciones epocales y subjetivas que,
por otra parte, se coronan con la atractiva y sugerente era de la fluidez. Sin embargo, una misma operación se expone en
cada capítulo y ofrece un modo de pensar en un contexto de cambios y
alteraciones.
Teniendo en cuenta esto, me interesa detenerme en
estas breves notas en esa operación de pensamiento que se expone en Pensar sin Estado, tal vez en su mayor
sofisticación, pero que también es representativa del pensamiento de Lewkowicz
y lo liga con su formación historiadora.
Vayamos por partes. En primer lugar, esa operación
de pensamiento tiene, al menos, dos procedimientos. El primero es netamente
historiador. Como le gustaba decir a Lewkowicz, el campo de pensamiento del
historiador no es el pasado sino el cambio social. El pasado, entonces,
funciona como el terreno de entrenamiento o la pretemporada donde el historiador
(o aquel que pretenda pensar históricamente) forja herramientas para dar cuenta
del cambio social actual. Como destacó con maestría el historiador italiano
Benedetto Croce, toda historia es
historia contemporánea. Así definida, esa visita por el pasado funciona
como una suerte de historia comparativa al servicio de indagar, problematizar,
teorizar las alteraciones actuales.
Cuando leemos Pensar
sin Estado, esa operación salta a la vista. No importa si es la familia o
la escuela, el Estado o cualquier otra institución, la pedagogía o el
psicoanálisis, el imperativo lewkowiano es categórico: historizar. En otro
orden de cosas, se podrá objetar que este imperativo lo lleva y nos lleva, a
veces, a destacar la novedad sin registrar la presencia de lo viejo. O más
precisamente, la forma en que el resto
sigue operando en las nuevas configuraciones. Creo que es el costo que Lewkowicz
paga, a sabiendas, por lanzarse a pensar lo acontecimental. Sin embargo,
sospecho, nos queda una tarea al respecto: pensar lo nuevo pero también ese resto. En otros términos, la familia, la
escuela o la infancia (modernas) no murieron. Esto tampoco implica que “gozan
de buena salud”. Sin embargo, es necesario pensar ese juego complejo e
inquietante entre lo viejo y lo nuevo. Forma parte de la cosa.
En segundo lugar, Lewkowicz no se contenta en Pensar sin Estado con describir la
destitución, el desfondamiento o inclusive avanzar en la mismísima noción de
fluidez, como el concepto que teoriza sobre lo que hay y no sobre lo caído.
Este partido, por llamarlo de algún modo, tiene un segundo tiempo. Más aún, la
estrategia del primer tiempo trabaja para llegar entero al segundo. Siendo un
historiador de la subjetividad, Lewkowicz se pregunta por la construcción de la
subjetividad socialmente instituida en cada situación y por sus estrategias de
subjetivación. En este sentido, la pregunta por la variación epocal es una
interrogación por la variación de las condiciones para la subjetivación. En
definitiva, se trata de un pensamiento obsesionado por la posibilidad de subjetivación
en complejas condiciones y escalas distintas. A riesgo de simplificar, esta
pregunta tal vez sea la pregunta que recorre cada uno de los capítulos de Pensar sin Estado y más en general la
obra de Lewkowicz. Se trata de un elogio invariante por la subjetivación.
Ahora bien, este elogio vale ser re-pensado en el contexto
en el que fue editado Pensar sin Estado.
Si bien los textos que componen el libro en general son previos a la crisis de
2001, no hay dudas de que este volumen no es solo cronológicamente post-2001.
Es cierto que se trata de un post-2001 distinto al de Sucesos argentinos. Cacerolazo y subjetividad postestatal,
publicado en el 2002 y muy pegado a la coyuntura 2001. Sin embargo, hay un tono
post-2001 que recorre el libro. Quemamos las naves, parece decir Lewkowicz. En
este contexto, la pregunta por la subjetivación adquiere su clímax. Si el
post-2001 pone en cuestión las (ahora) viejas estrategias de subjetivación, Pensar sin Estado se convierte en un
elogio de la subjetivación contemporánea cuando problematiza las nuevas condiciones
para la subjetivación. Sin grandes gestos, el historiador nos recuerda que la
vida continúa. Si esto nunca es poco, menos aún en ese marco.
Pero este elogio de la subjetivación, en tiempos de
fluidez, no podría prescribir una regla para la subjetivación. Más bien, es una
operación de pensamiento desdoblada (los dos tiempos de un mismo partido:
historización de las condiciones e indagación de estrategias de subjetivación)
que no contempla formas ni contenidos establecidos. Para algunos, será anti o
post-institucional; para otros, institucional e inclusive estatal. En cualquier
caso, pensar sin Estado es una suerte
de aforismo que invita a pensar la subjetivación en nuestras condiciones. De
esta manera, y como se lee en Pensar sin Estado,
no hay superficie de emergencia privilegiada para la subjetivación hoy.
Si el pensamiento de Lewkowicz en Pensar sin Estado puede ser leído como
un elogio de la subjetivación, es decir, como esa lectura desesperada e incesante
por la subjetivación, podríamos concluir que la historia es, para este
historiador, la historia de la subjetivación. Y siguiendo a Friedrich Nietzsche
en la Segunda consideración intempestiva, la historia de la subjetividad
de Lewkowicz (como elogio de la subjetivación) puede ser entendida como una
historia útil para la vida.