Las Drag Queens del Altiplano

por Verónica Gago

Foto: Constanza Niscovolos

Llegan rápido, cargadxs de bolsas de nylon, de distintas partes del conurbano y barrios de la capital. Se meten en los baños, ahora vestuarios del Anfiteatro Eva Perón del Parque Centenario.  Van saliendo de esos espacios minúsculos, chicas y chicos, transformadxs. Tacos y botas altas, polleras bordadas, cintas que entretejen el pelo en colas tirantes, sombreros con flecos, guantes y corsets alumbrados de lentejuelas. Frente al espejo queda la tarea de aplicar abundante maquillaje y una brillantina mágica que se pega a los cuerpos morenos de bailarinas y bailarines de Bolivia, migrantes en Buenos Aires o hijxs de migrantes, que se preparan para danzar tinku, saya, cueca boliviana, caporal, morenada y malambo. Una de las más jóvenes mientras se termina de ajustar la faja tradicional a su pollera cochala canta ²Salando las heridas²de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, componiendo una de esas postales que engolosinan a los antropólogos que gustan de lo híbrido.

Sin embargo, las que hacen su transformación a la vista de todos son Carlos Parra que deviene París Galán y su compinche, Macarena Galán. Macarena la asiste primero a París y la transforma en una altísima y despampanante bailarina queer, una verdadera drag queen del Altiplano. Ellas son parte de la Familia Galán: ²Nos decimos familia porque hacemos todo juntas. Usamos la definición de Julieta Paredes, que dice que la familia es una comunidad afectiva de lazos y complicidades que no necesariamente necesita de un componente biológico² explica París mientras prueba sus pestañas inmensas, negro azabache, que las baja y las sube con lentitud cinematográfica. Los nombres de la familia genérica despliegan atributos y afinidades con sorna: sus miembrxs se llaman Letal, Fatal, Vicio, Delito, Krisis, Fascinación, Pluma, entre otros  bautizos igualmente contundentes de esa vida nueva que han elegido.


Las drag queens andinas

Las travestis de Bolivia irrumpieron en el carnaval de Oruro en los años 70, pero rápidamente llegaron a la fiesta del Gran Poder en La Paz. Confeccionando sus propios trajes, mixturaron las ropas tradicionales con una estética de osadía espectacular para hacer temblar el calendario festivo: botas más altas de lo usual que trepaban por encima de las rodillas, minifaldas cortísimas; encaje y lentejuelas como materiales dilectos, maquillaje recargado. Las modelos que fueron la inspiración eran igualmente heterodoxas: la cantante María Félix, la rumbera Ninón Sevilla y la vernácula Moria Casán. Se inauguraba así la figura de la ²China morena², una nueva bailarina del tradicional baile de morenada, abriendo el escenario a las primeras travestis.

Barbarella en La Paz y Ofelia en Oruro fueron las precursoras, las que hoy todo el mundo recuerda. Así lo cuenta David Aruquipa, Varinia Oros y Cleverth Cárdenas, de la Comunidad de Investigación Diversidad, a cargo de la investigación del libro “La China Morena: Memoria Histórica Travesti”. Es este libro el que la familia Galán presentó en La Cazona de Flores en Buenos Aires, invitadxs por el Colectivo Simbiosis Cultural, y al cual coronó con una gira de bailes y presentaciones, una de ellas en el Parque Centenario, conmemorando una fecha patria (o mejor dicho: matria, como se bromea en el camarín).

Escribe Aruquipa, Oros y Cárdenas que fueron las intervenciones travestis “las primeras interpelaciones y transgresiones del sistema patriarcal” en un espacio tan popular como el de las fiestas callejeras en Bolivia. Se hicieron visibles nada más y nada menos que en uno de los espacios de mayor peso social en la vida andina. La investigación-libro, que hoy se vende en Buenos Aires, compila una serie de entrevistas a distintas travestis que ahora suman seis o siete décadas sobre sus valientes cuerpos. El libro tiene además una enorme riqueza fotográfica y de archivo histórico que permite ver, como en un film, esas apariciones lujosas y celebratorias, coloridas aunque algunas se estampen en blanco y negro.


El beso de la mujer araña

Cuenta la historia que el dictador Hugo Bánzer Suárez quedó deslumbrado por Barbarella, cuando la vio entrar en uno de los bailes por las calles empinadas de la capital paceña. Barbarella, viendo la fascinación del entonces presidente, se acercó y lo besó. El éxtasis del mandatario fue comentado en todo el país y se dispersó como pólvora. Cuando le informaron a Bánzer que Barbarella era una travesti, parece que la única manera de sacarse la furia y la vergüenza que dijo sentir fue decretar la prohibición del ingreso de las travestis en la Asociación de Conjuntos Folklóricos de La Paz. Se desató entonces una cruel persecución y represión de esos cuerpos que despertaban un pertubador deseo hasta en el dictador de turno. “Por el beso de Barbarella, que en una entrada del Gran Poder se atrevió a dar al presidente Hugo Bánzer Suárez en el período de la dictadura militar, las travestis fueron prohibidas de bailar en las entradas folklóricas de todo el país. Así surgió la resistencia que no impidió que estas personas fueran parte de las expresiones de la cultura boliviana, aún con la prohibición”, cuentan los investigadores.

²Ese fue nuestra salida del closet, en plena dictadura², recuerda París ahora, haciéndose cargo de la historia del movimiento, mientras se calza su traje que eligió componer con los colores de la bandera boliviana para “volverla realmente diversa”. Se ríe, pestañea largo de nuevo y maneja de aquí para allá el cetro de los reyes morenos que la vuelven una reina patriótica desacatada, mientras rememora con orgullo el espíritu anti-dictatorial de sus antecesoras.

París hace todo a la vista de una de sus hermanas, dieciocho años mayor, que la sigue en cada presentación que puede y que desde hace décadas vive en Buenos Aires. Su sobrina también está ahí: chequea que no le falte nada, que todo brille. Y en un instante resuelve rápido, con un alfiler de gancho, un elástico que se rompe del traje. Y así ella, rodeada y hermanada, va convirtiéndose y preparándose para danzar.

París es la menor de once hermanos. ²Tenía seis años y usaba todas nuestras blusas y zapatos. Mi mamá se dio cuenta enseguida y la apoyó siempre², cuenta la hermana mayor, dando a entender la sabiduría y la complicidad anómala pero posible en una familia tradicional, en una sociedad tradicional. París estudió para ser profesora de francés, de allí el amor por la ciudad luz con la que se identifica.

Tomar la calle y convertirla en escenario

A la China Morena también se la conoce como la Ñaupa Chola, nombre que representaba tradicionalmente la única figura femenina del baile de la Morenada. China refiere a la hembra en quechua y Morena feminiza ese baile predominantemente masculino. Al punto tal que esa figura, antes de los 60, siempre era encarnada por un varón disfrazado de mujer. Luego cobra otro protagonismo porque empieza a ser utilizada por las travestis, como modo de imponer su performance en un escenario a la vez polémico pero cada vez más legitimado. Hoy esa figura es bailada tanto por mujeres como por travestis. Las travestis, comentan París y Macarena, alteraron definitivamente la estética folklórica boliviana, valiéndose de tácticas diversas según los momentos, propagando un modo de resistencia festiva y de contaminación en la tradición.

En Buenos Aires, hicieron su aparición recién el año pasado. Se vio a las Chinas Morenas en la fiesta del barrio Charrúa y luego en el desfile de Avenida de Mayo.
El paso final de París es subirse a las botas de treinta centímetros, plataforma y charol que ajusta y afina los gemelos. Macarena hace retoques sobre la trenza larga y rubia, coronada con sombrero rojo y plumas.

Quienes deambulan por los camarines del Eva Perón las miran con naturalidad, sólo deteniéndose en los detalles del vestuario que es lo que va a lucirse con los movimientos escénicos y lo que condensa todo un juego de diferencias y desplazamientos.

Llega la hora y ellas entran, serpenteando entre una compañía de baile que ya está moviéndose a la vista de cientos de personas, bajo el cielo oscuro del anfiteatro. Sobresalen por su altura pero saben componerse con el resto de los danzantes sin dejar de diferenciarse. Van y vienen, cosechan aplausos. La China Morena despliega su historia y su memoria travesti ahora en Buenos Aires. Como toda familia experimental, tiende a la expansión transfronteriza, por eso Macarena y París festejan ya tener unx miembrx más de lxs Galán en estas tierras.