Una breve opinión de Marx sobre la Argentina
por Raimundo Dreiklang
¿De qué manera interpretaría Carlos Marx a la Argentina
de ayer y hoy? El pasado es un tiempo relativamente fácil de interpretar, pero
el presente es aún más complejo. Tampoco es un intento de hacer historia contrafáctica
del pensamiento al exigirle al filósofo alemán analizar nuestro país como si
estuviese vivo. Sino que, apoyándonos en el pensamiento que vive en su
extraordinaria obra, intentaremos como aporte analizar brevemente la Argentina
desde los ojos y la pluma del padre del socialismo científico.
Carlos Marx, como bien sabemos, es un filósofo nacido en
la vieja Prusia del siglo XIX, más precisamente en la ciudad de Trier, el 5 de
mayo de 1818, hace casi dos siglos. Su pensamiento ha atravesado radicalmente
el mundo político, cultural e intelectual a escala mundial durante más de una
centuria. Si hubo una guerra de los Cien Años en Occidente esa fue la que se
inició por culpa de su obra y su visión realista de la historia. Los más ortodoxos
nos dirán materialista dialéctico. Efectivamente, lo más realista que puede
ofrecer la filosofía universal es, sin duda, el materialismo histórico-dialéctico.
De aquí, de este enorme y colosal pensamiento ha surgido una notable caja de
herramientas repletas de conceptos y categorías para analizar tanto el pasado
como el presente que avizoramos.
Esto nos anima a poder pensar un país como la
Argentina, atravesada a cuerpo entero por la división internacional del trabajo
y una lucha de clases que preexistió antes de la configuración del Estado
moderno burgués a partir de 1852 con la Batalla de Caseros y 1853 con la
constitución liberal-burguesa de Juan Bautista Alberdi. El proceso
civilizatorio que miraba el horizonte europeo puso en marcha la lógica del progreso
periférico, donde se instaló la matriz agroexportadora, reproducida en toda
América Latina, donde la Argentina se incorporara con laureles al mercado mundial como abastecedora de materias primas
del imperio británico.
“El motor
de la historia es la lucha de clases” sostenía Marx, y para la Argentina
que iniciaba sus primeros pasos en el mundo capitalista, llegaría con una
demanda creciente de volúmenes de fuerza de trabajo inmigrante europea, una
mezcla de superestructura ideológico-cultural y base económico-social para levantar
los cimientos de este capitalismo neocolonial, funcional a la centralidad
industrial británica durante el siglo XIX y principio del siglo XX. La
generación del ’80 como élite intelectual y política generó las condiciones ideológicas
para establecer las bases sociales del trabajo para su explotación,
fundamentalmente en el sector rural. La inmigración fue posible a partir de
esto y como consecuencia del exterminio como parte de la política para la
organización del aparato estatal con la llamada “conquista
del desierto” entre 1833 y 1885 a partir de Juan Manuel de Rosas y que
culminaría con el genocidio sistemático a los Pueblos Originarios con Julio
Argentino Roca.
Sin embargo, el pensamiento de Marx en la joven Argentina
no se leería hasta 1870, a diferencia del liberalismo o el iluminismo europeo
que marcaron a fuego el pensamiento de esta clase intelectual, acorde con sus
objetivos políticos en la formación del Estado nacional. El marxismo, solo
sería conocido a partir de Hegel y Schelling a través de la del pensamiento de Alberdi,
desde el idealismo alemán y la noción de dialéctica. El contexto de conflicto
para dirimir la hegemonía burguesa nacional que tendrá como triunfante a la
clase dominante porteña, hará que a partir de la segunda mitad del siglo XIX
empezara a circular los primeros esbozos del marxismo por medio de la prensa y los
exiliados de la Comuna de París que llegarían a
Buenos Aires en 1871. Marx estaría al tanto de esto gracias a los
informes que desde Buenos Aires dirige Raymond Wilmart, su enviado directo al
país en 1873, con el que tenía un contacto fluido a través de las cartas que
éste le enviaba con frecuencia. Pero a pesar de
este intercambio epistolar con su referente, Marx no desarrollaría una tesis respecto
a la situación particular de la Argentina en este periodo. Quizás en esa última
década que vivió, su pensamiento estuvo abocado a su trágico periplo que lo
hizo testigo, no sólo de la consolidación del régimen capitalista, sino de sus
últimos días en la cuna del capitalismo industrial que tanto estudió y derramo
tinta, que fue Inglaterra.
Como observamos, pese a que el
pensamiento de Marx ha tenido una temprana recepción en nuestro país, llegaría a posteriori de las corrientes que
dominaron las revoluciones anti-absolutistas y anti-feudales en el viejo
continente. Era más que lógico que penetrase con éxito el paradigma de la
dominación capitalista y la filosofía del librecambio, teniendo en cuenta la
visión etapista que habita en la teoría del viejo Marx, donde tienen que
cumplirse los estadios evolutivos dentro del desarrollo de las fuerzas
productivas. Esto está mejor explicitado en la dura crítica que hace sobre
Simón Bolívar y la cuestión en América Latina en 1858, desconociendo en
profundidad la contradictoria realidad postcolonial que atravesaba esta parte
del continente.
Pero el marxismo empezaría a madurar
a partir de la consolidación del Estado burgués de la mano de Roca, quien
durante su gobierno, afirmó la hegemonía de la clase terrateniente cristalizado
en el Partido Autonomista Nacional (PAN) que dominó la escena política de ese
entonces, en un contexto social donde comenzó a surgir el movimiento obrero que
nucleaba a las inmigrantes y que irían constituyendo los primeros gremios y
sindicatos que los nuclearían de modo incipiente. Su prematura praxis como
clase era inorgánica y carecía de organización sindical. Sus luchas eran
reivindicaciones por la reducción de la jornada a 8 horas y una mejora
salarial, pero éstas funcionaban desarticuladamente y su lucha se veía
atomizaba. Durante finales del siglo XIX y principio del XX se articulan como
la columna vertebral de la clase obrera. Un ejemplo de esto fue la creación de
la FOA (Federación Obrera Argentina) el 25 de mayo de 1901, la primera y más
importante organización de clase que aglutinó al movimiento obrero., y que a
partir del IV Congreso cambió su nominación al de FORA en 1904. Vivió momentos
álgidos con el régimen roquista que tuvo las primeras huelgas violentas contra
el aparato represivo en Buenos Aires, Santa Fe y otros puntos del país, que
tuvo un saldo importante de trabajadores asesinados por las fuerzas policiales,
un 17 de noviembre de 1902. Una fecha importante para la clase obrera El
mosaico ideológico (anarquismo, socialismo, sindicalismo, comunismo, etc.)
traído como una pertenencia más en las valijas desde la marginalidad europea,
sería el elemento fundamental para la construcción de la conciencia de clase
del movimiento obrero argentino.
En 1888, la provincia de San Luis
se convierte en el hogar de uno de los primeros intelectuales que se
autodenomina marxista, el ingeniero alemán Germán Avé-Lallemant, quien vivía en
el país desde 1868, pero que en sus reflexiones tardaría dos décadas en tomar
el marxismo como filosofía como arma para la revolución. Su obra desconocida
por muchos, intenta acercarse a un desarrollo de las fuerzas históricas en la
Argentina, siguiendo las categorías de Marx. Su impronta intelectual dentro del
socialismo argentino caería bajo la sombra de Juan B. Justo, fundador del
Partido Socialista en 1896 y primer traductor al español de Das Kapital, el
manuscrito más importante en la obra de Marx. Esto llevaría a Justo a alcanzar el auge dentro de la tradición socialista que estaba
naciendo en el país. Empero, la labor de Avé-Lallemant estuvo más ligada a la
de la geología y a la explotación minera en la región de Paramillo de
Uspallata, en la provincia de Mendoza, donde
trabajaría largo tiempo y elaboraría una obra de nombre homónimo a la mina que
relata su experiencia con la clase obrera los periplos de la explotación y la
acumulación de metales. Algo que podríamos considerar como una triste
tautología en este presente de perpetuo saqueo y explotación de nuestros
recursos. En palabras de Marx: la “historia aparece dos veces… una vez como
tragedia y la otra como farsa” (Carlos Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires, Polémica,
1975, p. 15). Una trama vigente donde los hechos se repiten a gusto y piacere del poder capitalista y
la historia se encuentra maniatada por las cadenas de la desmemoria.
Muchos interrogantes nacen en este
intento sucinto y escaso de comprender cómo podría haber pensado Marx la
Argentina. Cuáles serían las opiniones esbozadas por este gran filósofo que tuvo
la historia de la humanidad de un país -como bien escribe en el capítulo XXIV
de El Capital- cubierto de pies a cabeza
por el barro y la sangre de la explotación y la acumulación del capital durante
estos 200 años de historia, llamémosla nacional, popular o burguesa, pero de un
saqueo que parece interminable. Una clase obrera argentina que en su génesis
decimonónica, no tenía las condiciones subjetivas ni objetivas para establecer
un plan de lucha o de resistencia, ya que como hemos visto, no ha logrado
madurar y apenas pudo enfrentar la represión del Estado por sus legítimas
reivindicaciones de clase. Por eso nacen otros interrogantes, quizás los más
importantes para nosotros y son: ¿cómo se leyó a Marx en la Argentina y cómo lo
leemos hoy? ¿Cuáles eran las interpretaciones que hacían los intelectuales
argentinos de su pensamiento y que clases sociales lo leían en particular?
¿Cuál era el contexto intelectual y cultural de esta época señalada que
influenciaba su entendimiento y comprensión? Algunas preguntas cuyas líneas de
este artículo no alcanzan para ser respondidas, pero que intentaremos ir
respondiendo en distintos momentos de nuestra humilde tarea de indagar a este
gran pensador que ha sido para nosotros Carlos Marx.